El Imperio Español de Carlos V a Felipe II: Auge y Conflictos

El Imperio Español de Carlos V a Felipe II: Auge y Conflictos

8.1. El Imperio de Carlos V: Conflictos Internos

Las Comunidades y las Germanías

Carlos de Habsburgo llegó a ser rey de Castilla y Aragón a pesar de no hablar castellano. La primera medida que aprobó fue la implantación de nuevos impuestos, empleados para conseguir ser emperador de Alemania. Esta decisión no fue bien recibida y provocó el levantamiento de los Comuneros y las Germanías.

En Castilla y Aragón, se exigía que el rey residiera en el reino y respetara las leyes autóctonas. La aristocracia se sentía humillada por la presencia de consejeros flamencos, mientras que la burguesía urbana temía la competencia de Flandes en la producción artesanal.

Este descontento generalizado llevó a la sublevación de los Comuneros castellanos en Toledo, con el apoyo de ciudades como Segovia y Salamanca. Los Comuneros formaron la Santa Junta en Tordesillas, un gobierno rebelde que demandaba la retirada de los impuestos, el respeto a las leyes propias y la expulsión de los consejeros flamencos.

A pesar de sus esfuerzos, los Comuneros no lograron convencer a doña Juana para liderar la rebelión. El giro antiseñorial que tomó la revuelta provocó la deserción de la nobleza. Tras la derrota en Villalar, el movimiento comunero se debilitó. Aunque Toledo opuso resistencia, finalmente fue sometida. Los líderes comuneros, Padilla, Bravo y Maldonado, fueron ejecutados.

En Valencia, estalló una revuelta similar: la Germanía. Las clases populares se rebelaron aprovechando la huida de la nobleza a causa de la peste. También atacaron a los moriscos, no solo por motivos religiosos, sino por su sumisión a la Corona. Carlos V ordenó al Virrey sofocar la revuelta. En Baleares, surgió otra Germanía que fue rápidamente controlada. La represión de ambos movimientos marcó el inicio del absolutismo en España.

8.2. La Monarquía Hispánica de Felipe II: La Unidad Ibérica

Con Felipe II, hijo de Carlos V, la hegemonía española alcanzó su cúspide. Carlos I había cedido el imperio alemán y los territorios austríacos a su hermano Fernando. Felipe II gobernó un imperio más centrado en España, con capital en Madrid y residencia en El Escorial. Su reinado se basó en dos pilares: fortalecer el catolicismo y mantener el Imperio.

A pesar de los continuos problemas en el exterior (guerras con los turcos hasta la victoria de Lepanto, enfrentamientos con Inglaterra que culminaron en la derrota de la Armada Invencible, y las ansias independentistas de Flandes), Felipe II logró la anexión de Portugal.

Tras la muerte del rey Sebastián sin descendencia, Felipe II hizo valer sus derechos sucesorios en las Cortes de Tomar en 1581. Se creó el Consejo de Portugal y el rey prometió respetar las leyes, instituciones y moneda del país. Sin embargo, en 1640, una revolución independentista proclamó rey al duque de Braganza, Juan IV, poniendo fin a la unión ibérica.

8.3. El Modelo Político de los Austrias: La Unión de Reinos

Los Habsburgo desarrollaron la organización política heredada de los Reyes Católicos, apartando a la aristocracia del poder político. Los Consejos, formados por nobles y alto clero con carácter consultivo, asesoraban al Rey, quien tenía la última palabra. Castilla se convirtió en el centro del imperio.

En el resto del territorio se establecieron Virreyes (Aragón, Cataluña, Valencia, Nápoles, Sicilia e Indias) o Gobernadores (Países Bajos y Milán). La corte se fijó en Madrid en 1561, centralizando la administración del Estado. El número de funcionarios aumentó.

La organización territorial seguía el modelo de los Reyes Católicos: los corregidores, designados por la corona, controlaban las ciudades; los contadores recaudaban impuestos; y los alguaciles ejercían como policía. Las Chancillerías y las Audiencias administraban justicia. Se estableció representación diplomática en las principales capitales europeas: Roma, París, Londres y Viena.

8.4. Economía y Sociedad en la España del Siglo XVI

La  población  creció  en  Castilla  aunque  en  Aragón,  apenas  hubo  aumento.  Esto,  unido  a  la  fuerte  demanda desde América, explica el auge de la agricultura. Pero las tierras de labor estaban en manos de nobles y clérigos y con  alquileres  desorbitados,  por  lo  que  muchos  campesinos  sin  tierras  y  pequeños  propietarios  hipotecaron  sus fincas o pidieron préstamos para arrendar nuevas tierras. Las malas cosechas provocaron los impagos y los pequeños propietarios perdieron sus tierras. Por lo que la expansión económica no transformó el sector y las tierras siguieron en manos de los grandes latifundistas.  Se desarrolló la industria artesanal, la metalurgia vasca, la construcción naval en Valencia y Cataluña y los textiles de Sevilla, Toledo, Cuenca y Segovia. Pero la monarquía favoreció a los exportadores de lana frente a los productores de tejidos y otorgó protección a los textiles flamencos.  El comercio fue el sector más potente en Castilla por las relaciones con América, decayendo en Aragón y el Mediterráneo.  Pero  en  Castilla,  el  desarrollo  del  comercio  sin  la  previa  transformación  de  la  agricultura  y  la industria, no se llegaba a abastecer la demanda. Esto, unido a la gran cantidad de oro y plata, dio lugar a una terrible inflación. Por ello, la monarquía permitió la importación, de manera que el comercio con América benefició más al extranjero que al país.  La sociedad seguía dividida en estamentos en los que prevalecían los privilegios marcados desde la cuna. La nobleza era una elite que acumulaba patrimonio. El clero se dividía en alto clero (arzobispos, cardenales y abades) que era la nobleza de la Iglesia y el bajo clero (párrocos, capellanes, monjes…) que vivía con pobreza. Los pecheros (sujetos al pago de tributos y a la justicia ordinaria) eran campesinos y población urbana. Entre ellos también había grandes diferencias. Además, moriscos y judíos conversos eran marginados y perseguidos.

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