El periodo de entreguerras es uno de los de mayor inestabilidad como consecuencia de los problemas derivados de la Primera Guerra Mundial que se vieron agravados por la crisis económica. El triunfo de la revolución soviética propició un clima de pánico que favoreció la expansión de regímenes autoritarios y el retroceso de las democracias. Así surgieron los movimientos fascista y nazi en Italia y Alemania. La agresividad de su política exterior junto a la conversión de Japón en una potencia expansionista condujo a la Segunda Guerra Mundial.
1. La crisis de las democracias liberales
La depresión económica y el triunfo de la revolución soviética favorecieron un ambiente de desestabilización en las democracias liberales que habían triunfado tras la Primera Guerra Mundial.
1.1. Las consecuencias de la Primera Guerra Mundial
Los nuevos países que surgieron tras la desmembración de los Imperios europeos tras la guerra adoptaron mayoritariamente regímenes liberales parlamentarios. Al mismo tiempo, la democracia se consolidó en Europa occidental. En la década de los 20 se vivió una difícil situación económica como consecuencia de la salida de la guerra que acabó complicándose tras la crisis de 1929. A esto hay que añadir la crisis social. Los sindicatos y los partidos comunistas se reforzaron animados por el triunfo de la revolución soviética. Todo esto llevó a una fuerte oposición a la democracia tanto por parte de la clase obrera como por la de la burguesía que veía con temor una situación revolucionaria.
1.2. Las democracias ante la crisis
Los países que tenían sistemas democráticos arraigados consiguieron integrar en el sistema al socialismo emergente. Fue el caso del Reino Unido cuya situación económica era difícil. Además la situación se agravó con la guerra de independencia de Irlanda. En 1921 el gobierno británico aceptó la partición de Irlanda. En Francia llegó al poder una gran coalición de izquierdas, el Frente Popular, 1936, dentro del marco parlamentario y democrático. Las democracias se encerraron en sí mismas y contemplaron con impotencia el ascenso de las dictaduras en otros países de Europa.
1.3. La aparición de los regímenes autoritarios
En estados sin una tradición democrática consolidada, se establecieron sistemas políticos autoritarios. Fueron los casos de Hungría, Polonia, Lituania, Portugal, Letonia, Estonia, Grecia, Rumania, Bulgaria o España. Los casos más trascendentes fueron los de Italia y Alemania.
2. La Italia Fascista del 1922 al 1939
2.1. La crisis de la posguerra
Tras la Primera Guerra Mundial se extendió por Italia un amplio movimiento huelguístico con el que la clase obrera buscaba alcanzar el nivel de vida perdido con la guerra. Todo esto provocó que entre la burguesía se extendiera el miedo a la revolución social. En el aspecto político, la monarquía constitucional atravesaba un momento de inestabilidad. No había gobiernos duraderos, la coalición de centro en el gobierno se veía contestada por la izquierda y la derecha.
2.2. La formación del Partido Nacional Fascista
En 1921 Benito Mussolini fundó el Partido Nacional Fascista que se presentó como un instrumento eficaz frente a la amenaza del comunismo y que contaba con un programa populista en lo social, defensor de la propiedad privada, un fuerte nacionalismo y expansionista y militarista en la política exterior. El partido se nutrió de sectores obreros descontentos con la situación política y social pero sobre todo de la pequeña burguesía atemorizada por la crisis y el ascenso de las fuerzas revolucionarias. Estuvo bien visto entre los grandes industriales, sectores del ejército y del propio gobierno y contó con apoyo económico de la patronal. Las escuadras fascistas protagonizaron numerosos actos de violencia social contra la izquierda con la complicidad de la policía y la justicia. El Partido Nacional Fascista creció rápidamente.
