El Fin de la República
El Gobierno de la República esperaba que la guerra estallara en Europa y que los países democráticos europeos ayudaran. Sin embargo, las democracias europeas reconocieron al gobierno de Franco el 27 de febrero de 1939. Este hecho, sumado a las luchas internas en el bando republicano, aceleró el proceso final. El coronel Casado intentó negociar una paz “honrosa”, pero Franco exigió la rendición incondicional. Las tropas republicanas se rindieron masivamente a partir del 28 de marzo. Las tropas franquistas entraron en Madrid y, el día 30, en Alicante, donde se concentraban los últimos republicanos que intentaban huir por mar, sin conseguirlo debido al bloqueo naval. El 1 de abril de 1939 finalizó oficialmente la guerra.
Represión y Violencia en Ambos Bandos
Estos dos aspectos se produjeron en ambos bandos. En la zona republicana, la violencia se dirigió principalmente contra las clases acomodadas, la Iglesia y personas consideradas afines a los sublevados. Su objetivo inicial era sofocar la insurrección y llevar a cabo una revolución social.
En cambio, en la zona franquista, la represión y la violencia fueron sistemáticas y planificadas desde el inicio, con el objetivo de crear un clima de terror, eliminar cualquier oposición y asegurar el poder total sin condiciones. Se persiguió a todo aquel vinculado con la República o con ideologías de izquierda, independientemente de su implicación directa en la guerra. Se decretó el Estado de Guerra en toda la zona sublevada, aplicando numerosas penas de muerte sumarísimas. Paralelamente, hubo grupos paramilitares, como los falangistas, que actuaron impunemente ejerciendo una violencia extrema. El general Mola, uno de los directores del golpe, había afirmado: “Hay que propagar una atmósfera de terror”.
El Papel de la Iglesia Católica
La Iglesia Católica, y en especial su jerarquía, apoyó mayoritariamente la sublevación militar. La revuelta representaba para ellos la lucha contra sus enemigos ideológicos. La República, que había declarado laico un Estado tradicionalmente católico y había limitado los privilegios eclesiásticos, era vista como enemiga. Existen numerosos documentos episcopales a favor de la insurrección. En julio de 1937, se publicó una influyente Carta Colectiva del Episcopado Español donde se justificaba el alzamiento militar, presentándolo como una defensa de la fe y la civilización cristiana. La Iglesia consideró la guerra como una “Cruzada”, y la mayoría de los católicos españoles le dieron su apoyo.
Hubo excepciones notables: solo la mayoría del clero vasco (por su alineamiento con el nacionalismo vasco, aliado de la República) y el cardenal de Tarragona, Vidal i Barraquer, se desmarcaron de esta línea y no tomaron partido explícito por ningún bando. El caso más significativo de apoyo al franquismo fue el del cardenal Gomá, arzobispo de Toledo y primado de España, quien siempre vio con buenos ojos el alzamiento, lo justificó teológicamente y se posicionó claramente al lado de Franco.
Los Bandos Enfrentados
Bando Sublevado («Nacional»)
El grupo de los sublevados, autodenominado «nacional», estaba formado por una coalición heterogénea:
- Militares conservadores y africanistas
- Monárquicos (alfonsinos)
- Grupos católicos conservadores
- Carlistas (tradicionalistas católicos y monárquicos, con su propia milicia, los requetés)
- Falangistas (fascistas españoles)
- Otros grupos de derecha y conservadores
Sus ideales se basaban en el nacionalismo español centralista, el autoritarismo, el catolicismo y el anticomunismo. Parte de sus bases ideológicas y sus formas de movilización se inspiraban en el fascismo. Se definían a sí mismos como “nacionales” y defensores de la tradición católica. Una de sus justificaciones para dar el golpe de Estado era restablecer el «orden» en España mediante una dictadura militar, eliminando la influencia izquierdista y la autonomía regional. Inicialmente, había distintas visiones sobre el régimen futuro (monarquía, dictadura militar, estado fascista), pero Franco unificaría el poder bajo su mando.
