El Movimiento Obrero en España: Del Sexenio a la Restauración

La Clase Obrera Durante el Sexenio Democrático (1868-1874)

Condiciones de Vida

Uno de los cambios más significativos de la sociedad española en la época isabelina fue la aparición de la clase obrera industrial. Aunque al principio su proporción era pequeña, concentrada en Barcelona, Madrid y Málaga, el desarrollo de la industria del algodón y la primera siderurgia hicieron afluir a las ciudades a miles de trabajadores agrícolas en paro o expulsados por las guerras o la expropiación de tierras.

Este éxodo rural tuvo como resultado el crecimiento de los barrios obreros, caracterizados por barracas y chabolas construidas precipitadamente, sin saneamientos, alumbrado ni limpieza. Sin asistencia pública o privada, estos barrios se convirtieron en foco de enfermedades infecciosas como la tuberculosis y el cólera.

El trabajo en las fábricas implicaba jornadas de 12 a 14 horas, en un ambiente con ruidos estridentes y continuos de las máquinas. El polvo del algodón o las partículas de metal y ceniza hacían el aire irrespirable. La falta de seguridad resultaba en accidentes frecuentes, y el único descanso eran los domingos.

A mediados del siglo XIX, la vida media de los obreros catalanes era de 19 años, en contraste con los 40 años de la clase alta de la ciudad. Trabajaban por igual hombres, mujeres y niños de corta edad. Los salarios eran muy bajos, apenas suficientes para comer. A esto se sumaban las enfermedades infecciosas y sociales (venéreas, alcoholismo) y el analfabetismo general (69% hombres, 92% mujeres). En épocas de crisis, las ventas disminuían y los despidos aumentaban, lo que llevaba al paro, el hambre y la enfermedad. A menudo, la delincuencia era la única opción, convirtiéndose en un mal endémico.

El Movimiento Obrero y la Internacional

La Revolución de 1868 despertó esperanzas en los obreros, que creían que comenzaría el proceso de reformas sociales esperado. Sin embargo, la detención del proceso revolucionario, las quintas, los consumos y el mantenimiento de la monarquía llevaron a la separación definitiva del movimiento obrero y los partidos demócrata y republicano, y a la rápida implantación en España de la Internacional.

En octubre de 1868, llegó Giuseppe Fanelli, miembro de la AIT (Asociación Internacional de Trabajadores), enviado por Bakunin para organizar la sección española sobre las bases de las tesis anarquistas. Se establecieron dos secciones, en Madrid y Barcelona. Las huelgas y protestas se extendieron por todo el país, especialmente entre los jornaleros andaluces.

En junio de 1870, en Barcelona, el I Congreso de la sección española de la Internacional reguló la organización de secciones y federaciones de oficios, y fijó objetivos sindicales y políticos. La mayoría catalana tenía una orientación anarquista, abogando por la no colaboración ni alianza con la burguesía.

En la primavera de 1871, bajo el reinado de Amadeo de Saboya, se produjo la insurrección de la Comuna de París. El impacto de la revolución en las clases dirigentes fue enorme. En España, se tradujo en una serie de medidas represivas contra la AIT, como la prohibición de reuniones y huelgas, el cierre de periódicos y la detención de líderes.

En diciembre de 1871, llegó a Madrid Paul Lafargue, dirigente marxista de la Internacional. Entró en contacto con el núcleo madrileño, cuyos principales miembros aceptaron sus tesis. Tras el congreso de Zaragoza, los líderes marxistas madrileños fueron expulsados y fundaron la Nueva Federación Madrileña, el ala marxista española de la AIT. Meses después, la escisión en la Internacional se consumaba en el Congreso de La Haya.

Al comenzar 1873, la Internacional española contaba con más de 25.000 afiliados, un tercio de ellos catalanes. Estaba implantada entre los obreros textiles, de la construcción, de las artes gráficas y el campesinado andaluz. Entre los dirigentes había una mezcla de obreros e intelectuales (radicales, anarquistas) de la clase media.

La proclamación de la República provocó una oleada de manifestaciones y huelgas que obligaron a los patronos a hacer concesiones en jornadas y salarios. Barcelona actuó como punta de lanza del movimiento reivindicativo. En Andalucía hubo revueltas y asaltos al margen de la AIT. La participación obrera en la huelga de Alcoy (movimiento cantonal), a pesar de la desaprobación de sus dirigentes, fue utilizada por los sectores conservadores para acabar con la AIT. El 10 de enero de 1874, el gobierno de Serrano decretó la disolución de la Internacional, y la mayoría de los dirigentes pasaron a la clandestinidad.