2.3. La marcha sobre Roma y la llegada al poder
El golpe definitivo para hacerse con el poder fue la marcha sobre Roma en octubre de 1922 ante la supuesta debilidad del gobierno. Los camisas negras ocuparon los edificios públicos de la capital y controlaron instituciones y comunicaciones. El gobierno dimitió y el rey Víctor Manuel III pidió a Mussolini que formara un nuevo ejecutivo. Contaba con el apoyo tanto de la Monarquía como del Ejército. La dictadura fascista se estableció entre 1922 y 1924 en un proceso de recorte de libertades. En un primer momento se mantuvo formalmente la vida parlamentaria pero en 1924, tras el asesinato del diputado socialista Matteotti, Mussolini asumió plenos poderes y silenció toda oposición.
2.4. La dictadura fascista
A partir de 1925, el Duce inició un proceso para convertir a Italia en un régimen totalitario en el que Estado y Partido Fascista quedaron identificados. Prohibió todos los partidos y sindicatos excepto los fascistas. Sustituyó el Parlamento por un órgano consultivo formado por fascistas. Las autoridades locales eran nombradas por el gobierno y creó una policía política (OVRA) que perseguía a los opositores. Uno de los apoyos más sólidos del fascismo fue el de la Iglesia católica con quien firmó los Pactos de Letrán (1929), que suponen el reinicio de las relaciones Iglesia-Estado. Desarrolló una política nacionalista y expansionista. Promovió la remilitarización e inició una campaña para recuperar los territorios irredentos. Pretendía conseguir territorios coloniales en Europa (Albania y el Dodecaneso) y en África (Eritrea, Somalia, Libia y Abisinia).
2.5. Un fuerte dirigismo económico
En el aspecto económico se caracteriza por un fuerte intervencionismo estatal, por el proteccionismo y por la tendencia a la autarquía. La crisis de los años 30 acentuó el proteccionismo y la autarquía que llevaron a cierta renovación de la industria a costa de una producción de elevados costos y baja calidad. El fascismo invirtió en obras públicas para frenar el desempleo y diseñó un programa para fomentar la producción agraria. El beneficiario de esta política fue la oligarquía pero el nivel de vida de los italianos se situó por debajo del europeo.
2.6. Un estricto control social
Pretendió controlar y dirigir a toda la sociedad a través de medios como el partido, los sindicatos, la gestión del ocio o la educación. El catolicismo fue declarado religión oficial. El control a la prensa, la radio, y la cultura era total.
3. La República de Weimar
3.1. La debilidad de la República
La República alemana no consigue estabilizarse: hay intentos para acabar con el régimen tanto por la izquierda como por la derecha. La ultraderecha acusaba al gobierno de haber cedido en Versalles y protagonizó intentos de golpes de Estado entre los que cabe destacar el «Putsch de la cervecería» protagonizado por Hitler en 1923 en Munich y que acabó con este encarcelado. La situación económica era muy complicada provocada especialmente por las deudas y reparaciones de guerra que Alemania tenía que pagar y que originaron un aumento espectacular de la inflación. Aumentó el paro y la crisis culminó en 1923 cuando Alemania no pudo pagar las reparaciones y Francia ocupó la cuenca minera del Ruhr. Tras un periodo de relativa estabilidad, la crisis de 1929 agravó la situación y los índices de paro se volvieron a disparar. Los partidos que formaban la coalición de Weimar fueron perdiendo apoyos y los cambios de gobierno fueron continuos.
3.2. La formación del partido nazi
Su líder indiscutible fue Adolf Hitler, al frente del Partido Nacionalista de los Trabajadores Alemanes (NSDAP) desde 1921. Como en el caso del fascismo italiano, mezcló hábilmente el discurso nacionalista con promesas de cambio social profundo. Y también practicó la violencia sistemática contra aquellos que consideraban traidores a la nación para lo que creó las Secciones de Asalto (SA). En 1923 intentó tomar el poder con apoyo de los militares: el «putsch de la cervecería» en Munich. Hitler fracasó y fue a la cárcel. Allí escribió Mein Kampf («Mi lucha»), donde expuso su visión del mundo y su programa. Era muy similar al del fascismo italiano pero resaltaba especialmente el antisemitismo.
