Contexto de la Postguerra
La Europa de entreguerras (1918-1939) fue un periodo de gran intensidad, marcado por la profunda crisis económica que siguió a la Primera Guerra Mundial. Esta crisis se manifestó en una caída de la producción, un aumento descontrolado de los precios y un alto índice de desempleo. Como consecuencia, se multiplicaron las huelgas, protestas y manifestaciones sociales. Los sistemas democráticos, aún jóvenes en muchos países, se vieron presionados por un sector obrero insatisfecho, una burguesía capitalista temerosa y medios de comunicación que avivaban el temor a una posible revolución. Esta inestabilidad política y social fue el caldo de cultivo para el surgimiento de regímenes totalitarios, especialmente en países con escasa tradición democrática.
Diferentes Caminos Políticos
Mientras que Francia y Gran Bretaña buscaban consolidar gobiernos democráticos basados en la división de poderes y la representación popular, otros países tomaron un rumbo diferente. En Alemania, Italia y Rusia, el camino hacia la democracia se vio truncado por el surgimiento de regímenes totalitarios.
Factores que Contribuyeron al Auge de los Totalitarismos:
- Crisis política y económica derivada de la Primera Guerra Mundial.
- Sentimiento de venganza hacia los vencedores de la guerra.
- Humillación del pueblo alemán por las condiciones impuestas por el Tratado de Versalles.
- Ambiciones territoriales, como en el caso de Italia.
- Decepción por la inacción de los gobiernos democráticos para resolver los problemas de la posguerra.
- Temor al avance del socialismo.
- Frustración, desempleo e inquietud social generalizada.
El Fascismo en Italia
En Italia, Benito Mussolini lideró el ascenso del fascismo. En 1919, fundó los Fasci di Combattimento, grupos paramilitares dedicados a reprimir a socialistas y sindicalistas. En 1921, creó el Partido Nacional Fascista, que ganó el apoyo de sectores de la burguesía, el ejército y partidos liberales, quienes veían en el fascismo una garantía de orden y una barrera contra el socialismo. En 1922, Mussolini formó gobierno y para 1925, concentraba todos los poderes del Estado. Gobernaba por decreto y estableció un régimen corporativo, donde los sectores económicos se agrupaban en asociaciones controladas por el Estado. En 1929, firmó el Tratado de Letrán con el Vaticano, reconociendo la soberanía papal.
Expansionismo Italiano:
La política exterior italiana se tornó agresiva. En 1935, Italia invadió Etiopía, que no pudo resistir la superioridad militar italiana. La Sociedad de Naciones condenó la invasión e impuso sanciones económicas a Italia, pero estas no fueron suficientes para detener la conquista.
El Nazismo en Alemania
En Alemania, la inestabilidad económica y política allanó el camino para el ascenso del nazismo, liderado por Adolf Hitler. En 1919, Anton Drexler fundó el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP). En 1921, Hitler asumió el liderazgo del partido, reorganizándolo e incorporando un fuerte componente antisemita. El nazismo promovía un nacionalismo extremo, la abolición del Tratado de Versalles y el rechazo a los judíos. Tras el fallido golpe de Estado de 1923, Hitler fue encarcelado, pero aprovechó este tiempo para escribir Mein Kampf. En 1933, fue nombrado canciller, iniciando una política de represión y persecución de la oposición. Consolidó su poder y en 1934, se autoproclamó Führer.
Propaganda y Racismo:
El régimen nazi utilizó la propaganda en todos los ámbitos, desde la educación hasta los medios de comunicación y la arquitectura, para difundir su ideología. En 1935, se promulgaron las Leyes de Núremberg, que sentaron las bases para la persecución y el exterminio de los judíos. Estas leyes les quitaban la ciudadanía, prohibían el matrimonio con arios y les impedían ejercer ciertas profesiones. La violencia antisemita se intensificó en 1938, con la Noche de los Cristales Rotos, que marcó el inicio de la deportación masiva de judíos a campos de concentración.
Política Exterior y Rearme Alemán:
Hitler impulsó una política de rearme, con el apoyo de la industria y las fuerzas armadas, argumentando la necesidad de un espacio vital para Alemania. Esta política expansionista se tradujo en la anexión de Austria, la ocupación de Checoslovaquia y la invasión de Polonia en 1939, que desencadenó la Segunda Guerra Mundial.