Crisis del Antiguo Régimen en España: De la Guerra de Independencia a la Pérdida de las Colonias

La Crisis del Antiguo Régimen en España: De la Guerra de Independencia a la Pérdida de las Colonias

El Reinado de Carlos IV y los Preludios de la Guerra

El periodo final de la España del siglo XVIII se caracteriza por una profunda crisis que afectó los cimientos del Antiguo Régimen. A los problemas internos como malas cosechas, conflictos sociales y el fin del ciclo político reformista de la Ilustración, se unió una complicada situación internacional. El reinado de Carlos IV estuvo marcado por los acontecimientos de la Revolución Francesa, ante la que el rey y sus ministros adoptaron diferentes posturas: Floridablanca implementó una política de control sanitario, mientras que Aranda optó por la neutralidad. Godoy, por su parte, llevó a cabo una política activa que, tras la ejecución de Luis XVI, condujo a la declaración de guerra contra la Convención (1793), la cual terminó en un fracaso militar. La Paz de Basilea de 1795 restableció la tradicional alianza con Francia, formalizada en los Tratados de San Ildefonso, que provocaron la guerra contra Inglaterra. Tras varios desastres, Godoy fue temporalmente sustituido como primer ministro, aunque regresó al cargo poco después bajo la presión de Napoleón. La nueva alianza conllevó primero la guerra contra Portugal (Guerra de las Naranjas) y culminó en la derrota de Trafalgar en 1805.

La Guerra de Independencia Española (1808-1814)

Tras la derrota de Trafalgar, y dentro de la política de bloqueo continental de Napoleón para aislar a Inglaterra, se firmó el Tratado de Fontainebleau, que implicaba una nueva guerra contra Portugal y permitía la entrada del ejército francés en España. A partir de este momento, tres acontecimientos clave marcaron la crisis de la monarquía española:

a) El Motín de Aranjuez

La idea de trasladar a los reyes a Andalucía como posible vía de escape a América y evitar que cayeran en manos de Napoleón fue la excusa que provocó la sublevación contra Godoy de los habitantes de Aranjuez, movidos por la nobleza, el clero y la camarilla del príncipe Fernando. Este motín supuso la caída definitiva de Godoy y la abdicación de Carlos IV en su hijo, quien había sido cuestionado por el ministro en el proceso del Escorial (1807).

b) Las Abdicaciones de Bayona

Napoleón, con el objetivo de incluir a España en su imperio, convocó a Carlos IV y a Fernando VII a Bayona, donde se firmaron las Abdicaciones de Bayona (mayo de 1808). Fernando VII se vio obligado a devolver la corona a su padre, quien a su vez la entregó a Napoleón. Este nombró a su hermano José I rey de España.

c) El Inicio de la Guerra de Independencia

En Madrid, se registraron continuos incidentes entre la población y las tropas francesas que, desde marzo, habían ocupado la ciudad con el pretexto de cruzar el país hacia Portugal. Muchos consideraron que Napoleón mantenía secuestrada a la familia real en Bayona. El 2 de mayo de 1808 se produjo una sublevación popular protagonizada por los artilleros Daoiz y Velarde desde el cuartel de Monteleón. Tras la dura represión del día siguiente, los alcaldes de Móstoles hicieron público un bando llamando a levantarse en armas contra los franceses. La revuelta se extendió por toda la península, desembocando en un levantamiento general. La Guerra de la Independencia había estallado.

A partir de este momento, se desarrollaron dos procesos paralelos: el militar, con el desarrollo de la guerra, y el político. Ante la ausencia del monarca legítimo para la mayor parte del país (Fernando VII), se generó un vacío de poder que provocó una crisis política, culminando en un proceso revolucionario que llevó a la primera Constitución liberal española, la de 1812.

d) Etapas de la Guerra de Independencia

El proceso militar se divide en tres etapas, caracterizadas por las tácticas de guerra empleadas, las distintas formas de resistencia (guerra regular, sitios, guerrilla) y el diferente resultado de la contienda:

