De Alfonso XIII a la Guerra Civil: España en el Primer Tercio del Siglo XX

El Reinado Constitucional de Alfonso XIII y la Crisis de la Restauración

En 1902, Alfonso XIII accedió al trono, marcando el inicio de una nueva etapa en la historia de España. La Constitución de 1876 siguió vigente y se mantuvo el sistema de turnismo, aunque los líderes de los partidos políticos cambiaron. En el partido conservador, Cánovas fue sustituido por Maura, y en el liberal, Canalejas tomó el relevo. Estos nuevos líderes, influidos por el regeneracionismo, intentaron reformar la vida política.

Maura intentó acabar con el caciquismo reformando la ley electoral y la administración local, aunque no lo consiguió. Canalejas llevó a cabo una política de descentralización, pero su medida más polémica fue la aprobación de la Ley del Candado, que prohibía el establecimiento de nuevas órdenes religiosas en España.

Sin embargo, los partidos liberal y conservador cada vez eran menos representativos. La burguesía catalana y vasca comenzó a apoyar a los partidos nacionalistas, como la Liga Catalana y el Partido Nacionalista Vasco. Parte de las clases medias y los obreros votaban a los republicanos y al PSOE, mientras que los sindicatos UGT y CNT adquirieron gran fuerza.

A partir de 1909, el sistema de la Restauración experimentó una serie de crisis que condujeron finalmente a su desaparición:

  • En 1909, se produjo la Semana Trágica, una insurrección popular en Barcelona. El detonante fue el envío de tropas para la guerra de Marruecos, compuestas exclusivamente por las clases populares, ya que las clases pudientes pagaban para eludir el servicio militar.
  • La crisis de 1917 fue especialmente grave. Coincidieron la protesta militar por la forma discriminatoria en la que se producían los ascensos, la protesta política con la convocatoria de una asamblea de parlamentarios en Barcelona que reclamaba una nueva constitución, y el movimiento sindical que convocó una huelga general.
  • Entre 1919 y 1923 estalló la violencia social. La influencia de la Revolución Rusa radicalizó el movimiento obrero. Los gobiernos y los empresarios utilizaron la violencia para reprimir este movimiento.

Ante la crisis, todos los partidos políticos burgueses colaboraron en gobiernos de concentración. Pero la inestabilidad persistió: entre 1917 y 1923 hubo 43 cambios de gobierno totales o parciales.

La Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930)

En medio de la crisis, se produjo la derrota de Annual en la guerra de Marruecos, en la que murieron más de 10.000 soldados. La oposición de izquierdas pidió una investigación para determinar la responsabilidad del desastre. Parte del ejército, para protegerse, decidió tomar el poder.

En 1923, el general Primo de Rivera, con el consentimiento del rey, dio un golpe de Estado. Suspendió la Constitución, disolvió las Cortes y prohibió los partidos políticos y los sindicatos. También puso fin a la guerra en Marruecos.

La dictadura se mantuvo hasta 1930 gracias a la prosperidad económica de los años 20. El auge se aprovechó para realizar obras públicas y para potenciar el desarrollo industrial. Sin embargo, a partir de 1927, el régimen autoritario comenzó a ser criticado por intelectuales, estudiantes, colectivos obreros y grupos nacionalistas.

En 1929, ante esta oposición, el rey retiró su apoyo a Primo de Rivera, quien dimitió en enero de 1930. Alfonso XIII mandó formar un nuevo gobierno que convocara elecciones y restaurara la Constitución. Pero la oposición al rey era muy fuerte, ya que se le consideraba cómplice de la dictadura. Políticos republicanos, socialistas, catalanistas e incluso algunos antiguos monárquicos firmaron en agosto de 1930 el Pacto de San Sebastián, con el objetivo de ir juntos a las elecciones e instaurar la República.

El Gobierno Provisional y la Constitución de 1931

El nuevo gobierno estaba integrado por los partidos que habían firmado el Pacto de San Sebastián y lo presidía Alcalá Zamora. Inmediatamente, el gobierno inició una serie de reformas y convocó elecciones a las Cortes Constituyentes, que ganaron los partidos republicanos.

