El Gobierno Radical-Cedista, la Revolución de Asturias y el Frente Popular: España en la Antesala de la Guerra Civil (1933-1936)

El Gobierno Radical-Cedista (1933-1935)

Las elecciones de noviembre de 1933, en las que las mujeres votaron por primera vez, marcaron un giro a la derecha en la política española. La Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), liderada por José María Gil-Robles, se presentó como la principal fuerza de la derecha. El desgaste de la izquierda y la abstención anarquista favorecieron la victoria de la CEDA, aunque no alcanzó la mayoría absoluta. El Partido Radical de Alejandro Lerroux ganó fuerza, mientras que los republicanos y socialistas perdieron representación.

El presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora, encargó la formación de gobierno a Lerroux, ya que la CEDA no había jurado lealtad a la República. Lerroux gobernó con el apoyo parlamentario de la CEDA y procedió a desmantelar las reformas del Bienio Progresista (1931-1933):

  • Se suspendieron las reformas educativa, agraria y militar.
  • Se amnistió a los golpistas de la sublevación de 1932, liderada por el general Sanjurjo.
  • Se detuvo la discusión parlamentaria de nuevos Estatutos de Autonomía.
  • El Estado volvió a financiar a la Iglesia Católica.
  • Se colocó en puestos clave a militares sospechosos de ser contrarios a la República, como Francisco Franco, Emilio Mola y Manuel Goded.

Gil-Robles consideraba estas medidas insuficientes. En la oposición, los socialistas se radicalizaron, encabezados por Francisco Largo Caballero, quien, a través de la Alianza Obrera, preparó una huelga general revolucionaria para implantar un Estado socialista en España. Amenazaron con llevar a cabo su plan si la CEDA entraba en el gobierno. En junio de 1934, una huelga campesina fue duramente reprimida, y la CEDA exigió su entrada en el gobierno. En octubre, Lerroux cedió y nombró a tres ministros de la CEDA, lo que provocó el estallido de la revolución al día siguiente.

La Revolución de Octubre de 1934

La Unión General de Trabajadores (UGT) convocó una huelga general para el 6 de octubre de 1934, que solo triunfó en Asturias y Cataluña. En Barcelona, el presidente de la Generalitat, Lluís Companys, proclamó el Estat Català dentro de la República Federal Española. El ejército sofocó la revuelta en poco tiempo y los miembros del gobierno catalán fueron encarcelados.

En Asturias, los mineros y obreros asaltaron los cuarteles de la Guardia Civil, el ejército y la fábrica de armas. Tras hacerse con el control de la cuenca minera, tomaron Oviedo. El gobierno declaró el Estado de Guerra y encargó a Franco la dirección de las operaciones contra los sublevados. Los enfrentamientos duraron dos semanas, y los combates alcanzaron la dimensión de una guerra civil.

El gobierno sofocó la Revolución de Octubre, dejando cerca de 1500 fallecidos y encarcelando a unas 30.000 personas, entre ellas dirigentes del PSOE y la UGT. La revolución provocó una fuerte polarización política:

  • Extrema derecha: José Calvo Sotelo fundó el Bloque Nacional, con el objetivo de implantar una monarquía. La Comunión Tradicionalista de Manuel Fal Conde contaba con el requeté como milicia. La Falange Española, fundada en 1933 por José Antonio Primo de Rivera (hijo del dictador Miguel Primo de Rivera), amplió sus bases al fusionarse con las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (JONS).
  • Izquierda: Quedó muy dividida. Manuel Azaña fundó Izquierda Republicana, que agrupó a los republicanos de izquierdas. El PSOE se dividió entre reformistas y revolucionarios. El Partido Comunista de España (PCE) siguió las instrucciones de Stalin para intentar frenar el fascismo mediante la creación de frentes populares. Los anarquistas se negaron a participar en la política.

A finales de 1935, varios escándalos financieros en el entorno de Lerroux, como el del estraperlo y el caso Nombela, rompieron la alianza entre los radicales y la CEDA. Alcalá-Zamora convocó nuevas elecciones para febrero de 1936.

El Frente Popular, las Elecciones de 1936 y el Nuevo Gobierno

Las elecciones de 1936 fueron muy competidas. La izquierda se unió en el Frente Popular, que reunió a socialistas, republicanos y comunistas. Los anarquistas no se integraron, pero pidieron a sus militantes que votaran al Frente Popular. La derecha se presentó dividida, con la CEDA como principal partido.

El Frente Popular venció por un escaso margen de votos, pero el sistema electoral le concedió una amplia mayoría de diputados. Azaña encabezó el gobierno, formado únicamente por republicanos. El nuevo gobierno aprobó rápidamente una amnistía para los presos políticos y restableció la Generalitat de Cataluña. Se estudió el Estatuto de Autonomía vasco y se aceleró la reforma agraria.

Ante los rumores de un golpe de Estado, Azaña trasladó forzosamente a los generales con capacidad para encabezar un levantamiento. Franco fue destinado a Canarias, Goded a Baleares y Mola a Pamplona. Sin embargo, Mola, en contacto con Sanjurjo, que continuaba exiliado en Lisboa, puso en marcha la conspiración militar en el momento en que se hizo público el triunfo del Frente Popular.

Las nuevas Cortes destituyeron a Alcalá-Zamora por considerar improcedente la última disolución del Parlamento (la segunda de su mandato) y nombraron presidente de la República a Manuel Azaña. Azaña ofreció la presidencia del gobierno a Indalecio Prieto, pero al no contar con el apoyo de su propio partido, nombró al republicano Santiago Casares Quiroga. Este no pudo hacer frente a las maniobras golpistas de la derecha, organizadas por Mola, ni a la radicalización social. La UGT y la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) presionaban al gobierno con ocupaciones de tierras, huelgas y protestas, mientras que las luchas callejeras entre militantes de extrema derecha e izquierda dejaban más de 200 muertos en los tres meses siguientes a las elecciones.

El asesinato de Calvo Sotelo el 13 de julio de 1936, en represalia por el asesinato del teniente Castillo unos días antes, precipitó la sublevación militar (17 y 18 de julio). El fracaso del golpe de Estado y la negativa de los golpistas a deponer las armas desencadenaron la Guerra Civil Española.

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