El Régimen Franquista en España: Dictadura, Evolución y Sociedad (1939-1975)

Introducción: Consolidación del Régimen Franquista

El resultado de la Guerra Civil fue la consolidación de un régimen dictatorial que los contrarios a la República habían empezado a construir desde 1936. El régimen de Franco perduró hasta su muerte en 1975.

El franquismo fue una férrea dictadura con dura represión a sus opositores, aunque sus instituciones fueron evolucionando y adaptándose según lo exigía la situación. Se pueden distinguir dos grandes etapas:

  • La primera, hasta 1959: caracterizada por el intento de establecer un Estado totalitario inspirado en el fascismo italiano y alemán.
  • La segunda, a partir de la década de 1950: marcada por una cierta liberalización económica y la atenuación de los rasgos más fascistas, debido a la necesidad de reconocimiento internacional. El resultado fue un intenso crecimiento económico y una notable modernización social.

El Régimen Dictatorial

El franquismo nació como una dictadura que consolidó los poderes absolutos de Franco, confirmó el carácter antidemocrático de sus instituciones y continuó la represión de los opositores iniciada durante la Guerra Civil.

Características Fundamentales

  • Totalitarismo: Una dictadura inspirada en el modelo fascista. Se suprimió la Constitución de 1931, se clausuró el Parlamento y se prohibieron los partidos políticos y sindicatos (excepto los del régimen).
  • Caudillismo: Franco, autoproclamado Caudillo de España, concentraba todos los poderes: era Jefe del Estado, Presidente del Gobierno, Generalísimo de todos los ejércitos y Jefe Nacional del partido único.
  • Concepción unitaria y centralista del Estado: Se abolieron los estatutos de autonomía republicanos y se impuso una visión centralista de España.
  • Control de los medios de comunicación: Estaban sujetos a una estricta censura y eran utilizados como aparato de propaganda del régimen.

Pilares del Régimen

Los pilares institucionales que sostenían la dictadura eran:

  • El Ejército: Fue el principal sostén del régimen y participó activamente en el poder durante toda la dictadura.
  • El Partido Único: La Falange Española Tradicionalista y de las JONS (FET y de las JONS), conocido como el Movimiento Nacional, dotó al régimen de sus bases ideológicas, controló los medios de comunicación y encuadró la participación social a través de organizaciones como: el Frente de Juventudes, la Sección Femenina, el Sindicato Español Universitario (SEU) y la Central Nacional Sindicalista (CNS) u Organización Sindical Española (OSE).
  • La Iglesia Católica: El régimen se definía como un Estado confesional católico (nacionalcatolicismo). La Iglesia obtuvo una generosa financiación pública, el control de gran parte del sistema educativo y recuperó el predominio de la moral y los valores católicos en la sociedad española.

Apoyos Sociales y «Familias» del Régimen

Las actitudes de la sociedad española respecto al franquismo fueron diversas: apoyo, pasividad y rechazo.

El régimen contó con el apoyo explícito de las élites económicas y sociales (terratenientes, empresarios, financieros), así como la adhesión de pequeños y medianos propietarios agrícolas del bando vencedor. Las clases medias urbanas se mostraron mayoritariamente pasivas y apolíticas. Los sectores populares, que en gran parte se consideraban perdedores de la Guerra Civil y formaban la base de la oposición, fueron conducidos a la pasividad por la represión y el miedo.

La estructura política del Estado se sustentaba en los diferentes grupos o «familias» que integraban el Movimiento Nacional. Los primeros en formar parte del Estado franquista fueron los falangistas, carlistas, ultracatólicos y monárquicos alfonsinos. Durante la guerra se incorporaron también republicanos conservadores, miembros de la CEDA y catalanistas de la Lliga. La Iglesia también influyó a través de organizaciones como la Asociación Católica Nacional de Propagandistas (ACNP) o el Opus Dei.

Una Represión Institucionalizada

El objetivo primordial del franquismo fue destruir o someter a toda oposición al régimen. Durante la Guerra Civil, hubo una violencia indiscriminada contra los republicanos y todos los considerados «enemigos de España».

