Bizancio: La Era de los Paleólogos
Tras la ruina a mediados del siglo XIII de los estados latinos establecidos por las cruzadas, la evolución de los acontecimientos interiores y exteriores favoreció poco la restauración imperial en Bizancio y su fortalecimiento en el marco geopolítico que ocupaba. Por un lado, la presión de otomanos y serbios; por otro, el abuso marítimo de Venecia y Génova. El deterioro de las relaciones sociales, la ruina de las estructuras del estado y la continua reducción territorial anunciaban el final inexorable que se produjo en 1453.
La Restauración Imperial
A la muerte en 1258 de Teodoro Láscaris, emperador de Nicea, el Imperio bizantino se hallaba en su momento de mayor disgregación; no disponía de tierras en Europa. Agotado el empuje de las cruzadas, las dinastías occidentales habían perdido interés por los asuntos políticos de Bizancio y sólo los venecianos seguían dispuestos a aprovechar la actividad comercial de la región.
Miguel Paleólogo, desde Anatolia, elimina al hijo de Teodoro y, con el apoyo de los genoveses, se instalará en el trono imperial de Constantinopla. El primer objetivo del nuevo emperador fue conseguir recuperar las fronteras anteriores a 1204 y restablecer la relación con Occidente.
Bizancio, a la muerte del primer Paleólogo (Miguel VIII, 1282), era de nuevo dueño de sus recursos y de su destino de cara al exterior. Sin embargo, Miguel VIII no consiguió la reconstrucción interior, fracaso que pesará en la actuación de sus sucesores.
El Lento Declive del Imperio Bizantino
La dinastía de los Paleólogos se mantuvo en el trono imperial sin interrupción hasta el final. Esta estabilidad aparente ocultaba un lento declinar hacia la desaparición, una vez invertidas todas las fuerzas en la reconstrucción inicial.
Hasta ese momento, los reinados de Andrónico II y Andrónico III se centraron en encauzar la reforma social y el control de la economía y las instituciones.
A partir de 1355, la presión militar otomana en las fronteras obligará a adoptar medidas extremas para la defensa, en especial la contratación de mercenarios (los almogávares). Sus éxitos libraron momentáneamente la zona occidental de Asia Menor de la amenaza turca, pero después, por las dificultades para recibir las soldadas ofrecidas, recorrieron a sangre y fuego buena parte de Tracia y Macedonia. Se asentaron en Beocia y Ática (hasta 1388), convirtiéndolas en los ducados de Atenas y Neopatria, que ofrecieron al monarca aragonés.
El proceso de desarticulación total de la sociedad y la economía impidió que cuajaran las reformas sociales emprendidas para controlar la corrupción en la justicia y combatir los efectos de la usura, dos circunstancias que afectaban a la masa popular de las ciudades, muy empobrecidas.
La pugna interior establecida entre las numerosas facciones que se disputaban el poder hacía imposible cualquier medida que frenara la ruina del Estado y el empobrecimiento de la población.
La presión exterior iba en aumento:
- Los serbios invadieron Macedonia y Albania en su intento de crear un imperio serbo-griego ortodoxo.
- Los genoveses y venecianos buscaban los beneficios comerciales.
- Los otomanos culminaban su conquista en Asia Menor, ponían pie en Europa y sitiaban Constantinopla.
Desde los primeros años del siglo XV, el futuro de Bizancio dependía de la voluntad del sultán turco. El emperador Manuel II buscó la salvación en Occidente, solicitando ayuda de los reinos europeos, sin obtener colaboración, entre otras razones por la división de Occidente a consecuencia del Cisma y la fase aguda de la Guerra de los Cien Años.
La negociación con Roma desembocó en la decisión del Concilio de Basilea de proclamar la unidad de los cristianos en presencia del emperador, el patriarca ortodoxo y numerosos obispos griegos. Ante la agonía de Constantinopla, en Occidente se predicó una última cruzada, que con graves dilaciones se puso en marcha, pero fracasó casi antes de comenzar al sufrir la derrota total en Varna (1444).
El último emperador, Constantino XI, tuvo que enfrentarse en el interior a la rebelión ortodoxa que se negaba a admitir la unión con los latinos.
Economía y Sociedad en la Época de los Paleólogos
El campo y la ciudad vivían desconectados; las ciudades desempeñaban un papel parasitario al absorber la producción agrícola. Los grandes propietarios agrícolas residían en las ciudades, donde invertían y gastaban las rentas fundiarias, sin devolver nada al campo. Este grupo constituía, además, la base de la aristocracia urbana y, por tanto, intervenía en el poder desde ambas posiciones. La fortaleza de los terratenientes, incluidos los monasterios, no cedía ante las penurias de los demás, llegándose a una polarización total de la sociedad que la debilidad del Estado no podía atajar.
