Luis XI (1461-1483)
Tras la expulsión de los ingleses, Luis XI, reconociendo su valor estratégico, los trajo de vuelta otorgándoles privilegios en Burdeos. Fue una figura crucial en la consolidación del legado de su padre, Carlos VII, anticipándose a las ideas de Maquiavelo en El Príncipe, donde se expone la filosofía del soberano moderno (el fin justifica los medios). Anexionó Borgoña, entró en el Rosellón y heredó los territorios de Maine y Anjou, junto con la posibilidad de reinar en Nápoles (la cual dejaría a su sucesor, Carlos VIII). El poder real en su época era indiscutible, tanto por sus logros como por el apoyo popular a un rey protector. Las ambiciones de poder de los grandes señores habían sido mermadas por la Guerra de los Cien Años. Desde la intervención de Juana de Arco, se arraigó la idea de una nación francesa, un pueblo elegido, lo que contribuyó a la unidad. Este concepto, nacido en la Edad Media con el título de «la fille aînée de l’Église catholique» (la hija mayor de la Iglesia Católica), impulsó la mirada de Francia hacia el exterior, especialmente hacia los atractivos Estados Italianos, no solo por su cultura renacentista, sino también por su posición estratégica para la expansión hacia Oriente.
François I (1515-1547)
Aunque las Guerras de Italia no resultaron en ganancias territoriales para Francia, sí aportaron frutos culturales. François I, primo de su predecesor Luis XII (y no su hijo, como tampoco Luis XII lo era de Carlos VIII), pertenecía a la rama Valois-Angulema y estaba casado con Claude de France, hija de Luis XII. Fue un verdadero monarca renacentista: caballero culto, con gran sensibilidad artística (mecenas de las artes), influenciado por su madre, Luisa de Saboya, quien actuó como su confidente y regente. De carácter expansivo y tolerante (en gran parte de su reinado), mostró cierta apertura hacia el protestantismo, posiblemente por influencia materna. A François I le complacía ser representado para la posteridad. Su reinado, marcado por la expansión hacia Europa Occidental, inaugura una nueva etapa histórica: la Edad Moderna. El poder autoritario requería un nuevo sistema económico, el futuro «consumismo».
Enrique II (1547-1559)
Con un reinado corto, Enrique II continuó la línea autoritaria de su padre, François I. La monarquía implementó medidas tanto en política interior como exterior, siguiendo el mismo esquema de poder, pero en un contexto diferente. Recibió una excelente educación, con un programa renacentista guiado por su preceptor Guillaume Budé. Buscó ser un digno sucesor de su padre. Se casó políticamente con Catalina de Médicis, sobrina del Papa. Tres de sus hijos fueron reyes, y su hija Margot se casó con Enrique de Borbón. Tras su divorcio de Enrique IV, Margot se retiró a una vida más cultural. La vida sentimental de Enrique II estuvo marcada por su intensa relación con su amante, Diana de Poitiers, una mujer influyente en el reinado, ultracatólica, quien reforzó el entorno católico del rey y designó como hombres de confianza a Anne de Montmorency y los de Guise. El rey le regaló el castillo de Anet, en el Loira. Durante el reinado de su esposo, Catalina de Médicis se limitó a su rol de madre de sus hijos.
Política Interior de Enrique II
- Refuerzo de la autoridad real: Creó cargos de confianza como los «sécretaires d’État» (secretarios de Estado), «commandements» (comandantes) y «finances» (finanzas), encargados de la vigilancia de la monarquía en cuatro zonas administrativas. También creó el cargo de «Présidal» (juez) para localidades pequeñas, acercando la justicia al pueblo. Estos nuevos cargos generaron nuevas formas de recaudación.
- Problemas con los hugonotes: Enrique II, más fanático que su padre, percibió el peligro de esta ideología que se oponía al rey y contaba con la simpatía de la pequeña y mediana burguesía. En 1547, se creó en el Parlamento de París la «chambre ardente» (cámara ardiente) para juzgar a los protestantes. En 1551, un edicto prometía los bienes de los protestantes a quienes los delataran. En 1557, el Edicto de Compiègne condenó la herejía con la pena de muerte. En 1559, año de la muerte de Enrique II, se estableció la ejecución sin juicio de todo protestante huido.
Política Exterior de Enrique II
Enrique II heredó los conflictos de François I. Para demostrar su fortaleza, atacó a la Casa de Austria (Carlos I/V). Su experiencia como rehén en Madrid alimentó su odio hacia el monarca español, lo que le llevó a apoyar a los enemigos de Carlos: los protestantes. Como recompensa, obtuvo tres enclaves estratégicos: Metz, Toul y Verdún. Carlos I/V respondió con el asedio de Metz, donde François de Guise se destacó como héroe por parte de Francia. Tras esto, Carlos abdicó, dividiendo su imperio: la parte germánica y Milán para su hermano Fernando de Habsburgo, y España, Nápoles, Sicilia, Flandes y las Indias para su hijo Felipe II, aliado con María Tudor, reina de Inglaterra. Animado por la abdicación, Enrique II invadió Nápoles en 1557. La coalición germano-española atacó París en la batalla de San Quintín. Aunque inicialmente desastrosa para los franceses, la falta de contundencia española permitió a las tropas francesas, lideradas por François de Guise, conquistar Calais, último enclave inglés. Las dificultades para ambos bandos llevaron al Tratado de Cateau-Cambrésis en 1559.
Cláusulas del Tratado de Cateau-Cambrésis:
- Francia renunció a sus pretensiones italianas (Saboya).
- Felipe II reconoció la posesión francesa de los tres enclaves estratégicos y Calais.
- Matrimonio entre Felipe II e Isabel de Valois, hija de Enrique II. Su hija, Isabel Clara Eugenia, no pudo reinar como deseaba su madre debido a la Ley Sálica.
La muerte de Enrique II en un torneo de celebración puso fin a una monarquía autoritaria, dejándola en una situación precaria.
Guerras de Religión (1562-1598)
La aparición de una nueva espiritualidad más sencilla, que enfatizaba el papel del individuo, atrajo a diversos sectores, con consecuencias espirituales y sociales. La difusión del protestantismo se utilizó como contrapeso a la expansión de la monarquía. La nobleza y la burguesía (media y pequeña) desafiaron a la monarquía, lo que, tras la matanza de Wassy, desencadenó las guerras civiles. Hasta Enrique III, la monarquía católica se vio influenciada por las facciones radicales. Con la muerte de Enrique III, estos grupos buscaron sustituir la monarquía con sus propios proyectos políticos:
- Hugonotes: Unión Calvinista, inspirada en las Provincias Unidas que se separaron de España, con centro en La Rochelle.
- Ultracatólicos: En 1576, intentaron con la Paz de Monsieur colocar a Enrique de Guise en el trono. En 1584, con la muerte del hermano de Enrique III y Enrique de Borbón como único sucesor, su proyecto se concretó con la Liga. Tras el asesinato de Enrique de Guise en 1589 y la muerte de Enrique III, los de Guise nombraron a su propio rey, estableciéndose en París.
Enrique de Borbón, designado sucesor en 1584, no fue reconocido por todos al morir Enrique III. Emprendió una tarea militar y diplomática para un proyecto común: la reconstrucción de Francia. En 1593, se convirtió al catolicismo y en 1594 fue coronado rey de Francia.