El Auge y Caída de Al-Ándalus y la Monarquía Hispánica: Desde la Conquista Musulmana hasta la Guerra de los Treinta Años

Al-Ándalus: la conquista musulmana de la Península Ibérica. Emirato y califato de Córdoba

Un ejército formado por bereberes cruzó el estrecho de Gibraltar, venció a Rodrigo e inició la conquista de la Península.

La conquista terminó en el año 718, después de ocupar Toledo, el valle del Ebro y alcanzar las estribaciones de la Cordillera Cantábrica.

Al-Ándalus fue un Emirato dependiente de Damasco, gobernado en un clima de constantes tensiones. Comenzó la época de estabilidad con la llegada de Abd al-Rahman I, de la familia de los Omeyas. Convirtió el territorio en un Emirato independiente y consolidó el nuevo Estado andalusí.

Abd al-Rahman III se autoproclamó califa, jefe político y espiritual. Fue una época de apogeo económico, político y cultural con grandes dirigentes que intervinieron en el Norte de África.

Al-Ándalus: reinos de taifas. Reino nazarí

El califato de Córdoba entró en crisis a inicios del siglo XI. La aristocracia de Al-Ándalus, el ejército y las ciudades enriquecidas empezaron a actuar como fuerzas separadoras. Además, los bereberes combatieron contra ellos con la ayuda de Castilla.

Al-Ándalus se fragmentó en más de 25 reinos independientes, que adoptaron el nombre de taifas. Su supervivencia dependía del pago de parias a los cristianos para evitar el avance.

En 1085, conquistaron Toledo. En los siglos XI y XII, conquistaron los valles del Tajo y el Ebro. Los almohades y almorávides intentaron recomponer el Estado andalusí.

Tras la derrota de las Navas de Tolosa (1212), solo el reino nazarí de Granada dejaba testimonio de la presencia musulmana en la Península, que permanecería hasta su conquista por los Reyes Católicos.

Al-Ándalus: economía, sociedad y cultura

Durante los siglos que duró la presencia musulmana en Hispania, la base económica era la agricultura. Se perfeccionaron las técnicas de regadío y se introdujeron cultivos de trigo y olivos. Por otro lado, se introdujeron norias y acequias para conducir agua a través de ramales. La ganadería porcina descendió y se mantenían en las mismas prácticas.

El comercio y la orfebrería se realizaban en pequeños talleres (zoco: mercado estable y permanente), cuyos artesanos se agrupaban en una especie de gremios. Existía una moneda fuerte y estable.

La sociedad presentó gran variedad de grupos étnicos y religiosos. La minoría dirigente era árabe. Los bereberes eran el grupo mayoritario de las tropas invasoras y practicaron una ganadería itinerante.

Los judíos se encontraban en todas las ciudades. Los hispanogodos formaban la mayoría de la población y tomaron dos posiciones: muladíes (cristianos) y mozárabes (judíos).

Las aportaciones de la presencia musulmana en la Península son innumerables y forman parte de nuestro patrimonio cultural. El idioma castellano tiene más de 4000 palabras de origen árabe. Desde el punto de vista cultural, hubo un gran desarrollo científico (álgebra, astronomía, filosofía…) y novedades literarias. Además, hay reconocidas numerosas bibliotecas (Al-Hakam).

La monarquía hispánica de Felipe II: Gobierno y administración. Los problemas internos. Guerra y sublevación en Europa

En 1556, el emperador abdicó en su hijo Felipe II, cediéndole su corona y sus territorios, excepto los dominios del Archiducado de Austria y los derechos del título imperial. Felipe II (1556-1598) fue un monarca dedicado a las cuestiones de su reino. Estableció la capital en Madrid en 1561, defendió el catolicismo y mantuvo una monarquía autoritaria.

El aparato de gobierno era muy complejo y se fundamentaba en:

  • El rey, que era la cabeza del gobierno.
  • Los secretarios y los consejos, que auxiliaban al monarca.
  • Las Cortes, que siguieron celebrándose por reinos.

La justicia continuó teniendo las Audiencias como órganos fundamentales, pero también tuvo una excepcional importancia el Tribunal de la Inquisición. El poder real se completaba con un ejército que dependía del rey. El gran problema para mantener estos sistemas era la falta de dinero de la Hacienda real.

Durante su reinado, la defensa del catolicismo fue el eje esencial del gobierno. Se promulgó la ley que declaraba obligatorio aceptar los principios establecidos por el Papado en el Concilio de Trento. La Inquisición perseguía a cualquier sospechoso de herejía, incluyendo a los moriscos, que protagonizaron una insurrección en 1569 que fue sofocada casi dos años después. Los moriscos fueron completamente sometidos.

Los conflictos con Francia continuaron hasta la victoria de los tercios en San Quintín y la firma de la Paz de Cateau-Cambresis. Felipe II se enfrentó a Inglaterra y preparó la Armada Invencible, pero la expedición fue un desastre y fue vencida (1588).

En este tiempo, los otomanos amenazaron al Mediterráneo. La monarquía hispánica, Venecia y el Papado formaron la Santa Liga para combatirlos.

La guerra en los Países Bajos fue un gran problema para Felipe II. Se extendió el calvinismo, que contó con el apoyo de Francia e Inglaterra. Felipe II envió a los tercios, que ejercieron una dura represión.

La Guerra de los Treinta Años y la pérdida de la hegemonía española en Europa

La Guerra de los Treinta Años (1618-1648) fue un conflicto de signo religioso, al oponer a protestantes y católicos, pero también resultó una lucha política contra el dominio en Europa de los Habsburgo. La guerra se inició con la rebelión protestante de Bohemia. España acudió en auxilio de los católicos y los protestantes fueron derrotados.

Poco después, Dinamarca y Suecia acudieron a ayudar a los protestantes de Alemania. Fueron derrotados por los tercios españoles. Francia decidió participar, apoyando a los protestantes. Los enfrentamientos se desarrollaron en Flandes y Francia, con derrotas como la de los tercios españoles en Rocroi.

Agotados, los bandos entablaron conversaciones que culminaron en los Tratados de Westfalia. España reconoció la independencia del territorio norte de Flandes. La guerra con Francia continuó y no acabó hasta la Paz de los Pirineos (1659), en la que la monarquía española cedió a Francia los territorios que poseía al norte de los Pirineos (Rosellón y la Cerdaña).

Se hizo patente la hegemonía francesa y el declive de la monarquía hispánica.

Esta paz se selló con el matrimonio de Luis XIV y María Teresa de Austria.

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