TEMA 11. EL SISTEMA POLÍTICO DE LA RESTAURACIÓN
1. Los fundamentos de la Restauración
El pronunciamiento del general Martínez Campos en diciembre de 1874 significó la restauración de la monarquía borbónica en la persona del hijo de Isabel II, Alfonso XII. El nuevo sistema político, configurado por Antonio Cánovas del Castillo, tenía un carácter claramente conservador y se fundamentaba en un sistema parlamentario liberal, pero con un funcionamiento escasamente democrático. Sus objetivos se centraban en la recuperación del poder por parte de las clases conservadoras y en la pretensión de restablecer la Corona, el orden social y también la propia autoridad e identidad del Estado.
1.1. La Constitución de 1876 y el fin de los conflictos bélicos
El sistema político de la Restauración pretendía superar algunos de los problemas endémicos del liberalismo precedente: el carácter partidista y excluyente de los moderados durante el reinado de Isabel II, el intervencionismo de los militares en la vida política y la proliferación de enfrentamientos civiles. Las bases del nuevo sistema quedaron fijadas en la Constitución de 1876, de carácter moderado e inspirada en parte en la de 1845. Se trataba de una constitución más abierta en la cual la defensa de valores tradicionales, como la familia, la religión y la propiedad fuese compatible con la incorporación, a medio plazo, de algunos de los principios democráticos de 1868.
La Constitución establecía los siguientes principios fundamentales:
-Soberanía compartida entre el rey y las Cortes
Las Cortes se organizaban en dos cámaras:el Congreso de los Diputados (elegido por sufragio censitario, y desde 1890 por sufragio universal masculino)
y el Senado (parte era elegido por el rey; y otra parte, mediante un sistema indirecto, por las corporaciones y los mayores contribuyentes)
.
-Se proclamaba la confesionalidad católica del Estado y se restablecía el presupuesto del culto y clero. Se mantenía la tolerancia hacia otros cultos.
-Finalmente, contaba con una larga declaración de derechos, pero su concreción se remitía a leyes ordinarias, que en general tendieron a restringirlos, especialmente los derechos de imprenta, expresión, asociación y reunión.
La estabilidad del régimen se vio favorecida por el fin de las guerras carlista y cubana.
La restauración de los Borbones privó a la causa carlista de una buena parte de su hipotética legitimidad y algunos personajes históricos del carlismo acabaron reconociendo a Alfonso XII. Además, el aumento del esfuerzo militar hizo posible la reducción de núcleos carlistas en Cataluña y, a lo largo de 1875, fue debilitándose la resistencia navarra y vasca hasta su total rendición en 1876. Consecuencia inmediata de la derrota carlista fue la abolición definitiva del régimen foral y los vascos quedaron sujetos al pago de los impuestos y al servicio militar comunes a todo el Estado.
El final de la guerra carlista permitió el envío de nuevas tropas a Cuba, donde en un par de años se puso fin al conflicto bélico como resultado tanto de la actuación de los militares como de la negociación. En 1878 se firmó la Paz de Zanjón, que incluía una amplia amnistía, la abolición de la esclavitud (aprobada definitivamente en 1886) y la promesa de reformas políticas y administrativas por las que Cuba tendría diputados en las Cortes españolas. El retraso o incumplimiento de estas reformas provocaría el inicio de un nuevo conflicto en 1879 (Guerra Chiquita) y la posterior insurrección de 1895.
2.
La alternancia en el poder
2.1. Bipartidismo y turno pacífico.
El sistema político de la Restauración se basaba en la existencia de dos grandes partidos, conservador y liberal, que coincidían ideológicamente en lo fundamental, pero asumían de manera consensuada dos papeles complementarios. Ambos partidos confluían en la defensa de la monarquía, la Constitución, la propiedad privada y la consolidación del Estado liberal, unitario y centralista. Ambos eran partidos de minorías, de notables, que contaban con periódicos, centros y comités distribuidos por el territorio español.
La extracción social de las fuerzas de ambos paritos era bastante homogénea y se nutría básicamente de las élites económicas y de la clase media acomodada, aunque era mayor el número de terratenientes entre los conservadores y el de profesionales entre los liberales.
En cuanto a su actuación política, las diferencias eran mínimas. Los conservadores se mostraban más proclives al inmovilismo político y a la defensa de la Iglesia y del orden social, mientras que los liberales estaban más inclinados a un reformismo de carácter más progresista y laico. Pero, en la práctica, la actuación de ambos partidos en el poder no difería mucho, al existir un acuerdo tácito de no promulgar nunca una ley que forzase al otro partido a abolirla cuando regresase al gobierno.
El Partido Liberal-Conservador se organizó alrededor de su líder Antonio Cánovas del Castillo y aglutinó a los sectores más conservadores y tradicionales de la sociedad (a excepción de los carlistas y los integristas más radicales).
El Partido Liberal-Fusionista tenía como principal dirigente a Mateo Sagasta y reunió a antiguos progresistas, unionistas y algunos ex?republicanos moderados.
Para el ejercicio del gobierno se contemplaba la alternancia regular en el poder entre las dos grandes opciones, cuyo objeto era asegurar la estabilidad institucional mediante la participación en el poder de las dos familias del liberalismo. El turno quedaba garantizado porque el sistema electoral invertía los términos propios de un esquema parlamentario, en el que la fuerza mayoritaria en un proceso electoral recibe del monarca el encargo de gobernar. Durante la Restauración, cuando el partido en el gobierno sufría un proceso de desgaste político y perdía la confianza de las Cortes, el monarca llamaba al jefe del partido de la oposición a formar gobierno. Entonces, el nuevo jefe de gabinete convocaba elecciones con el objetivo de construirse una mayoría parlamentaria suficiente para ejercer el poder de manera estable. El fraude en los resultados y los mecanismos caciquiles aseguraban que éstas fuesen siempre favorables al gobierno.
2.2. La manipulación electoral y el caciquismo
La alternancia en el gobierno fue posible gracias a un sistema electoral corrupto y manipulador que no dudaba en comprar votos, falsificar actas y utilizar prácticas coercitivas sobre el electorado, valiéndose de la influencia y del poder económico de determinados individuos sobre la sociedad (caciquismo)
. La adulteración del voto se logró mediante el restablecimiento del sufragio censitario, el trato más favorable a los distritos rurales frente a los urbanos y, sobre todo, por la manipulación y las trampas electorales.
El control del proceso electoral se ejercía a partir de dos instituciones:
El ministro de la Gobernación y los caciques locales
Este ministro era, de hecho, quien elaboraba la lista de los candidatos que deberían se elegidos (encasillado) y quien nombraba a los diputados “cuneros” (ajenos a la circunscripción). Los gobernadores civiles trasmitían la lista de los candidatos “ministeriales” a los alcaldes y caciques y todo el aparato administrativo se ponía a su servicio para garantizar su elección.Todo un conjunto de trampas electorales ayudaba a conseguir este objetivo: es lo que se conoce como el pucherazo, es decir, la sistemática adulteración de los resultados electorales. Así, para conseguir la elección del candidato gubernamental, no se dudaba en falsificar el censo (incluyendo a personas muertas o impidiendo el voto a las vivas), manipular las actas electorales, ejercer la compra de votos y amenazar al electorado con coacciones de todo tipo (impedir la propaganda de la oposición e intimidar a sus simpatizantes o no dejar actuar a los interventores, etc.).