Crisis de la Monarquía Absoluta y el Despotismo Ilustrado en España

Crisis de la Monarquía Absoluta y la Guerra de Independencia

La crisis de la monarquía absoluta (abdicaciones, ocupación napoleónica) La Guerra de Independencia española (1808-1814) fue el punto álgido de la crisis de la monarquía absoluta, un proceso de transición que implicó el derrumbe del poder absoluto de los reyes y el surgimiento de ideas liberales en España. La crisis comenzó en el reinado de Carlos IV, que subió al trono en 1788 justo antes de la Revolución francesa (1789). El temor a la propagación de ideas revolucionarias, la política de dependencia hacia Francia promovida por Manuel Godoy, valido de Carlos IV, y la rivalidad con Inglaterra, complicaron aún más la situación política. Desde el Tratado de San Ildefonso (1796), España quedó subordinada a los intereses franceses, y, tras la derrota de Trafalgar (1805) frente a Inglaterra, esta dependencia se intensificó.

El Tratado de Fontainebleau de 1807 permitió la entrada de un ejército francés en la península bajo el pretexto de invadir Portugal, aliado de Inglaterra. Sin embargo, en 1808, la presencia de 100,000 soldados franceses en España provocó un fuerte rechazo popular hacia Godoy, acusado de traición. En marzo de 1808, el Motín de Aranjuez –instigado por los partidarios de Fernando VII– resultó en la destitución de Godoy y en la abdicación de Carlos IV en favor de su hijo.

Aprovechando la confusión, Napoleón convocó a la familia real en Bayona (Francia), donde se produjeron las Abdicaciones de Bayona (mayo-junio de 1808): Fernando VII y Carlos IV renunciaron al trono, permitiendo a Napoleón designar a su hermano, José Bonaparte, como rey de España. Estos hechos provocaron el levantamiento del 2 de mayo en Madrid y el inicio de la Guerra de Independencia, una lucha contra el ocupante francés y por la restauración de Fernando VII.

La guerra, de seis años, tuvo tres fases. En la primera (1808), las fuerzas patriotas españolas lograron detener el avance francés en algunas zonas (Bailén). Sin embargo, entre 1808 y 1812, los franceses controlaron gran parte del territorio. Finalmente, de 1812 a 1814, las fuerzas aliadas anglo-hispanas, junto con las tácticas de guerrilla, lograron expulsar a los franceses. Este conflicto se caracterizó por ser una guerra una lucha de liberación frente al invasor y, en ciertos casos, una guerra civil, ya que algunos sectores apoyaron al nuevo rey José Bonaparte (afrancesados). La organización de resistencia quedó en manos de las juntas de gobierno locales, que se unieron bajo la Junta Suprema Central, la cual asumió la autoridad en ausencia de la monarquía.


En plena invasión napoleónica, ante la falta del rey y la inacción de las autoridades llevaron a la formación de Juntas de Defensa, que asumieron la soberanía nacional. La convocatoria de la asamblea constituyente en Cádiz (1810-1812), conocida como las Cortes de Cádiz, marcó el inicio de la «revolución liberal española» y culminó con la redacción de la Constitución de Cádiz, promulgada en 1812, que representó el primer intento de establecer un sistema de gobierno liberal en España, recogiendo principios del liberalismo y el pensamiento ilustrado.

La monarquía absoluta se basaba en un poder centralizado donde el rey poseía autoridad total (de derecho divino). El monarca controlaba la administración, la justicia, la economía y las decisiones militares. Sin embargo, las ideas de la Ilustración y el liberalismo, que surgieron con fuerza tras la Revolución francesa apoyadas por la burguesía, comenzaron a cuestionar este sistema y proponer sistemas represetativos (parlamento). La invasión napoleónica y sus consecuencias mostraron la incapacidad de la monarquía absolutista española para adaptarse a los cambios políticos y sociales, lo que facilitó su colapso y allanó el camino hacia un sistema de gobierno constitucional.

La Ilustración en España y el Despotismo Ilustrado de Carlos III

La Ilustración en España (El despotismo ilustrado de Carlos III) La Ilustración fue un movimiento intelectual que, en el siglo XVIII, promovió el uso de la razón, la ciencia y el conocimiento como herramientas para mejorar la sociedad y romper con las estructuras tradicionales. En España llegó con cierto retraso (respecto a Francia) debido a la influencia de la Iglesia. Aun así, esta corriente encontró adeptos en figuras destacadas de la época, como el padre Feijoo o Jovellanos, un reformador preocupado por el atraso económico y social del país. Carlos III (1759-1788) fue uno de los principales promotores de la Ilustración aplicando un sistema conocido como Despotismo Ilustrado. Este modelo se resume en la frase “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”, por el que el monarca impulsó reformas ilustradas en distintos ámbitos, confiando en que el progreso y la modernización vendrían de la mano de un gobierno fuerte y centralizado, sin perder su poder absoluto. Para ello contó con ministros ilustrados para su proyecto reformista:

Reformas del Despotismo Ilustrado

  • Reformas Educativas y Científicas: Con el fin de mejorar la formación y difundir las ideas ilustradas, se crearon instituciones como las Sociedades Económicas de Amigos del País, donde se promovían conocimientos técnicos y científicos. Estas sociedades buscaban modernizar sectores como la agricultura y la industria, esenciales para el desarrollo económico de España.
  • Reformas Urbanas: Con el objetivo de mejorar las condiciones de vida se implementaron medidas para modernizar la infraestructura. El marqués de Esquilache promovió la limpieza de calles y el alumbrado público, o la pavimentación de ciudades. Sin embargo, estas medidas, especialmente la prohibición del uso de capas largas y sombreros de ala ancha por razones de seguridad, generaron el rechazo popular, desatando el llamado Motín de Esquilache en 1766.
  • Reformas Agrarias y Económicas: Para mejorar la situación agrícola Jovellanos propuso reformas agrarias para repartir tierras improductivas, aunque chocaron con la resistencia de los terratenientes. Además, se fomentaron la industria y el comercio con políticas proteccionistas, aunque el peso de la agricultura y las estructuras feudales dificultaban una transición económica completa.
  • Reforma de la Administración Pública: Floridablanca impulsó reformas para centralizar el poder y mejorar la eficacia del gobierno. Se modernizó el sistema de correos, se racionalizó la recaudación de impuestos y se realizaron censos de población. Se buscaban crear un Estado más organizado pero enfrentaron limitaciones por la resistencia de los poderes locales y los intereses de la nobleza.

La implementación de estas reformas se encontró con múltiples obstáculos. El escaso peso de la burguesía y el poder de nobleza e Iglesia, principales detractores que temían perder sus privilegios. La Iglesia (pervivía la Inquisición) se oponía a la educación secular y la difusión de ideas críticas (la Enciclopedia estaba prohibida). El regalismo borbónico fue la política que buscará fortalecer la autoridad real y limitar el poder religioso en el ámbito político. Carlos III llegará a expulsar a los jesuitas en 1767. Otro obstáculo fue el analfabetismo, la escasa educación y pobreza generalizada entre la mayoritaria población rural, por lo que las reformas eran vistas con recelo o indiferencia.

El intento de Carlos III por implementar un Despotismo Ilustrado permitió algunos avances en la modernización, especialmente en infraestructura y administración. Sin embargo, la resistencia de los grupos privilegiados y la indiferencia popular limitó su éxito. Además, este proceso mostró las contradicciones de un modelo que intentaba fomentar el progreso sin promover una participación ciudadana, dejando en evidencia las tensiones entre el absolutismo y las ideas de la Ilustración.

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