La Creación del Estado Franquista: Ideología, Apoyos y Etapas (1939-1975)
Antes de terminar la Guerra Civil, Franco no tenía un programa político definido para el periodo posterior al conflicto. Fue Serrano Suñer, amigo de José Antonio Primo de Rivera, quien aconsejó a Franco sobre la necesidad de ir creando un Estado con instituciones, leyes e ideología en los que apoyarse.
Terminada la guerra, se estableció un sistema político basado en una dictadura personal: el franquismo, de tipo nacionalista, tradicionalista y católico. Franco, como personificación de la soberanía nacional, reunía todos los poderes: Jefe del Estado, Jefe del Gobierno, Jefe de las Fuerzas Armadas y Jefe del partido único, FET y de las JONS (que pasó a denominarse Movimiento Nacional). Especialmente durante los primeros años, se utilizaron muchos símbolos y terminologías fascistas (yugo y flechas, camisa azul, saludo). El régimen fue definido como una monarquía tradicional con democracia orgánica.
Apoyos del Régimen
El franquismo contó con importantes apoyos institucionales y sociales:
Apoyos Institucionales:
- La Iglesia Católica: Reforzó su alianza con el régimen a través del Concordato de 1953. Se le entregó un gran control sobre la educación y se declaró el catolicismo como religión oficial del Estado.
- Los Militares: Su influencia política directa se redujo desde 1945, salvo en el caso destacado de Carrero Blanco. Se encargaron principalmente de las carteras ministeriales castrenses y de orden público.
- La Falange (FET y de las JONS / Movimiento Nacional): Fue el partido oficial, aunque fue perdiendo influencia en beneficio de otras «familias» del régimen. Controló áreas como el Ministerio de Trabajo, el sindicato vertical, la vivienda y medios de comunicación como los periódicos Pueblo o Arriba.
- Los Monárquicos: Tuvieron un menor protagonismo inicial, aunque su influencia fluctuó a lo largo del régimen.
Apoyos Sociales:
Además de las instituciones, el franquismo contó con apoyos sociales que fueron variando a lo largo del tiempo:
- Primeros años: Apoyo de la oligarquía agraria, financiera e industrial, la burguesía de provincias y el campesinado propietario de tierras.
- Años cincuenta en adelante: Se añadieron grupos como la burguesía industrial de Cataluña y País Vasco, beneficiados por el posterior desarrollo económico.
Institucionalización del Régimen: Las Leyes Fundamentales
Franco fue institucionalizando el régimen mediante la promulgación de las llamadas Leyes Fundamentales:
- Fuero del Trabajo (1938): Regulaba las relaciones laborales y establecía los principios del nacionalsindicalismo.
- Ley Constitutiva de las Cortes (1942): Establecía unas Cortes Españolas, una cámara consultiva de tipo corporativo, no elegida democráticamente.
- Fuero de los Españoles (1945): Contenía una declaración de derechos, libertades y deberes, aunque subordinados a los principios del régimen.
- Ley de Referéndum Nacional (1945): Preveía la posibilidad de convocar consultas «populares» mediante plebiscito o referéndum sobre leyes importantes.
- Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado (1947): Estableció España como Reino y previó una monarquía autoritaria como modelo político de sucesión, cuyo rey sería propuesto por Franco a las Cortes.
La Represión como Pilar del Régimen
El régimen se impuso y mantuvo mediante una dura represión política e ideológica, como muestra la aprobación de leyes específicas:
- Ley de Responsabilidades Políticas (1939): Aplicada retroactivamente para perseguir a quienes se opusieron al levantamiento militar.
- Ley sobre la Represión de la Masonería y el Comunismo (1940): Dirigida contra estas organizaciones consideradas enemigas del régimen.
- Ley para la Seguridad del Estado (1941): Ampliaba los supuestos de delito político.
- Ley de Represión del Bandidaje y el Terrorismo (1947): Utilizada contra la guerrilla antifranquista (maquis) y cualquier forma de oposición violenta.
