Crisis e Inestabilidad de la Restauración (1898-1923)
Crisis de 1898 y los Problemas Coloniales
La primera guerra de Cuba duró diez años (1868-1878). Comenzó con el Grito de Yara y fue protagonizada por la burguesía criolla y una guerrilla de mestizos y negros liberados de la esclavitud (cuyos líderes eran Máximo Gómez y Antonio Maceo). Esta guerra, conocida como Guerra Larga, terminó con la Paz de Zanjón. Un año después estalló la segunda, conocida como Guerra Chiquita, debido a que duró poco y fue reprimida por los españoles. En 1892, José Martí fundó el Partido Revolucionario Cubano y en 1895 comenzó la última guerra. El gobierno español, liderado por Cánovas, respondió enviando al ejército a Cuba, pero no fue capaz de soportar la insurrección. En 1897, Cánovas fue asesinado y el partido liberal volvió al poder. El primer ministro, Sagasta, prometió autonomía política a los cubanos, igualdad de derechos entre insulares y peninsulares y libertad de comercio, pero estas promesas llegaron demasiado tarde.
A la vez que esta insurrección cubana, ocurrió la de Filipinas (1896-97), aunque en este archipiélago la presencia española era más débil. El levantamiento filipino fue duramente reprimido y su dirigente, José Rizal, fue ejecutado. En 1898, EEUU, poniendo como pretexto la explosión del buque «El Maine» anclado en La Habana, declaró la guerra a España. La guerra fue muy rápida. La armada de EEUU, mucho más moderna que la española, intervino primero en Filipinas (en la bahía de Cavite) y después en Cuba (en la bahía de Santiago) y acabó con todos los barcos españoles. En diciembre de 1898 se firmó en París la paz por la que España perdía sus últimas colonias. Cuba, Puerto Rico y Filipinas quedarían bajo la protección de EEUU. Esta derrota sumió a la sociedad española en un estado de desencanto y frustración. Desaparecía nuestro imperio justo cuando las potencias europeas estaban construyendo sus propios imperios en Asia y África, por lo que España ocuparía un papel secundario en el orden internacional.
El Problema de Marruecos
Entre 1885 y 1912 las potencias europeas se repartieron África y España quiso participar en ese reparto, para defender Ceuta y Melilla y para compensar el desastre sufrido en 1898. En la Conferencia de Algeciras (1906) se estableció un protectorado español en Marruecos: «El protectorado del Rif». Sin embargo, en 1909 los rifeños atacaron a los obreros que estaban trabajando en una línea de ferrocarril. Debido a este ataque, Maura decidió incrementar las guarniciones con los reservistas (algunos casados, con hijos, etc.). Esta medida provocó un levantamiento popular en el puerto de Barcelona que dio lugar a la «Semana Trágica de Barcelona«. En 1912, Francia y España llegaron a un acuerdo para fijar la frontera entre el protectorado español y el francés. El sultán de Marruecos concedió permiso para explotar las minas de la zona, sin embargo, los beneficios fueron muy escasos.
Una vez acabada la Primera Guerra Mundial, el ejército español emprendió acciones militares para hacerse con el control en el territorio marroquí. En 1921, el general Silvestre se adentró en el corazón del Rif sin protegerse. Las cabilas rifeñas, lideradas por Abd el-Krim, atacaron por sorpresa al puesto español de Annual provocando 10.000 bajas españolas y perdiendo todo el territorio ocupado. La prensa y los contrarios culparon al gobierno y al ejército, y se acentuó más el distanciamiento entre los militares y los políticos. Se inició un proceso parlamentario para buscar responsabilidades y a tal efecto se abrió una Comisión de Investigación en el Congreso encargada de elaborar un informe sobre lo sucedido, “el Expediente Picasso”, que contó con la oposición del ejército y del propio rey. Unos días antes de que este informe llegara a las Cortes se produjo el golpe de Estado de Primo de Rivera.
Regeneracionismo y Revisionismo Político
La pérdida de las últimas colonias llevó a una grave crisis moral. Los conservadores, después de la muerte de Cánovas, tuvieron que buscar un nuevo líder que aglutinase a todos los sectores del partido. Después del breve periodo de Silvela, se unieron bajo la figura de Antonio Maura. Intentó una serie de reformas “desde arriba” para acabar con la corrupción del sistema, pero sus intentos terminaron fracasando. Las medidas más importantes fueron:
- En política social creó el Instituto Nacional de Previsión (por el que se intenta dar una cierta cobertura social a los trabajadores como seguros, pensiones, etc.). También instituyó la jornada de descanso dominical.