Leyes Represivas y Ejecución

El fin de la guerra llevó a la institucionalización de la represión. Se elaboraron leyes coercitivas como la Ley de Responsabilidades Políticas (1939), que buscaba la depuración de todos los que habían colaborado con la República, y posteriormente la Ley de Represión del Comunismo y la Masonería (1940).

El ejército fue el principal brazo ejecutor de esta política represiva hasta 1963, cuando se creó el Tribunal de Orden Público (TOP), un tribunal civil para delitos políticos. En la posguerra, la mayoría de las causas fueron juzgadas por tribunales militares en consejos de guerra sumarísimos. Se estima que las personas ejecutadas por motivos políticos entre 1939 y años posteriores pudieron llegar a cerca de 50.000 (aunque algunas cifras elevan este número considerablemente si se incluyen ejecuciones extrajudiciales y muertes en prisión).

Consecuencias de la Represión

La población reclusa fue muy elevada, por lo que se habilitaron campos de concentración y prisiones con pésimas condiciones higiénicas y alimentarias, que provocaron una elevada mortalidad. Parte de los condenados fueron enviados a Batallones de Trabajadores, dedicados a la reconstrucción de infraestructuras (carreteras, puentes, etc.) en condiciones de semiesclavitud.

Estas medidas represivas no solo trataban de castigar a los vencidos, sino también de difundir el terror entre la población para asegurar la sumisión. Fueron acompañadas de la confiscación y expolio del patrimonio de los exiliados, republicanos, partidos y sindicatos, que pasaron a engrandecer el patrimonio de las instituciones del régimen y sus allegados. También se llevó a cabo una depuración masiva en la administración pública y se expulsó del mundo laboral a aquellos considerados favorables a la República.

La Represión sobre los Nacionalismos

En Cataluña, el País Vasco y Galicia, las manifestaciones culturales y políticas de los nacionalismos fueron prohibidas y perseguidas por atentar contra el principio de la «inquebrantable unidad de España». Sus lenguas propias (catalán, euskera y gallego) fueron consideradas simples «dialectos», inapropiados para la vida pública y la educación, y su uso fue reprimido.

Relaciones Internacionales y Evolución del Régimen

La política exterior del régimen franquista estuvo muy condicionada por el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial y, posteriormente, por la Guerra Fría.

La Segunda Guerra Mundial y el Eje

Inicialmente, el franquismo apoyó a las potencias del Eje (Alemania e Italia), de quienes había recibido ayuda durante la Guerra Civil. Sin embargo, la debilidad económica y militar de España tras la contienda impidió involucrarse directamente en una nueva guerra, por lo que Franco declaró la neutralidad de España en 1939.

La victoria alemana sobre Francia en 1940 motivó el paso de la neutralidad a la «no beligerancia», un claro apoyo diplomático y económico a las potencias del Eje. España no entró oficialmente en guerra, aunque colaboró activamente en el esfuerzo bélico alemán, permitiendo el abastecimiento de submarinos o enviando materias primas. La contribución más significativa fue el envío de una unidad de voluntarios, la División Azul, a la URSS para combatir junto a las tropas alemanas en el frente oriental.

En 1943, cuando la guerra empezó a ser desfavorable para el Eje, Franco regresó estratégicamente a la neutralidad. Con la inminente derrota de Alemania, se empezó a presentar el régimen como católico, conservador y anticomunista, marginando progresivamente los aspectos más visibles del falangismo para distanciarse del fascismo derrotado.

Aislamiento de Posguerra

El fin de la Segunda Guerra Mundial supuso una etapa de aislamiento internacional para España. Las potencias vencedoras veían al régimen de Franco como el último vestigio del fascismo en Europa. En 1946, las Naciones Unidas condenaron explícitamente al régimen y recomendaron la retirada de embajadores.

La persistencia del franquismo tuvo un enorme coste económico: España no pudo beneficiarse del programa de ayuda norteamericana para la reconstrucción europea (el Plan Marshall) y fue excluida de la nueva alianza defensiva occidental, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), fundada en 1949.

La Guerra Fría y el Reconocimiento Internacional

El inicio de la Guerra Fría entre el bloque capitalista (liderado por EE. UU.) y el bloque comunista (liderado por la URSS) alteró la situación internacional. A EE. UU. le convenía contar con un aliado estratégicamente situado como España en su lucha contra el comunismo, a pesar del carácter dictatorial del régimen.

