La Quiebra de la Democracia: El Fascismo
Principales Rasgos del Fascismo
El fascismo, surgido en Italia después de la Primera Guerra Mundial, fue la ideología antiparlamentaria más destacada del período de entreguerras. Tres grandes manifestaciones políticas marcaron esta época: la crisis de la democracia, el auge de los fascismos y la consolidación de la revolución soviética. Las dos primeras estaban relacionadas: la decadencia de las democracias fue paralela a la expansión del fascismo y de las dictaduras. El término fascismo, creado por Mussolini, acabó designando a todos los regímenes y movimientos similares al suyo.
Durante los años treinta, la opción fascismo-antifascismo se convirtió en la principal línea de división entre partidos políticos, estados e incluso ciudadanos.
Principios Doctrinales del Fascismo
- Nacionalismo radical: Se centraba en el nacionalismo de pueblos vencidos en una contienda o defraudados por no haber conseguido lo que consideraban un derecho. En Italia, la frustración por no haber conseguido lo esperado tras la Gran Guerra; en Alemania, la protesta contra el Tratado de Versalles. De este sentimiento, se pasaba con facilidad al imperialismo, a las reivindicaciones territoriales y a una política agresiva y militarista.
- Antiparlamentarismo y antiliberalismo: Fomentaba la sumisión del individuo y la negación de las libertades personales.
- Subordinación al Estado dictatorial: Los individuos estaban subordinados al Estado dictatorial. Estas ideas llevaron a la justificación del racismo y la creencia en la existencia de seres superiores e inferiores.
- Desconfianza en la razón y la intelectualidad: Apelaba a los sentimientos y al fanatismo de los pueblos.
- Liderazgo absoluto: Un líder o jefe que reunía todos los poderes. Este liderazgo se apoyaba en el culto a la personalidad del jefe mediante la propaganda y la prohibición de cualquier crítica.
Italia Tras la Gran Guerra
Italia salió defraudada de la Gran Guerra. Gran parte de la población pensaba que las pérdidas humanas y materiales sufridas no habían recibido la compensación merecida. A esto se unió una grave situación política, económica y social que provocó críticas al sistema democrático por su ineficacia.
En 1919 y 1920, Italia experimentó una oleada de huelgas, revueltas urbanas, ocupaciones de fábricas y fincas rurales, y motines en el campo. La crisis social aumentó, y los enfrentamientos entre obreros y policía causaron centenares de muertos.
Benito Mussolini, antiguo socialista, creó en 1919 los Fasci Italiani di Combattimento, conocidos como «camisas negras». Sus manifestaciones ideológicas eran una mezcla de progresismo social, expansionismo territorial y militarismo. Sus militantes, los «escuadristas», eran muy activos en los enfrentamientos con los movimientos sociales de izquierdas y atacaban violentamente a huelguistas, manifestantes y sedes sindicales o políticas de izquierdas.
Los patronos, la clase media e incluso el gobierno vieron en los escuadristas un instrumento para frenar el movimiento obrero. En 1921, los fasci se convirtieron en el Partido Nacional Fascista, con un programa político extremista, financiado por la patronal y con el apoyo político de las clases medias.
Mussolini Accede al Poder
A fines de octubre de 1922, Mussolini amenazó con una «Marcha sobre Roma» de sus militantes, aprovechando la incapacidad del gobierno para asegurar el orden. El gobierno intentó oponerse, pero fue desautorizado por el rey Víctor Manuel III. El gobierno dimitió y el monarca nombró a Mussolini primer ministro.
Mussolini mantuvo la legalidad democrática mientras transformaba gradualmente el Estado en una dictadura. Al frente de un gabinete fascista-conservador, obtuvo plenos poderes del Parlamento. Convocó elecciones en 1924 y obtuvo el 65% de los sufragios. El diputado socialista Matteotti denunció la falsedad del escrutinio y días más tarde fue secuestrado y asesinado.
Mussolini contraatacó reforzando su autoridad, proceso que culminó en una dictadura en 1926: los partidos políticos fueron abolidos, la prensa fue censurada y los enemigos políticos perseguidos.
El Estado fascista se definió como Estado totalitario, «de todos y para todos». Mussolini resucitó la herencia histórica del Imperio Romano como muestra de la grandeza de la nueva Italia y se convirtió en la encarnación del poder absoluto, resumido en la frase: «El Duce siempre tiene razón». La intensa propaganda y el control de la educación introducían los ideales fascistas en la juventud. Los disidentes sufrían la persecución de la policía política o de tribunales especiales, acabando en prisión, confinados o en el exilio.
La Obra del Fascismo
Mussolini aplicó una política de grandes obras: autopistas, edificios, saneamiento de regiones, mejora de ferrocarriles, construcción de ciudades como Latina, y fomento de la industria con medidas protectoras y autarquía. Sin embargo, el nivel de vida descendió y el paro aumentó.
