1. La crisis del reinado de Carlos IV
El rey Carlos IV subió al trono español en 1788, e inmediatamente se vio desbordado por la compleja situación creada por la Revolución francesa (1789). El miedo a la expansión revolucionaria congeló todas las reformas iniciadas por el despotismo ilustrado de Carlos III.
1.1 La monarquía de Carlos IV
Carlos IV apartó del gobierno a los ministros ilustrados y confió el poder a Manuel Godoy. La ejecución del monarca francés impulsó a Carlos IV a declarar la guerra a Francia. La derrota de las tropas españolas fue inapelable y la Paz de Basilea subordinó a España a los intereses franceses.
Las alianzas con Francia derivaron en conflicto con Gran Bretaña. La batalla de Trafalgar constituyó el hito más relevante. La armada franco-española fue destrozada, lo que supuso la pérdida de casi toda la flota de Carlos IV.
El desastre naval acentuó la crisis de la Hacienda real, agravada por la reducción de los ingresos. Godoy recurrió al endeudamiento y al aumento de las contribuciones, y planteó la desamortización de tierras eclesiásticas, que provocó una amplia oposición. La nobleza y la Iglesia se mostraron contrarias a las reformas de Godoy. Los impuestos sobre el campesinado provocaron el descontento popular, que se veía incrementado por las epidemias, el hambre y la escasez. Hubo motines y revueltas, que responsabilizaban a Godoy de la crisis.
1.2 El motín de Aranjuez
Carlos IV firmó un tratado con Napoleón (Tratado de Fontainebleau) que autorizaba a los ejércitos napoleónicos a entrar en España para atacar Portugal. A cambio, se repartiría Portugal entre Francia y España. Las tropas se situaron en puntos estratégicos.
El 18 de marzo de 1808 estalló un motín en Aranjuez, ciudad donde se encontraban los reyes, que se retiraron al sur. El motín perseguía la destitución de Godoy y la abdicación de Carlos IV en su hijo Fernando.
Los amotinados consiguieron sus objetivos, pero los hechos evidenciaron una profunda crisis en la monarquía española.
1.3 La monarquía de José Bonaparte
Carlos IV y Fernando VII fueron llamados por Napoleón a Bayona y ambos abdicaron en Napoleón, quien nombró a su hermano José rey de España y convocó a Cortes a fin de aprobar una constitución que acabase con el Antiguo Régimen y reconocerlo como José I. El nuevo Código de Bayona reconocía la igualdad de los españoles.
José Bonaparte pretendía la liquidación del Antiguo Régimen, la abolición del régimen señorial, la desamortización y la desvinculación de los mayorazgos.
2. La Guerra de la Independencia
Mientras se producían las abdicaciones de Bayona y la sustitución de la monarquía borbónica por la bonapartista, en España se inició un alzamiento popular contra la presencia francesa, que fue el origen de una larga y compleja guerra.
2.1 La revuelta popular y la formación de Juntas
El 2 de mayo de 1808, el resto de la familia real se preparaba para partir a Bayona. Una multitud se congregó ante el palacio para impedir su partida y se alzó de forma espontánea contra la presencia francesa. La revuelta fue reprimida por las tropas al mando del general Murat, pero su ejemplo cundió en todo el país. La población se alzó contra la invasión francesa y surgieron Juntas, ante el vacío de poder creado por las abdicaciones de Bayona. Las Juntas fueron primero locales y estaban formadas por personalidades partidarias de Fernando VII. Después se crearon las Juntas Provinciales, que asumieron la soberanía en ausencia del rey.
Las Juntas enviaron representantes a Aranjuez, aprovechando la retirada momentánea de los franceses en Madrid tras la derrota de Bailén, para formar una Junta Suprema Central que coordinase la lucha y dirigiese el país. Esta forma de gobierno reconoció a Fernando VII como rey legítimo de España y asumió la autoridad hasta su retorno. Ante el avance francés, la Junta huyó a Sevilla y de allí a Cádiz.
