La Restauración de la Monarquía
En 1874 se restauró la monarquía en España a favor de Alfonso XII por el pronunciamiento de Martínez Campos. A la espera del nuevo rey, que llegaría en 1875, Cánovas asumió la regencia.
Las Bases del Sistema Canovista
El golpe de estado fue aceptado por los conservadores que pensaban que la monarquía devolvería la estabilidad política. El nuevo régimen quería resolver algunos problemas del liberalismo precedente. Además, se aprobó la Constitución de 1876 de carácter moderado y que aprobaba la soberanía compartida entre las Cortes y la Corona. Esta otorgaba el derecho de veto y el nombramiento de ministros. Las Cortes se organizaban en dos cámaras (Senado y Congreso de los Diputados). Se proclamó la confesionalidad católica del Estado y una amplia declaración de derechos.
El sistema canovista se apoyaba en tres pilares:
- La Corona: cuyo papel era ejercer como árbitro en la vida política y garantizar la alternancia en el poder de los partidos políticos.
- El Partido Conservador y Liberal: renunciaron a los pronunciamientos como medio para acceder al gobierno.
- El Ejército: al que se quiso alejar de la vida política. Para ello se restableció la supremacía del poder civil sobre el militar, pero dando libertad al estamento militar en sus asuntos internos. Sin embargo, dicho proceso fue más aparente que real.
El Fin de los Conflictos Bélico
La restauración borbónica privó a los carlistas de parte de su legitimidad. El esfuerzo militar redujo los núcleos carlistas y el ejército liberal, bajo el mando de Martínez Campos, forzó la rendición de carlistas en Cataluña, Aragón y Valencia. La total rendición se dio en 1876 y, en consecuencia, se abolió definitivamente el régimen foral y se enviaron nuevamente tropas a Cuba, donde se puso fin al conflicto bélico. En 1878 se firmó la Paz de Zanjón que incluía una amplia amnistía, abolición de la esclavitud… pero el incumplimiento de dichas reformas provocaría un nuevo conflicto en 1879.
Bipartidismo y Turno Pacífico
La política de la Restauración se basaba en el Partido Conservador y Liberal que defendían la monarquía, la Constitución, la propiedad privada y un Estado liberal, unitario y centralista. La extracción social de las fuerzas de ambos partidos era la clase media. El dirigente del Partido Liberal Conservador era Cánovas y del Liberal, Sagasta. Las diferencias eran mínimas entre ambos partidos. Ambos partidos habían llegado al acuerdo de no aprobar ninguna ley que luego tuviese que derogar el otro partido cuando volviese al gobierno.
Para el ejercicio del gobierno se contemplaba un turno pacífico; de este modo, cuando el partido en el gobierno se desgastaba y perdía la confianza de las Cortes, el monarca llamaba al jefe del partido de la oposición a formar gobierno. El nuevo jefe del gabinete convocaba elecciones con el fin de constituir una mayoría parlamentaria para ejercer el poder de manera estable. El fraude en los resultados y los mecanismos caciquiles aseguraban que las elecciones fuesen favorables al gobierno que las convocase.
La Manipulación Electoral y el Caciquismo
La adulteración del voto se consiguió mediante el sufragio censitario, el trato más favorable a los distritos rurales que a los urbanos y la manipulación y trampas electorales. Dicho control se ejercía a partir del Ministro de la Gobernación y los caciques. Este ministro elaboraba una lista de los candidatos que deberían ser elegidos y los gobernadores civiles transmitían la lista a los candidatos a alcaldes y caciques. Un conjunto de trampas electorales ayudaba a conseguir este fin, como falsificar el censo.
Los caciques controlaban una determinada circunscripción electoral. El caciquismo era más evidente en las zonas rurales; controlaban el sorteo de las quintas y podían resolver o complicar trámites burocráticos.
La perjudicada en el turno pacífico fue la oposición real (carlistas, socialistas, republicanos y nacionalistas) que no consiguieron el número suficiente de diputados para formar gobierno o para ejercer de verdadera oposición.
Los Gobiernos del Turno
El turno dinástico funcionó hasta 1898 cuando la crisis erosionó los partidos dinásticos. En algunas ciudades, las fuerzas de la oposición se convirtieron en hegemónicas. Pero el turno sobrevivió hasta 1923. El temor a una posible desestabilización del sistema político tras la desaparición del rey (1885) impulsó a conservadores y liberales a llegar a un acuerdo, el Pacto del Pardo, que dio paso a un gobierno liberal que, con su talante reformista, permitió asegurar la continuidad del sistema. María Cristina, la viuda de Alfonso XII, se hizo cargo de la regencia hasta 1902, cuando su hijo Alfonso XIII alcanzó la mayoría de edad. El nuevo régimen liberal llevó a cabo una serie de reformas: abolición de la esclavitud, ley de asociaciones y sufragio universal masculino.