Principales Factores de la Crisis Demográfica y Económica del Siglo XVII y sus Consecuencias
El siglo XVII fue un periodo de crisis económica y social, no solo en España, sino en toda Europa. Demográficamente, se caracterizó por el estancamiento y la regresión. La población disminuyó debido a las epidemias de peste, la crisis económica y las guerras. Los grupos privilegiados e improductivos (nobleza y clero) crecieron, mientras que la nobleza incrementó la presión fiscal sobre los campesinos, aumentando el número de pobres y mendigos. Muchas personas ingresaron en la Iglesia para evitar el hambre y el alistamiento militar. La burguesía, siempre escasa, prácticamente se extinguió con la crisis.
La crisis social y económica se agravó con la expulsión de 300.000 moriscos en 1609, bajo el reinado de Felipe III. Muchas zonas, como Aragón y Valencia, se despoblaron y empobrecieron, y la agricultura avanzada que practicaban los moriscos entró en decadencia.
La principal causa de la crisis económica en España fue el insoportable gasto de las continuas guerras, cuyo peso recaía fundamentalmente sobre Castilla. La crisis castigó especialmente a esta región y afectó a todos los sectores productivos. Los productos españoles eran poco competitivos por sus altos precios, la moneda se devaluaba continuamente perdiendo confianza en el mercado, y el comercio con América se resintió por el aumento de la piratería y el agotamiento de las minas americanas.
La agricultura era poco productiva debido al atraso de las técnicas agrícolas, agravado tras la expulsión de los moriscos, la inflación y el descenso demográfico. A esto se sumó una época de malas cosechas por el empeoramiento del clima. El comercio y la industria también entraron en declive por la caída de la producción lanar, consecuencia de las guerras con los países importadores y de la producción de paños. La escasa competitividad hizo caer la producción minera, la fabricación de hierro y la construcción naval.
Crisis y Decadencia de la Monarquía Hispánica: El Reinado de Carlos II y el Problema Sucesorio
Cuando Felipe IV murió en 1665, dejó como único heredero a Carlos II, un niño débil de apenas cuatro años. En su testamento, dispuso que su viuda, Mariana de Austria, gobernara con la ayuda de un consejo de regencia. Sin embargo, la reina prescindió del consejo y depositó su confianza en su confesor, el jesuita austriaco Nithard, quien actuó como un auténtico valido.
La corte se convirtió en un hervidero de intrigas y luchas por el poder, debido a la minoría de edad del rey y su escasa capacidad intelectual. La primera parte del reinado se caracterizó por la crisis económica y las luchas entre los favoritos de la regente: Nithard, Valenzuela y el hermanastro del rey, don Juan José de Austria.
En una segunda etapa, destacaron como validos el duque de Medinaceli y el conde de Oropesa, quienes lograron una breve recuperación económica con la devaluación de la moneda de vellón. En el exterior, España perdió sucesivas guerras con Francia, cediéndole el Franco Condado (Tratado de Nimega, 1679). Solo la ayuda de potencias europeas evitó más pérdidas territoriales.
La crisis se agravó aún más con el problema sucesorio. Carlos II se casó dos veces, pero no tuvo descendencia. Al finalizar el siglo, se perfilaron dos candidatos al trono: el archiduque Carlos de Austria y Felipe de Anjou, nieto del rey francés Luis XIV.
Carlos II nombró heredero a Felipe de Anjou para asegurar el apoyo de Francia y evitar la desmembración territorial de sus reinos. Sin embargo, el temor de algunas naciones europeas a la formación de un bloque hispano-francés provocó, tras la muerte de Carlos II, la Guerra de Sucesión Española, el primer gran conflicto del siglo XVIII.