Los Austrias del siglo XVII: Gobierno de Validos y Conflictos Internos
Durante los reinados de Felipe III, Felipe IV y Carlos II, conocidos como los Austrias Menores, España experimentó una notable decadencia económica y una pérdida de hegemonía política internacional. En este periodo apareció la figura del valido, un hombre de total confianza del rey que actuaba como una suerte de primer ministro, convirtiéndose en árbitro de la política y jefe de gobierno.
El valido de Felipe III fue el Duque de Lerma, quien presidió el Consejo de Castilla e influyó en el traslado de la capital a Valladolid (1601) y posteriormente de vuelta a Madrid (1606). Fue sustituido por su hijo, el Duque de Uceda.
Bajo Felipe IV destacó como valido el Conde-Duque de Olivares, quien propuso ambiciosas reformas recogidas en el Gran Memorial (1624). Sus principales proyectos incluían:
- La centralización administrativa, buscando unificar las leyes e instituciones de los distintos reinos.
- La Unión de Armas, que pretendía crear un ejército permanente sostenido por todos los reinos en proporción a su población y riqueza.
- La creación de una red nacional de erarios (bancos públicos) para facilitar el crédito a la Corona.
Sin embargo, estas reformas encontraron una fuerte oposición en las Cortes de los distintos reinos, especialmente por la carga financiera que implicaban.
Durante la minoría de edad de Carlos II, bajo la regencia de su madre Mariana de Austria, ejercieron el poder validos como el jesuita Nithard y Fernando de Valenzuela. Ya en su mayoría de edad, destacaron figuras como su hermanastro Don Juan José de Austria, el Duque de Medinaceli y el Conde de Oropesa. Estos últimos intentaron aplicar medidas de reforma como la reducción de impuestos y la contención del gasto público para paliar la crisis.
Además del gobierno de los validos, los Austrias Menores afrontaron graves conflictos internos:
- La expulsión de los moriscos (1609-1614), decretada bajo Felipe III, que tuvo graves repercusiones demográficas y económicas, especialmente en Valencia y Aragón.
- La extensión de la pobreza y el bandolerismo, como reflejo de la crisis social.
- El incremento de la presión señorial sobre los campesinos, que provocó diversas revueltas antiseñoriales.
La Crisis de 1640
Las acuciantes necesidades financieras de la Monarquía Hispánica, agravadas por la costosa política exterior, llevaron a la Corona a recurrir a medidas extraordinarias como la creación de nuevos impuestos, la venta de cargos públicos y la enajenación de tierras de realengo, lo que exacerbó la crisis social y económica.
Esta situación generó un profundo malestar:
- Los reinos periféricos (especialmente Cataluña y Portugal) se resistían a las pretensiones centralistas y unitarias del Conde-Duque de Olivares.
- Parte de la nobleza rechazaba el autoritarismo del valido.
- Las clases populares sufrían el agotamiento económico y la creciente presión fiscal.
- Esta oposición generalizada culminó con la caída de Olivares en 1643.
El momento culminante de la crisis se produjo en 1640, manifestándose principalmente en forma de movimientos secesionistas en Cataluña y Portugal.
La sublevación de Cataluña (1640-1652)
El conflicto estalló en Cataluña en el contexto de la guerra contra Francia. Las causas inmediatas fueron el malestar generado por el alojamiento de las tropas castellanas e italianas que luchaban en el Rosellón, el reclutamiento forzoso de catalanes y la paralización del comercio. El 7 de junio de 1640, durante el llamado Corpus de Sangre, grupos de segadores amotinados en Barcelona asesinaron al virrey, el Conde de Santa Coloma. Ante la incapacidad de la Generalitat para controlar la situación, Pau Claris proclamó la República Catalana y, posteriormente, en 1641, se puso bajo la protección de Francia, reconociendo a Luis XIII como Conde de Barcelona. La guerra se prolongó hasta 1652, cuando las tropas de Felipe IV recuperaron Barcelona y Cataluña se reintegró a la Monarquía Hispánica, aunque manteniendo sus fueros.
La sublevación de Portugal (1640-1668)
Casi simultáneamente, estalló un movimiento secesionista en Portugal. Las causas fueron el rechazo a la Unión de Armas, la introducción de nuevos impuestos, el creciente sentimiento nacionalista y la percepción de que la unión con España era perjudicial para los intereses del imperio portugués (incapacidad española para defender las colonias lusas de los ataques holandeses). En diciembre de 1640, una conspiración nobiliaria en Lisboa depuso a la gobernadora (Margarita de Saboya, duquesa de Mantua) y asesinó a su secretario de estado, Miguel de Vasconcelos. El Duque de Braganza fue proclamado rey como Juan IV. La guerra de restauración portuguesa se prolongó durante décadas. España, centrada en otros frentes, no pudo sofocar la rebelión y finalmente reconoció la independencia de Portugal mediante el Tratado de Lisboa en 1668.