En conjunto, el sexenio significó una etapa de toma de conciencia política y organizativa para el movimiento obrero español, así como el momento de asimilación de las principales corrientes ideológicas del mundo obrero europeo: el anarquismo y el marxismo.

El Movimiento Obrero Durante la Restauración

El Anarquismo

Las condiciones de vida de la clase obrera no habían cambiado sustancialmente en los inicios de la Restauración. Tras la Restauración, el movimiento obrero pasó a la clandestinidad. La prohibición de movimientos sindicales y la censura de prensa mantuvieron la acción sindical reducida al mínimo. Además, el movimiento obrero estaba escindido en dos corrientes: socialista y anarquista.

Cuando en 1881 el gobierno de Sagasta suavizó la represión y permitió las asociaciones, los anarquistas fundaron la Federación de Trabajadores de la Región Española, con notable implantación en Cataluña, Aragón, Valencia y Andalucía. Las divisiones internas y la represión policial hicieron que a finales de los ochenta obreros y campesinos se decantaran por el anarcosindicalismo.

Una minoría de radicales optó por la acción directa (huelgas, atentados). La última década del siglo XIX y la primera del XX se caracterizaron por una oleada de atentados contra reyes, presidentes y jefes de gobierno de toda Europa. La respuesta contundente de las autoridades provocó una dinámica de acción-represión continua. La acción directa, aunque minoritaria, sirvió a las clases dirigentes para etiquetar de violento todo el anarquismo y justificar la represión.

A pesar de ello, a finales de siglo y en la primera década del siglo XX, los sindicatos anarquistas continuaron creciendo, al tiempo que una oleada de huelgas en las regiones industriales y campos, resueltas con éxito, potenciaron la implantación de los sindicatos libertarios.

El Socialismo

Después de la represión de 1874, los socialistas madrileños se reorganizaron en torno al núcleo de los tipógrafos. Fueron ellos quienes, junto a algunos intelectuales y otros artesanos, fundaron en mayo de 1879 el PSOE (Partido Socialista Obrero Español). Pablo Iglesias se convirtió pronto en su principal líder.

El primer programa se basaba en tres objetivos fundamentales: la abolición de las clases y la emancipación de los trabajadores, la transformación de la propiedad privada en colectiva y la conquista del poder político por la clase obrera. El programa incluía una larga lista de reivindicaciones políticas y laborales que pretendían la mejora de las condiciones de vida de los obreros. Aparte de su ideología, el PSOE se diferenciaba del resto de partidos de la Restauración porque surgió como partido de masas.

A lo largo de la siguiente década, el partido fue creciendo e implantándose por todo el país. En 1888 se fundó en Barcelona la UGT (Unión General de Trabajadores), sindicato socialista. Desde entonces, se marcaría la línea divisoria entre partido y sindicato (función reivindicativa). El partido adoptó el sistema de congresos periódicos para definir su línea ideológica y su táctica política. En 1890 se celebró por primera vez el 1º de Mayo, siguiendo la consigna de la II Internacional.

Los Sindicatos Católicos

También intentaron organizarse a finales del siglo XIX movimientos obreros de inspiración católica, que no arraigaron en casi ningún lugar.

La Reconquista y los Primeros Reinos Cristianos

Los primeros núcleos de resistencia se formaron sobre las cordilleras septentrionales: el reino astur-leonés en la Cantábrica y los núcleos de Pamplona (Navarra), Aragón y Cataluña en los Pirineos.

Expansión entre los Siglos XI al XIII

Esta etapa se puede considerar como de verdadera Reconquista.

Análisis del Decreto de Desamortización de Mendizábal

El texto comienza explicando las razones para la desamortización:

  • Reducir la Deuda Pública
  • Reanimar la agricultura, industria y comercio
  • Impulsar la idea de la propiedad privada
  • Lograr apoyos a Isabel II

Análisis del Programa Fundacional del PSOE

El programa fundacional del PSOE muestra su análisis de la sociedad española del momento, dividida en burguesía (dominante) y proletariado (dominado). Manifiesta sus intenciones:

  1. Control obrero del poder político
  2. Nacionalización de los medios de producción

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