  1. Mayo-Octubre de 1808: Tras los acontecimientos de Madrid y Móstoles, se produjo una sublevación en cadena. Las juntas provinciales asumieron la soberanía y declararon la guerra al invasor. La Junta Suprema Central intentó organizar la resistencia sin lograr establecer un plan de campaña. El levantamiento generalizado desarticuló el plan francés de ocupación, que consistía en controlar los principales puertos peninsulares (Barcelona, Cádiz y Lisboa). La derrota del cuerpo de ejército francés de Dupont a manos del general Castaños en Bailén (19 de julio de 1808) y la capitulación del mariscal Junot ante el ejército inglés obligaron al gobierno de José I a retirarse tras la línea del Ebro.
  2. Finales de 1808-1812: Napoleón se vio obligado a entrar personalmente en España al frente de un poderoso ejército (La Grande Armée, con 150.000 soldados) que derrotó al ejército regular español en Uclés, Somosierra y Ocaña, y sitió ciudades como Gerona y Zaragoza. El ejército inglés se replegó hacia Portugal, asegurando el control de la Península a Napoleón. Estas derrotas provocaron la huida de la Junta Suprema hacia Sevilla y posteriormente a Cádiz. Surgió el fenómeno de las guerrillas: grupos irregulares armados que atacaban al ejército francés en el medio rural con tácticas nuevas, evitando la batalla frontal y optando por emboscadas. Estos guerrilleros (el Empecinado, Espoz y Mina, el cura Merino) se convirtieron en una fuerza de primer orden. El ejército francés, incapaz de luchar con efectividad ante la guerrilla, reaccionó con una dura represión indiscriminada contra la población civil.
  3. 1812-1814: La situación bélica europea se complicó para Napoleón tras el desastre ruso. Esto propició una ofensiva de los aliados (españoles, portugueses y británicos) al mando del duque de Wellington, que culminó con la expulsión y derrota de las tropas francesas en Arapiles, Ciudad Rodrigo, Vitoria y San Marcial. José I huyó a Francia y Napoleón tuvo que reconocer por el Tratado de Valençay a Fernando VII como rey de España.

e) Consecuencias de la Guerra de Independencia

  1. Fue una «guerra total», patriótica, de liberación nacionalista, liberal y reformista, por ende, revolucionaria. La derrota de Bailén causó un enorme impacto en Europa, demostrando que los franceses no eran invencibles. La táctica de desgaste y la acción guerrillera inmovilizaron al ejército de ocupación y tuvieron gran trascendencia en los acontecimientos internacionales europeos.
  2. Destrucción de la economía: los asedios dejaron ciudades arrasadas (Zaragoza, Gerona o San Sebastián). Hubo destrucción de edificios, monumentos artísticos, infraestructuras y cosechas, además de un importante expolio de obras artísticas. La guerra supuso un grave deterioro de la industria textil y la ruina definitiva de la Hacienda española.
  3. Elevadas pérdidas humanas: se barajan entre 300.000 y 1.000.000 de muertos. También se produjo el exilio de los afrancesados, la primera emigración política de la España contemporánea.
  4. Todos estos acontecimientos, junto a la pérdida de la flota, favorecieron la independencia de las colonias americanas.

La Revolución Política: Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812

La invasión y la guerra supusieron la aparición de dos gobiernos paralelos: el de José I Bonaparte y el de la Junta Suprema Central y las Cortes de Cádiz.

1. El Gobierno de José I Bonaparte: Su legitimidad se basaba en las renuncias de Bayona. José I convocó una asamblea de notables españoles en Bayona para aprobar una ley fundamental para el reino, conocida como el Estatuto de Bayona (6 de junio de 1808). Esta ley, una carta otorgada por el monarca, creaba un régimen autoritario basado en un poder casi absoluto del rey, aunque reconocía algunos derechos individuales y libertades económicas. Establecía unas cortes con representación de los tres estamentos, sin iniciativa legislativa. Proponía la elaboración de un nuevo código civil, la reforma de la hacienda y la abolición de las aduanas interiores. Emprendió reformas en la línea del despotismo ilustrado, como la abolición de la Inquisición. Muchas de estas reformas fueron difíciles de aplicar en una España en guerra y con la mayoría de la población en contra, considerándolo un gobierno intruso.

