La Revolución Americana: El Camino hacia la Independencia de Estados Unidos
A finales del siglo XVIII, Gran Bretaña poseía 13 colonias en América del Norte. La culminación de la Revolución Americana fue la independencia de estas colonias, que habían desarrollado un sistema económico propio. Sin embargo, Gran Bretaña estaba dispuesta a disponer de las materias primas americanas, pero no a desarrollar la industria en las colonias. En ellas regía el Pacto Colonial, que concedía cierta autonomía a los colonos, quienes contaban con asambleas propias. Aunque los colonos debían pagar impuestos a Gran Bretaña, en la práctica no lo hacían, argumentando que no tenían representación en el Parlamento inglés. Esta situación generó el conflicto de los impuestos.
Las Tensiones con la Metrópoli y el Camino a la Independencia
Jorge III estableció varias leyes para regular los impuestos, entre ellas las Tea Acts, que pretendían monopolizar el comercio del té. Los británicos bloquearon el puerto de Boston, Massachusetts. Las 13 colonias se reunieron en el Primer Congreso de Filadelfia, donde se redactó una declaración de derechos. La derrota británica en Lexington dio más impulso a la insurrección.
Thomas Jefferson redactó la Declaración de los Derechos de Virginia (1776), que establecía los principios de soberanía nacional, división de poderes y sufragio. Esta declaración fue la base de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, firmada el 4 de julio de 1776. Los colonos contaron con la ayuda militar de Francia y España, lo que llevó a la firma de la Paz de Versalles en 1783, en la que Gran Bretaña reconoció la independencia de Estados Unidos.
La Constitución de 1787 y el Nacimiento de una Nación
La Constitución de 1787 organizó el nuevo orden político. El nuevo estado tenía una estructura federal. El presidente controlaba el poder ejecutivo y era elegido cada cuatro años mediante un sufragio indirecto. George Washington fue el primer presidente. El poder legislativo también era elegido por los ciudadanos y recaía en el Congreso, que estaba compuesto por dos cámaras: la Cámara de Representantes y el Senado. El poder judicial estaba conformado por los tribunales. El Tribunal Supremo controlaba que las leyes y los actos del gobierno no vulneraran la Constitución. La Revolución Americana sirvió de modelo para la Revolución Francesa.
La Revolución Francesa: Del Antiguo Régimen al Imperio Napoleónico
En 1789, Francia vivía según las normas del Antiguo Régimen, con una sociedad estamental. La crisis económica, que se agudizaba desde 1780, afectaba especialmente a los precios de los productos básicos, creando un clima de descontento contra el clero, por el pago del diezmo, y la nobleza. El déficit de la Hacienda aumentó por los gastos de la guerra americana. Además, había una situación de crisis política: el rey Luis XVI perdía apoyos entre el pueblo, que veía que las reformas no avanzaban, y entre los privilegiados, que temían perder poder.
La Crisis Económica y la Convocatoria de los Estados Generales
Entre 1783 y 1788, los ministros de Hacienda de Luis XVI intentaron frenar la crisis económica. Era necesario hacer una reforma para que los privilegiados pagaran impuestos. El rey convocó una asamblea de notables, pero los privilegiados se negaron a pagar. En 1788 se declaró la bancarrota. Al rey solo le quedaba convocar los Estados Generales, que no se habían reunido desde 1614. Necker consiguió doblar el número de representantes del Tercer Estado en los Estados Generales. Cada estamento redactaba un cuaderno de quejas. Los cuadernos del Tercer Estado mostraron el descontento con el Antiguo Régimen. La burguesía se fue organizando en clubes políticos, como el club de los jacobinos, y fundaron periódicos para difundir sus ideas.
La Asamblea Nacional, la Toma de la Bastilla y la Declaración de Derechos
En 1789 se reunieron los Estados Generales en Versalles. En julio, los representantes del Tercer Estado pasaron a denominarse Asamblea Nacional. El rey y los privilegiados intentaron expulsarlos, pero los diputados se reunieron en el Juego de Pelota, donde juraron que permanecerían reunidos hasta redactar una constitución. La Asamblea Nacional pasó a llamarse Asamblea Constituyente. El 14 de julio de 1789, ante el aumento del precio del pan y los rumores de que el rey estaba concentrando tropas en París, el pueblo asaltó la Bastilla. El 4 de agosto de 1789 se aprobó el decreto de abolición de los derechos feudales, suprimiendo el diezmo y la jurisdicción señorial, y permitiendo a todos acceder a cualquier cargo. El 26 de agosto se redactó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, en la que se reconocían y garantizaban las libertades personales, la igualdad ante la ley y la propiedad. Estos hechos suponen el fin del absolutismo y el triunfo del liberalismo.
La Constitución de 1791 y la Monarquía Constitucional
La Constitución de 1791 estableció:
- Monarquía parlamentaria, reconociendo la soberanía nacional y los derechos fundamentales.
- División de poderes, con el rey teniendo capacidad de veto sobre las leyes aprobadas por la Asamblea.
- Sufragio censitario, donde los votantes debían tener 25 años y poseer propiedades.
- Descentralización de la administración, dividiendo Francia en 83 departamentos y aumentando la importancia de los ayuntamientos.
