El Liberalismo en el Reinado de Isabel II
Introducción: La Minoría de Edad y la I Guerra Carlista (1833-1843)
El reinado de Isabel II (1843-1868) se inicia con el liberalismo dividido. Esta fractura, surgida durante el Trienio Liberal (1820-1823), se agudizó durante la minoría de edad de Isabel II, marcada por las regencias de Mª Cristina (1833-1840) y del general Espartero (1840-1843), y la I Guerra Carlista (1833-1839).
La guerra se originó por la Pragmática Sanción de 1833, que abolió la Ley Sálica de 1713, permitiendo reinar a las mujeres. Esto dividió al país entre:
- Absolutistas: Apoyaban a Carlos María Isidro, hermano de Fernando VII, quien prometía respetar los fueros del País Vasco, Navarra y Cataluña.
- Liberales: Defendían el centralismo y el fin del Antiguo Régimen, apoyando a Mª Cristina y a Isabel.
La guerra se caracterizó por la aparición de generales como Zumalacárregui, Gómez y Maroto (carlistas), y Espartero (isabelino). Destacan las expediciones carlistas, como la del general Gómez por Andalucía y la Expedición Real de Carlos María Isidro hasta Madrid.
En 1839, Espartero y Maroto firmaron el Abrazo de Vergara, donde los carlistas se rindieron a cambio de un perdón. Carlos María Isidro huyó a Francia. El Carlismo no desapareció, resurgiendo en la Guerra dels Matiners (1846-1849) y la Tercera Guerra Carlista (1872-1876).
Aunque la I Guerra Carlista significó el triunfo del liberalismo, durante las regencias se perfilaron dos visiones enfrentadas: los moderados, con el Estatuto Real de 1834, y los progresistas, con la Constitución de 1837. La regencia de Espartero, de carácter autoritario, aprobó medidas como el libre comercio, que provocó la sublevación del sector textil catalán y el bombardeo de Barcelona. Narváez aprovechó para dar un golpe de estado en 1843 e imponer a los moderados.
El Reinado de Isabel II: Las Bases del Estado Liberal (1843-1868)
La imposibilidad de una nueva regencia llevó a declarar mayor de edad a Isabel II a los 13 años.
Los Partidos Políticos de la España Isabelina
La división del liberalismo marcó el reinado de Isabel II, acentuada por el apoyo de la reina a los moderados. Las principales fuerzas políticas fueron:
Liberalismo Moderado
Liderado por Narváez, con apoyo de la antigua nobleza, la burguesía terrateniente, industrial, financiera y comercial. Defendían:
- Soberanía compartida entre la Corona y las Cortes.
- Cortes bicamerales con Senado elegido por la Corona y sufragio censitario muy restringido.
- Limitación de derechos individuales como la expresión y reunión.
- Oposición a la Milicia Nacional, el jurado popular y las elecciones municipales.
Liberalismo Progresista
Liderado por Espartero, con apoyo de la pequeña burguesía, artesanos y militares de baja graduación. Defendían:
- Soberanía nacional.
- Amplios derechos individuales y colectivos.
- Milicia Nacional, jurado popular y elecciones municipales.
- Sufragio censitario menos restringido.
En 1849 surgió el Partido Demócrata, más radical, que defendía el sufragio universal y los derechos sociales.
Unión Liberal
Liderado por O’Donnell, surgió durante el Bienio Progresista, atrayendo a moderados y progresistas. Se caracterizó por su pragmatismo, impulsando obras públicas y mejoras económicas.
La Década Moderada (1844-1854)
Con los moderados en el poder, se construyó la nueva administración con una visión centralista. Narváez fortaleció el poder de la Corona y el monopolio del poder mediante un sistema electoral restringido. Se asentó un liberalismo conservador que beneficiaba a las clases dominantes.
Los elementos clave fueron:
- Constitución de 1845: Soberanía compartida, confesionalidad católica, sufragio restringido, Cortes bicamerales y limitación de derechos.
- Administración centralizada en 48 provincias.
- Creación de la Guardia Civil.
- Nuevo sistema fiscal.
- Regulación de la enseñanza (Ley Moyano).
- Concordato con la Santa Sede (1851).
El poder de la Corona y el ejecutivo marginó al legislativo. La vida política se desarrollaba mediante grupos de presión («camarillas»). La crisis de esta etapa surgió por el intento de reformar la Constitución.
Bienio Progresista (1854-1856)
La Vicalvarada (1854), liderada por Dulce, O’Donnell y Ros de Olano, y el Manifiesto de Manzanares, dieron lugar a la Unión Liberal y al Bienio Progresista. Espartero fue presidente y O’Donnell ministro de guerra.
Se restauró la Constitución de 1837 y se inició la redacción de la Constitución de 1856 (no vigente), que proclamaba la soberanía nacional y ampliaba los derechos.
Se promulgó la Ley de Desamortización de Madoz (1855) y la Ley de Ferrocarriles (1855). La corrupción y el desgaste político llevaron a la dimisión de Espartero. O’Donnell anuló la Constitución de 1837 y reimpuso la de 1845, volviendo a los principios moderados.
La Vuelta de los Moderados (1856-1868)
Este periodo se caracterizó por la alternancia entre moderados (Narváez) y la Unión Liberal (O’Donnell). El «Gabinete Largo» de O’Donnell (1858-1863) impulsó guerras de prestigio (Conchinchina, Marruecos), que generaron una crisis económica y tensiones: carlistas, revueltas campesinas (Loja, Utrera), protestas estudiantiles (Noche de San Daniel, 1865), y sublevaciones militares (Prim, 1866; San Gil).
La muerte de O’Donnell y Narváez, el desprestigio de Isabel II y la crisis financiera llevaron al Pacto de Ostende (1866), donde progresistas, demócratas y unionistas se coaligaron contra la monarquía. El golpe de Topete en 1868 puso fin al reinado de Isabel II, iniciando el Sexenio Revolucionario (1868-1874).
Conclusiones
El reinado de Isabel II se caracterizó por el dominio del liberalismo moderado, la exclusión de los progresistas y una debilidad democrática manifiesta, expresada en pronunciamientos y el protagonismo militar. El Pacto de Ostende y el golpe de Topete en 1868 marcaron el fin de la monarquía y el inicio del Sexenio Revolucionario.