El Reinado de Carlos I (1516-1556)
Herencia y Ascenso al Poder
Al iniciar su reinado en 1516, Carlos I había heredado un vasto imperio. De sus abuelos maternos, Isabel y Fernando, recibió las coronas de Castilla y Aragón, posesiones en el Norte de África, Cerdeña, el reino de Nápoles-Sicilia y territorios en América. De su abuela paterna, María de Borgoña, heredó los Países Bajos, el Franco Condado, Luxemburgo y Borgoña. Finalmente, de su abuelo paterno, Maximiliano I, heredó las posesiones de Alemania y Austria, además del derecho a ser emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, título que consiguió en 1519.
Conflictos Internos
El reinado de Carlos I estuvo marcado por conflictos internos. En 1520, estalló la sublevación de las Comunidades de Castilla, donde las principales ciudades formaron comunas y la burguesía tomó el poder. Las causas de esta revuelta fueron la falta de atención de Carlos a los asuntos españoles, la presencia de extranjeros en altos cargos administrativos, la presión fiscal y la exportación de lana que perjudicaba a la industria local. Los campesinos también se unieron a la protesta por los abusos señoriales. La nobleza, por su parte, se alió con la monarquía, lo que generó un fuerte conservadurismo político, social y económico. La revuelta fue sofocada en 1521.
Ese mismo año, se produjeron las Germanías de Valencia, donde la burguesía, el artesanado y el campesinado se opusieron a los privilegios de la nobleza y exigieron la democratización de los cargos municipales. Al igual que en Castilla, la alianza entre la nobleza y la monarquía puso fin a la revuelta.
Conflictos Externos y la Búsqueda de la Hegemonía
En el ámbito externo, Carlos I se vio envuelto en numerosos conflictos. Buscaba la hegemonía en Europa, lo que lo enfrentó a Francia. Tras la batalla de Pavía en 1525, incorporó el Milanesado a sus dominios. En 1527, saqueó Roma debido a la alianza del papado con Francia.
Carlos I también aspiraba a una monarquía cristiana universal, pero su reinado coincidió con la expansión del protestantismo. En 1521, durante la Dieta de Worms, Martín Lutero se negó a retractarse de sus ideas, lo que impulsó el luteranismo. El Concilio de Trento, iniciado en 1545, fue la respuesta católica al protestantismo. Tras derrotar a los príncipes protestantes en Mühlberg en 1547, Carlos I firmó la Paz de Augsburgo en 1555, reconociendo la libertad religiosa dentro del imperio a cambio del reconocimiento de su autoridad.
Otro frente abierto fue la lucha contra el Imperio Otomano. Si bien se presentaba como una defensa del cristianismo, también buscaba el control comercial del Mediterráneo.
Abdicación y Legado
En 1555, tras la Paz de Augsburgo, Carlos I abdicó en favor de su hijo Felipe II, a quien cedió la Monarquía Hispánica y los territorios de los Países Bajos. A su hermano Fernando, le cedió los territorios austriacos y el derecho a la corona imperial.
El Reinado de Felipe II (1556-1598)
Absolutismo y Conflictos Religiosos
Felipe II gobernó bajo el concepto de absolutismo, con la intolerancia religiosa como base. Entre 1568 y 1570, se produjo la sublevación de los moriscos en las Alpujarras (Granada). Altos impuestos, acusaciones de colaboración con piratas y la prohibición de su lengua y costumbres provocaron la revuelta. La represión fue brutal, con dispersión de la población morisca por Castilla y graves consecuencias demográficas para la región.
En Aragón, entre 1590 y 1592, estalló un conflicto motivado por el absolutismo de Felipe II y la defensa de los fueros e instituciones aragonesas. El secretario real, Antonio Pérez, acusado de traición, se refugió en Aragón acogiéndose a la justicia local. Felipe II envió primero a la Inquisición y luego al ejército para sofocar la sublevación. Este episodio marcó el inicio del fin de los Fueros de Aragón y la imposición de la autoridad real sobre la justicia y el nombramiento de virreyes no aragoneses.
Guerras y Tensiones Internacionales
Felipe II continuó las guerras contra Francia por la hegemonía en Europa. Las victorias en San Quintín (1557) y la Paz de Cateau-Cambrésis (1559) marcaron esta etapa. La Paz de Vervins (1598) puso fin a otro conflicto con Francia, tras el apoyo de Felipe II a los católicos contra los hugonotes y la conversión al catolicismo de Enrique IV.
Las Provincias Unidas del Norte, con apoyo de Francia e Inglaterra, se rebelaron contra el dominio español. Felipe II finalmente les concedió la independencia.
La lucha contra el Imperio Otomano y la piratería continuó. La victoria en Lepanto (1571), junto a Venecia y la Santa Sede, fue un punto culminante. Sin embargo, el crecimiento económico y demográfico de Inglaterra bajo Isabel I, el apoyo a los holandeses y la piratería en el Atlántico supusieron nuevos desafíos. El intento de invasión de Inglaterra con la Armada Invencible en 1585 fracasó, y la guerra continuó hasta 1604.
Legado
Los reinados de Carlos I y Felipe II marcaron un periodo de expansión territorial, pero también de conflictos internos y externos. La búsqueda de la hegemonía en Europa, la lucha contra el protestantismo y el Imperio Otomano, y la configuración de una monarquía autoritaria definieron esta época crucial en la historia de España.