Evolución Política y Contexto Internacional: Etapas de la Dictadura
La evolución política del franquismo y su relación con la coyuntura internacional pasaron por varias etapas:
1939-1942: Hegemonía Nacionalsindicalista y Alineamiento con el Eje
El régimen se definió como nacional-sindicalista y se alineó claramente con los países del Eje (Alemania e Italia). Su principal representante en esta fase fue Serrano Suñer (falangista, germanófilo y ministro de Asuntos Exteriores), quien diseñó un régimen con rasgos totalitarios y predominio de militares y falangistas. Durante este período, España no entró oficialmente en la Segunda Guerra Mundial, en parte porque Hitler rechazó las condiciones de Franco (que incluían la incorporación a España de parte del imperio colonial francés en África). A pesar de ello, España apoyó al Eje enviando a la Unión Soviética la División Azul y la Escuadrilla Azul, suministrando materias primas estratégicas como el wolframio y permitiendo el tránsito y abastecimiento de aviones y submarinos alemanes.
1943-1945: Giro hacia el Nacionalcatolicismo y Neutralidad Calculada
Las derrotas del Eje hicieron que Franco se distanciase gradualmente de Alemania e Italia y se acercase a los Aliados. El régimen cambió sus características externas hacia el Nacionalcatolicismo. España pasó de la «no beligerancia» a declarar la neutralidad. Se apartó del gobierno a los elementos más germanófilos (como Serrano Suñer) y ascendieron figuras católicas y más pragmáticas (como Carrero Blanco, Alberto Martín Artajo y Joaquín Ruiz Giménez).
1945-1950: Aislamiento Internacional
Tras la victoria aliada, España fue aislada internacionalmente al ser considerada un régimen fascista y colaboracionista con el Eje. No fue admitida en la recién creada ONU (1946), y dicha institución recomendó la retirada de embajadores de Madrid. Además, fue excluida del Plan Marshall de ayuda económica estadounidense. Con estas medidas se pretendía presionar a Franco para que abandonase el poder. Durante este periodo, España solo mantuvo relaciones fluidas con el Portugal de Salazar y la Argentina de Perón.
1950-1959: Reconocimiento Exterior y Fin del Aislamiento
El reconocimiento internacional de España llegó progresivamente a partir de 1950. El contexto de la Guerra Fría permitió a Franco presentarse ante las democracias occidentales como un firme aliado anticomunista frente a la URSS. Ese mismo año, la ONU revocó su resolución de condena y permitió el regreso de los embajadores. Hitos clave en esta etapa fueron:
- La firma del Concordato con la Santa Sede (1953), que consolidó la alianza con la Iglesia Católica y otorgó legitimidad internacional.
- La firma de los Pactos de Madrid con EE.UU. (1953), que permitieron la instalación de cuatro bases militares estadounidenses en territorio español a cambio de ayuda económica y militar, integrando a España en el sistema defensivo occidental.
El definitivo reconocimiento internacional llegó con el ingreso de España en la ONU en 1955 y en el Fondo Monetario Internacional (FMI) en 1958.
1957-1969: Los Tecnócratas y la Apertura Controlada
En 1957, con el Estado al borde de la bancarrota, Franco formó un nuevo Gobierno incorporando a los llamados «tecnócratas», muchos de ellos vinculados al Opus Dei. Estos ministros pusieron en marcha en 1959 el Plan de Estabilización, que supuso la modernización de la economía y el inicio del desarrollismo. Esta etapa también vio una tímida apertura política y cultural con leyes como la Ley de Prensa e Imprenta (conocida como Ley Fraga) de 1966, que eliminó la censura previa aunque mantuvo mecanismos de control, y la Ley Orgánica del Estado (1967), que introdujo leves modificaciones institucionales y separó los cargos de Jefe de Estado y Jefe de Gobierno (aunque Franco mantuvo ambos hasta 1973).