El Ocaso del Imperio Español en Europa
En política exterior, el siglo XVII marcó el ocaso de la hegemonía española en Europa. Tras el periodo de relativa paz bajo Felipe III (Pax Hispanica), caracterizado por la Paz con Inglaterra (1604), la Tregua de los Doce Años con las Provincias Unidas (Holanda) (1609-1621) y una política de alianzas matrimoniales con Francia, el reinado de Felipe IV supuso la reanudación de la política belicista.
España se implicó de lleno en la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), un complejo conflicto europeo que enfrentó a los Habsburgo (austriacos y españoles) contra las potencias protestantes y Francia. España luchó principalmente contra las Provincias Unidas (tras expirar la tregua) y Francia.
Las derrotas militares españolas, como la batalla naval de las Dunas (1639) y, sobre todo, la batalla de Rocroi (1643) frente a Francia, evidenciaron el declive militar español. La Paz de Westfalia (1648) puso fin a la Guerra de los Treinta Años y supuso el reconocimiento definitivo por parte de España de la independencia de las Provincias Unidas (Países Bajos del norte).
Sin embargo, la guerra entre España y Francia continuó hasta la Paz de los Pirineos (1659). Este tratado confirmó la hegemonía francesa y supuso importantes pérdidas territoriales para España, que cedió a Francia el Artois (en Flandes), el Rosellón y parte de la Cerdaña (en los Pirineos). Además, se acordó el matrimonio entre Luis XIV de Francia y María Teresa de Austria, hija de Felipe IV. Esta unión tendría consecuencias trascendentales, ya que abriría las puertas del trono español a la dinastía de los Borbones a la muerte de Carlos II.
La segunda mitad del siglo XVII, durante el reinado de Carlos II, consolidó el declive español y el ascenso de Francia como potencia hegemónica en Europa. España sufrió continuas agresiones por parte de la Francia de Luis XIV. Se produjo la pérdida definitiva de Portugal (1668) y, tras sucesivas guerras, España tuvo que ceder más territorios: por la Paz de Aquisgrán (1668) y la Paz de Nimega (1678), entregó a Francia el Franco Condado y varias plazas estratégicas en Flandes.
La muerte sin descendencia de Carlos II en 1700 provocó el fin de la dinastía de los Habsburgo en España y el estallido de la Guerra de Sucesión Española (1701-1714).
Evolución Económica y Social en el Siglo XVII
El siglo XVII fue un periodo de profunda crisis económica y demográfica en España. Las causas de esta decadencia fueron analizadas por los arbitristas, pensadores que proponían soluciones (arbitrios) a los problemas del reino. Aunque no cuestionaban la autoridad real, señalaban como causas principales:
- El enorme coste de la política exterior y las continuas guerras.
- La disminución de las remesas de metales preciosos procedentes de América, especialmente a partir de 1640.
- La competencia de productos extranjeros, que arruinó la producción artesanal castellana.
- El excesivo gasto suntuario de la nobleza y la Corte.
- Una política fiscal errática y gravosa para los sectores productivos.
Las guerras constantes provocaron sucesivas quiebras de la Hacienda Real. Para obtener ingresos, la Corona recurrió a medidas como las alteraciones monetarias (resellado de monedas, reducción del contenido de plata), lo que provocó una fuerte inflación y devaluaciones que perjudicaron gravemente la economía.
En el ámbito agrario, las malas cosechas se sucedieron, provocando hambrunas y facilitando la propagación de grandes epidemias (como las pestes de 1597-1602, 1647-1652 y 1676-1685), que diezmaron la población. Todo ello condujo a un descenso demográfico significativo, especialmente en el interior de Castilla. Se produjo una redistribución de la población, con emigración hacia la periferia peninsular y hacia América.
El comercio con América también entró en declive debido al aumento de la competencia extranjera (contrabando), el bloqueo marítimo por parte de los enemigos de España, el elevado coste de los fletes y la inseguridad del transporte.
La Sociedad del Siglo XVII
La sociedad del siglo XVII seguía siendo estamental y muy desigual, pero la crisis acentuó algunas tendencias:
- La nobleza aumentó en número debido a la venta de títulos por parte de la Corona para obtener ingresos. Mantenía su poder económico y social, pero a menudo vivía endeudada.