- Estableció una nueva ley electoral en 1907 que impuso el voto obligatorio y el nombramiento automático del candidato que no tuviera contendiente.
- En política económica, tomó medidas para fomentar la industria naval (ya que nuestra flota casi había desaparecido después del 98) dando impulso con sus pedidos a los astilleros vascos.
Pero su figura se desprestigió como consecuencia de la represión de la Semana Trágica de Barcelona (1909) y el rey le echó del gobierno y llamó al poder a los liberales, que también habían conseguido unirse tras un nuevo líder: José Canalejas (Maura se consideró abandonado por el rey y traicionado por los liberales que habían votado en las cortes contra él. Desde entonces se consideró roto el pacto del Pardo entre ambos partidos).
La Semana Trágica de Barcelona (1909)
El embarque para Melilla de los reservistas catalanes en 1909 provocó una serie de incidentes en el puerto que fueron creciendo hasta desembocar en una revuelta que se prolongó durante una semana. En estas revueltas participaron los anarquistas, algunos socialistas y las bases del partido republicano radical de Lerroux. Los incidentes callejeros se multiplicaron, se levantaron barricadas, se produjeron enfrentamientos con las fuerzas de orden público y finalmente explotó un fuerte sentimiento anticlerical que desembocó en el ataque e incendio de más de 80 establecimientos religiosos. Las autoridades respondieron declarando el estado de guerra y enviando al ejército a reprimir la revuelta. El 2 de agosto la ciudad volvió a la normalidad. La represión posterior fue muy dura. Centenares de personas fueron detenidas y se ejecutaron cinco condenas de muerte, entre ellas la de Francisco Ferrer Guardia, pedagogo anarquista, creador de la Escuela Moderna de Barcelona que, sin haber participado directamente en los hechos, fue acusado de ser su inspirador ideológico. A pesar de las protestas, tanto a nivel nacional como internacional, Maura ordenó su ejecución. Ante el escándalo suscitado por esta muerte injusta, Alfonso XIII destituyó a Maura y entregó el poder a los liberales.
El nuevo líder de los liberales, José Canalejas, inició a su vez una serie de reformas:
- La “Ley del Candado”, llamada así porque impedía que se implantaran nuevas órdenes religiosas en España. También consideró oportuno reformar el procedimiento de financiación de la Iglesia. Por estas medidas, fue tachado de anticlerical.
- Ley del Reclutamiento, que pasaba a ser obligatorio en tiempos de guerra y suprimía la redención en metálico.
- Ley de Mancomunidades, que aceptaba la posibilidad de unir las Diputaciones provinciales de las distintas regiones en una asamblea común que podía tener competencias en ámbitos como obras públicas, beneficencia y cultura. La única región que se aprovechó de esta ley fue Cataluña. En 1914 se creó la Mancomunidad Catalana, que duró hasta 1924, cuando Primo de Rivera la hizo desaparecer.
- En política social intentó sustituir el impuesto de consumos (que era muy mal visto entre las clases populares) por una contribución progresiva sobre las rentas urbanas. También promulgó leyes encaminadas a mejorar las condiciones laborales (normativa sobre el trabajo de las mujeres, contratos laborales, etc.).
Muchos de sus proyectos quedaron truncados porque en noviembre de 1912 Canalejas fue asesinado por un anarquista en la Puerta del Sol. A su muerte el partido liberal se escindió en fracciones y nunca tendrá ya un solo líder, sino que habrá varios como García Prieto, Santiago Alba o Conde de Romanones.
La Crisis de 1917
Desde el desastre de 1898 España se había convertido en una potencia de segunda fila y no estaba ligada por tratados a ningún otro país, por lo que era una nación aislada. En el momento de estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914, España se declaró neutral. No obstante, la sociedad tomó partido: la Iglesia, las clases altas y el ejército eran germanófilos, porque Alemania representaba el orden y la autoridad; los sectores más progresistas se inclinaron por los aliados. La neutralidad favoreció una importante expansión económica, ya que España se convirtió en suministradora de productos industriales a casi todos los países que estaban en guerra.