1969-1975: Crisis y Descomposición del Régimen
A partir de 1969 se inicia la fase final o de descomposición del régimen. El deterioro físico del dictador se hizo evidente. En 1973, Franco delegó por primera vez la Jefatura del Gobierno en el almirante Carrero Blanco, su hombre de confianza y garante de la continuidad del franquismo. Durante estos años se agudizaron las tensiones internas entre los «aperturistas» (partidarios de una evolución controlada hacia un sistema más homologable) y los «inmovilistas» (el llamado «búnker», defensores de mantener intactos los principios del régimen). Se produjo también un creciente distanciamiento de sectores de la Iglesia Católica y la activación de la oposición política y social. El asesinato de Carrero Blanco por ETA el 20 de diciembre de 1973 descabezó la línea continuista y sumió al régimen en una profunda crisis. El gobierno de su sucesor, Carlos Arias Navarro, intentó un tímido aperturismo («espíritu de febrero») que fracasó ante la resistencia del búnker. El régimen endureció la represión en sus últimos años. En septiembre de 1975 fueron ejecutados cinco miembros de ETA y del FRAP, lo que ocasionó una gran condena internacional y movilizaciones en el exterior. Franco moría el 20 de noviembre de 1975.
El Exilio Republicano
El exilio fue la única salida para una parte significativa de los españoles que perdieron la Guerra Civil. Significó para España una enorme pérdida demográfica, económica e intelectual. El primer gran exilio tuvo lugar ya en 1937 tras la conquista franquista del norte de España; miles de niños fueron enviados principalmente a la Unión Soviética («los niños de la guerra»). Al final de la Guerra Civil (1939), cientos de miles de personas cruzaron la frontera, siendo los destinos principales Francia (donde muchos fueron internados en campos de concentración) y México, país que acogió generosamente a intelectuales, profesionales y a las instituciones republicanas en el exilio. Muchos exiliados españoles se sumaron a la Resistencia francesa y lucharon contra el Eje durante la Segunda Guerra Mundial; miles de ellos fueron deportados y asesinados en los campos de exterminio del Tercer Reich (especialmente en Mauthausen). Muchos españoles se quedaron definitivamente en los países de acogida, integrándose en sus sociedades. Otros pudieron volver a España en las décadas de los cincuenta y sesenta, acogiéndose a indultos parciales, aunque la mayoría de los exiliados políticos esperaron a la muerte de Franco para regresar.
Política Económica y Transformaciones Sociales del Franquismo
La Autarquía (1939-1950s): Intervencionismo y Estancamiento
Tras la Guerra Civil, sobrevino una larga situación de estancamiento y depresión económica. Esta situación estuvo motivada tanto por la destrucción bélica y el contexto de la Segunda Guerra Mundial como, especialmente, por el sistema económico impuesto por el franquismo: la autarquía. El objetivo era lograr la autosuficiencia económica, reconstruir el país produciendo todo internamente sin depender del exterior, sin importar el coste real. Sin embargo, este objetivo fue imposible de alcanzar debido a la falta de materias primas, fuentes de energía y tecnología.
Para lograr la autarquía, el Estado implementó un férreo intervencionismo económico:
- Control estricto de precios y salarios.
- Fijación de tipos de cambio artificiales para la peseta.
- Establecimiento de cupos de importación y licencias previas.
- Creación del Instituto Nacional de Industria (INI) en 1941 para promover la industrialización en sectores estratégicos.
- Implantación de cartillas de racionamiento para los artículos de primera necesidad, que perduraron hasta 1952.
Estas políticas provocaron una enorme escasez, la aparición de un extendido mercado negro (conocido popularmente como «estraperlo») y una corrupción generalizada. El crecimiento económico fue prácticamente nulo durante la década de los cuarenta, perdurando la escasez de productos agrícolas e industriales hasta bien entrados los años 50, lo que motivó una cierta ruralización de la sociedad española. De esta difícil situación solo escaparon algunos empresarios cercanos al régimen que se beneficiaron de la «paz social» impuesta y aquellos dedicados al estraperlo. Ideológicamente, durante estos años se exaltaba la figura del campesino como baluarte de los valores tradicionales (inspirados en un idealizado Siglo de Oro), frente al obrero urbano, considerado más permeable a las ideas «disolventes» del marxismo. Pese a la propaganda autárquica, parte del hambre pudo evitarse gracias a la importación de trigo de la Argentina de Perón. El nivel de renta per cápita anterior a la Guerra Civil no se recuperó hasta 1951.