- El clero también vio aumentar sus efectivos, ya que la Iglesia ofrecía un refugio en tiempos de crisis.
- La burguesía era débil y tendía a invertir sus beneficios en tierras, deuda pública (juros) o en la compra de títulos nobiliarios (la llamada «traición de la burguesía»), en lugar de reinvertir en actividades productivas.
- Los campesinos fueron los más perjudicados por la crisis agraria, la presión fiscal y las cargas señoriales. Muchos se vieron obligados a abandonar sus tierras.
- Como consecuencia de la crisis, aumentó considerablemente el número de marginados sociales: mendigos, pícaros, bandoleros, etc., un fenómeno bien reflejado en la literatura y el arte de la época.
Esplendor Cultural: El Siglo de Oro
A pesar de la decadencia política y económica, el siglo XVII fue una época de extraordinario esplendor cultural en España, conocido como el Siglo de Oro (que abarca también parte del siglo XVI). La cultura barroca de este periodo reflejaba las tensiones y conflictos de la época, caracterizándose por el contraste, el dramatismo y la complejidad. Fue utilizada a menudo como un instrumento de propaganda ideológica al servicio de la Monarquía y la Iglesia Católica (Contrarreforma), exaltando los valores tradicionales y el poder establecido.
La mentalidad de la época estuvo fuertemente marcada por la religiosidad y el pesimismo derivado de la crisis (desengaño). En contraste con el brillo artístico y literario, el desarrollo científico fue escaso y las universidades entraron en decadencia, en parte debido al aislamiento cultural impuesto por la Contrarreforma.
Literatura
La literatura alcanzó cotas excepcionales. Se consolidó el uso del castellano como lengua literaria. Los temas principales giraron en torno al honor, la religión y el amor, pero también reflejaron el desengaño, la fugacidad de la vida y la crítica social, a menudo a través de descripciones realistas de la vida cotidiana.
- Novela: Destaca la figura cumbre de Miguel de Cervantes con El Quijote, obra universal que inaugura la novela moderna. También es fundamental la novela picaresca, con obras como el Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán.
- Teatro: Fue el gran espectáculo de la época, con la creación de los corrales de comedias. Sobresalen dramaturgos como Lope de Vega (creador de la comedia nueva), Tirso de Molina (creador del mito de Don Juan) y Calderón de la Barca (con obras filosóficas y religiosas como La vida es sueño).
- Poesía: Se desarrollaron dos corrientes estéticas principales: el conceptismo, centrado en la agudeza del pensamiento y representado por Francisco de Quevedo, y el culteranismo, que buscaba la belleza formal a través de un lenguaje culto y complejo, liderado por Luis de Góngora.
Arte Barroco
El arte barroco español estuvo fuertemente influido por la religiosidad contrarreformista y el mecenazgo de la Iglesia y la Monarquía. Se caracteriza por el realismo, el dramatismo, el movimiento y la búsqueda de la persuasión emocional.
- Arquitectura: Predominó la sobriedad herreriana en la primera mitad del siglo, evolucionando luego hacia una mayor ornamentación, especialmente en las fachadas y retablos, que culminará en el estilo churrigueresco (por los hermanos Churriguera) a finales de siglo y principios del XVIII.
- Escultura: Se centró casi exclusivamente en la temática religiosa, utilizando principalmente la madera policromada para lograr un gran realismo y patetismo. Destacan las escuelas castellana (Gregorio Fernández) y andaluza (Martínez Montañés, Juan de Mesa, Alonso Cano, Pedro de Mena).
- Pintura: Fue la manifestación artística más brillante del Siglo de Oro español. Se caracteriza por el predominio del realismo, el uso del claroscuro (tenebrismo) de influencia caravaggista y la profunda religiosidad. Figuras clave incluyen:
- José de Ribera (el Españoleto), que desarrolló su obra en Nápoles, maestro del tenebrismo.
- Francisco de Zurbarán, conocido por sus representaciones de monjes y bodegones de gran sobriedad.
- Bartolomé Esteban Murillo, famoso por sus Inmaculadas y escenas populares llenas de delicadeza.
- Juan de Valdés Leal, con una obra dramática y macabra centrada en la fugacidad de la vida.
- Y, por encima de todos, Diego Velázquez, pintor de cámara de Felipe IV, maestro absoluto de la luz, el color y la perspectiva aérea (como demuestra en su obra cumbre, Las Meninas), que cultivó con genialidad tanto el retrato como los temas mitológicos, históricos y religiosos.