El Poder de los Austrias: Gobierno, Economia y Sociedad en la España de los Siglos XVI y XVII

El Modelo Político de los Austrias: La Unión de Reinos

El gobierno de Castilla, Navarra y Aragón bajo los Austrias siguió el modelo de los Reyes Católicos. Los tres reinos mantuvieron sus instituciones, cortes y privilegios con escasas modificaciones. Se consolidó el sistema de gobierno por consejos. Aumentó el poder de los secretarios del rey, quienes se convirtieron en figuras clave del gobierno al informar al monarca de las decisiones de los consejos. Los secretarios más importantes se transformaron en secretarios de Estado. Se mantuvo la delegación del poder en virreyes y gobernadores en los territorios donde el soberano estaba ausente.

La administración se hizo más compleja. Los Austrias potenciaron las instituciones creadas por los Reyes Católicos, haciéndolas más complejas. Los procedimientos de gobierno se volvieron más lentos y la burocracia se incrementó, especialmente con Felipe II. A partir de la segunda mitad del siglo XVI, la corte se estableció en Madrid, rodeándose de una administración profesionalizada y amplia. Frecuentemente, la administración, que representaba la omnipresencia del rey, se superponía a las instituciones de cada reino, generando conflictos.

Los Austrias disponían de grandes ingresos que no cubrían sus enormes gastos, especialmente militares. Los ingresos provenían de los impuestos que pagaba Castilla, en particular la alcabala. En 1590, se instituyó un nuevo impuesto indirecto general que afectó a las clases populares. Otros ingresos procedían de las Indias, permitiendo pagos urgentes. Se generalizó la venta de cargos públicos, incluso creándose cargos con la intención de venderlos. La diferencia entre ingresos y gastos endeudó a la corona, llevándola a la ruina. Los monarcas recurrieron al crédito, principalmente de los banqueros de Amberes. Los intereses crecían, y la monarquía se declaró en bancarrota y suspensión de pagos en varias ocasiones.

Economía y Sociedad en la España del Siglo XVI

El siglo XVI fue positivo para España, con un notable crecimiento de la población y la economía. La población aumentó un 40%, alcanzando más de 7 millones al final del siglo. La agricultura creció, especialmente en cereales y viñedos, aunque la ganadería lanar trashumante (MESTA) era la actividad preferida en Castilla. La artesanía era escasa, destacando la artesanía segoviana, las ferrerías vascas y la fabricación de armas.

Sin embargo, la economía enfrentó grandes problemas. La llegada de oro y plata de América provocó la revolución de los precios, generando inflación. A pesar de esto, el oro y la plata financiaron la política imperial y compensaron el déficit comercial. La economía española estuvo hipotecada con Carlos V por los banqueros alemanes (Fugger). La situación empeoró al final del siglo con sucesivas bancarrotas de la hacienda pública. Las malas cosechas y las guerras agotaron los recursos de la Corona, que a la muerte de Felipe II (1598) dependía del oro y plata colonial.

La sociedad estaba impregnada de afanes nobiliarios. Existía una gran masa de hidalgos y una burguesía en expansión que aspiraba a la hidalguía. También había diferencias entre cristianos viejos y nuevos (conversos), discriminados por no ser «limpios de sangre». Las denuncias a la Inquisición se usaron para eliminar a familias rivales.

Cultura y Mentalidades: La Inquisición

El Renacimiento en España (siglos XV-XVI) se difundió gracias a las relaciones con Italia y los Países Bajos. El mecenazgo de la nobleza y la burguesía fue eclipsado por el eclesiástico y real. La mayoría de las obras eran de temática religiosa. La Contrarreforma y las persecuciones de ideas libres, intensificadas por la Inquisición, provocaron el retraso de la ciencia y el pensamiento españoles. Las obras literarias y artísticas tuvieron un gran impulso.

