El Imperio Árabe: De los Orígenes a los Omeyas
El Primer Estado Árabe
A la muerte de Mahoma, cuatro grupos ostentaban distintos tipos y grados de influencia en el seno de la comunidad musulmana:
- a) Los compañeros de la primera hora.
- b) Los sectores más poderosos de Medina.
- c) Los grandes clanes y linajes de la Meca.
- d) Los dirigentes de las tribus de la periferia.
Mahoma no dejó aclarado lo que debía suceder a su muerte. Los primeros grupos formaron una nueva aristocracia que se hizo rápidamente con el poder, y que para garantizar la continuidad del sistema optaron por la creación de un nuevo puesto, un dirigente máximo con poderes de decisión y arbitraje: el Califa. Por su parte, las tribus de la periferia intentaron separarse de la alianza para eludir el predominio político de Medina y de los otros grupos, aunque en la tradición musulmana se les acusó de apostasía (ridda).
El primer califa, Abu Bakr, fue elegido entre los primeros compañeros de Mahoma. Impidió por la fuerza la separación de las tribus de la periferia (guerras de la ridda), al tiempo que creaba un poderoso ejército, que llegó a las fronteras de los imperios del Norte (Bizancio y Persia), iniciando expediciones de saqueo.
Bajo ‘Umar, elegido también dentro del mismo sector, las expediciones de saqueo se convirtieron en conquista. Entre 635 y 638 ocuparon gran parte de Siria y Palestina y derrotaron al imperio sasánida, fundando las ciudades-campamento de Kufa y Basra para controlar los nuevos territorios y desde donde se lanzarían las conquistas hacia el Este.
El Norte de Mesopotamia cayó en sus manos. Simultáneamente, otra expedición conquistaba Egipto creando la ciudad-campamento de al-Fustat.
Este califa estableció un salario para los soldados, cuya cuantía dependía del momento de la conversión, del nivel de participación en los combates, etc. e impuso la reserva de la quinta parte de todo lo obtenido con la conquista (tierras y bienes muebles) para el servicio del Estado (desde la organización de ejércitos a las construcciones religiosas), lo que se denominó el 1/5 del Califa. Se le atribuye la defensa de que había una diferencia entre ghanima (botín), que eran los bienes muebles, que se repartían entre los conquistadores, y fay, que eran los bienes inmuebles y, sobre todo, la tierra, que constituían un todo indivisible propiedad de la Comunidad, y administrado por el Califa. Frente a esta teoría, para las tropas, todo lo conquistado era botín y pertenecía a los conquistadores, aunque al Califa había que reservarle el quinto. La diferencia de criterios desembocaría en enfrentamientos y revueltas, sobre todo cuando el Califa trató de organizar los territorios conquistados y la emigración de población árabe a ellos, y provocó graves divisiones internas a causa de la posesión de la tierra entre quienes habían participado en la conquista y los llegados posteriormente, divisiones que en parte están en la base de las luchas que sacudirán el Imperio en las décadas siguientes. Pero, por otro lado, se formó un nuevo grupo dirigente, que estaba asentado lejos de La Meca y Medina, en las ciudades-campamento.
El asesinato de ‘Umar, al parecer en una venganza personal, desencadenó la confusión, que fue aprovechada por un sector de la tribu del Qurays, para imponer a ‘Uthman. Este trató de consolidar el poder de su clan, el Omeya, sustituyendo a los gobernadores de Basra, Kufa y Egipto por familiares. Esa política provocaría su asesinato, y el enfrentamiento por el poder, con dos grupos en discordia: a) Los compañeros de Mahoma eligieron a su primo Alí, casado con su hija Fátima. b) Los grupos vinculados a los Omeyas se reagruparon detrás de Mu‘awiya.