2.2 La resistencia: sitios y guerrillas
La resistencia de ciudades, sometidas a los sitios de las tropas, inmovilizó parte del ejército francés e impidió el avance hacia el Levante. La derrota de los invasores en El Bruc y, sobre todo, en Bailén, impidió la conquista de Andalucía y forzaron a José I a abandonar Madrid.
Napoleón se desplazó a España para dirigir la contraofensiva con un ejército de 250.000 hombres. En cuatro semanas su avance se hizo imparable. En enero de 1809, José I entraba de nuevo en Madrid.
La resistencia a la invasión se realizó mediante guerrillas, que eran pequeños grupos locales de entre 30 y 50 miembros, que llegaron a encuadrar a unos 55.000 hombres. Las guerrillas hostigaban al ejército por sorpresa, sometiendo a los franceses a una presión y desgaste permanentes.
En 1812, la campaña que Napoleón inició en Rusia obligó a retirar a miles de efectivos. Las tropas españolas, apoyadas por la guerrilla y por el ejército británico al mando del general Wellington, consiguieron la victoria de Arapiles. Incapaz de mantener los dos frentes, Napoleón decidió pactar el fin del conflicto con los españoles y permitir el retorno de Fernando VII (Tratado de Valençay).
2.3 Actitudes políticas, sociales e ideológicas
Una minoría de españoles, conocidos como afrancesados, colaboraron con la monarquía de José I. El grueso del frente patriótico, agrupaba posiciones muy diferentes. La mayor parte del clero y la nobleza deseaban la vuelta del absolutismo bajo la monarquía de Fernando VII. Algunos ilustrados creían que con su vuelta se podría emprender un programa de reformas y modernización. Los liberales querían un sistema político liberal, basado en una constitución como norma suprema, en la soberanía nacional, la división de poderes y la abolición de los privilegios estamentales y gremiales. Gran parte de la población afrontó la guerra como un movimiento de defensa y resistencia.
3. Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812
La obra de los diputados reunidos en Cádiz, en pleno conflicto bélico, significó la liquidación jurídica y política del Antiguo Régimen y la definición del primer sistema liberal español, el más avanzado de Europa en aquellos momentos y ejemplo para muchas otras constituciones europeas y americanas.
3.1 La convocatoria de Cortes
En 1810, la Junta Suprema Central convocó las Cortes para que los representantes de la nación decidieran sobre su organización y su destino.
El proceso de elección de diputados a Cortes y su reunión en Cádiz fue complejo, y en muchos casos se optó por elegir sustitutos entre las personas presentes en Cádiz.
El sector liberal consiguió su primer triunfo al forzar la formación de una cámara única. Se aprobó el principio de soberanía nacional, es decir, el reconocimiento de que el poder reside en los ciudadanos, representado en las Cortes.
3.2 La Constitución de 1812
La Constitución se promulgó el 19 de marzo de 1812, el día de San José, por lo que se conoció como “la Pepa”.
La Constitución contiene una declaración de derechos del ciudadano. La estructura del Estado correspondía a una monarquía basada en la división de poderes. El poder legislativo lo tenían las Cortes. El sufragio era universal masculino e indirecto. El monarca era la cabeza del poder ejecutivo. La administración de justicia correspondía a los tribunales y se establecían los principios básicos de un Estado de derecho.
Otros artículos de la Constitución planteaban la reforma de la Hacienda, la creación de un ejército nacional y la implantación de una enseñanza primaria, pública y obligatoria.
El territorio se dividía en provincias, se establecía la formación de ayuntamientos con cargos electivos y se creaba la Milicia Nacional, a nivel local y provincial. El texto constitucional plasmaba también el compromiso existente entre los sectores de la burguesía liberal y los absolutistas, al afirmar la confesionalidad del Estado.
3.3 La acción legislativa de las Cortes
Además del texto constitucional, las Cortes de Cádiz aprobaron una serie de leyes y decretos destinados a eliminar el Antiguo Régimen y a ordenar el Estado como un régimen liberal. Se procedió a la supresión de los señoríos jurisdiccionales, que pasaron a ser propiedad privada de los señores.