José I se rodeó de personajes ilustrados. Solo los conocidos como afrancesados apoyaron a José I, ya fuera por creer que el nuevo reinado era la mejor opción de cambio, por interés, por mantener sus puestos de trabajo como funcionarios o persuadidos de que la resistencia contra Napoleón era inútil y de que los últimos Borbones habían demostrado su ineptitud para continuar el programa reformista. La opinión pública mayoritaria los consideró traidores y, tras la derrota, muchas familias de afrancesados (unas 120.000 personas) tuvieron que exiliarse.

2. Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812: La Junta Suprema Central, ante el avance francés, se disolvió en enero de 1810, dando paso a una regencia que convocó las Cortes de Cádiz. Estas Cortes, reunidas en plena guerra, asumieron la soberanía nacional y se erigieron como el auténtico poder legítimo frente a José I. La composición de las Cortes fue heterogénea, con predominio de eclesiásticos, abogados, funcionarios y militares. Se formaron tres grandes grupos ideológicos: absolutistas, que defendían el regreso de Fernando VII y el mantenimiento del Antiguo Régimen; reformistas o jovellanistas, partidarios de reformas pero sin romper con la tradición; y liberales, que abogaban por la soberanía nacional y la redacción de una constitución.

La obra más importante de las Cortes de Cádiz fue la Constitución de 1812, promulgada el 19 de marzo de 1812, conocida popularmente como «La Pepa». Sus principios básicos, inspirados en la Constitución de la Revolución Francesa de 1791, eran:

  • Soberanía nacional (Rousseau): la soberanía residía en la nación, en la reunión de todos los españoles “de ambos hemisferios”.
  • División de poderes (Montesquieu): el ejecutivo lo ostentaba el rey (dentro de una monarquía moderada), el legislativo, las Cortes (aunque el rey tenía potestad legislativa), de cámara única; y el judicial, los tribunales.
  • Reconocimiento de derechos individuales: libertad, propiedad, igualdad jurídica y fiscal, inviolabilidad del domicilio, libertad de imprenta, etc.
  • Proclamación del catolicismo como religión oficial del Estado.
  • Adopción del sufragio universal masculino indirecto como sistema electoral. Los electores no elegían directamente a los diputados en Cortes sino a unos representantes o compromisarios que se encargaban, a su vez, de designarlos.
  • Creación de la Milicia Nacional, un cuerpo de civiles armados.

La importancia de esta constitución radica en ser la primera de la historia del constitucionalismo español y en su fórmula de compromiso y consenso entre las opciones políticas vigentes, entre la tradición y la revolución. Sirvió de modelo para otras constituciones europeas e hispanoamericanas. Además, las Cortes de Cádiz realizaron reformas para transformar el Antiguo Régimen en un régimen liberal:

  • Reformas sociales: abolición de los derechos feudales y de los privilegios de la nobleza. Se mantuvo el régimen de propiedad agraria, con la supresión de los señoríos jurisdiccionales por el decreto de 6 de agosto de 1811 y de los mayorazgos, agravando la situación del campesinado al introducirse la libertad de arrendamientos. Se suprimieron las vinculaciones que limitaban el acceso a la propiedad. Se otorgó la igualdad jurídica ante la ley y se abolió la Inquisición y la tortura.
  • Reformas económicas: se fomentaron leyes de libertad agrícola y ganadera, así como de la industria y del comercio. Se abolieron los gremios, otorgando libertad de producción, y la Mesta. Se procedió a una tímida desamortización eclesiástica y de bienes de propios de los ayuntamientos. Los decretos de junio de 1812 y enero de 1813 establecían la enajenación de los bienes de las comunidades religiosas extinguidas o reformadas por el gobierno, de los bienes de la abolida Inquisición, de los jesuitas y de las órdenes militares. Se disponía la reducción a propiedad individual de la mitad de las tierras de los ayuntamientos (bienes de propios y baldíos) y propiedades de realengo. La desamortización eclesiástica quedó interrumpida en 1814 con el regreso de Fernando VII.