Este último acusó a Alí de estar implicado en la muerte del anterior Califa, y exigió un arbitraje neutral, que Alí aceptó. Pero ello implicaba poner en duda que su designación había sido inspirada por Dios, y buena parte de sus seguidores le abandonaron. Alí entonces renunció para no dividir a la Comunidad, pero su hijo Hussain le sustituyó al frente del movimiento. La victoria de Mu‘awiya (661-680) inauguró la dinastía omeya, al tiempo que dividió el islam en dos sectores históricamente irreconciliables: los Suníes y los Chiíes. A la muerte de Mu‘awiya, Hussain intentó proclamarse Califa, pero fue muerto en un enfrentamiento en Karbala (Irak). Los Chiíes hicieron del “martirio” de Kerbala un punto de referencia.
El Califato Omeya de Oriente
Los omeyas iniciaron la transformación del Estado de La Meca, en uno capaz de controlar un Imperio en expansión. El poder se hizo hereditario en el seno de la familia, que pasó a constituir una aristocracia -la Hasa– que ocupaba la cúpula del poder. Trasladaron la capital a Damasco, ciudad situada en la encrucijada de las nuevas zonas de expansión. En ella construirían la primera mezquita. En principio, compartieron con los cristianos la iglesia de San Juan Bautista. Posteriormente, con su crecimiento, comprarían el resto de la iglesia y levantarían la gran mezquita de Damasco, que será el modelo general de las mezquitas, y en particular de las omeyas. En Siria crearon un ejército profesional. Los grupos dominantes de La Meca, Medina, Kufa y Basra perdieron buena parte de su poder. Durante una primera fase respetaron las costumbres de los pueblos conquistados, los idiomas de la administración. En moneda integraron los sistemas bizantino, el fals y el persa, creando un sistema trimetálico. Las mayores transformaciones se produjeron con ‘Abd al-Malik, quien inició un agresivo programa de arabización e islamización del imperio. Introdujo el árabe como lengua de la administración.
La Primera Arquitectura Islámica
Impulsó la construcción de grandes edificios para subrayar el poder y la grandeza del Islam: mezquitas, baños, fortalezas, etc.
Las Mezquitas
Con anterioridad se habían construido mezquitas, estas eran en general rústicas. Fue ‘Abd al-Malik quien inició una arquitectura monumental, levantando La Cúpula de la Roca. Esta se ubica donde había estado el Segundo Templo de Jerusalén, levantado por Herodes y destruido por el emperador Tito.
Los Palacios del Desierto
Estas residencias palatinas se considera que eran grandes centros palatinos, lugares de descanso y recreo de los Califas.
Palacio de Qusayr ‘Amra
Es quizá el complejo más asombroso e inesperado. Un recinto cuyo principal edificio es un baño. Tan espectacular como el edificio, es el hecho de la profusa decoración que adorna sus muros.
La Segunda Fase de la Expansión Islámica
La expansión se había ralentizado, por ello se considera que con ‘Abd al-Malik se inicia la Segunda Oleada, al nombrar a al-Hayyay gobernador de todo Oriente, quien llegó a alcanzar el valle del Indo, y a Musa ibn Nusayr gobernador de Ifriqiya y de los territorios situados a Occidente, donde alcanzaría el Atlántico, la Península Ibérica y el Sur de la Galia. Los éxitos militares fueron la principal válvula de escape a las tensiones internas del Imperio, aunque cada vez fue más difícil continuar la expansión, por la amplitud del territorio, la longitud de las vías de comunicación y la falta de soldados árabes. Por ello, bajo al-Walid I (705-714), tanto al-Hayyay como Musa alistaron tropas indígenas para proseguir la expansión. Esta política terminaría con Sulayman, momento a partir del cual la aristocracia árabe alcanza su apogeo.
