Democracias y Totalitarismos en Europa (1918-1939): Auge del Fascismo y Nazismo

Democracias y Totalitarismos en Europa (1918-1939)

Inestabilidad y Rencores Tras la Primera Guerra Mundial

El siglo XX se caracterizó por una gran inestabilidad en Europa. La Primera Guerra Mundial dejó fuertes rencores políticos entre vencedores y vencidos, y la crisis de 1929 agravó los problemas económicos. El temor a la expansión del comunismo entre las clases conservadoras y las revoluciones del proletariado fueron elementos desestabilizadores. En este contexto, surgieron los movimientos fascistas y nazis en Italia (1922) y Alemania, consolidándose como dictaduras totalitarias donde el Estado controlaba todos los aspectos de la vida pública y privada. Su política exterior agresiva e intimidatoria se impuso a la de los estados democráticos. El rearme de Alemania e Italia, junto con la aparición de Japón como potencia expansionista, condujeron al mundo hacia la Segunda Guerra Mundial.

¿Qué es el Fascismo?

El fascismo es una reacción violenta y autoritaria contra la igualdad entre ciudadanos. Se caracteriza por:

  • Nacionalismo exacerbado: Con un componente racista, defiende la preservación y exaltación de la raza como factor de unidad nacional. Justifica la eliminación de otros grupos o pueblos y la expansión territorial mediante una política militarista e imperialista.
  • Exaltación del Estado: Los derechos y libertades individuales están subordinados a los intereses del Estado.
  • Rechazo al liberalismo y a la democracia: Niega la igualdad entre ciudadanos, la soberanía popular y el sufragio. No tolera la separación de poderes, rechaza el parlamentarismo y anula cualquier oposición. Defiende una sociedad antiigualitaria dominada por élites.
  • Culto al líder: Exalta la figura de un líder carismático con todos los poderes, que encarna al Estado y es el jefe del partido único. Se crea una mística del poder personal con propaganda y escenografía grandilocuente.
  • Desconfianza en la razón: Se opone a la tradición racionalista y materialista, exalta los elementos irracionales de la conducta humana (fanatismo, obediencia ciega) y elogia la fuerza. Rechaza el pacifismo y defiende la violencia y la guerra como instrumentos de progreso histórico y selección de pueblos, naciones y razas.

La Italia Fascista (1922-1939)

Crisis de Posguerra y Auge del Fascismo

La posguerra en Italia fue un periodo de crisis económica y agitaciones sociales. La frustración por los resultados del conflicto preparó el ascenso del fascismo.

La Crisis de la Posguerra

Durante la Primera Guerra Mundial, el coste de vida en Italia subió más rápido que los salarios, y el nivel de vida de la clase trabajadora bajó. En 1918, los salarios reales eran un tercio inferiores a los de 1913. Al acabar el conflicto, las organizaciones obreras intentaron recuperar el poder adquisitivo perdido, iniciando un movimiento huelguístico con objetivos revolucionarios. En 1919, hubo más de 1800 huelgas, y en 1920, los obreros ocuparon fábricas en el norte de Italia. En el campo, se desarrolló un movimiento de ocupación de tierras. Estos movimientos fueron reprimidos, pero el temor a la bolchevización y a una revolución social se extendió entre la burguesía.

En el ámbito político, la monarquía constitucional era inestable, y ningún partido lograba mayorías estables. Entre 1919 y 1929, hubo cinco gobiernos diferentes. El régimen constitucional se apoyaba en una coalición de partidos liberales de centro, contestada por el Partido Socialista (del cual se escindió el Partido Comunista Italiano de Antonio Gramsci en 1921) y el Partido Popular, de inspiración católica y antisocialista.

A esto se suma el nacionalismo exaltado por la frustración tras la guerra. Las promesas de recuperar las tierras irredentas no se cumplieron totalmente (tierras de población italiana en la costa dálmata, bajo control yugoslavo, o la ciudad de Fiume, disputada por italianos y yugoslavos, que quedó bajo control de la Sociedad de Naciones). El nacionalismo, arraigado entre los excombatientes (los arditi), llevó a un grupo liderado por el poeta fascista Gabriele D’Annunzio a anexionar Fiume en 1924.

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