En lo social, se implantó el corporativismo, una doctrina de consenso entre patronos y trabajadores que en la práctica privó a la clase obrera de la acción sindical. Se introdujeron medidas como la seguridad social, las vacaciones laborales y organizaciones de ocio.
Los Tratados de Letrán con la Santa Sede en 1929 pusieron fin al litigio entre Italia y el Vaticano, iniciado en 1870. Se reconoció la soberanía del Papa en el nuevo Estado del Vaticano, se compensó económicamente a la Iglesia por la pérdida territorial y se le reconoció un papel en la educación. Sin embargo, el partido católico se opuso al régimen.
A mediados de los años treinta, la dictadura fascista estaba asentada. Tras las grandes obras y las manifestaciones de adhesión, se ocultaba un país atrasado. Estas limitaciones se evidenciarían en la Segunda Guerra Mundial.
El Nazismo
Hitler y el Nazismo
El nazismo, liderado por Adolf Hitler, surgió con el partido nazi, fundado en 1920 dentro de la extrema derecha nacionalista. Hitler se convirtió en su principal dirigente en 1921.
En 1923, los nazis intentaron un golpe de Estado en Baviera (Putsch de Múnich) que fracasó. Hitler fue condenado a cinco años de cárcel, de los que solo cumplió nueve meses, durante los cuales escribió Mein Kampf, que resume sus ideas políticas: nacionalismo, derogación del Tratado de Versalles, racismo, superioridad de la raza aria, antisemitismo, expansionismo, desprecio por el liberalismo y odio al socialismo y al comunismo. Un Estado centralizado y un jefe carismático, el Führer, asumirían la realización del «destino alemán».
Durante los años veinte, Hitler eliminó la disidencia interna en el partido y consolidó su autoridad. El partido nazi era más conocido por la violencia de sus Secciones de Asalto (SA) contra comunistas, socialistas y judíos que por sus resultados electorales. Sus mayores apoyos provenían de las clases medias, arruinadas por la crisis económica, y de algunos grandes industriales.
El Ascenso de Hitler al Poder
Entre 1933 y 1934, Hitler transformó la democracia alemana en una dictadura. El 30 de enero de 1933 fue nombrado canciller. El nuevo gobierno convocó elecciones generales. El 28 de febrero se promulgó el Decreto de Protección de la Nación y del Estado, que concedía grandes poderes a la policía.
Las elecciones del 5 de marzo dieron el triunfo a los nazis y sus aliados, pero no lo suficiente para modificar la constitución. El 23 de marzo, el Parlamento aprobó el Acta de Habilitación, que daba a Hitler plenos poderes durante cuatro años.
Los partidos de izquierda fueron prohibidos y los moderados se disolvieron. Una ley de junio de 1933 convirtió al partido nazi en el único autorizado. Tras la muerte del presidente Hindenburg en agosto de 1934, Hitler acumuló las funciones de canciller y presidente. La democracia había desaparecido en Alemania.
La Dictadura Nazi
En 1933 se construyeron los primeros campos de concentración y se encarceló a los opositores políticos y sindicales. La Gestapo y las SS actuaban con libertad, instaurando un Estado policial. Himmler fue nombrado jefe de todas las policías del Reich.
El antisemitismo era una base de la ideología nazi. Los nazis culpaban a los judíos de los males de Alemania. Comenzó la persecución sistemática. Las Leyes de Núremberg de 1935 prohibieron los matrimonios entre arios y judíos, y los judíos fueron desposeídos de la nacionalidad alemana.
A finales de 1938, el asesinato de un diplomático alemán por un judío desencadenó la «noche de los cristales rotos». Sinagogas y edificios judíos fueron incendiados, y miles de judíos fueron detenidos. En 1939, más de 200.000 judíos habían huido de Alemania. Los 300.000 que permanecieron fueron víctimas del Holocausto durante la Segunda Guerra Mundial.
El Control de la Sociedad
Las Juventudes Hitlerianas adoctrinaban a los jóvenes. El deporte y las actividades paramilitares se convirtieron en manifestaciones de la supuesta superioridad aria. Se creó el Frente del Trabajo para controlar el movimiento obrero.
En economía, el nazismo logró éxitos temporales. La recuperación se basó en grandes obras públicas y el crecimiento de la industria armamentística, lo que redujo el paro. Los grandes beneficiados fueron la industria y la banca, que aceptaron el dirigismo a cambio de contratos estatales y el sometimiento obrero. La economía alemana se orientó hacia la guerra entre 1933 y 1939.
Goebbels, ministro de Propaganda, controlaba los medios de comunicación. Usó la prensa, la radio y el cine para uniformar el pensamiento y someterlo al partido y al Führer.
La vida cultural y artística fue censurada. Las universidades fueron depuradas de judíos y opositores. Se retiraron libros «peligrosos» de las bibliotecas y obras de arte moderno de los museos, calificadas como «arte degenerado». Un régimen de sumisión y persecución se había instaurado en Alemania.