El Legado de Reagan y el Ascenso del Fundamentalismo Islámico: Un Análisis Histórico

El Post-Reaganismo en Estados Unidos

Los Estados Unidos en el post reaganismo: En 1988, George Bush derrotó a Ronald Reagan, impidiendo que este último presenciara el fin de la Guerra Fría como presidente. En política exterior, el presidente Bush demostró una capacidad de actuación más sutil y meditada que la de Reagan. Esto se evidenció en las reuniones con Gorbachov (que marcaron el fin definitivo de la Guerra Fría) y en la intervención en Panamá para derrocar y detener al presidente Manuel Antonio Noriega (acusado de tráfico de drogas en el área del Caribe). Esta intervención fue un modelo de eficacia tanto a nivel militar como en política mediática.

El momento de mayor impacto llegó con la Guerra del Golfo. La Operación Tormenta del Desierto (1991) abrió el camino para un replanteamiento global de la situación política en Oriente Medio y pareció señalar el final de las armas y estrategias de origen soviético, que eran las empleadas por las derrotadas tropas iraquíes. La decisión final de no asaltar Bagdad para destruir el poder de Saddam Hussein fue acertada desde la perspectiva de una gran superpotencia, aunque desde el punto de vista del pueblo, fue vista como un rasgo de debilidad, ya que el dictador iraquí había sido satanizado durante meses en los medios de comunicación, generando la expectativa de un castigo.

En junio de 1991, 5 millones de refugiados, compuestos tanto de kurdos como de shiítas, abandonados a su suerte, evidenciaban el carácter moralmente dudoso de la victoria militar. La velocidad y la trascendencia de los cambios hicieron que George Bush actuase más bien a remolque de unos acontecimientos que estaban trastocando las relaciones internacionales. El talante dubitativo de Bush quedó claro en la crisis de Yugoslavia, donde actuó con cautela a pesar de la fuerte presión intervencionista durante el verano de 1992, resaltando su actitud aislacionista.

En cuanto a la política interior, cuando Bush llegó al poder, la revolución neoliberal había fracasado, no solo por sus impotencias internas, sino porque en último término esta experiencia se explicaba en función del gran enfrentamiento con el “Imperio del Mal”, ahora esfumado. Desde finales de 1989, la recesión golpeó la economía norteamericana sin solución de continuidad, elevando el índice de desempleo. Grandes empresas quebraron o estuvieron a punto de hacerlo, y la competencia extranjera amenazaba seriamente algunos sectores.

En 1992, muchos norteamericanos se planteaban la necesidad de un cambio no sólo de línea política, sino incluso generacional. Este mismo año fue elegido presidente Bill Clinton por varias razones:

  • El rechazo del electorado a la política económica de Bush.
  • El apoyo a unos planteamientos demócratas moderados.
  • Porque personificaba una nueva era, una generación ajena a la Segunda Guerra Mundial y que rechazaba Vietnam.

Irán y el Fundamentalismo Islámico

Irán y el fundamentalismo: Los antecedentes del fundamentalismo se encuentran en Egipto, sin embargo, la explosión fundamentalista no comenzó en tierras árabes, sino en Irán, poblado mayoritariamente por persas, los cuales, aunque musulmanes, pertenecían al grupo shií, y no al sunní, predominante en los países árabes. Las razones estructurales de la revolución de 1978 fueron las mismas que aquejaban a los Estados árabes del Oriente Medio.

En 1921, un golpe de estado llevó al poder a Reza Mirza, suboficial de origen persa y origen campesino, transformado en monarca (Sha) y dispuesto tanto a crear su propia dinastía (Pahlevi) como a iniciar la transformación occidentalizadora de un país que abandonaba el antiguo nombre de Persia y pasaba a denominarse Irán (1935). El gran modelo del Sha Reza Pahlevi era la Turquía republicana de Kemal, pero en 1953, impulsado por británicos y norteamericanos, se produjo un golpe de Estado que terminó con el primer ministro. El Sha se encargó de reprimir los fervores nacionalistas y en 1962 inauguró la Revolución Blanca. En Irán, el Estado socialista-nacional de los árabes era reemplazado por una monarquía que terminó cayendo en la megalomanía. Fue la sobreabundancia de divisas obtenidas a raíz de la crisis petrolífera de 1973 la causante de un enorme caos económico y social que terminó por desarticular al país. La enorme inmigración desde el campo, el empeño del Sha en una modernización y la dureza del régimen contribuyeron a que los iraníes se volvieran hacia la tradición.

A lo largo de 1978, las protestas populares crecieron en violencia a medida que se intensificaba la represión y se fueron transformando en una revolución religiosa. En enero de 1979, el Sha abandonó el país y al mes siguiente el regreso del exilio del ayatollah Jomeini, el líder espiritual shiíta, señaló la culminación de la revolución.

Pronto el fundamentalismo se convirtió en una pesadilla para Occidente. Irán jugaba un importante papel en el despliegue defensivo de la Guerra Fría, en consecuencia, los norteamericanos les habían suministrado armamento sofisticado. Pero el nuevo poder iraní no tenía nada que ver con los manejos soviéticos. En noviembre de 1979, varios centenares de estudiantes islámicos ocuparon la Embajada de los Estados Unidos en Teherán y tomaron como rehenes a medio centenar de ciudadanos norteamericanos, la situación se agravó. Cayó el gobierno de Bazargan, con el que Washington mantenía relaciones, y fue sustituido por un Consejo Revolucionario islámico. Los norteamericanos se quedaron sin interlocutores políticos válidos. El nuevo gobierno iraní se inhibía de los estudiantes islámicos y lo mismo hacía el ayatollah Jomeini. Los ocupantes de la Embajada eran tolerados por las autoridades iraníes y sólo pedían que los Estados Unidos obligaran al derrocado Sha a regresar a Irán para ser juzgado. En Washington se desconocía cómo abordar la emergencia. Se dio luz verde a una sofisticada operación militar para liberar a los rehenes que fue un fiasco, incluso contribuyó a acabar con la carrera política del presidente Carter.

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