La Transición hacia la Liberalización (Años 50)
En la década de los cincuenta, se fue abandonando gradualmente la política autárquica y el aislamiento internacional de los años cuarenta. La atenuación de las medidas intervencionistas más extremas y el fin del bloqueo exterior (gracias a los acuerdos con EE.UU. y el Vaticano) permitieron un cierto crecimiento económico. Sin embargo, este crecimiento desordenado supuso también un aumento de la inflación y una drástica disminución de las reservas de divisas, necesarias para pagar las importaciones imprescindibles. Esta situación desembocó en una grave crisis económica y financiera en 1957, que puso al país al borde de la suspensión de pagos.
Este año, coincidiendo también con una crisis universitaria y las primeras protestas obreras organizadas, Franco remodeló el gobierno, cesando a los ministros más identificados con el falangismo radical y nombrando ministros económicos a figuras como Mariano Navarro Rubio (Hacienda) y Alberto Ullastres (Comercio). Estos ministros, miembros del Opus Dei y conocidos como «tecnócratas», antepusieron la eficiencia económica y la racionalidad técnica a la ideología política del Movimiento.
El Desarrollismo (1959-1973): El «Milagro Español»
Los tecnócratas prepararon y pusieron en marcha en 1959 el decisivo Plan de Estabilización y Liberalización. Este plan impuso un conjunto de medidas económicas ortodoxas, acordes con las directrices de los organismos internacionales (FMI, Banco Mundial) y con el sistema capitalista occidental, entonces en plena expansión.
Los objetivos principales del Plan eran:
- Frenar la galopante inflación.
- Equilibrar la balanza de pagos y liberalizar el sector exterior.
Las medidas clave incluyeron:
- Una fuerte devaluación de la peseta para hacer competitivas las exportaciones.
- La congelación de los salarios para controlar la inflación.
- La liberalización parcial de las importaciones y la apertura a la inversión extranjera.
- Una tímida reforma fiscal para aumentar los ingresos del Estado.
- Limitación del gasto público.
Franco, aunque desconfiaba inicialmente del Plan por su ruptura con los principios autárquicos, lo asumió presionado por la gravísima situación económica. Los efectos iniciales fueron duros: caída de la producción, aumento del paro y bajada de los salarios reales. Sin embargo, estos efectos negativos fueron compensados con creces a partir de 1961, cuando se inició una fase de crecimiento económico espectacular y sostenido, muy especialmente desde 1963. Este periodo es conocido como el «milagro español» o, más precisamente, el «desarrollismo», término que alude a un crecimiento rápido pero desequilibrado.
Factores del Desarrollismo:
- El auge del turismo, principalmente de Europa occidental, que aportó masivas entradas de divisas.
- Las remesas enviadas por los emigrantes españoles que trabajaban en Europa.
- La inversión de capital extranjero, atraído por los bajos costes laborales, la paz social impuesta por la dictadura y la ausencia de organizaciones obreras efectivas.
- La existencia de una mano de obra abundante y barata, proveniente del masivo éxodo rural.
- La existencia de capitales acumulados en el interior durante la etapa anterior.
- La concentración industrial en polos tradicionales como Madrid, Cataluña, País Vasco, y en menor medida, Asturias y Valencia.
Los Planes de Desarrollo:
Para encauzar y planificar este crecimiento, se crearon los Planes de Desarrollo Económico y Social, dirigidos por el ministro Laureano López Rodó a partir de 1962. Estos planes tenían una duración cuatrienal (se aprobaron tres: 1964-67, 1968-71, 1972-75) y establecían unas directrices que eran obligatorias para el sector público e indicativas para el sector privado. Las empresas privadas que siguieran estas directrices podían obtener ventajas fiscales y crediticias.
