El desarrollo del concepto de nación en Europa

La idea de nación

La idea de nación: La revolución liberal estimuló el desarrollo del concepto de nación. El pensamiento liberal la definía como un conjunto de ciudadanos ligados por una historia, una lengua y una cultura comunes, pero, sobre todo por la voluntad de vivir juntos y regirse por las mismas leyes e instituciones. La idea de nación conservadora: pensamiento planteado por los filósofos alemanes de finales del sXVIII que definieron la nación como un alma espiritual, inmutable y eterna, que se manifestaba en una lengua y una cultura, y que iba más allá del deseo individual o la voluntad de los ciudadanos. En algunos países (Portugal, Dinamarca…), las naciones se correspondían con la frontera política de los Estados. En otros (España, Francia y G.Bretaña), el nuevo Estado liberal incorporaba diversas nacionalidades político-culturales, y se llevó a cabo un proceso más o menos conflictivo de uniformización y creación de símbolos unitarios de identidad. En Europa central y oriental, el desajuste entre fronteras políticas y comunidades nacionales era mucho más grave. Por un lado, alemanes e italianos se hallaban divididos entre diversas entidades políticas. Por otro, los imperios austro y turco sometían a diversas comunidades nacionales (polacos, húngaros, checos y griegos).

Los primeros movimientos nacionalistas (1820-1830)

Los primeros movimientos nacionalistas (1820-1830). En el contexto de las revoluciones liberales, y basándose en el derecho de los pueblos frente al derecho de los monarcas, se iniciaron las primeras revueltas nacionalistas. Antes de 1848, las más importantes fueron las de Grecia y Bélgica. En Grecia, en 1820 se inició una insurrección independentista de contenido liberal, que recogía las aspiraciones nacionalistas y el rechazo de la población al dominio que ejercían los turcos. Delegados de toda Grecia se reunieron en el Congreso de Epidauro para proclamar la independencia, que no fue aceptada por los turcos hasta 1829. La ayuda de Francia, GB y Rusia fue decisiva y obedeció a su interés por debilitar al Imperio otomano y conseguir la libre circulación por el Bósforo. Bélgica se independizó de los Países Bajos tras un proceso de guerra civil que llevó al enfrentamiento con los holandeses. Se formó un gobierno provisional (1831), que fue reconocido por las grandes potencias occidentales. La monarquía constitucional belga fue reconocida por Holanda en 1839.

Directorio

Directorio. Tras la caída de los jacobinos se aprobó una nueva Constitución (1795) que restableció el sufragio censitario y definió un nuevo poder ejecutivo, el Directorio, que reprimió con dureza las revueltas populares que defendían la continuidad de la revolución. El Directorio también tuvo que enfrentarse a la reorganización del movimiento realista. La guerra contra las coaliciones europeas era favorable a Francia y ante las tensiones sociales, la inestabilidad y los problemas económicos, la burguesía empezó a pensar en el ejército como la única posibilidad de mantener el orden social, así que el 18 Brumario, un joven general, Napoleón Bonaparte, protagonizó un golpe de Estado y accedió al poder, clausurando definitivamente la revolución e iniciando el Consulado.

La primavera de los pueblos

La primavera de los pueblos. La revolución de 1848 tuvo un importante contenido nacionalista en los países del Imperio austriaco, una entidad absolutista en la que la minoría austriaca monopolizaba el poder y dominaba a las demás comunidades. La revolución de 1848 alumbró una «primavera de los pueblos». La insurrección se inició en Viena y provocó la caída de Metternich, la elección de una Asamblea Constituyente mediante sufragio universal y la abdicación del emperador. Pero también comportó la emergencia de movimientos nacionalistas en Praga, Polonia y Croacia, que reclamaban el reconocimiento de su identidad. En la Lombardía italiana, la insurrección reclamó la retirada de los austriacos mientras que en Venecia se llegó a proclamar la república. En Hungría se proclamó la independencia, iniciándose una guerra con Austria, que no la aceptó. Si bien todos estos movimientos fueron derrotados, el Imperio austriaco se vio obligado a introducir reformas. Se estableció un sistema liberal moderado, y aunque se restableció la unidad territorial, se provocó una modificación dual, con dos Estados, Austria y Hungría, unidos sólo por la persona de Francisco José, emperador de Austria y rey de Hungría. Esta situación se mantuvo hasta la Primera Guerra Mundial.