La Expansión del Islam en el Norte de África
La conquista por los árabes de Siria, Israel, Líbano, Irak y Egipto se realizó entre 632 y 642. La conquista del Norte de África se alargará. Esta diferencia temporal se debió a varios factores:
a) Las sociedades persa y bizantina estaban centralizadas. Una vez derrotado el Estado y eliminado el ejército profesional, no había resistencia. La sociedad beréber estaba organizada en tribus, lo que obligaba a derrotarlas una a una, pudiendo rebelarse con relativa facilidad, porque además oponían una enorme resistencia a que se les impusiera una fiscalidad que no encontraban justificada. De esta forma, los beréberes habían resistido la penetración de romanos, vándalos y bizantinos, todos los cuales tuvieron que contentarse con instalarse en una estrecha franja costera, y a desarrollar complejos sistemas de defensa.
b) La conquista de ese territorio no fue un proceso continuo. A consecuencia del asesinato de ‘Utman (656) se detuvieron las expediciones. Y Bizancio recuperó en parte el control del territorio en torno a Cartago. El Califa Muawiyya impulsó de nuevo la conquista, nombrando gobernador de Ifriqiya a ‘Uqba al-Nafi al-Fihri. ‘Uqba intentó conseguir por la fuerza la total sumisión de los beréberes, pero fue derrotado y muerto, y los árabes abandonaron Qayrawan. El Califa ‘Abd al-Malik cambió de política, autorizando la alianza coyuntural con los beréberes. Hassan b. Nu‘man pactó con los beréberes, que se convirtieron masivamente, restableció la situación de veinte años antes y conquistó Cartago.
El Califa Al-Walid proseguirá esta política. Nombró gobernador a Musa b. Nusayr, quien completará la conquista del Magreb. Consiguió el control de Magreb. Terminada la conquista, se impone la segregación entre árabes y beréberes. En las décadas siguientes, estos últimos tendrán que pagar fuertes impuestos que podían ser aumentados por el gobernador de turno.
Estas oscilaciones en la alianza con las poblaciones indígenas se relacionan con las dos tendencias políticas principales que dividirán a los dirigentes omeyas. Una, defensora de la supremacía árabe sobre las poblaciones conquistadas. La segunda, partidaria de la integración de las poblaciones convertidas al Islam, que se apoyaba en que los árabes carecían de población para seguir la expansión. El triunfo de la primera opción a mediados del siglo VIII será uno de los factores que incidirán en la caída de la dinastía omeya, ya que los musulmanes no árabes figuraron entre los grupos de oposición más activos.
Oposición y Crisis
Desde el punto de vista ideológico y político, la principal disputa surgida de la entronización de Mu‘awiya fue la de la naturaleza del califa y los derechos de sucesión al Califato, configurándose tres tendencias: Los Suníes, mayoritarios, a la que pertenecerán tanto los omeyas como los abbasíes, defenderán que el poder debe ejercerlo un miembro de la tribu de Qurays. Para los Chiíes, el derecho a gobernar era exclusivo de la familia del Profeta. Esta teoría será formulada por quienes apoyaban a los descendientes de Alí, que crearon diversos Estados a partir del siglo IX, entre ellos el de los Idrisíes en Marruecos, aunque el principal será el de los Fatimíes, primero en Túnez y luego en Egipto. Estos últimos grupos fueron frecuentemente mesiánicos, esperando la llegada del madhi (el que es guiado) que debía establecer el reino de la justicia, aunque por lo general una vez alcanzado el poder, se moderaron notablemente. Los Jariyíes defendían que el jefe debía ser el más virtuoso, y que ninguna familia tenía prioridad. Tuvieron incidencia en los sectores no árabes, resentidos por el exclusivismo Omeya y entre poblaciones con una estructura tribal más fuerte, que los hacía más receptivos al igualitarismo de la propuesta. Crearon algunos pequeños estados durante el IX. Los omeyas intentaron acabar con estos movimientos, pero el crecimiento de la oposición, el tamaño que adquirió el Imperio y las constantes luchas en el seno de la propia familia Omeya llevaron finalmente a la victoria a una amplia coalición de grupos de muy diverso tipo que derrotó a los Omeyas. Pero fueron los abbasíes los principales beneficiarios, al entronizar su dinastía en el año 750.