Franco procedió a una remodelación del gobierno, dando predominio al nacionalcatolicismo, con mayor peso de los católicos (muchos vinculados a la ACNP o al Opus Dei) y menor de los falangistas «camisas viejas». Esto facilitó el acercamiento a las potencias occidentales.

En 1953, Franco obtuvo el definitivo reconocimiento internacional con la firma de dos acuerdos clave:

  • Los Acuerdos con Estados Unidos: Establecían una cooperación defensiva mutua. Los estadounidenses obtuvieron el derecho a establecer y utilizar instalaciones militares en territorio español (bases aéreas y navales) a cambio de material bélico y ayuda económica.
  • El Concordato con la Santa Sede: Consolidó la alianza entre el régimen y la Iglesia Católica, otorgando a esta numerosos privilegios.

Estos acuerdos permitieron la entrada de España en la ONU en 1955.

Los Tecnócratas y la Liberalización

A pesar del reconocimiento exterior, la situación económica seguía siendo muy difícil a mediados de los 50. Las ayudas americanas no eran suficientes y en la calle surgieron oleadas de protestas obreras (huelgas) y movimientos estudiantiles en las universidades.

La presión interna y la necesidad de modernizar la economía llevaron a Franco a realizar una nueva remodelación del gobierno en 1957, siguiendo la línea iniciada en 1951. Se apartó a más falangistas y se promocionó a sectores católicos, especialmente a los llamados «tecnócratas» (muchos vinculados al Opus Dei), que ocuparon puestos decisivos en el área económica y abogaron por una liberalización económica y la apertura al exterior, lo que culminaría en el Plan de Estabilización de 1959.

La Estructura del Nuevo Estado: Las Leyes Fundamentales

Desde 1938, el Caudillo comenzó a institucionalizar el régimen a través de un conjunto de Leyes Fundamentales, que pretendían simular una constitución sin serlo:

  • Concentración de Poderes: Franco concentró todos los poderes en su persona (Jefe del Estado y del Partido, Generalísimo de los tres ejércitos, Jefe del Gobierno). Presidía el Consejo Nacional y nombraba al Secretario General del Movimiento. Gozaba de poderes excepcionales para promulgar leyes por decreto.
  • Fuero del Trabajo (1938): Regulaba las relaciones laborales inspirándose en principios del nacionalsindicalismo fascista, prohibiendo las huelgas y los sindicatos de clase.
  • Ley Constitutiva de las Cortes (1942): Creaba unas Cortes consultivas y no democráticas, cuyos miembros (procuradores) no eran elegidos por sufragio universal.
  • Fuero de los Españoles (1945): Establecía un conjunto de deberes y derechos de los españoles, aunque subordinados a los principios del Movimiento y sin garantías efectivas.
  • Ley del Referéndum Nacional (1945): Permitía someter a referéndum (controlado) ciertas leyes importantes.
  • Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado (1947): Definía a España como un Reino y permitía a Franco designar a su sucesor a título de Rey. Creó también el Consejo de Regencia y el Consejo del Reino.
  • Ley de Principios del Movimiento Nacional (1958): Reafirmó los principios ideológicos del régimen y al Movimiento Nacional como único cauce de participación política.

La Democracia Orgánica

Para la construcción del nuevo Estado, el franquismo se inspiró en el Estado corporativista italiano, que organizaba la participación popular no a través de partidos políticos (prohibidos), sino a partir de lo que consideraba las unidades básicas y naturales de la sociedad: la familia, el municipio y el sindicato. El sistema fue denominado por la propaganda del régimen como «democracia orgánica».

Principios e Instituciones

La representación popular en las instituciones del Estado se reguló principalmente con la Ley Constitutiva de las Cortes (1942), que definía a las Cortes como «órgano superior de participación del pueblo español en las tareas del Estado».

Sin embargo, estas Cortes eran un órgano de colaboración con la Jefatura del Estado, ya que Franco controlaba el poder legislativo (podía legislar por decreto) y tenía derecho a vetar las leyes aprobadas por las Cortes. Los procuradores en Cortes no eran elegidos democráticamente, sino designados por Franco o en representación de los «órganos naturales» (municipios, sindicatos, familias, colegios profesionales, etc.).