Estas reformas pretendían sustituir las bases del Antiguo Régimen por las del Régimen Liberal, reflejando la ideología liberal burguesa. La Constitución de 1812 se convirtió en referencia para el liberalismo posterior, pero nació destinada al fracaso por la oposición de las fuerzas vivas del Antiguo Régimen, nobleza y clero, aliados a Fernando VII. No tuvo una aplicación práctica tras el regreso del rey, quien derogó la obra legislativa de Cádiz y restauró el absolutismo en 1814. A pesar de todo, no se pudo volver a la situación anterior a 1808, por la existencia de un grupo social, formado por la burguesía y los militares, que defenderían las ideas liberales en España. La Constitución de 1812 se convirtió en un modelo y en un símbolo para los liberales españoles, e influyó en los movimientos liberales de Italia y Latinoamérica.

El Reinado de Fernando VII (1814-1833)

El Sexenio Absolutista (1814-1820)

El final de la Guerra de Independencia no terminó con el enfrentamiento entre liberales y absolutistas. Fernando VII optó por el restablecimiento del absolutismo monárquico y del Antiguo Régimen. Contaba con el apoyo de un grupo de diputados absolutistas que firmaron el Manifiesto de los Persas (1814), instando al monarca a rechazar el liberalismo. El rey, en el contexto de la Europa de la Santa Alianza y la Restauración, abolió la Constitución de 1812 y anuló la obra legisladora de las Cortes de Cádiz. Comenzó la represión hacia los liberales, muchos de los cuales se vieron obligados a exiliarse. Las sociedades patrióticas o la masonería sirvieron de empuje para la conspiración contra el absolutismo. Distintos oficiales liberales del ejército llevaron a cabo intentonas golpistas (pronunciamientos) para liquidar el absolutismo. Muchas fracasaron, pero una de ellas triunfó.

El Trienio Constitucional (1820-1823)

El comandante Rafael del Riego, al frente de unas tropas preparadas para su traslado a América, lideró en 1820 un pronunciamiento en Cabezas de San Juan (Sevilla) a favor de la Constitución de 1812. Este levantamiento encontró apoyos en otras guarniciones de la península, dando lugar a la segunda experiencia liberal española. En este breve periodo se eliminó la Inquisición y se aprobaron leyes que garantizaban los derechos y las libertades. La aplicación de las reformas provocó la división de los liberales en dos grupos: los moderados (partidarios del sufragio censitario y de unas cortes bicamerales), que habían participado en las Cortes de Cádiz, y los exaltados (apoyaban el sufragio universal masculino y unas cortes unicamerales), jóvenes seguidores de Riego. Finalmente, un ejército francés, conocido como los Cien Mil Hijos de San Luis y financiado por las potencias absolutistas de la Santa Alianza, entró en España para restablecer la monarquía absoluta de Fernando VII.

La Década Ominosa (1823-1833)

Durante estos diez años, Fernando VII gobernó como monarca absoluto y desató una durísima represión (ejecución de Torrijos y Mariana Pineda). Sin embargo, la experiencia del Trienio Constitucional aconsejaba introducir ciertas reformas (creación del Consejo de Ministros y de la Bolsa de Madrid). Los últimos años del reinado estuvieron marcados por dos amenazas: los liberales exaltados, dispuestos a preparar levantamientos contra el absolutismo, y los ultrarrealistas, el sector más reaccionario del absolutismo, que desconfiaban del rey por transigir demasiado con los liberales. Este último grupo se identificó con la figura de Carlos María Isidro, hermano del monarca y supuesto heredero ante la falta de descendencia de Fernando VII. Sin embargo, la cuarta mujer del rey, María Cristina, le dio una heredera en 1830, la princesa Isabel. Antes de su nacimiento, Fernando VII publicó la Pragmática Sanción, que restablecía la sucesión tradicional de la monarquía hispana permitiendo reinar a las mujeres. La exclusión del trono del ultrarrealista Carlos María Isidro significó un triunfo encubierto de los liberales moderados, que se reunieron en torno a la reina María Cristina. En 1833 murió Fernando VII y su viuda, María Cristina, heredó en nombre de su hija Isabel la corona de España, que también reclamaba para sí Carlos María Isidro, generándose un conflicto sucesorio.