También se decretó la eliminación de los mayorazgos y la desamortización de las tierras comunales, para recaudar capitales para amortizar deuda pública. Se votó la abolición de la Inquisición. Cabe señalar la anulación de los gremios y la unificación del mercado. Este primer liberalismo marcó las líneas básicas de lo que debía ser la modernización de España. La situación de guerra y la vuelta de Fernando VII frustraron la experiencia liberal y condujeron al retorno del absolutismo.
4. El reinado de Fernando VII
El regreso del rey planteó un problema: integrar al monarca en el nuevo modelo político definido por la Constitución de 1812. Fernando VII había abandonado el país como un monarca absoluto y debía regresar como un monarca constitucional.
4.1 La restauración del absolutismo (1814-1820)
Los liberales desconfiaban de la predisposición del monarca para aceptar el nuevo orden constitucional. Pero los absolutistas sabían que la vuelta del monarca era su mejor oportunidad para deshacer toda la obra de Cádiz y volver al Antiguo Régimen. Se organizaron rápidamente para demandar la restauración del absolutismo (Manifiesto de los Persas). Fernando VII traicionó sus promesas y, mediante el Real Decreto de 4 de mayo de 1814, anuló la Constitución y las leyes de Cádiz, y anunció la vuelta al absolutismo. Inmediatamente fueron detenidos o asesinados los principales dirigentes liberales, mientras otros huyeron al exilio.
Esto era una vuelta al Antiguo Régimen, en un contexto internacional determinado por la derrota de Napoleón y el restablecimiento del viejo orden en Europa, con el Congreso de Viena y la creación de la Santa Alianza, que garantizaba la defensa del absolutismo y el derecho de intervención en cualquier país para frenar el avance del liberalismo.
Así, a partir de 1815, Fernando VII y su gobierno intentaron un objetivo imposible: rehacer un país destrozado por la guerra, a partir de la restauración del Antiguo Régimen. La Hacienda real entró en bancarrota por la falta de recursos económicos.
Entre 1808 y 1814 habían cambiado la mentalidad de muchos grupos sociales. El campesinado había dejado de pagar las rentas señoriales; la libertad de fabricación y de mercado había permitido el desarrollo de empresas y negocios más allá de la rígida reglamentación gremial. Por último, la integración de jefes de guerrillas originó un sector liberal, partidario de reformas. Se produjeron pronunciamientos militares liberales. La represión fue la única respuesta de la monarquía a las demandas políticas y sociales.
4.2 El Trienio Liberal (1820-1823)
El 1 de enero de 1820, el coronel Rafael de Riego, al frente de una compañía de soldados de Las Cabezas de San Juan, se sublevó y recorrió Andalucía proclamando la Constitución de 1812. La pasividad del ejército, la acción de los liberales en las ciudades y la neutralidad de los campesinos obligaron al rey Fernando VII a aceptar la Constitución. Se formó un nuevo gobierno que proclamó una amnistía, permitió el regreso de liberales y afrancesados, y convocó elecciones a Cortes.
Los resultados electorales dieron la mayoría a los diputados liberales, que iniciaron rápidamente una importante obra legislativa. Restauraron gran parte de las reformas de Cádiz, como la libertad de industria, la abolición de los señoríos jurisdiccionales y la supresión de los mayorazgos. Establecieron reformas en el sistema fiscal, el código penal y el ejército. Se reconstruyó la Milicia Nacional como cuerpo armado de voluntarios, con el fin de garantizar el orden y defender las reformas constitucionales.
Todas estas reformas suscitaron rápidamente la oposición de la monarquía.
Sin embargo, las nuevas medidas liberales del Trienio provocaron el descontento de los campesinos, ya que se abolían los señoríos jurisdiccionales, pero no les facilitaban el acceso a la tierra. Los antiguos señores se convirtieron en los nuevos propietarios, y los campesinos, en arrendatarios que podían ser expulsados de las tierras si no pagaban. De este modo, los campesinos, más pobres e indefensos ante la nueva legislación capitalista, se sumaron a la agitación antiliberal.