4. La Alemania Nazi
4.1. La llegada del nazismo al poder
La crisis de 1929 hundió la economía alemana. Se disparó el número de parados. La idea de una posible revolución comunista volvió a cobrar fuerza. Los grandes capitalistas empezaron a apoyar al Partido nazi, que experimentó un gran crecimiento, al presentarse como la solución de los problemas mediante un gobierno fuerte y autoritario. En las elecciones de 1932 obtuvieron el mayor número de votos. Y en enero de 1933, Hitler era nombrado canciller mediante un pacto con los sectores conservadores. En apenas un año, había implantado su dictadura: el Tercer Reich.
4.2. El camino hacia la dictadura
Desde su llegada al poder Hitler empezó la construcción de un estado autoritario. Consiguió el permiso del presidente para disolver el Parlamento y convocar nuevas elecciones (5 de marzo). Prohibió la prensa y las reuniones, la violencia de sus seguidores en las calles era frecuente. El 27 de febrero se produjo el incendio del Reichstag, del que fueron culpados falsamente los comunistas, lo que sirvió para suprimir las libertades y reinstaurar la pena de muerte. En las elecciones el partido nazi obtuvo el 43% de los votos frente al 30% de comunistas y socialistas pero con el apoyo del Centro consiguió que el Parlamento le otorgase plenos poderes. En agosto de 1934 Hitler se proclamó Führer y canciller del Reich.
4.3. La construcción de un régimen totalitario
Los nazis transformaron Alemania en un estado totalitario controlado por Hitler y el partido. Fueron disueltos todos los demás partidos y sindicatos y se suprimieron las libertades individuales. La Administración fue depurada y la judicatura desapareció como poder independiente. Fueron suprimidos los poderes locales. La identificación entre partido y Estado fue total. La policía fue sustituida por las SS y la GESTAPO, encargada de la represión a los opositores y del control sobre la opinión pública. En 1933 se crearon los primeros campos de concentración. Solo quedaba la sumisión del sector de las SA dirigido por Rohm, partidarios de la abolición del capitalismo, que mantenía diferencias con Hitler y que fueron neutralizados en la Noche de los cuchillos largos (1934). Desde entonces el control por parte del Führer fue absoluto.
4.5. El control ideológico y social y la pureza racial
El objetivo era nazificar la sociedad alemana a base de un absoluto control de la cultura y el pensamiento basado en las ideas racistas y nacionalistas. De ello se encargó Goebbels, a la cabeza del Ministerio de Propaganda. Controlaban la cultura, la ciencia y el sistema educativo depurando profesores, artistas, intelectuales o científicos. Lo mismo hicieron con los medios de comunicación social (prensa, radio o cine). La oposición era reprimida brutalmente aunque también es cierto que se produjo cierta adhesión de la población a un proyecto que exaltaba la grandeza de Alemania, el orgullo de la raza y un futuro de progreso. Un elemento clave era asegurar la pureza racial para lo que eliminaron minorías étnicas o discapacitados y tomaron medidas de tipo eugenésico (esterilizaciones o fomento de parejas de “raza pura”). En 1938 se les obligó a llevar un distintivo y el 9 de noviembre de ese mismo año tuvo lugar la Noche de los cristales rotos en la que fueron detenidos miles de judíos, muchos fueron asesinados y sus comercios y sinagogas destruidos. El último paso sería la llamada “solución final” por la que se decretó su exterminio durante los años de la guerra.
4.5. La expansión territorial
La política exterior del régimen nazi iba encaminada a la implantación de un nuevo orden en Europa bajo el dominio alemán, relacionado con la formulación de la superioridad racial. Rechazaron las cláusulas del Tratado de Versalles y pretendían la creación del Gran Reich alemán que comprendería todos los territorios de habla alemana. En su afán por conquistar el “espacio vital” necesario para el desarrollo del pueblo alemán pretendían someter a los pueblos eslavos, considerados inferiores. Este proyecto llevaría a la ocupación de nuevos territorios (Polonia, Ucrania) y a la aniquilación de su máximo enemigo: el bolchevismo ruso.