- Falangistas: Querían establecer un régimen totalitario de partido único similar al fascista italiano o al nazi alemán.
- Carlistas: Esperaban restaurar una monarquía tradicionalista y católica con su pretendiente al trono.
Bando Leal a la República («Republicano»)
El bando leal a la República (denominado peyorativamente «los rojos» por la derecha) también era muy diverso y estaba formado por:
- Clases populares urbanas y rurales
- Obreros y campesinos organizados en sindicatos (CNT, UGT)
- Intelectuales y profesionales liberales
- Pequeña burguesía y clases medias republicanas
- Partidos de izquierda: socialistas (PSOE), comunistas (PCE), marxistas revolucionarios (POUM)
- Anarcosindicalistas (CNT-FAI)
- Partidos republicanos de centro e izquierda (Izquierda Republicana, Unión Republicana, Esquerra Republicana de Catalunya)
- Nacionalistas periféricos (catalanes y vascos)
Todos ellos defendían, en principio, la legalidad republicana y las libertades frente al golpe militar, pero tenían proyectos políticos, sociales e intereses muy diversos y a menudo enfrentados (desde la defensa de la democracia liberal hasta la revolución socialista o anarquista).
La Conspiración Militar
La conspiración que desembocó en el golpe de Estado de julio de 1936 fue urdida principalmente por un sector del ejército. Los conspiradores principales incluían a los generales:
- General Sanjurjo: Exiliado en Lisboa tras un golpe fallido en 1932, era considerado el jefe de la conspiración (vinculado a la trama de la UME – Unión Militar Española). Murió en accidente aéreo al inicio de la guerra.
- General Mola: Conocido como el ‘Director’ de la conspiración desde Pamplona, planificó los detalles del alzamiento en la península.
- General Goded: Designado para sublevar Barcelona (tras asegurar el control de Baleares), pero fracasó y fue ejecutado.
- General Queipo de Llano: Encargado de la sublevación en Andalucía, logró controlar Sevilla mediante una mezcla de audacia y terror.
- General Franco: Comandante general de Canarias, se unió a la conspiración más tarde pero su liderazgo del Ejército de África le daría un papel crucial.
- Coronel Yagüe: Al mando de las tropas de la Legión en el Protectorado de Marruecos, clave en el paso del Estrecho.
La conspiración contó también con el apoyo de tramas civiles, destacando Falange Española y los carlistas (requetés), que aportaron milicias paramilitares al alzamiento.
La Revolución Social y la Descomposición del Poder Republicano
El golpe de Estado fracasó en su objetivo de tomar el poder rápidamente, dividiendo a España en dos zonas. La sublevación provocó el colapso de las estructuras del Estado republicano en la zona que permaneció leal. La autoridad del gobierno central quedó muy debilitada, especialmente en los primeros meses.
En la zona republicana, el poder real pasó en muchos lugares a manos de comités obreros y populares (dominados por sindicatos y partidos de izquierda) que, al mismo tiempo que organizaban la resistencia militar, impulsaron un profundo proceso de revolución social. En algunos lugares, estos comités se coordinaron en consejos regionales. En Cataluña, por ejemplo, se creó el influyente Comité Central de Milicias Antifascistas, formado principalmente por miembros de:
- CNT (Confederación Nacional del Trabajo – anarcosindicalista)
- FAI (Federación Anarquista Ibérica)
- UGT (Unión General de Trabajadores – socialista)
- POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista)
- PSUC (Partit Socialista Unificat de Catalunya – comunista, integraba al PSOE catalán, PCE catalán, etc.)
- ERC (Esquerra Republicana de Catalunya)
Comités y Colectivizaciones
Estos comités organizaron columnas de milicianos voluntarios para ir al frente, asumieron funciones de orden público (a menudo al margen de la legalidad republicana) y gestionaron la economía. Uno de los fenómenos más destacados fue el de las colectivizaciones agrarias e industriales, especialmente intensas en Aragón y Cataluña. Se distinguieron varios modelos de gestión económica:
- Empresas de propiedad privada con comité obrero de control.