En los ayuntamientos, los alcaldes (que eran también jefes locales del Movimiento) eran elegidos por el gobernador civil (jefe provincial del Movimiento) o el Ministro de Gobernación, no por los ciudadanos.

Sindicatos Verticales y Condiciones Laborales

Los Sindicatos Verticales (Organización Sindical Española – OSE), dependían de un Secretario General con rango de ministro. La Ley de Unidad Sindical (1940) establecía que empresarios y trabajadores se integrarían obligatoriamente en un mismo sindicato por ramas de producción, bajo la dirección de mandos falangistas.

El Estado dictaba las condiciones laborales, anulando la posibilidad de negociación colectiva real e ilegalizando la huelga como instrumento de reivindicación. El resultado fue unas condiciones de trabajo muy duras y salarios bajos durante la posguerra, que permitieron unos amplios beneficios empresariales a costa del nivel de vida de los trabajadores.

Autarquía y Política Económica

La victoria de Franco en la Guerra Civil consolidó una economía atrasada y poco competitiva, cuyas dificultades se agravaron por la política económica inicial del régimen.

Principios de la Autarquía

Uno de los objetivos centrales del primer franquismo fue conseguir la autarquía, es decir, la autosuficiencia económica del país, reduciendo al mínimo la dependencia del exterior. Para ello, se adoptaron varias medidas:

  • Se reglamentó férreamente el comercio exterior: Las importaciones y exportaciones fueron estrictamente controladas por el Estado. El resultado fue el encarecimiento y una gran escasez de bienes de consumo, energía y materias primas esenciales para la industria.
  • Se impulsó un fuerte intervencionismo estatal en la economía: Se fomentó la industria considerada estratégica para los intereses nacionales, se crearon numerosas empresas públicas y se nacionalizaron compañías clave como las de ferrocarriles (creándose RENFE), la aerolínea Iberia, o empresas energéticas como Endesa y automovilísticas como Seat. También se fundó el Instituto Nacional de Industria (INI) en 1941, destinado a promover esta nueva política industrial y suplir la iniciativa privada.
  • El sector agrario también fue fuertemente regulado por el Estado (precios tasados, Servicio Nacional del Trigo). El resultado fue un descenso en la producción agraria y el consumo, una disminución general del nivel de vida en el campo y un freno a las necesarias tendencias modernizadoras de la agricultura española.

Consecuencias: Racionamiento y Mercado Negro

En resumen, la política autárquica conllevaba un estricto control del mercado por parte del Estado. El resultado inmediato fue el desabastecimiento generalizado de alimentos y productos básicos, lo que obligó a implantar el racionamiento (mediante una cartilla de racionamiento) de los productos de primera necesidad, que se mantuvo hasta 1952.

La tasación oficial de precios, a menudo por debajo de los costes de producción, llevó a que muchos productores prefiriesen vender sus productos clandestinamente en el mercado negro (conocido como «estraperlo»), donde los precios eran mucho más altos.

Los salarios bajos, la escasez de productos y los altos precios (oficiales o del mercado negro) incrementaron enormemente el coste de la vida, y el poder adquisitivo de la mayoría de la población era mucho menor que antes de la guerra. Todo ello provocó un empeoramiento drástico de las condiciones de vida, un aumento del chabolismo en las periferias urbanas, y se extendieron también enfermedades relacionadas con la malnutrición, incrementando la mortalidad y reduciendo la esperanza de vida en los años de la dura posguerra.

La Oposición al Franquismo

La dura represión ejercida sobre las organizaciones políticas y sindicales y las personas comprometidas con la República provocó el exilio de miles de republicanos.

El Exilio

Se estima que más de cuatrocientas mil personas abandonaron España al finalizar la guerra, principalmente hacia Francia o al norte de África. La mayoría fueron internadas en campos de refugiados en condiciones muy precarias. Este exilio masivo supuso una enorme pérdida de capital humano para España, incluyendo importantes personalidades del ámbito intelectual, artístico y científico.

En Francia se estableció una importante colonia de emigrados españoles. Tras la ocupación alemana, muchos optaron por emigrar a Gran Bretaña y, sobre todo, a países de América hispana (especialmente México). Otros se enrolaron en la resistencia francesa contra los nazis.