La Inquisición fue un medio fundamental en la política de integración de los Reyes Católicos para que sus súbditos profesaran la misma fe. Se estableció la Santa Inquisición en todos los reinos, incluyendo Canarias y las Indias. Instituida en 1478, aunque era una institución eclesiástica, dependía de la corona. En sus primeros años, su rigor fue mayor, pero funcionó hasta el siglo XIX. Inicialmente se centró en los judeoconversos, pero luego amplió su campo de acción a moriscos, homosexuales, entre otros.

La reforma eclesiástica del cardenal Cisneros y los Reyes Católicos redujo los abusos de la iglesia en España (simonía y nicolaísmo), por lo que las herejías del norte no tuvieron apoyo. La posición crítica de Erasmo de Róterdam, que defendía una reforma en la iglesia católica sin rupturas, tuvo apoyo entre intelectuales y consejeros de Carlos V. Hasta 1527, el erasmismo tuvo gran difusión en España, incluso dentro de la Inquisición. Sin embargo, la extensión de la reforma luterana y la identificación del erasmismo con el luteranismo por los grupos más conservadores provocaron un cambio en la política del emperador.

Los erasmistas perdieron influencia y fueron perseguidos y proscritos (como Miguel Servet). En 1558, surgieron en Sevilla y Valladolid brotes de protestantismo entre intelectuales y nobles. La Inquisición intervino y los herejes fueron ejecutados en un auto de fe (1559) con la asistencia de Felipe II.

En 1523, la Inquisición publicó el «Índice de libros prohibidos«. Tras el Concilio de Trento, cualquier símbolo de heterodoxia podía ser motivo de encarcelamiento. Otro rasgo fueron los «estatutos de limpieza de sangre«, que prohibían el acceso a ciertas instituciones si se tenían antepasados judíos en tres generaciones. Esto reflejaba el antisemitismo y el racismo popular.

Los Austrias del Siglo XVII: Gobierno de Validos y Conflictos Internos

El gobierno de favoritos, validos o privados estuvo muy extendido en Europa durante el siglo XVII. Felipe III, Felipe IV y Carlos II no gobernaron personalmente, sino que se apoyaron en validos. El cargo de valido no era institucional, sino fruto de un nombramiento; su poder residía en la confianza del rey. Cuando esta desaparecía, el valido perdía su puesto.

Francisco de Sandoval y Rojas, duque de Lerma, fue valido durante el reinado de Felipe III. En 1618, perdió la confianza del monarca y fue reemplazado por su hijo, el duque de Uceda. Ambos compartían características comunes: eran aristócratas e intentaron gobernar prescindiendo de los consejos. Se rodearon de partidarios entre sus parientes y amigos, a quienes dieron los mejores cargos. En esta etapa, los moriscos fueron expulsados (causas: no estaban integrados, conspiraban con turcos y berberiscos. Entre 350 mil y 400 mil moriscos fueron embarcados, con gran impacto económico, especialmente en Valencia).

El rey Felipe IV confió el gobierno al conde-duque de Olivares. Olivares abordó una ambiciosa política de reformas que intentó imponer de forma autoritaria. Su objetivo era incrementar los ingresos de la Corona para financiar la política exterior. Durante su mandato, volvieron las hostilidades europeas. Una de las medidas más importantes fue que los reinos no castellanos aumentaran sus contribuciones, evitando que toda la recaudación recayera en Castilla. Para ello, presentó la Unión de Armas, por la que se crearía un ejército de 140,000 hombres, reclutado y mantenido por los reinos en función de sus recursos demográficos y económicos. Este proyecto chocó con la realidad: crisis económica y social, y la resistencia de los diferentes reinos, que se apoyaban en sus fueros y privilegios para oponerse. Tras muchas discusiones y presiones de Aragón y Valencia, el rey aceptó reducir la aportación del ejército y que esta fuera en metálico, no en soldados. Cataluña se negó a realizar contribución alguna y quedó al margen de la Unión de Armas.

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