La Emancipación de la América Hispana

Las causas que explican el nacimiento del sentimiento independentista en la América española son:

  • El creciente descontento ante el control económico que ejercía España (la metrópoli) sobre las colonias americanas, lo que impedía a los criollos (descendientes de españoles nacidos en América) comerciar libremente.
  • El centralismo borbónico, que supuso un mayor control colonial y el envío de funcionarios españoles que desplazaban a los criollos de puestos influyentes.
  • La influencia de las ideas ilustradas y el ejemplo de la independencia de las colonias británicas de América del Norte (Estados Unidos).
  • La crisis política de la metrópoli a raíz de las abdicaciones de Bayona y la Guerra de Independencia, que generó un vacío de poder que detonó el comienzo de los movimientos revolucionarios hispanoamericanos.

Los conflictos principales se desarrollaron entre 1808 y 1824. Las Cortes de Cádiz, centradas en luchar por la integridad de la monarquía, no podían ofrecer solución a las insurrecciones americanas. La lucha por la independencia generó una guerra civil en América entre los partidarios de continuar formando parte de España y los secesionistas. Los grandes líderes de la independencia americana fueron Simón Bolívar y José de San Martín. Las batallas más decisivas fueron las de Carabobo (1821) y Ayacucho (1824). El imperio español americano terminó independizándose a excepción de Cuba y Puerto Rico. Sin sus territorios americanos, España quedó relegada a un papel de potencia de segundo orden y perdió un inmenso mercado.

La Guerra Colonial y la Crisis de 1898

1. Los precedentes: las independencias americanas durante el siglo XIX

En 1898, España y Estados Unidos lucharon en una guerra por el control de Cuba y, de manera secundaria, de las Islas Filipinas. Fue una guerra breve y desigual ante la superioridad militar norteamericana, que tuvo graves repercusiones para España, que vio liquidar los vestigios de su imperio colonial. En expresión de Silvela, España se quedó “sin pulso”. La crisis colonial favoreció la aparición de movimientos que criticaron el sistema de la Restauración y propugnaron la necesidad de una regeneración y modernización de la política española. Cuba era posesión española desde que en 1492 Cristóbal Colón la descubrió. Por su riqueza y situación estratégica fue “la perla de las Antillas”. A partir del siglo XIX se convirtió en la primera productora mundial de azúcar de caña, cuya industria estaba en manos de ricos hacendados cubanos que, temiendo una insurrección de los esclavos, empujaron a la isla a permanecer fiel a España, una vez que la América Hispana continental se emancipó. Las Filipinas fueron descubiertas para España en 1521 por Fernando de Magallanes y en 1565 se construyó en ellas el primer asentamiento español.

El primer proceso de independencia transcurre entre 1810 y 1824 y en él se pueden señalar dos momentos significativos:

a) En el período de 1810 a 1814 los principales focos independentistas surgieron en México, Venezuela y Argentina, aprovechando los insurgentes el hecho de que gran parte del territorio peninsular estuviera ocupado por las tropas de Napoleón. Los criollos procuraron dar al movimiento un carácter legal, ya que se hacía en nombre de Fernando VII (contexto de la Guerra de la Independencia española), de cuyos derechos se declaraban garantes, por lo que las Juntas revolucionarias apenas hallaron resistencia. Sólo en México la insurrección tuvo un carácter sangriento con la actuación del cura Hidalgo. El envío de tropas españolas tras la llegada de Fernando VII al trono paralizó las insurrecciones y todos los focos fueron sofocados, quedando independiente tan sólo Argentina.

b) El segundo periodo independentista (1815-1824) se produjo durante el reinado de Fernando VII y se caracterizó por las campañas a gran escala, en las que destacaron importantes militares que llevaron a cabo una serie de ofensivas victoriosas que en pocos años independizaron a todos los territorios americanos: Chile fue la primera en declararse independiente por San Martín en 1817; Venezuela y Nueva Granada se independizaron tras las victorias de Simón Bolívar en 1821; México fue declarado independiente por el general Agustín Itúrbide en 1821; las victorias de Sucre (1822) aseguraron la liberación de Bolivia y Ecuador, mientras que Simón Bolívar hacía lo propio con Colombia. La América española quedaría definitivamente configurada en diferentes repúblicas independientes. Ya sólo quedaban como territorios pertenecientes al imperio español en América las islas de Cuba y Puerto Rico, además de las posesiones en el Pacífico.

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