El Liberalismo: Orígenes, Corrientes y su Implementación en España
El liberalismo es una ideología de origen burgués que surge con el objetivo de abolir las estructuras del Antiguo Régimen. Defiende una serie de principios políticos fundamentales como la igualdad ante la ley, los derechos y libertades individuales inalienables y la división de poderes. Fue la expresión ideológica de los intereses de la burguesía, que se convirtió en el siglo XIX en el grupo hegemónico de la sociedad gracias al desarrollo del comercio y la Revolución Industrial. Su dominio social va parejo al triunfo de las revoluciones políticas liberales.
El liberalismo propone un nuevo concepto del poder y de la sociedad basado en:
- Libertad e igualdad jurídica.
- Limitación de la autoridad.
- División tripartita del poder:
- Ejecutivo (Gobierno).
- Legislativo (Cortes).
- Judicial (Tribunales).
- Participación política de los ciudadanos para elegir representantes en las Cortes o Parlamento, depositario de la soberanía nacional.
Todo este sistema político se sustenta en el imperio de la ley, siendo la Constitución la ley suprema fundamental.
El liberalismo no es solo una filosofía política; en economía, defiende:
- La propiedad privada individual, considerada como un valor absoluto.
- La libertad económica y de empresa, basada en la libre iniciativa individual sin intervención del Estado.
- El libre juego de la oferta y la demanda como mecanismo generador de riqueza y regulador de las actividades económicas.
Corrientes del Liberalismo: Doctrinario y Democrático
El liberalismo, una ideología revolucionaria en sus inicios, se dividió en dos corrientes principales al llegar al poder, diferenciadas por el criterio de participación política de la población:
- Liberalismo Doctrinario: Fue la corriente mayoritaria en España y Europa hasta mediados del siglo XIX. Surgió como reacción a los excesos revolucionarios y al temor de los grupos económicos poderosos de perder su posición hegemónica. Sus características principales son:
- Monarquía constitucional.
- Soberanía compartida entre el rey y las Cortes.
- Restricción de la participación política (sufragio censitario).
- Limitación de los derechos individuales.
- Catolicismo de Estado.
En España, el liberalismo doctrinario se dividió entre moderados y progresistas:
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Moderados: Asumieron plenamente los principios del liberalismo doctrinario. Ejercieron el poder durante más tiempo y contaron con el apoyo de los monarcas y los grupos poderosos (nobleza, alta burguesía y militares). Eran partidarios de:
- Un férreo control del poder municipal por parte del gobierno.
- La limitación de las libertades civiles y de la libertad de imprenta.
- La eliminación de los jurados populares y la Milicia Nacional.
La Constitución de 1845 se inspiró en estos principios.
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Progresistas: Reclamaban:
- La primacía de las Cortes sobre el rey.
- Un mayor grado de descentralización municipal.
- Una interpretación más amplia de las libertades (especialmente la de prensa).
- Una mayor libertad de culto dentro del estado confesional.
Aunque defendían el sufragio censitario, proponían un mayor porcentaje de participación ciudadana. Las constituciones de 1837 y la *non nata* de 1856 se inspiraron en estos principios.
- Liberalismo Democrático: La creciente moderación de los progresistas provocó una disidencia, surgiendo los demócratas en 1840. Constituían una minoría radical, dividida entre partidarios de la monarquía y de la república. El liberalismo democrático defendía:
- La soberanía popular como principio básico.
- La participación popular mediante sufragio universal masculino (mayores de 25 años).
- Una rígida separación de poderes.
- Una amplia carta de derechos y libertades, considerados inalienables e inherentes a la naturaleza humana.
- Un gobierno como fruto de la voluntad popular.
- Libertad de cultos y separación de la Iglesia y el Estado.
La Constitución de 1869, que inauguró la monarquía parlamentaria en España (*el rey reina, pero no gobierna*), se inspiró en estos principios.
El republicanismo aprovechó el corto reinado de Amadeo de Saboya para proclamar la Primera República, plantear la discusión del modelo territorial y reivindicarse como el sistema verdaderamente democrático.
La Construcción del Estado Liberal en España: El Reinado de Isabel II
La construcción del Estado liberal en España transcurre principalmente durante el reinado de Isabel II (1833-1868), época en la que se implanta de forma definitiva. Oscila entre dos grandes familias políticas: los progresistas (con características vinculadas a la corriente liberal democrática) y los moderados (más próximos al liberalismo doctrinario). Con el tiempo, aparecerán más familias políticas, enriqueciendo el espectro ideológico e incluso instaurando un verdadero sistema democrático durante el Sexenio Democrático (1868-1874).
Antecedentes: La Pragmática Sanción y la Primera Guerra Carlista
En 1830, Fernando VII promulgó la Pragmática Sanción, que derogaba parcialmente la Ley Sálica y proclamaba a Isabel como heredera. Su hermano Carlos y sus partidarios (carlistas) se opusieron. Tras la muerte de Fernando VII en 1833, Carlos reclamó la corona, al mismo tiempo que la reina María Cristina lo hacía para su hija Isabel. Este choque llevó al estallido de la Primera Guerra Carlista (1833-1840).
Los carlistas eran de ideología tradicionalista (ultraconservadores y antiliberales). Defendían:
- La permanencia de los valores políticos, sociales y religiosos tradicionales.
- Los valores católicos.