El incremento de la demanda exterior estimuló la producción. Los pedidos del exterior beneficiaron especialmente a la siderurgia vasca, a la minería asturiana y a las industrias textiles y metalúrgicas catalanas, que lograron cuantiosos beneficios. Fueron años de buenos negocios y de fácil enriquecimiento, pero este crecimiento no se aprovechó para la mejora de los sistemas productivos, sino que tuvo un carácter meramente especulativo. En contraste, las clases populares conocieron un empeoramiento de su nivel de vida, ya que la demanda exterior trajo consigo un encarecimiento de los precios que no fue acompañado por una subida de los salarios, y la capacidad adquisitiva de una buena parte de la sociedad disminuyó. Se calcula que el coste de la vida subió entre un 15 y un 20 %, lo cual provocó una importante oleada de huelgas y manifestaciones.
En 1917 se produjo una grave crisis (militar, política y social) que puso en entredicho la pervivencia del sistema de la Restauración. Pero el movimiento de 1917, a pesar de su amplitud y resonancia, no consiguió sus objetivos, ya que los sectores descontentos no tenían un programa común que les permitiera actuar unidos.
La Crisis Militar
El ejército español, como consecuencia de los ascensos por méritos de guerra en Marruecos, presentaba un número excesivo de oficiales con relación al de soldados. Había malestar en la península, ya que los ascensos eran copados en su mayoría por los africanistas que se destacaban en la guerra colonial. Por otra parte, la inflación habría hecho disminuir el valor real de los ya de por sí bajos salarios. El fuerte descontento desembocó en la formación de las llamadas Juntas de Defensa (especie de sindicatos militares) que reclamaban aumento de salarios y se oponían a los ascensos por méritos de guerra, reivindicando la antigüedad como único criterio. Los militares, en junio de 1917, elaboraron un documento en el que culpaban al gobierno de los males del país y hacían un llamamiento a la renovación política. Este manifiesto hizo creer a ciertos sectores de la oposición que el ejército podría sumarse a un movimiento de regeneración nacional.
La Crisis Política
Ante esta situación el gobierno clausuró las Cortes y suspendió la Constitución. Como reacción se organizó en Barcelona una Asamblea de Parlamentarios Catalanes que exigió la formación de un gobierno provisional que convocase Cortes Constituyentes capaces de reestructurar un nuevo sistema político sobre la base de la descentralización. Se convocó a diputados de otras regiones españolas, pero la Asamblea fue disuelta por la Guardia Civil por mandato del gobierno.
La Crisis Social
La clase obrera estaba muy descontenta por la subida de los precios provocada por la coyuntura bélica, que les hacía perder poder adquisitivo en un momento en que las empresas estaban acumulando considerables beneficios, lo que contribuía a acentuar aún más las diferencias sociales. La tensión estalló en agosto de 1917 cuando a raíz de un conflicto ferroviario en Valencia, la UGT, con el apoyo del PSOE, decidió llamar a la huelga general revolucionaria, ya que la protesta no debería finalizar hasta que se formara un gobierno provisional que convocara Cortes Constituyentes. Esta huelga tuvo una incidencia muy desigual y no contó con la participación de los anarquistas (por tanto, no participaron los sectores campesinos, ni los obreros de la industria catalana). Se produjeron incidentes violentos en Madrid, País Vasco y Asturias, donde se llegó a paralizar la vida ciudadana. La reacción del gobierno fue básicamente represiva. Se declaró la ley marcial y se envió al ejército a reprimir el movimiento. Se encarceló a los miembros del Comité de la huelga, se les juzgó en consejo de guerra y se les condenó a cadena perpetua. El balance fue de más de 70 muertos, 200 heridos y 2000 detenidos.
Los militares consiguieron del gobierno sus principales reivindicaciones, con lo que se olvidaron de sus protestas e incluso les ayudaron a reprimir la sublevación. En cuanto al movimiento asambleario catalán, tampoco tuvo continuidad debido a las discrepancias entre los sectores de la derecha nacionalista catalana con las fuerzas de la izquierda. Además, el movimiento huelguístico de la clase obrera inhibió a las fuerzas burguesas ante el temor de que los obreros fueran más allá de la reforma constitucional que ellos planeaban.
PSOE y UGT salieron muy tocados, ya que la huelga fracasó y sus dirigentes más importantes fueron encarcelados o se vieron obligados a exiliarse, con lo que el movimiento socialista quedó descabezado y en los años siguientes serían los anarquistas los que estarían a la vanguardia de las revueltas obreras.