Las Cortes elaboraron la Constitución de 1931, que implantaba un régimen plenamente democrático en el que todos los partidos podían estar representados. Sus principales novedades eran:

  • El reconocimiento amplio de las libertades individuales, como la libertad de expresión, de reunión o de asociación. También se reconocía el divorcio.
  • El sufragio universal sin distinción de sexos.
  • El Estado aconfesional, sin religión oficial, en el que se reconocían la libertad de conciencia y el derecho a practicar cualquier religión y a recibir una educación laica.
  • La organización territorial descentralizada, en la que se reconocía la posibilidad de crear regiones autónomas. También se reconocían las lenguas particulares de dichas regiones junto al castellano, considerado como el idioma oficial de la República.
  • La importancia del bienestar social. La Constitución permitía que el gobierno expropiara bienes considerados de utilidad pública y animaba a potenciar la enseñanza pública.

Esta Constitución fue la primera plenamente democrática en la historia de España, pero nació condicionada por no haberse conseguido un amplio consenso, especialmente en materias como la cuestión religiosa o las autonomías, que provocaban fuerte controversia social. Esto supuso que parte del país no se identificase con el nuevo régimen. Así, el ambiente se crispó: hubo incidentes callejeros con desmanes anticlericales y comenzaron las conspiraciones contra la República. En diciembre, los republicanos más moderados dejaron el gobierno, descontentos por los artículos de la Constitución relativos a la religión. Alcalá Zamora pasó a presidir la República y Azaña fue designado presidente del gobierno.

Las Reformas de la Segunda República (1931-1933)

Entre 1931 y 1933, Azaña fue presidente del gobierno y continuó la labor reformista. En estos dos años se abordaron las principales cuestiones que estaban pendientes desde el siglo anterior:

  • La reforma agraria pretendía transformar la estructura agraria española para mejorar la producción y la vida de los campesinos. Para ello, preveía la expropiación de los latifundios sin cultivar y el reparto de las tierras entre los jornaleros. El Instituto de Reforma Agraria lo llevó a cabo, pero no contó con dinero suficiente para alcanzar sus metas. Los campesinos, decepcionados, reavivaron la conflictividad en el campo.
  • Se concedió la autonomía a Cataluña con la aprobación del Estatuto de Nuria en 1932 y la creación de la Generalitat.
  • La reforma militar era fundamental, dada la gran influencia política que tenía el ejército. Se exigió a los mandos jurar lealtad a la República y se preveía la jubilación remunerada de quienes no lo hicieran. Con ello se esperaba reducir el número de oficiales y garantizar su lealtad.
  • Se abordaron importantes reformas laborales, que establecieron salarios mínimos y seguros de accidentes, entre otras medidas para mejorar la vida de los obreros.
  • Un aspecto al que la Segunda República concedió prioridad fue la reforma educativa, pues se pensaba que la educación era la vía para la mejora social. Se construyeron 10.000 nuevas escuelas primarias en dos años y se aumentó el presupuesto de educación en un 50%.
  • Se reguló el matrimonio civil y el divorcio.

La Oposición a las Reformas y el Bienio Conservador (1933-1936)

El gobierno encontró la oposición de los grandes propietarios de tierras, de las altas jerarquías de la Iglesia y del ejército, que consideraban demasiado radicales las reformas, pero también de los anarquistas y los sindicatos, que eran partidarios de transformaciones más profundas.

En agosto de 1932 tuvo lugar un intento de golpe de Estado dirigido por el general Sanjurjo en Sevilla, que fracasó. Los anarquistas, por su parte, protagonizaron levantamientos y ocupaciones de fincas, descontentos por la lentitud en la aplicación de la reforma agraria. En la localidad de Casas Viejas (Cádiz), hubo un levantamiento campesino en enero de 1933 que se saldó con varios muertos.

