El Auge de los Nacionalismos Periféricos Durante la Restauración Española

Los Nacionalismos Periféricos

El liberalismo español del siglo XIX se basó en una idea centralista del estado y de la nación. Los carlistas, en la extrema derecha, defendían la idea de España como unión de territorios, mientras que el republicanismo la concebía como una unión de estados libremente asociados. El centralismo volvió con la Restauración en la Constitución de 1876, con medidas como la abolición de los fueros vasco-navarros. Diversos territorios españoles contaban con lengua y costumbres propias, distintas a las del resto del estado. La política llegó a este ámbito y desde estas zonas (País Vasco, Cataluña y Galicia) se empezó a pedir un autogobierno.

El regionalismo y el nacionalismo catalán

En Cataluña, ya desde 1830, surgió el movimiento cultural de la Renaixença, que abarcaba diferentes ámbitos de la cultura catalana. En este contexto, surgieron tres corrientes sociales: el regionalismo, el nacionalismo y el catalanismo, siendo esta última la más acogida entre los catalanes.

El carlismo y el federalismo están en el origen del catalanismo. En 1869 se fundó una organización política pionera, La Jove Catalunya. Los federales fueron mayoritarios en las elecciones de ese mismo año. Tras la caída de la república en 1874, se desarrolló un regionalismo pre-nacionalista.

Valentí Almirall fue el creador del catalanismo moderno de orientación federalista. En 1882 se fundó el Centre Català como una organización patriótica que estuviera por encima de los partidos existentes y que uniera a la burguesía federal con la conservadora.

En 1887, con motivo de los Juegos Florales celebrados en la Exposición Universal de Barcelona, los conservadores fundaron la Lliga de Catalunya. Presentaron a la reina regente, María Cristina, un programa regionalista que mantenía la fidelidad al monarca buscando una amplia autonomía.

En 1891, el Centre Català y la Lliga se fusionaron en la Unió Catalanista. En su primera asamblea se redactaron las Bases de Manresa, una constitución regional catalana que sintetizaba la concepción federal del estado catalán en el Estado español con ideas conservadoras.

Los inicios del nacionalismo vasco

El nacionalismo vasco surgió, especialmente, a partir de la defensa de los fueros (leyes propias). Sus bases eran, sobre todo, el clero, el campesinado y la pequeña burguesía. La recuperación íntegra de los fueros fue una reivindicación constante, pues esto equivalía a defender la esencia de lo vasco. Sus enemigos eran el gobierno liberal español y la inmigración.

Sabino Arana fue el propulsor del nacionalismo vasco, que recogió y formuló las ideas que flotaban en la sociedad vasca a partir del fuerismo tradicional. Estas ideas eran: un pueblo de raza diferente, con lengua distinta, donde recuperar los fueros significaba su independencia. El lema nacionalista era: “Dios y la Ley Vieja”, es decir, fuero y tradiciones, contrarios a la industrialización, al liberalismo, al socialismo y a España.

En julio de 1895 se fundó el Partido Nacionalista Vasco (PNV) con una declaración anti-española. En su seno, apareció la tensión interna entre los defensores de la independencia y los que buscaban la autonomía dentro del Estado español. Esto era consecuencia de la existencia de una burguesía tradicional y de una burguesía más moderna e industrial.

Se impuso en el partido la burguesía industrial, impulsando la estrategia autonomista similar a la catalana (rehacer España). Dentro del PNV existían dos tendencias, que siguen actualmente: una que reivindica ante el gobierno central y otra con la aspiración de soberanía e independencia.

Otras expresiones nacionalistas

En Galicia, las bases del nacionalismo se encuentran en el resurgimiento de la lengua literaria y los movimientos federalistas (Rosalía de Castro y otros). En 1890 se creó el embrión político gallego en la Liga Regional Gallega, que tuvo un lento desarrollo.

También surgieron en otros territorios, como Andalucía y Valencia, corrientes que buscaban el autogobierno, aunque poco organizadas y con escasa fuerza.

El regionalismo andaluz comenzó en 1873 con los movimientos cantonalistas. Para Blas Infante, esta es la fecha fundamental para la formación de la conciencia andaluza en el marco de una república federal. En Antequera, en 1883, se proclamó la Constitución Federalista Andaluza y se solicitó una Andalucía soberana y autónoma. Sin embargo, no se consolidó un partido autónomo burgués.

La Oposición al Régimen de la Restauración

El carlismo

Los carlistas intransigentes estaban liderados por Cándido Nocedal, quien combatió contra el régimen liberal de la Restauración. Los colaboracionistas, liderados por Alejandro Pidal y Mon, se mostraron dispuestos a colaborar con el régimen con su presencia en el parlamento, aunque no renunciaron a los postulados ideológicos del tradicionalismo. Esta división se acentuó cuando Nocedal supeditó la devoción dinástica a lo que él consideró la verdad católica en su integridad. Así nació el integrismo, que influyó en algunos sectores del catolicismo español.

El republicanismo

Las clases medias también se opusieron al régimen. Emilio Castelar formó un partido republicano conservador con la intención de participar en el sistema político. Cuando Sagasta legisló a favor del sufragio universal y del jurado, Castelar disolvió su partido por entender que se habían conseguido sus objetivos políticos en el nuevo orden constitucional.

Pi y Margall se opuso al sistema con tenacidad, impulsando el Partido Republicano Federal por medio de una intensa difusión en la prensa. Ruiz Zorrilla, fundador del Partido Republicano Progresista, organizó una corriente republicana que practicó la conspiración e indujo al pronunciamiento militar. Nicolás Salmerón vivió exiliado hasta la amnistía que Sagasta otorgó.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *