De Carlos IV a Isabel II: Convulsiones Políticas y la Consolidación del Liberalismo en España (1788-1868)

El Reinado de Carlos IV (1788-1808)

Carlos IV accedió al trono tras la muerte de su padre, Carlos III. Tras la ejecución de Luis XVI, Carlos IV declaró la guerra a Francia. El conflicto finalizó en 1795. Posteriormente, España se alió con Francia contra un enemigo común, el Reino Unido, mediante el Tratado de Fontainebleau.

El Motín de Aranjuez en 1808 forzó a Carlos IV a abdicar en favor de su hijo, Fernando VII. Napoleón aprovechó la situación para hacer firmar a ambos monarcas las Abdicaciones de Bayona, por las que se cedía la corona a José Bonaparte, hermano del emperador francés.

La Guerra de la Independencia (1808-1814)

La ocupación francesa originó un levantamiento popular en Madrid el 2 de mayo de 1808, dando inicio a la Guerra de la Independencia. La superioridad militar del ejército de Napoleón parecía inclinar la victoria hacia las tropas francesas.

En 1812, Napoleón inició la campaña contra Rusia, lo que le obligó a desplazar parte de sus ejércitos al este de Europa. España recibió entonces el apoyo del ejército británico y consiguió expulsar al ejército francés. En el Tratado de Valençay (1813), Napoleón reconoció a Fernando VII como rey.

Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812

Durante la guerra, José I Bonaparte contó con un escaso apoyo entre los españoles, para quienes el poder legítimo recaía sobre la Junta Suprema Central.

En 1810, la Junta tuvo que retirarse a Cádiz, única ciudad aún libre de la invasión francesa. Se convocaron las Cortes de Cádiz, que se autoproclamaron representantes legítimas de la nación española.

El 19 de marzo de 1812, las Cortes aprobaron la primera Constitución española. El texto recogía los principios fundamentales del liberalismo político: la soberanía nacional, la división de poderes, el sufragio universal masculino y la igualdad ante la ley.

Se suprimía la monarquía absoluta y se ponía fin al Antiguo Régimen. La ocupación francesa impidió que las resoluciones de las Cortes fueran aplicadas en todo el territorio español.

El Reinado de Fernando VII (1814-1833)

Finalizada la Guerra de la Independencia, Fernando VII regresó a España. Su reinado supuso el último intento de resistencia al absolutismo.

  • El Sexenio Absolutista (1814-1820)

    Los liberales esperaban que Fernando VII jurase la Constitución, pero él se negó a aceptarla, restauró el absolutismo y las instituciones del Antiguo Régimen. En 1820 triunfó el pronunciamiento liberal liderado por el teniente coronel Rafael de Riego.

  • El Trienio Liberal (1820-1823)

    Se instauró un gobierno liberal. Las nuevas Cortes restablecieron la Constitución y las leyes liberales. Un ejército francés conocido como los Cien Mil Hijos de San Luis penetró en la península, derrotó a los liberales y restauró el absolutismo.

  • La Década Ominosa (1823-1833)

    La restauración del absolutismo permitió al rey recuperar sus privilegios. Anuló las Cortes y llevó a cabo una severa represión contra los liberales. La Real Hacienda llegó a la bancarrota. Los sectores más radicales del absolutismo retiraron el apoyo a Fernando VII, al que consideraban demasiado moderado. La situación se agravó con el problema sucesorio: el rey era padre de dos hijas y la Ley Sálica impedía reinar a una mujer. Los absolutistas decidieron apoyar a Carlos María Isidro. Gravemente enfermo, Fernando VII anuló la Ley Sálica y concedió el derecho de sucesión a su hija Isabel.

La Primera Guerra Carlista (1833-1839)

Isabel II fue proclamada reina con tan solo tres años de edad, asumiendo María Cristina la regencia. La oposición de los partidarios de Carlos María Isidro, que no reconocían la anulación de la Ley Sálica, llevó a estos a buscar el apoyo de los liberales. Las diferencias desembocaron en la Primera Guerra Carlista. Sucesivas derrotas carlistas forzaron el Convenio de Vergara (1839), que puso fin al conflicto.

La Implantación del Liberalismo (1833-1843)

Durante la guerra, los liberales moderados sustentaron el poder y obtuvieron de la regencia el Estatuto Real (1834), que incluía algunas concesiones liberales, aunque mantenía la soberanía en el monarca. Estas reformas resultaron insuficientes para los liberales progresistas, que finalmente llegaron al poder. La nueva Constitución de 1837 restableció la soberanía nacional. El gobierno de Mendizábal llevó a cabo una desamortización de bienes eclesiásticos, que fueron expropiados y subastados públicamente para solucionar el déficit del Estado.

El enfrentamiento entre María Cristina y el líder de los progresistas, el general Espartero, provocó que este asumiese la regencia. Su política económica y su autoritarismo generaron una amplia oposición que terminó por forzar su dimisión.

La Época Isabelina: Los Gobiernos Liberales (1843-1868)

En 1843, se proclamó la mayoría de edad de Isabel II, consolidándose los fundamentos del Estado liberal.

El período estuvo dominado por dos partidos políticos: los moderados, liderados por Narváez, y los progresistas, dirigidos por Espartero.

Se pueden distinguir tres etapas políticas marcadas por la alternancia de estos partidos:

  • La Década Moderada (1844-1854)

    Se promulgó la Constitución de 1845, de corte moderado, que establecía la soberanía compartida entre la Corona y las Cortes, y un sufragio muy restringido. Se llevó a cabo la centralización de la administración y se mejoraron las relaciones con la Iglesia.

  • El Bienio Progresista (1854-1856)

    En 1854, un nuevo pronunciamiento llevó al poder a los progresistas. Espartero intentó sin éxito aprobar una nueva constitución (1856) y realizar reformas económicas, como la nueva desamortización iniciada por Madoz. Sin embargo, las diferencias internas provocaron la dimisión de Espartero y el retorno de los moderados, entre ellos O’Donnell, que lideró la Unión Liberal.

  • La Crisis de la Monarquía Isabelina (1856-1868)

    La Unión Liberal, y en especial los moderados, monopolizaron el poder en estos años, pero sufrieron una fuerte oposición. La falta de libertades y la corrupción llevaron a progresistas, demócratas y republicanos a firmar el Pacto de Ostende (1866) en contra de Isabel II.

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