La unificación de Italia

La unificación de Italia. En 1815, Italia estaba dividida en Estados desiguales en tamaño y algunas zonas (la Lombardía y el Véneto) estaban bajo el dominio austriaco. Las ideas de nación y soberanía se habían divulgado desde la invasión napoleónica, y se habían mantenido durante la Restauración en minoritarias sociedades secretas. En la década de 1830 se formó un movimiento de afirmación nacional, el Risorgimento, propugnado por Giuseppe Mazzini y su organización, la Joven Italia. Ésta planteaba la creación de una república democrática, unitaria y laica, a la que se llegaría mediante una insurrección popular. El fracaso de los intentos revolucionarios de 1848-1849 significó la continuidad del dominio de Austria y de los regímenes absolutistas. Sólo en el Piamonte se consolidó un Estado constitucional, bajo la monarquía de los Saboya. Su jefe de gobierno, Cavour, fue el impulsor de una estrategia moderada para la unificación. No sería la insurrección popular sino la consolidación del Piamonte como un Estado fuerte e industrializado, capaz de poseer un ejército y una diplomacia, lo que permitiría la unificación. Cavour consiguió, con la ayuda francesa, derrotar a los austriacos (1859), anexionar la Lombardía y, poco después, los Estados centrales (1860). Supuso la cesión de Niza y Saboya a Francia, a cambio del reconocimiento del nuevo reino de Italia. Por otro lado, un republicano mazziniano, Giuseppe Garibaldi, emprendió la conquista del sur (reino de las Dos Sicilias). Garibaldi renunció a la perspectiva republicana y cedió a Víctor Manuel II las conquistas realizadas, reconociéndole como rey de Italia (1861).

La Convención Nacional

La Convención Nacional. Nueva Asamblea ahora llamada Convención Nacional. Su primera medida fue la abolición de la monarquía y la proclamación de la república. El gobierno estaba en manos de los girondinos, quienes adoptaron posiciones moderadas. El primer problema era qué hacer con el rey. Los girondinos eran partidarios de castigarlo por traición pero no querían procesarlo hasta que no acabara la guerra (Francia VS Austria). Los jacobinos querían procesarlo y la presión popular obligó a juzgarlo y condenarlo: Luis XVI fue guillotinado en 1793 y María Antonieta, algunos meses después. La ejecución del monarca acentuó las divisiones en la Convención y dio impulso a una coalición europea antirrevolucionaria (Austria, Prusia, España, Holanda e Inglaterra). La situación se agravó con la insurrección campesina de la Vendée. El gobierno girondino se negaba a tomar medidas y los jacobinos creyeron que había llegado el momento de dar un golpe de timón y de llevar a cabo una experiencia nueva de gobierno social y democrático. Los jacobinos arrestaron y ejecutaron a algunos de los principales dirigentes girondinos e inauguraron la etapa de la Convención jacobina, la más radical de la Revolución. Aprobaron una nueva Constitución que estableció la soberanía popular y el sufragio universal masculino. Establecieron un gobierno revolucionario, que suspendió las garantías constitucionales e inició una política conocida como el Terror, cuyo objetivo principal era acabar con los enemigos interiores y exteriores de la Revolución. El Comité de Salvación Pública, controlado por Robespierre, tomó medidas excepcionales: detenciones, juicios expeditivos y ejecución de numerosos sospechosos. También se implantaron una serie de reformas sociales: redistribución de la propiedad agraria, precio máximo de los artículos de primera necesidad… Además, se estableció la educación primaria con carácter gratuito y obligatorio, se aprobó el establecimiento de un nuevo calendario, que marcaba el inicio de la república (1792) como el año I de una nueva era y se impulsó festividades laicas y se estableció el culto a la razón. A principios de 1794 parecía que la república se había salvado: el ejército vencía al enemigo exterior y sin embargo, los más radicales reclamaban todavía mayor igualdad, mientras que amplias capas de la burguesía moderada deseaban poner fin a las reformas jacobinas. Ante las críticas, Robespierre y sus fieles eliminaron a sus adversarios a la derecha o a la izquierda practicando una sangrienta represión. Todos sus enemigos se unieron y consiguieron detenerlos y ejecutarlos.