En septiembre de 1933, ante el agravamiento de la crisis económica y la creciente impopularidad del gobierno, Azaña presentó su dimisión y se convocaron nuevas elecciones. La derecha acudió a las elecciones unida en un bloque llamado CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas), partido católico dirigido por Gil Robles.

El Frente Popular y el Camino a la Guerra Civil (1936)

La izquierda se presentó a las elecciones unida en el Frente Popular, integrado por socialistas, comunistas, partidos republicanos y algunas fuerzas nacionalistas, más el apoyo de los anarquistas. En la derecha ganaron peso los líderes extremistas: Calvo Sotelo y José Antonio Primo de Rivera, líder del partido fascista Falange Española.

El Frente Popular ganó las elecciones de forma ajustada, aunque obtuvo una gran mayoría de escaños ante la desunión de las derechas. El nuevo gobierno reemprendió la política de reformas y liberó a los presos de la revolución de octubre. Alcalá Zamora fue destituido y Azaña le sustituyó como presidente de la República.

En la calle, la crispación aumentaba. Se produjeron oleadas de huelgas, quemas de iglesias y enfrentamientos armados entre falangistas y militantes de las organizaciones obreras, que en muchos casos acabaron en asesinatos. Por su parte, algunos militares, dirigidos por el general Mola, comenzaron a planear una conspiración para derrocar a la República.

Finalmente, el 12 de julio de 1936, pistoleros de la derecha asesinaron al teniente Castillo, conocido como hombre de izquierdas. Un día después, los compañeros del teniente Castillo asesinaron a Calvo Sotelo, líder de la derecha. Este acontecimiento precipitó la sublevación de las tropas españolas del norte de África el 17 de julio de 1936, dirigidas por el general Franco.

El Golpe de Estado y la División de España

La sublevación del ejército de África se trasladó a la Península el 18 de julio de 1936. El golpe, bendecido por la Iglesia, fue apoyado por una parte del ejército y por los partidos carlistas, monárquicos, conservadores y falangistas.

El golpe de Estado dividió a España en dos zonas:

  • La zona dominada por los sublevados, que se denominaron nacionales, abarcaba la mayor parte de las dos Castillas, Galicia, Cáceres, parte de Andalucía occidental, Navarra, Baleares (excepto Menorca) y Canarias. Para unificar el mando y ejercer una verdadera autoridad política, los sublevados crearon en Burgos la Junta de Defensa Nacional. Meses después, se nombró a Franco jefe del gobierno y se unificaron todas las fuerzas políticas que apoyaban la sublevación en un único partido, Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (FET y de las JONS).
  • El bando republicano controló gran parte de Aragón, el norte de España (excepto Navarra), Cataluña, la zona levantina, Madrid y casi toda Andalucía. Tras el golpe, la autoridad del gobierno casi desapareció. Los sindicatos y algunas organizaciones populares aprovecharon para realizar la revolución social, y expropiaron fincas y fábricas. Al tiempo, se organizaron milicias populares para defender la República, pero carecían de coordinación y en ocasiones se enfrentaban entre ellas. Meses después, se creó el Ejército Popular, en el que se englobaron las milicias, pero la desobediencia al gobierno por parte de algunos grupos (anarquistas, nacionalistas…) debilitó al bando republicano.

La Internacionalización del Conflicto

La Guerra Civil despertó las pasiones populares en Europa. En todos los países, la opinión pública se dividió entre defensores del gobierno legítimo de la República y los que apoyaban a los golpistas. Por eso, Gran Bretaña y Francia convocaron una conferencia en la que se firmó un acuerdo de no intervención para evitar que el conflicto se generalizase a otros países. Sin embargo, el acuerdo fue pronto papel mojado y ambos bandos obtuvieron ayuda exterior:

  • La República obtuvo la ayuda de la URSS, a la que pagó al contado con los depósitos de oro del Banco de España.
  • Los rebeldes recibieron armas y soldados de la Italia fascista y de la Alemania nazi a cambio de concesiones mineras. Esta ayuda fue superior.