La tradicional firmeza de la moneda bizantina fue progresivamente devaluada y acabó por dejar de acuñarse, siendo desplazada por las monedas occidentales. La economía bizantina se convirtió en una economía colonial.
La Gran Propiedad y los Grandes Propietarios
Los medianos propietarios fueron eliminados progresivamente a favor de extensas explotaciones en manos de familias poderosas. La reconstrucción de finales del siglo XIII se hizo partiendo de la existencia de grandes dominios en manos de estos linajes antiguos, que se repartían la práctica totalidad del territorio en todas las provincias recuperadas. El debilitamiento del poder central favoreció su control político en las provincias, provocando la fragmentación administrativa e imponiendo la constitución de enclaves inmunes.
La Paroikia Campesina
La falta de innovaciones técnicas y la escasa movilización del campesinado provocaron el progresivo agotamiento del suelo, con descensos de la productividad. Los campesinos disponían de libertad de movimientos, pues los hombres libres y esclavos quedaron igualados por la desaparición de la esclavitud. Esto, y la generalización de las grandes propiedades, impulsaron la uniformidad del campesinado bajo la condición de parecos (paroikoi): campesinos libres instalados en parcelas individuales propiedad del Estado o de los grandes señores. Esta organización sustituía a la tradicional aldea, dando paso a un proceso de feudalización muy próximo al recorrido en Occidente en tiempos anteriores.
El régimen de paroikia extendido sobre el campesinado establecía unos lazos de dependencia con el señor. Por un lado, se respetaba su personalidad jurídica y libertad, así como el reconocimiento de derechos sobre la tierra, con la obligación de trabajarla y de satisfacer al señor una renta anual (normalmente el décimo de los cereales y el tercio del viñedo) y, en algunas regiones como Morea, prestaciones personales en trabajo. La condición de los paroikoi era hereditaria y servía para garantizar al propietario mano de obra estable y la percepción de renta, lo que tendía a hacer de la familia campesina un elemento más del patrimonio señorial.
La Actividad Comercial
Para el comercio occidental, los puertos griegos eran fundamentales para acceder a las mercancías del resto del mundo que llegaban a través de un abanico de rutas muy antiguas:
- Rutas Orientales: Por ellas llegaban perfumes, especias, sedas y esclavos, y salían armas y tejidos europeos.
- Rutas del Norte: De donde llegaba trigo, pieles y esclavos, y conectaban con las rutas comerciales de Extremo Oriente.
- Rutas Balcánicas: Denominada la “vía imperial”.
Manifestaciones Religiosas, Culturales y Artísticas
La sumisión inicial del patriarca de Constantinopla al papado de Roma (tras la restauración de Miguel VIII) supuso el traslado temporal del centro de la Iglesia ortodoxa a Nicea, desde donde se generó un movimiento de resistencia anti-latina que siguió existiendo después, como oposición a la política unionista de algunos de los Paleólogos.
El odio a lo occidental se convirtió en un componente ideológico fundamental para mantener vivas la llama de la ortodoxia y un nacionalismo radical. Miguel VIII, para restaurar el Imperio, impulsó el renacimiento cultural y artístico de Bizancio.
Sin embargo, la doctrina hesicasta, reconocida como oficial de la Iglesia ortodoxa (que sostenía la posibilidad del encuentro del hombre con Dios a través de la oración a Jesús y un largo aprendizaje), no era pro-unionista. El mantenimiento del tradicionalismo pasaba por perpetuar la división con Roma. Aunque la única forma de salvar Bizancio parecía estar del lado de Occidente, las sucesivas tentativas imperiales para conseguir la unión se estrellaron contra el conservadurismo de la jerarquía eclesiástica, que arrastraba el sentimiento popular muy radicalizado.
Al amparo de la ortodoxia religiosa se producirá una renovatio cultural que buscaba los rasgos diferenciadores del Oriente cristiano para marcar la separación. El argumento principal fue la lengua y la cultura griega antigua.
En los siglos XIV y XV se produjo un gran desarrollo del pensamiento bizantino. La filosofía, las ciencias y la historia adquirieron un tratamiento nuevo que traspasará fronteras y llegará a Italia del norte, influyendo en el Renacimiento.