Consulado

Consulado. En los inicios del consulado, Napoleón compartió poder con otros 2 cónsules, pero en 1802 se declaró cónsul único y vitalicio. El consulado se dotó de una nueva constitución que establecía un ejecutivo fuerte, limitaba sufragio a los más ricos y anulaba la declaración de derechos. Napoleón acabó con las protestas populares, integró a los realistas en el régimen y fue progresivamente acumulando el poder en sus manos hasta que en 1804 se hizo coronar emperador.

Imperio

Imperio. Napoleón abordó una serie de reformas que consolidaban los principios de 1791. En primer lugar, elaboró un código civil, un código de comercio y un código penal que sancionaban la igualdad ante la ley, el derecho de propiedad, la libertad individual, de conciencia y de trabajo, y el libre acceso a los cargos públicos. Realizó una centralización administrativa. Finalmente, desarrolló la enseñanza pública y la uniformización lingüística. Napoleón emprendió una política de conquistas y consiguió dominar Europa desde el río Elba hasta la península ibérica. Pretendía crear un imperio con el centro en Francia e implantar las instituciones revolucionarias en los territorios ocupados, quebrando así los regímenes absolutistas. Generaron fuertes resistencias, no solo por parte del absolutismo sino también de liberales que oponían un sentimiento nacionalista al ocupante.

La revolución de 1820

La revolución de 1820. Durante la Restauración, los liberales pasaron a la clandestinidad y se organizaron en sociedades secretas. Los masones eran el grupo más importante, aunque existieron otros como los carbonarios italianos o los decembristas rusos. Estas sociedades se consideraban herederas de la Ilustración y la Revolución Francesa, y preconizaban la insurrección contra el absolutismo. Provocó una primera quiebra, aunque temporal, del sistema de la Restauración. El triunfo en España y, poco después, en Portugal, Nápoles y el Piamonte, abrió un corto período liberal que fue sofocado por las fuerzas absolutistas. En el caso de España y de los Estados italianos, se produjo la intervención directa de la Santa Alianza (1823). La represión fue muy dura; muchos liberales fueron detenidos o ejecutados, y otros marcharon al exilio.

La revolución de 1830

La revolución de 1830. Una segunda ola revolucionaria se produjo entre 1829 y 1839. Esta vez, la intervención popular favoreció la derrota del poder aristocrático en Europa occidental. La revolución se inició en Francia en 1830 y significó el derrocamiento de los Borbones y la implantación de una monarquía constitucional, con Luis Felipe de Orleans. Contexto la independencia de Bélgica. En Polonia, un movimiento de independencia política y nacional fue aplastado por el ejército ruso. A finales de la década de 1830, se impulsó un liberalismo moderado cuyo referente era la Constitución francesa de 1791. Así, se consolidó el dominio de la gran burguesía propietaria y de una aristocracia que mantenía su poder económico. Se estaba forjando una élite liberal moderada, que monopolizaba la acción política y marginaba a la pequeña y mediana burguesía. Se defendía el sufragio censitario, así, por ejemplo, las asociaciones obreras quedaban prohibidas.

La revolución de 1848

La revolución de 1848. Una nueva revolución en 1848, puso fin definitivamente al sistema de la Restauración. Hay que buscar las causas en la insuficiencia de las reformas de 1830 y en el malestar generado por el desarrollo del capitalismo. La revolución se inició en París cuando, en febrero de 1848, el gobierno de Luis Felipe de Orleans restringió las libertades. El movimiento insurreccional culminó con el asalto al palacio real, la huida del rey y la proclamación de la República. Se formó un gobierno provisional que impulsó un programa de reformas políticas y sociales: sufragio universal masculino, supresión de la esclavitud, abolición de la pena de muerte e intervención del Estado en la vida económica. Se celebraron elecciones con sufragio universal masculino cuyo resultado dio lugar a la formación de un nuevo gobierno de republicanos moderados. Hubo una insurrección popular en junio de 1848, que se convirtió en un enfrentamiento entre la burguesía y el proletariado. La rebelión fue aplastada con la intervención del ejército y la represión fue muy dura. La burguesía se cohesionó alrededor de un nuevo gobierno fuerte, que garantizase el funcionamiento de un régimen liberal frente a las aspiraciones populares. En diciembre, el acceso de Luis Napoleón Bonaparte, Napoleón III, al poder y se proclama el Segundo Imperio.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *