Entre 1901 y 1903 una crisis industrial, originada en los países occidentales, afectó a Rusia provocando agitaciones en las principales fábricas. En el campo se extendíó el hambre a consecuencia de las malos cosechas, esta situación se vio agravada por el alistamiento de campesinos y la subida de impuestos para hacer frente a la guerra ruso-japonesa de 1904- 1905. En Enero de 1905 tuvo lugar en San Petersburgo una manifestación pacífica que se dirigíó al palacio de invierno del zar Nícolás II pidiendo, entre otras cosas, mejoras salariales y de las condiciones del trabajo, así como la convocatoria de una asamblea constituyente.
Pero los cosacos que vigilaban el palacio abrieron fuego contra la muchedumbre, provocando
una gran cantidad de muertos. Es el llamado “domingo sangriento” que consumó la separación
entre el zar y su pueblo. Este hecho trajo como consecuencia la generalización de las huelgas y manifestaciones por todo el país.
A comienzos del verano de 1905 estallaron además motines en algunas unidades militares como la de la marinería del acorazado Potemkin, que se negó a seguir combatiendo contra los japoneses y fusiló a todos los oficiales. Cuando se ordenó a las demás unidades de la armada que se reprimiesen a los amotinados del Potemkin, estas no obedecieron la orden. Parte del ejército se había situado ya del lado de la revolución. En otoño de ese año comenzaron a
formarse unos comités de soldados y obreros denominados soviets, siendo el más importante
El de San Petersburgo presidido por el bolchevique León Trotski.
Firmada la paz con Japón el zar se vio obligado a hacer una serie de confesiones como la
creación de una Duma (Asamblea Legislativa), la aplicación del derecho de voto y ciertas libertades públicas.
El partido
Kadet aceptó estos compromisos creándose además otras organizaciones políticas
de carácter conservador que ocuparon la mayoría de los escaños en la Duma. Sin embargo, el
zar irá recortando el poder a la Duma llegando incluso a disolverla y, a partir de 1912, se volvíó
de nuevo al régimen autocrático.
El poder de Stalin fue apoyándose cada vez más en la liquidación política y en muchos casos
también física de toda la vieja guardia revolucionaria. La clave de esta represión fue la lucha interna por el poder, así como la imposición de un único modelo de revolución. Stalin veía
enemigos en todas partes, fuera y dentro de la Uníón Soviética. Uno de los más grandes
opositores desde el exilio fue Trotski por lo que Stalin no paro hasta acabar con la vida de su
enemigo, consiguiendo que fuese asesinado en México en 1941.
Además, Stalin fue objeto de un auténtico culto a la personalidad sus decisiones eran obedecidas ciegamente sin que ninguna crítica tuviera posibilidades de prosperar.
En 1936 se promulgó una nueva constitución en la cual se establecía el sufragio universal y se
reconocían todas las libertades y derechos sociales. Pero en la práctica consagraba la dictadura
del partido único ya que las libertades políticas se ejercían siempre que no atacaran a la propiedad socializada ni al Partido Comunista, que era el encargado de orientar toda la vida
política de la Uníón Soviética.
Mientras se desarrollaba la Guerra Civil el conflicto produjo problemas de abastecimiento, esto
obligó a Lenin a desarrollar una política económica centralista y planificada cuyas medidas más
destacadas fueron:
– Nacionalización de empresas con más de 10 obreros.
– Requisa de las cosechas de los campesinos para paliar el desabastecimiento en las ciudades y en el frente.
– Sustitución parcial del dinero por valores del Estado.
– Monopolio estatal en la distribución de las mercancías.
– Trabajo gratuito obligatorio para todos los ciudadanos.
Todas estas medidas, si bien consolidaron la revolución, fueron un rotundo fracaso económico
tanto en la industria como en la agricultura. En el campo la producción descendíó ya que ante
los requisitos los campesinos reducían sus cultivos voluntariamente. Por lo que se refiere a la
industria, esta se resintió debido al desgaste de la maquinaria y a la mala organización industrial ya que, al haberse prescindido de los antiguos directores, las fábricas quedaron en manos de unos comités de empresa técnicamente inexpertos.
A partir de 1922 Norteamérica inició una etapa de prosperidad que se prolongó hasta 1929 y cuyas carácterísticas principales fueron las siguientes:
• Un considerable aumento de los salarios de los obreros industriales. Este aumento fue posible gracias al mayor rendimiento laboral con la introducción de la producción en serie y del taylorismo. Precisamente el incremento del poder adquisitivo de los trabajadores fue lo que logró ampliar el número de clientes de las industrias.
• El apogeo de las industrias de bienes de consumo duradero. El mayor crecimiento lo experimentó el sector automóvilístico y el de electrodomésticos. Prueba de ello fue que entre 1922 y 1929 el número de automóviles fabricados se incrementó en más de
un 300%.
• El auge del sector de la construcción. Se trata de una consecuencia lógica de la aceleración del proceso del proceso de crecimiento urbano. Es la época de los grandes rascacielos y de la reacción de las clases medias frente a la aglomeración urbana que
comienzan a instalarse en chalés lejos del centro de las ciudades.
• El desarrollo de las organizaciones monopolísticas y la concentración de empresas.
Dicha concentración tuvo lugar en el sector químico y también se produjo en torno a las grandes marcas automóvilísticas (Ford, Chrysler, General Motors).
Pero este panorama de prosperidad se sustentaba sobre débiles bases. Por un lado, la expansión estaba financiada en parte por los préstamos solicitados a los bancos. Por otro lado,
aunque los trabajadores habían incrementado su poder adquisitivo, no estaban en condiciones
de absorber el gran volumen de productos que la industria era capaz de poner en el mercado.
En último término, el sector financiero padecía graves deficiencias que afectaban a la política
de créditos y dejaban abierta la puerta a la especulación bursátil.