- Empresas colectivizadas: gestionadas directamente por los trabajadores (generalmente a través de sindicatos como la CNT).
- Empresas socializadas o sindicalizadas: controladas por los sindicatos (modelo preferido por la UGT).
- Empresas municipalizadas.
- Cooperativas obreras de producción y consumo.
Paralelamente a la revolución social, se desató en la zona republicana una fuerte oleada de violencia espontánea y organizada contra personas consideradas ‘enemigas de clase’ o ‘fascistas’, incluyendo una intensa persecución religiosa (anticlericalismo) con asesinatos de sacerdotes y religiosos y destrucción de iglesias.
Desarrollo de la Guerra: Primeras Fases
El Fracaso ante Madrid y el Cambio de Estrategia
Inicialmente, el objetivo prioritario de los sublevados era la rápida conquista de Madrid. El avance principal se produjo con el disciplinado Ejército de África, comandado por Franco (quien asumió el mando supremo tras la muerte de Sanjurjo y Mola posteriormente), y las columnas del norte dirigidas por Mola.
Tras avanzar rápidamente por Andalucía y Extremadura (con episodios de gran dureza como la masacre de Badajoz), las tropas franquistas llegaron a las puertas de Madrid en otoño de 1936. Previamente, habían logrado liberar a los militares sublevados sitiados en el Alcázar de Toledo, un episodio de gran valor propagandístico para el bando nacional.
Sin embargo, la tenaz defensa republicana de Madrid (bajo el famoso lema «¡No pasarán!»), reforzada por la llegada de las Brigadas Internacionales y unidades anarquistas como la columna Durruti, logró frenar el asalto frontal a la capital. Ante el asedio, el Gobierno de la República se trasladó a Valencia.
Tras el fracaso del asalto directo, los franquistas intentaron cercar la capital mediante maniobras envolventes, dando lugar a grandes batallas en los alrededores de Madrid:
- La batalla de la carretera de La Coruña (invierno 1936-37)
- La Batalla del Jarama (febrero de 1937)
- La Batalla de Guadalajara (marzo de 1937), donde las tropas republicanas, con apoyo italiano antifascista, infligieron una significativa derrota al cuerpo expedicionario fascista italiano (CTV).
Estos intentos también fracasaron en su objetivo de aislar Madrid. Ante esto, Franco decidió cambiar de estrategia, abandonando temporalmente el objetivo de Madrid para concentrar sus esfuerzos en conquistar la franja cantábrica republicana (País Vasco, Santander y Asturias), rica en recursos industriales y aislada del resto de la zona republicana. La resistencia fue fuerte, pero la superioridad aérea y artillera franquista (con apoyo alemán e italiano) fue decisiva. Durante esta campaña se produjo el trágico bombardeo de Guernica (abril de 1937) por la Legión Cóndor alemana. Bilbao cayó en junio de 1937, Santander en agosto y Asturias en octubre. El cierre de la frontera francesa por el gobierno galo dificultó enormemente la llegada de armas y suministros a la República.
Ofensivas Republicanas
Para intentar aliviar la presión militar en el norte y recuperar la iniciativa estratégica, el reorganizado Ejército Popular de la República lanzó varias ofensivas de gran envergadura en otros frentes:
- La Batalla de Brunete (julio de 1937): Una costosa ofensiva cerca de Madrid para intentar romper el cerco, con éxito inicial limitado pero finalmente contenida por los franquistas.
- La Batalla de Belchite (agosto-septiembre de 1937): Ofensiva en el frente de Aragón para distraer fuerzas del frente norte y tomar Zaragoza. Se conquistó la simbólica localidad de Belchite (que quedó en ruinas), pero no se alcanzó el objetivo principal.