La nobleza tradicional y la Iglesia, perjudicadas por la supresión del diezmo y la venta de bienes monacales, impulsaron la revuelta contra los gobernantes del Trienio.
Las tensiones se produjeron también entre los propios liberales, que se dividieron en dos tendencias: los moderados, partidarios de reformas limitadas que no perjudicasen a las élites sociales; y los exaltados, que planteaban la necesidad de reformas radicales, favorables a las clases medias y populares.
4.3 La Década Ominosa (1823-1833)
La Santa Alianza, atendiendo las peticiones de Fernando VII, encargó a Francia la intervención en España. En abril de 1823, unos 100.000 soldados (los Cien Mil Hijos de San Luis), irrumpieron en territorio español y repusieron a Fernando VII como monarca absoluto.
Fernando VII inició una feroz represión contra los liberales y, durante toda la década, se persiguió a los partidarios de las ideas liberales.
Las dificultades de la Hacienda se vieron agravadas por la pérdida definitiva de las colonias americanas. A partir de 1825, el rey, acuciado por los problemas económicos, buscó la colaboración del sector moderado de la burguesía financiera e industrial.
Esta actitud incrementó la desconfianza de los realistas y de los sectores ultramontanos de la corte.
4.4 El conflicto dinástico
En 1830, el nacimiento de una hija del rey, Isabel, parecía garantizar la continuidad borbónica. La Ley Sálica impedía el acceso al trono a las mujeres, pero Fernando VII, influido por su mujer María Cristina, derogó la ley mediante la Pragmática Sanción, que abrió el camino al trono a su hija.
Los llamados carlistas, se negaron a aceptar la nueva situación. Presionaron fuertemente al monarca para que repusiera la Ley Sálica, que beneficiaba como candidato al trono al hermano del rey, el príncipe Carlos María Isidro.
En 1833, Fernando VII murió, reafirmando en su testamento a su hija como heredera al trono, y nombrando gobernadora a la reina María Cristina hasta la mayoría de edad de Isabel. Así comenzaba la primera guerra carlista.
5. La crisis del Antiguo Régimen en Andalucía
El sur de España fue un escenario privilegiado de este momento convulso de la historia de la nación. Bailén, Riego, Las Cabezas de San Juan, Torrijos o Mariana de Pineda son elementos indispensables de la memoria colectiva durante los primeros pasos de la historia contemporánea.
5.1 La Guerra de la Independencia (1808-1814)
La victoria española en la batalla de Bailén y la defensa de Cádiz constituyen los dos acontecimientos de mayor relevancia desarrollados en Andalucía.
A finales de mayo de 1808, en Sevilla se constituía una Junta de España e Indias y se propagaba la insurrección. Dos meses después, unas tropas comandadas por el general Castaños derrotaron cerca de Despeñaperros a todo un cuerpo de ejército napoleónico.
La trascendencia política y militar de Bailén no puede minusvalorarse. Por primera vez un ejército francés era derrotado y obligado a capitular en el campo de batalla. La pérdida provocó tal pánico que el rey José abandonó Madrid.
Las principales capitales decidieron capitular ante el imponente ejército enemigo. La excepción fue la ciudad de Cádiz. Allí se trasladó la Junta Suprema, que delegó sus poderes en la Regencia y allí mismo se celebraron las reuniones que alumbraron la Constitución española.
5.2 Absolutismo y liberalismo (1814-1833)
La restauración del absolutismo en 1814 se produjo en Andalucía con la misma facilidad que en el resto de España. A la represión desatada contra los liberales, estos respondieron pronunciándose con las armas. En enero de 1820, un levantamiento en Sevilla obligaba al rey Fernando VII a jurar la Constitución.
Una de las principales contribuciones del Trienio Liberal en Andalucía fue la propagación de la cultura política liberal en el mundo urbano.
A partir de finales de 1823, mientras los liberales eran apresados, la vuelta al absolutismo era recibida también en Andalucía con evidentes manifestaciones de júbilo. Las conspiraciones y pronunciamientos que durante la Década Ominosa siguieron teniendo por escenario el sur de España concluyeron en estrepitosos fracasos.