El bando republicano contó además con el apoyo de numerosos intelectuales como Hemingway, Einstein o George Orwell, así como con la simpatía de la izquierda de todo el mundo, que interpretaba la guerra de España como un frente de lucha contra el fascismo. Miles de voluntarios extranjeros abandonaron sus países y se alistaron en las Brigadas Internacionales, que tuvieron un papel destacado.

La Campaña en Torno a Madrid (Julio de 1936 – Marzo de 1937)

A principios de agosto, gracias a la ayuda de aviones italianos y alemanes, las tropas de Marruecos, que eran las más preparadas del ejército español, cruzaron el estrecho de Gibraltar y llegaron a Cádiz. De Andalucía occidental pasaron a Extremadura y Toledo, y quedaron a las puertas de Madrid a finales de octubre. La toma de la capital se convirtió en el principal objetivo de los sublevados.

La ofensiva sobre Madrid comenzó en el otoño de 1936 y se prolongó durante aquel invierno. El gobierno de la República abandonó la capital y encomendó su defensa a una Junta militar. La llegada de las primeras Brigadas Internacionales y de aviones y tanques soviéticos impidió la toma de la capital. Además, las tropas franquistas fueron derrotadas en la batalla del Jarama (febrero de 1937) y en la de Guadalajara (marzo de 1937). Ante el fracaso del ataque a Madrid, los nacionales concentraron sus esfuerzos en otros frentes.

El Final de la Guerra (Octubre de 1937 – Abril de 1939)

A finales de 1937, Franco se dirigió al frente este: su ejército tomó Teruel y luego avanzó hacia el Mediterráneo y aisló el territorio catalán del resto de la zona republicana. El territorio republicano quedó fragmentado. Para salvar esta situación, las tropas republicanas cruzaron el Ebro y atacaron al ejército franquista desde la retaguardia. Entonces se produjo la cruenta batalla del Ebro, que duró más de tres meses y en la que el ejército republicano quedó prácticamente destruido.

La derrota de la República se produjo entre otoño de 1938 y la primavera del año siguiente. Los nacionales avanzaron sobre Cataluña sin apenas oposición y tomaron Barcelona en enero de 1939. En marzo de aquel año, las tropas franquistas entraron en Madrid y la guerra se dio por concluida. La Guerra Civil provocó la pérdida de casi medio millón de vidas, el exilio de gran cantidad de compatriotas y la devastación del país.

Hambre y Represión durante la Guerra Civil

La guerra fue un tiempo de hambre, muerte y miedo. El abastecimiento de alimentos para la población supuso un grave problema, sobre todo en la zona republicana, ya que los nacionales dominaron desde el principio territorios donde la producción agrícola era importante. El racionamiento de los alimentos fue una práctica común. Las autoridades establecieron las cantidades de determinados alimentos que se podían recibir por persona y día. Otros únicamente se podían adquirir con receta médica.

La población civil sufrió también miedo ante los feroces combates o ante los bombardeos de las ciudades sitiadas. Asimismo, las familias sufrían por el temor al reclutamiento de los hijos más jóvenes y por la separación de sus miembros.

La vida cotidiana también se vio sobresaltada por las represalias que tuvieron lugar en ambos bandos contra los simpatizantes de otra zona. La forma más común de represalia practicada por los dos bandos fueron los llamados paseos: un grupo armado sacaba de su domicilio a una persona y, con el pretexto de llevarla a dar un paseo, se alejaban de la localidad y la asesinaba.

Los líderes sindicales, muchos miembros de partidos de izquierdas, intelectuales y militares fieles a la República fueron encarcelados o asesinados en la zona nacional durante toda la contienda. En la zona republicana fueron especialmente perseguidos los caciques, los terratenientes, los empresarios y las personas pertenecientes al clero.

En ambos bandos, muchas personas fueron denunciadas por pertenecer o simpatizar con el adversario y ejecutadas. En muchos casos, era la manera de saldar rencillas particulares y estas víctimas se sumaron a las de la represión. Los fusilados solían ser enterrados en fosas comunes por la noche y sin ningún tipo de identificación. Hoy todavía se exhuman cadáveres de muchos de estos enterramientos anónimos.

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