Crisis Institucional y Guerra de Independencia: Las Cortes de Cádiz y el Califato de Córdoba

El Final del Reinado de Carlos IV y el Comienzo de la Guerra de Independencia

El final del reinado de Carlos IV está marcado por una profunda crisis institucional y el estallido de la Guerra de Independencia. La ineficacia de Carlos IV y la creciente influencia de su primer ministro Godoy culminan en el Tratado de Fontainebleau (1807), que permite la entrada de tropas francesas en España, aumentando la impopularidad de Godoy. En este contexto, surge la Conjura del Escorial, una conspiración para derribar a Godoy y colocar a Fernando VII en el poder.

A raíz del Motín de Aranjuez (marzo de 1808), Carlos IV abdica en su hijo. Napoleón cita a la Familia Real en Bayona, donde, debido a su debilidad, se ven forzados a abdicar: Fernando VII cede a Carlos IV y este a Napoleón. José Bonaparte es nombrado rey, lo que provoca un levantamiento popular y el inicio de la Guerra de Independencia en defensa de la identidad nacional.

Las Cortes de Cádiz

La Convocatoria a Cortes

En las primeras semanas, el territorio se llena de Juntas provinciales que organizan la resistencia (Batalla de Bailén) frente a los franceses. En septiembre de 1808 se crea la Junta Suprema Central en Aranjuez, presidida por el Conde de Floridablanca, y tomando como medidas la firma de una alianza con Inglaterra, pedir la vuelta de Fernando VII como rey legítimo y reformas para el gobierno del país.

Ante el avance francés, la Junta se desplaza primero hacia Sevilla, y anuncia la intención de convocar Cortes, y después hasta Cádiz, donde, desprestigiada por la marcha de la guerra, acaba disolviéndose en 1810. Se forma un Consejo de Regencia de cinco miembros, que hace la convocatoria definitiva a Cortes, por ciudades, sin diferenciar por estamentos. En cada ciudad se eligen nobles, clérigos y burgueses como diputados; y en caso de no poder acudir a Cádiz, se crea la figura del diputado sustituto, que es escogido entre la población de la ciudad de Cádiz. El 24 de septiembre de 1810 se inicia la primera reunión de las Cortes, donde los diputados juran sus actas.

División Ideológica de los Diputados

Hay tres tendencias: absolutistas, jovellanistas o reformadores y liberales.

  • Absolutistas: Defienden que la soberanía reside exclusivamente en el rey, defienden el Antiguo Régimen, no son partidarios de cambios, ni de ninguna Constitución. Es un grupo minoritario formado por nobles y eclesiásticos.
  • Jovellanistas o reformadores: Representan una postura intermedia; defienden la soberanía compartida, defienden la monarquía absoluta, pero son partidarios de ciertas reformas. Es la postura del despotismo ilustrado. No consideran que haga falta una Constitución escrita. Son también un grupo minoritario.
  • Liberales: Defienden que la soberanía la tiene la nación, y la deposita en las Cortes. Defienden la monarquía borbónica, pero constitucional; quieren cambios estructurales del sistema, una Constitución escrita, inspirada en la de la Revolución Francesa. Grupo mayoritario, está formado por una burguesía intelectual.

Ruptura en el Inicio

En la primera reunión, Muñoz Torrero propone una declaración de poderes, dejando claro que la soberanía nacional reside en las Cortes, rompe así con el Antiguo Régimen. El obispo de Orense se opone, y comienzan a llamar absolutistas a los que apoyan al obispo, y liberales a los que apoyan a Muñoz Torrero. El mismo día, se aprueba un Decreto, que supone: una cámara única, reconocer a Fernando VII como rey legítimo, división de poderes y soberanía nacional. Comienza así la revolución liberal en España, en un país no preparado, apolítico, mayoritariamente analfabeto y donde las ideas liberales no las conoce nadie.

El Califato de Córdoba

Abd al-Rahmán III comienza siendo emir, y sofoca todas las revueltas contra su autoridad. En el 929 proclama el Califato de Córdoba, rompiendo toda dependencia religiosa con Bagdad. Esta es la etapa más brillante de Al-Ándalus, su capital será un gran centro cultural y económico hasta el s. XI. Construirá la ciudad de Medina-Azahara dedicada a su mujer favorita, y desde aquí gobernará el califato con una organización administrativa muy estructurada: califa, hachib, visir, coras, walí, cadí, tuqur, Sabih al suq y zalmedina. Todo girando en torno a la ciudad, ya que se vuelve a fomentar el desarrollo urbano. Desde el punto de vista fiscal, los musulmanes pagan el diezmo y los no musulmanes pagan el jaray por la tierra que poseen y la chizya por no ser creyentes. Creará un ejército permanente de mercenarios con carácter defensivo y dividido en cuatro cuerpos de ejército según fronteras: frontera superior (Zaragoza), media (Toledo), inferior (Mérida) y guarnición de Córdoba. Su influencia rebasará sus fronteras, siendo aceptada su autoridad por los reyes cristianos, y controlando las rutas de oro procedente de Sudán.

Su sucesor será Alaken II, que a la fortaleza política y militar ya conseguida, añadirá el esplendor cultural y artístico; siendo el propio califa un gran filósofo, a él se debe la segunda ampliación de la Mezquita cordobesa, con sus partes más decorativas, culminación del arte omeya en Al-Ándalus. Su sucesor será Hisham II, califa nominal, ya que quien detenta el poder será su primer ministro Al-Mansur (Almanzor), quien establece una dictadura militar, vuelve a un rigorismo religioso e intensificará las razzias contra los reinos cristianos. Estos ataques le reportan recursos económicos, por lo que se acometerá la última ampliación de la Mezquita. Almanzor muere tras la Batalla de Calatañazor, y el califato entra en un proceso de fitnas, levantamientos bereberes y califas débiles, que terminará cuando el último califa Hisham III es depuesto.

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