La Constitución de 1791 representaba el triunfo de la alta burguesía, que quería finalizar la revolución en ese punto. Sin embargo, la insatisfacción de las masas populares, los sans-culottes, buscaba cambios más profundos en la sociedad. La nueva Asamblea (1791) tenía predominio de moderados. Se aprobó un decreto contra los bienes de los emigrados y otro de expulsión del clero refractario. En 1792, Austria y Prusia declararon la guerra a Francia. La familia real huyó en 1791, pero fueron detenidos en Varennes y conducidos presos a París. El 10 de agosto de 1792, el pueblo asaltó el Palacio de las Tullerías, residencia de los reyes, quienes tuvieron que refugiarse en la Asamblea Nacional. Esto supuso el final de la monarquía.
La Convención Nacional, el Terror y el Directorio
Tras las matanzas de septiembre, en las que los sans-culottes asaltaron las cárceles de París y asesinaron a religiosos y aristócratas, la victoria francesa en la Batalla de Valmy el 20 de septiembre de 1792 pareció rebajar la tensión. Se convocaron elecciones para una nueva asamblea, la Convención Nacional, que fue controlada por los girondinos, republicanos moderados, y por los jacobinos, más radicales. La Convención juzgó a Luis XVI por traición y el 21 de enero de 1793 lo ejecutó en la guillotina. Esta medida tuvo dos efectos: provocó la inmediata declaración de guerra del resto de las potencias (Gran Bretaña, España, etc.), que formaron la Primera Coalición, y se produjo un levantamiento realista y ultracatólico en la región de La Vendée. Para vencer en la guerra se amplió el ejército y se juzgó a los contrarrevolucionarios, creándose un Tribunal Revolucionario y el Comité de Salvación Pública.
El temor a la derrota de la revolución provocó un golpe de estado de los sans-culottes contra los girondinos en junio de 1793. Los montañeses, dirigidos por Robespierre, se hicieron con el poder. Elaboraron una nueva constitución democrática que reconoció la soberanía popular y el sufragio universal masculino. Robespierre implantó una dictadura que concentraba todos los poderes. El asesinato de Marat por una realista y el ataque inglés a Toulon provocaron el inicio del Terror. Se aprobaron las leyes de sospechosos, por las que el Comité de Salvación Pública podía juzgar y ejecutar a cualquiera sin necesidad de pruebas. Robespierre limitó los precios máximos y también los salarios, lo que le llevó a enfrentarse a los sans-culottes. Finalmente, se produjo el golpe de estado del 9 de Termidor (27 de julio de 1794), tras el que Robespierre fue juzgado y ejecutado.
La Constitución del año III estableció un régimen liberal, con un sistema de sufragio censitario y un poder legislativo dividido en dos cámaras. El poder ejecutivo recaía en un Directorio de cinco miembros. La revuelta de Vendimiario de 1795 fue frenada por Napoleón Bonaparte, quien se hizo muy popular, por lo que el Directorio lo envió a Italia. En 1796, Napoleón terminó con la Primera Coalición. Las potencias europeas formaron la Segunda Coalición y en 1799 comenzó de nuevo la guerra. Napoleón dio el golpe de estado del 18 de Brumario, se proclamó cónsul y acabó con el Directorio.
La Era Napoleónica y la Restauración
Napoleón se enfrentó a la Segunda Coalición, se desplazó a Italia y aprovechó la victoria para nombrarse cónsul vitalicio. Durante su mandato, se elaboró el Código Civil, se creó el Banco de Francia, el Código de Comercio y se impulsó la educación pública. La formación de la Tercera Coalición (Gran Bretaña, Austria y Rusia) llevó a la transformación de la República en Imperio en 1804. La Cuarta Coalición (Gran Bretaña, Prusia y Rusia) condujo a la Paz de Tilsit en 1807. Napoleón estableció el bloqueo continental, con dos direcciones: alianza con Rusia y aislamiento de Gran Bretaña. En 1808, Napoleón invadió España, dando lugar a la Guerra de la Independencia. En 1812, intentó invadir Rusia, pero fue derrotado. La Sexta Coalición (Gran Bretaña, Prusia, Rusia y Austria) venció a las tropas francesas en la Batalla de Leipzig en 1813. Napoleón retornó al poder durante 100 días, pero fue derrotado definitivamente en Waterloo (1815) y deportado a la isla de Santa Elena, donde murió.
La Restauración y el Congreso de Viena
Tras la caída de Napoleón, se inició el periodo de la Restauración. Los reyes promulgaron cartas otorgadas en las que se reconocían algunos derechos a la población. Luis XVIII de Francia reinó tras la caída de Napoleón. En 1815 se celebró el Congreso de Viena, con tres protagonistas: Metternich, ministro de Austria; Alejandro I, zar de Rusia; y Talleyrand, ministro de exteriores francés. Se produjeron los siguientes cambios:
- Francia volvió a las fronteras que tenía antes de la Revolución.
- Se fortaleció a dos estados tapón para dificultar una posible expansión francesa.
- Austria, Rusia y Prusia ganaron territorios de forma equilibrada.
Se estableció un sistema de congresos, donde las potencias decidieron reunirse para discutir los problemas internacionales y solucionarlos mediante el diálogo. Sin embargo, el Congreso de Viena creó problemas, como las falsas uniones de Bélgica y Holanda o de Suecia y Noruega, y no resolvió los nacionalismos existentes.