La Crisis Económica de los 70
La primera mitad de la década de los 70 marcó el final de la fase de supercrecimiento. Desde entonces, el crecimiento ha sido más lento, el desempleo ha aumentado y la inflación fue más intensa. La recesión de 1974-75 estuvo acompañada de fuertes presiones inflacionistas, problemas de recursos (especialmente en el sector de la energía) y grandes dificultades en la balanza de pagos. El crecimiento del producto se mantuvo débil, viéndose refrenado a veces por la inflación. La presión continuada sobre los recursos energéticos era a más largo plazo y las oportunidades tecnológicas de la posguerra se iban agotando.
Tras la quiebra del sistema de Bretton Woods y la subida del precio del petróleo
Tras la quiebra del sistema monetario internacional de Bretton Woods y la subida del precio del petróleo, apareció una nueva fase recesiva en la economía internacional.
El cambio del sistema monetario internacional
Desde 1971 se asistió al colapso del sistema monetario internacional establecido en Bretton Woods. Era un sistema de tipos de cambio fijos. Su crisis fue provocada por Estados Unidos cuando redujo el valor del dólar frente al oro. La balanza comercial de Estados Unidos había disminuido, situación que se vio agravada por los movimientos especulativos contra el dólar. Se rompió cualquier relación del sistema monetario con el oro, desapareciendo la estabilidad de precios. Se permitió a los bancos centrales liquidar sus reservas de oro al precio de mercado; así, el oro abandonó el patrón monetario. Del patrón cambios dólar se pasó al patrón fiduciario dólar. La desaparición del anclaje del dólar respecto al oro llevó a una crisis de confianza, desequilibrando los mercados financieros internacionales y afectando la estabilidad de precios.
La crisis energética
Tras la subida de precios de las mercancías durante la guerra de Corea, los costes de la energía, los alimentos y las materias primas disminuyeron hasta principios de los 70. La presión sobre los alimentos, materias primas y energía comenzaba a ser evidente. Se elaboró un rápido desarrollo de los sectores energéticos intensivos en el uso del petróleo como combustible y fuente de calor en las industrias. El mundo industrial estaba en jaque ante cualquier alteración de suministros y precios.
Los precios del petróleo subieron debido a su extraordinaria oferta, aumentando en un 300%, lo que causaría los mayores destrozos en el oeste industrial. El aumento del precio del petróleo presionó directamente sobre los costes, intensificando el proceso inflacionario. Tuvo al menos dos consecuencias deflacionistas: bloqueando el crecimiento de sectores intensivos en energía y transfiriendo un gran bloque de poder adquisitivo a los países de la OPEP. Los efectos se reflejaron en grandes déficits de balanza de pagos en países importadores de petróleo a causa de los aumentos del precio.
La primera crisis supuso un incremento del coste del petróleo importado. La inflación fue uno de los elementos predominantes. Un elemento importante de la explosión de los precios fue el movimiento al alza en la actividad económica de los principales países industriales. El producto fue creciendo, generando presiones sobre los precios, especialmente de cereales. Como consecuencia, llegó la dramática escalada de los precios del petróleo.
A consecuencia de las condiciones de inactividad y el desempleo persistentemente alto, se intentó estimular la actividad económica. Los gobiernos, a causa de la abundancia de reservas monetarias internacionales, llevaron a cabo políticas muy expansionistas. Las tensiones acabaron por provocar la devaluación del dólar. El crecimiento de los precios del petróleo incrementó las tensiones inflacionistas, enfrentando a los gobiernos a un crecimiento inflacionario que acabó por evitarse.
La década de los 70: Fin del auge y nuevas políticas
La base del hipercrecimiento de la posguerra disminuyó en la década de los 70. Los sectores intensivos en energía se debilitaron debido a la grave presión en los suministros del petróleo, lo que creó inseguridad y disminuyó las inversiones continuamente debido al pobre crecimiento de los beneficios, incrementándose así el desempleo y reduciendo la demanda interna.
Los gobiernos en los setenta tenían que atravesar grandes dificultades debido a la inflación, el desempleo, las dificultades de la balanza de pagos, el estancamiento del PIB, etc. Las políticas de demanda para asegurar el crecimiento y el pleno empleo tomaron serias medidas: se tendió a dar prioridad al control de la inflación. La mayoría de los principales países implementaron formas de control de los agregados monetarios para así mantener o reducir los déficits del sector público. No hubo éxito y los efectos secundarios fueron una tasa de inflación muy alta. Las autoridades atravesaron múltiples dificultades para conseguir estabilizar las bases monetarias. Aldcroft pensaba que había que insistir en incentivos fiscales que ayudaran a la inversión y así se desarrollara la transformación estructural. En los últimos años, tuvieron como principal objetivo el apoyo de sectores de actividad en declive y la conservación del empleo.