Los objetivos fijados en los Planes fueron:
- Mantener un alto crecimiento del PIB.
- Fomentar el desarrollo preferente de la industria.
- Modernizar la agricultura.
- Promover el desarrollo de regiones tradicionalmente no industrializadas, para lo cual se crearon los Polos de Desarrollo y Promoción Industrial en ciudades como Burgos, Huelva, Valladolid, Vigo, Zaragoza, etc., con resultados bastante dispares.
Limitaciones del Desarrollismo:
Pese al innegable éxito en términos de crecimiento, el desarrollismo presentó importantes limitaciones y desequilibrios:
- Se desarrolló una industria con escaso contenido tecnológico y muy dependiente del capital y la tecnología exterior.
- La política económica incentivó la emigración masiva al exterior (principalmente a Francia, Alemania y Suiza) como válvula de escape para evitar un paro masivo. Las remesas de estos emigrantes fueron cruciales, pero a un alto coste social.
- Aunque la renta per cápita creció notablemente, España siguió manteniendo una brecha significativa con los países más avanzados de Europa occidental.
- Persistieron grandes desequilibrios regionales y sectoriales.
- El crecimiento se hizo a costa de un gran deterioro medioambiental y un urbanismo caótico.
El Fin del Milagro: La Crisis de 1973
Todo este modelo de crecimiento acelerado fue frenado drásticamente a partir de 1973 debido a la crisis mundial del petróleo. La economía española, muy dependiente de las importaciones de crudo, se vio gravemente afectada. La crisis provocó una espiral de inflación (estanflación), la reducción drástica del turismo, el retorno de muchos emigrantes (aumentando el paro) y un fuerte aumento del déficit exterior. Esta crisis económica coincidiría con la crisis final del régimen franquista.
Transformaciones Sociales
En cuanto a los cambios sociales, se puede observar un claro contraste: hasta 1959 predominaron formas de vida muy conservadoras, herederas de la victoria en la Guerra Civil y muy influidas por la Iglesia Católica. Sin embargo, desde esa fecha, la apertura económica y el desarrollismo fueron seguidos de cambios muy significativos en la estructura social, la mentalidad y los modos de vida, que acercaron progresivamente la sociedad española a la de los países de Europa occidental, aunque este proceso no culminaría hasta la llegada de la democracia.
La Vuelta a los Valores Tradicionales y la Situación de la Mujer
El franquismo supuso la imposición de valores tradicionales y ultraconservadores, lo que fue especialmente significativo en el caso de la mujer. Se derogó gran parte de la legislación igualitaria de la Segunda República, perdiendo derechos civiles y políticos. La mujer quedó legalmente vinculada y subordinada al hombre (padre o marido) en casi todos los aspectos (necesitaba permiso marital para trabajar, abrir una cuenta bancaria, obtener el pasaporte, etc.) y fue relegada socialmente al papel clásico de esposa y madre, confinada al ámbito doméstico. Los tímidos cambios en la legislación y, sobre todo, en la mentalidad, no se iniciaron de forma apreciable hasta los años 60 y 70.
Cultura y Educación: Control y Oposición
La cultura española durante el franquismo se desarrolló bajo un estricto control y censura, aunque también existieron importantes manifestaciones dentro y fuera de España.
- Cultura Oficial: Exaltó los valores del régimen (nacionalcatolicismo, tradición imperial) y persiguió o censuró las manifestaciones culturales consideradas ajenas o contrarias (progresistas, liberales, vanguardistas, lenguas no castellanas). La prensa, la escuela y la universidad fueron sometidas a una profunda depuración ideológica tras la guerra.
- Educación: Pasó a estar fuertemente controlada por la Iglesia Católica, especialmente en la enseñanza primaria y secundaria, y en la formación del profesorado, sobre todo hasta finales de los cincuenta.
