Inicios del reinado de Carlos IV y el impacto de la Revolución Francesa
Los inicios del reinado de Carlos IV coincidieron con el estallido de la Revolución Francesa. El impacto de la revolución condicionó la política interior y exterior de todo el reinado. La monarquía española se vio inmersa, desde 1793 hasta 1814, en un prolongado ciclo de guerras contra las dos grandes potencias mundiales: Francia y Gran Bretaña.
Reacción de la monarquía y conflicto bélico
La respuesta inicial de la monarquía fue cerrar las fronteras a la propaganda revolucionaria procedente del país vecino y acentuar la censura contra las críticas que se realizaban desde España a la estructura de poder imperante. Posteriormente, estalló la guerra entre los Borbones españoles y la República francesa, a raíz de la ejecución del rey Luis XVI en 1793. España se alió con Gran Bretaña y Portugal. Ante la inhibición política de la monarquía, los municipios organizaron su propia defensa, lo que provocó la formación de Juntas de defensa militar.
Paz de Basilea y supeditación a Francia
El estancamiento de la situación militar y el triunfo de los termidorianos en Francia llevaron a la firma de la Paz de Basilea en julio de 1795. España se convirtió, en la práctica, en un Estado supeditado a los intereses franceses. Se retornaba al espíritu de los pactos de familia mediante la alianza hispano-francesa, tras la firma del Tratado de San Ildefonso en 1796.
Consecuencias de las guerras
Además de las pérdidas demográficas, las consecuencias de este ciclo de guerras continuas fueron básicamente tres:
- El endeudamiento de la hacienda real.
- La crisis del comercio colonial.
- La paralización de la política de reformas.
Fue una etapa de crisis económica. El crecimiento económico de las décadas anteriores se agotó, lo que frustró las expectativas de diversos sectores de la población y agudizó la conflictividad social. El crecimiento de la economía comenzó a frenarse en las décadas de los ochenta y noventa. Las causas fueron diversas según las regiones, pero, en general, estaban relacionadas con el carácter extensivo del crecimiento anterior: la caída de los rendimientos al cultivar tierras menos productivas. La población, debilitada por la escasez y el hambre, se vio sometida a nuevas epidemias a principios del siglo XIX, como la fiebre amarilla.
Crisis económica y del Antiguo Régimen
La pervivencia del Antiguo Régimen limitaba el alcance de las medidas que podrían solucionar los problemas de las crisis de subsistencia y la caída de la producción agraria. La superación de la crisis económica dependía de la introducción de métodos intensivos capaces de mejorar la producción. Pero ello requería grandes inversiones de capital, por lo que la estructura social del Antiguo Régimen condicionaba las posibles soluciones a la crisis.
Bancarrota de la Hacienda Real y medidas fiscales
Las guerras tuvieron un elevado coste económico y provocaron la práctica bancarrota de la hacienda real. Los ministros de Carlos IV promovieron diversas reformas para aumentar los ingresos, pero todas chocaron con la exención de los privilegiados del pago de los impuestos directos, sobre todo en la Corona de Castilla. Con las guerras, las deudas crecieron y los ingresos procedentes de América se redujeron. La Corona se vio obligada a recurrir a nuevas medidas fiscales, como el aumento de la presión fiscal, la emisión de títulos de deuda pública o la contratación de empréstitos en el extranjero con cláusulas muy exigentes. Finalmente, en 1798, se recurrió a la desamortización, es decir, la venta en pública subasta de parte de las tierras pertenecientes a la Iglesia. Los ingresos de las ventas fueron absorbidos por los gastos de la guerra. Los problemas de la hacienda no se resolvieron y se convirtieron en un factor determinante en la crisis cada vez más profunda de la monarquía absoluta. La población no podía aportar más recursos, sometida como estaba a una grave crisis económica y de subsistencia. Las únicas vías para aumentar los ingresos eran extender la fiscalidad a todos los privilegiados y promover la venta de propiedad amortizada.
Crisis del comercio colonial
Como consecuencia de los conflictos bélicos en que se vio inmersa la monarquía de Carlos IV, el tráfico mercantil con América se redujo drásticamente. Fue muy grave la guerra marítima con Gran Bretaña. La armada británica derrotó a la española en 1797 y en 1805, en la batalla de Trafalgar. Los británicos, dueños de los mares, controlaron e interrumpieron el comercio entre España y América y entorpecieron las entradas y salidas del puerto de Cádiz. A partir de 1796, España perdió el monopolio con América y otros países comerciaron directamente con los territorios americanos. La crisis del comercio colonial afectó a aquellos sectores que hasta entonces dirigían sus productos agrarios y manufactureros al mercado americano y a los ingresos de la hacienda.
Crisis política y quiebra del Antiguo Régimen
Con ser graves los problemas descritos, lo determinante en la quiebra del Antiguo Régimen fue la crisis política de la monarquía, que se prolongó hasta el siglo siguiente. Por tanto, la crisis fue ante todo de carácter político y llegó a afectar al propio prestigio de la monarquía. Las dificultades interiores y exteriores, y la incapacidad para resolverlas, condujeron a una profunda crítica, que llevó al enfrentamiento con Godoy, ministro y hombre de confianza de Carlos IV, y finalmente con el propio rey.