- El reconocimiento de los privilegios forales de vascos, navarros y catalanes.
- El derecho a reinar de Carlos de Borbón.
La reina María Cristina, regente en nombre de su hija, buscó el apoyo de los sectores moderados del liberalismo para asegurar los derechos de Isabel. Los liberales, antes perseguidos, se aliaron con la Corona frente al carlismo.
El Estatuto Real de 1834 y la Constitución de 1837
Mediante pequeñas reformas, Martínez de la Rosa creó el Estatuto Real en 1834, una Carta Otorgada en la que la Corona admitía la participación política de la nobleza y la burguesía. Establecía:
- La soberanía del monarca.
- Cortes bicamerales.
- Escasa participación ciudadana.
No contemplaba los derechos individuales ni la separación de poderes, por lo que la mayoría de los liberales lo consideraron insuficiente.
María Cristina confió el gobierno a Mendizábal, político progresista, quien realizó reformas para calmar las protestas populares (influencia de las revoluciones de 1830), entre ellas:
- La desamortización de los bienes del clero regular (para financiar la guerra y debilitar al clero, que apoyaba al carlismo).
- La redención de quintas (favorecía a las clases poderosas, que podían librarse del servicio militar).
Mendizábal gobernó con la Constitución de 1812 hasta que, en 1837, se promulgó una nueva Constitución, elaborada por Cortes constituyentes, que adoptaba los principios del liberalismo progresista.
La Regencia de Espartero (1840-1843)
La predilección de la reina regente por los moderados desplazó a los progresistas del poder. El intento de los moderados de modificar las leyes provocó que los progresistas, encabezados por Espartero, pretendieran establecer una corregencia. María Cristina se negó a aceptar limitaciones a su poder, renunciando a la regencia y exiliándose en Francia en 1840.
Espartero se convirtió en regente, pero su desamortización del clero secular (1841) y su intento de reducir los privilegios de Navarra y el País Vasco provocaron un descontento general (bombardeo de Barcelona). A mediados de 1843, moderados y progresistas se unieron, y el triunfo de varios pronunciamientos obligó a Espartero a renunciar y exiliarse.
El Reinado Personal de Isabel II: La Década Moderada (1844-1854)
El nuevo Gobierno, dominado por el general Narváez (líder moderado), adelantó la mayoría de edad de Isabel II, quien comenzó su reinado personal en noviembre de 1843, con trece años. La reina tenía una escasa formación, era muy supersticiosa y tuvo un matrimonio desgraciado, lo que repercutió en la política.
A finales de 1843, los progresistas fueron desplazados del poder. Los moderados, con el apoyo real y dirigidos por Narváez, convocaron nuevas Cortes y promulgaron la Constitución de 1845. Con estos cambios, pretendían favorecer a las clases moderadas. Este periodo se conoce como la Década Moderada (1844-1854).
En Galicia, los progresistas realizaron un pronunciamiento en 1846, encabezado por Miguel Solís, pero las tropas sublevadas fueron derrotadas y Solís y once oficiales fueron fusilados en Carral (Mártires de Carral).
El Bienio Progresista (1854-1856)
En 1854, progresistas y moderados descontentos protagonizaron el pronunciamiento de la Vicalvarada, encabezado por O’Donnell, con un programa (Manifiesto de Manzanares) que pretendía reformar el sistema. La reina, atemorizada, nombró a Espartero jefe del Gobierno y a O’Donnell ministro de Guerra.
Las nuevas Cortes elaboraron una Constitución que no se promulgó (*non nata*, 1856), que limitaba los poderes de la Corona. Los gobiernos progresistas aprobaron:
- La Ley de Desamortización General de Madoz (1855): expropiación y venta de bienes propios y comunales, que empeoró la vida de muchos campesinos y con la que se conseguían fondos para financiar la Ley del Ferrocarril (1855).
Esta etapa se conoce como Bienio Progresista (1854-1856).
La Década Moderada o Unionista (1856-1866) y el Bienio Ultramoderado (1866-1868)
La inestabilidad política hizo que, en 1856, O’Donnell diera un golpe de Estado y desplazara a Espartero. Comienza la Década Moderada o Unionista (1856-1866). Se restauró la Constitución de 1845 y la Unión Liberal (moderados y parte de los progresistas) llevó a cabo una campaña de exaltación patriótica.
A partir de 1866, las discrepancias entre la reina y O’Donnell terminaron con una profunda crisis política y su expatriación. Narváez asumió la presidencia y gobernó de forma dictatorial (Bienio Ultramoderado: 1866-1868). También nacieron dos partidos que ocuparían el espectro del liberalismo democrático: el partido demócrata y el republicano.
La Revolución Gloriosa de 1868
En el exilio, progresistas y demócratas (antiguos progresistas monárquicos) unieron fuerzas para derrocar a Isabel II (Pacto de Ostende, 1866, y Pacto de Bruselas, 1867). Tras la muerte de O’Donnell, los unionistas, encabezados por Serrano, contactaron con las fuerzas antiborbónicas. Poco después murió Narváez. La reina estaba sola y, en septiembre de 1868, la revolución conocida como *La Gloriosa* o *Setembrina* expulsó a Isabel II de España. Esto abrió la posibilidad de configurar un nuevo sistema político basado en los principios del liberalismo democrático y en los intereses de las clases medias.