- Oposición Cultural: A pesar de la censura, surgieron movimientos de oposición, especialmente en la universidad a partir de los años 50. Figuras inicialmente cercanas al régimen se distanciaron, adoptando posturas liberales o críticas (Pedro Laín Entralgo, Julián Marías, Dionisio Ridruejo). En la cultura de oposición destacaron literatos como Antonio Buero Vallejo, Camilo José Cela, Miguel Delibes, Juan Goytisolo, Luis Martín-Santos o Juan Marsé, y cineastas como Luis García Berlanga o Carlos Saura, que utilizaron la metáfora y el realismo crítico para sortear la censura.
- Apertura Relativa: La Ley de Prensa de 1966 (Ley Fraga) suprimió la censura previa pero mantuvo fuertes mecanismos de control a posteriori (multas, secuestros de publicaciones), permitiendo aun así la aparición de nuevas publicaciones donde se podía ejercer una crítica más o menos velada al régimen. En los años setenta aparecieron los denominados poetas «novísimos» (como Pere Gimferrer) y triunfaron cantautores que expresaban el descontento social y político (Joan Manuel Serrat, Raimon, Lluís Llach, Joaquín Sabina, José Antonio Labordeta). Jugaron un relevante papel los semanarios políticos y culturales como Cuadernos para el Diálogo (de inspiración democristiana) y Triunfo (más cercano a la izquierda).
Cambios en la Estructura Social
- Éxodo Rural y Urbanización: Un elemento clave en la modernización social fue el masivo éxodo rural hacia las ciudades y las zonas industriales. Esto provocó un rápido crecimiento de las ciudades y sus periferias, a menudo de forma caótica y sin planificación (chabolismo, barrios dormitorio), generando nuevos problemas sociales pero también transformando la estructura demográfica del país.
- Nuevas Clases Trabajadoras y Movimiento Obrero: Desde finales de los cincuenta, el crecimiento de los trabajadores industriales y del sector servicios fue constante. Esto revitalizó el movimiento obrero, que pasó a organizarse clandestinamente en torno a nuevas organizaciones como Comisiones Obreras (CCOO), vinculada inicialmente al PCE, la Unión Sindical Obrera (USO) o la reorganizada UGT socialista. El sindicalismo oficial del régimen (Organización Sindical Española) perdió toda credibilidad. Las nuevas asociaciones obreras fueron abandonando las viejas consignas revolucionarias y se centraron en la demanda de mejoras salariales, condiciones laborales y en la reivindicación de los derechos sindicales y las libertades democráticas.
- Crecimiento de las Clases Medias: Las clases medias experimentaron un crecimiento continuo durante los años sesenta, convirtiéndose en un factor clave en la modernización económica y social del país y, posteriormente, en la base social de la transición a la democracia.
Cambios en el Estilo de Vida y la Mentalidad
Los modos de vida y la mentalidad de los españoles cambiaron profundamente, sobre todo entre los jóvenes y en las zonas urbanas y turísticas. Factores clave fueron la influencia de los millones de turistas europeos y la difusión masiva de la televisión a partir de los años 60.
- Incorporación de la Mujer al Trabajo: Uno de los cambios más destacados, aunque todavía limitado, fue la creciente incorporación de la mujer al trabajo asalariado fuera del hogar y al sistema educativo, incluyendo la universidad.
- Sociedad de Consumo: El nivel de vida mejoró notablemente para la mayoría de la población. Apareció y se consolidó la sociedad de consumo: los salarios subieron (aunque partiendo de niveles muy bajos), se generalizó el acceso a bienes como el teléfono, la nevera, la lavadora, y el automóvil utilitario (el SEAT 600 se convirtió en un símbolo de la época). Se popularizaron las vacaciones pagadas y, en general, surgió una nueva cultura del ocio.
- Secularización: Aunque la Iglesia mantenía una gran influencia social, se produjo un proceso gradual de secularización y un cambio en las costumbres morales, especialmente entre las nuevas generaciones urbanas.
En definitiva, durante el desarrollismo se produjo una profunda modernización económica y social que contrastaba cada vez más con el inmovilismo político y la persistencia de la represión característicos de la dictadura franquista. Esta contradicción sería uno de los factores clave que explicarían la transición pacífica a la democracia tras la muerte de Franco.