En el exilio se desarrolló una parte importante de la oposición política al franquismo. Las instituciones republicanas (Gobierno, Cortes) siguieron funcionando precariamente en el exilio, aunque a menudo estaban divididas y alejadas de la realidad social dentro de España. Algunas fuerzas defendían la necesidad de crear un frente único antifranquista y desarrollar una labor diplomática para aislar al régimen, mientras otras, como el PCE, defendían inicialmente la lucha guerrillera.

La Oposición Interior y sus Etapas

Al finalizar la guerra, los partidos y sindicatos opositores a Franco (republicanos, socialistas del PSOE, comunistas del PCE, anarquistas de la CNT) quedaron prácticamente desmantelados dentro de España debido a la represión. Su reconstrucción fue lenta, muy dificultosa y siempre en la clandestinidad.

La actuación de la oposición interior durante la primera década del franquismo puede dividirse en tres etapas:

  • 1ª Etapa (hasta 1944): Caracterizada por una actuación muy limitada debido a la brutal represión franquista y la desorganización. Persistió una cierta actividad guerrillera (el «maquis»), formada por antiguos combatientes republicanos escondidos en zonas montañosas.
  • 2ª Etapa (1944-1947): Condicionada por la esperanza en la victoria de los Aliados en la Segunda Guerra Mundial, que se creía que provocaría la caída de Franco. Los sectores monárquicos más democráticos, descontentos con Franco, se organizaron alrededor de la figura de Don Juan de Borbón (hijo de Alfonso XIII y padre de Juan Carlos I), quien reclamó la restauración de la monarquía. Esta apuesta por una transición pactada provocó la creación de la Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas (ANFD), que agrupaba a socialistas, republicanos y algunos cenetistas. Otros sectores, especialmente el PCE, optaron por intensificar la lucha armada y organizaron partidas de guerrilleros. La acción más espectacular fue la invasión del Valle de Arán en 1944, dirigida por el PCE desde Francia, pero acabó en un rotundo fracaso militar.
  • 3ª Etapa (1948-1951): Marcada por la decepción ante la consolidación internacional del régimen gracias a la Guerra Fría y el fracaso de la lucha guerrillera (que fue progresivamente abandonada). Se inició una lenta recomposición del movimiento opositor, priorizando la infiltración en los sindicatos verticales y la acción política clandestina a largo plazo.

Resurgimiento de las Protestas

A finales de la década de 1940 y principios de los 50, a pesar de la represión, empezó a resurgir en España un incipiente movimiento de protesta popular, protagonizado principalmente por las clases trabajadoras, debido a las pésimas condiciones de vida y laborales.

El PCE se centró en la acción política clandestina y en la organización de los trabajadores en las fábricas (creación de comisiones obreras). Por otro lado, los sectores obreros católicos (HOAC, JOC), amparados por la Iglesia, empezaron también a plantear reivindicaciones sociales y laborales, distanciándose progresivamente del discurso oficial del régimen.

A partir de 1946 hubo algunas huelgas generales significativas, como la de Vizcaya en 1947 o la huelga de tranvías de Barcelona en 1951, que mostraron el creciente malestar social. También se desarrollaron las primeras revueltas estudiantiles en las universidades a mediados de los años 50, pidiendo libertades y democracia.

Conclusiones: Hacia el Final de una Etapa

Entre 1959 y 1973, la economía española experimentó un crecimiento económico espectacular, resultado en gran medida de la liberalización económica, la apertura al exterior y la incorporación de España a la economía de los países de Europa occidental (turismo, inversiones extranjeras, remesas de emigrantes).

Este cambio económico determinó una transformación profunda de la sociedad española (éxodo rural, urbanización, aumento de las clases medias, cambio de mentalidades) e impulsó la difusión de nuevas actitudes y pautas de comportamiento más cercanas a las europeas.

Sin embargo, la persistente falta de libertades democráticas y las nuevas condiciones sociales y laborales estimularon el crecimiento y la reorganización de los movimientos de oposición al régimen (obreros, estudiantiles, vecinales, nacionalistas, etc.). Cuando el régimen entró en su crisis final tras la muerte de Franco en 1975, quedó claro que una buena parte de la sociedad española ya no deseaba la continuidad del franquismo y aspiraba a un sistema democrático.

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