Introducción
Felipe II sucede a su padre, Carlos I, en el trono de España. Hereda todos los territorios de su padre excepto Austria y Alemania (donados por Carlos I a su hermano Fernando). Se anexiona Portugal y su imperio, que lo hereda de su madre (Isabel, princesa portuguesa). Fue, durante 4 años, rey consorte de Inglaterra. Todos los monarcas españoles, y en especial Felipe II, mantuvieron el apelativo de «Rey Católico». Al contrario que su padre, no abandonó nunca la península y buscó una sede fija para su corte, estableciendo la capital en Madrid, aunque acabó retirándose en el monasterio de El Escorial, desde donde ejerció el gobierno y donde falleció. El predominio en Europa y la defensa del catolicismo siguieron siendo los objetivos de su política. Invirtió dinero en mantener una Europa unida y católica, por lo que sus enemigos fueron los mismos que los de su padre. En esta época se desencadenó un fuerte conflicto con Inglaterra, separada del catolicismo, con la que se inició una gran lucha marítima. Hubo de hacer frente a una casi continua rebelión en Flandes. Fue el monarca más importante de la dinastía de los Austrias, con él la monarquía española alcanzó su apogeo.
Desarrollo
Política Interior
Felipe II se situó en la defensa de los principios del Concilio de Trento. Se prohibió la importación de libros, se impidió cursar estudios en el extranjero y la Inquisición prohibió libros y registró bibliotecas para destruir todo signo de disidencia. Muchos problemas internos, entre los cuales cabe destacar el de su hijo Carlos, su secretario Antonio Pérez y la guerra de las Alpujarras. Acabó con los focos protestantes en España.
El problema morisco (1568-1571). Su situación fue cada vez más difícil, pues despertaban recelos por su lengua, su forma de vestir o sus costumbres, y se les acusaba de convivencia con los ataques berberiscos y turcos en las costas mediterráneas. De esta situación surgió uno de los grandes problemas de su política interior. Su situación empeoró al aumentar los impuestos sobre la seda. En 1566, se promulgó un decreto prohibiéndoles el uso de su lengua, su forma de vestir o sus tradiciones. Los moriscos intentaron negociar con el rey un pago de dinero a cambio de conservar su estatus tradicional, pero la corona rechazó la oferta. En respuesta, los moriscos andaluces, dirigidos por Fernando de Córdoba, iniciaron una guerra que comenzó con emboscadas que sorprendió a Felipe II con la mayoría de sus tercios en los Países Bajos. No consiguieron tomar Granada, pero se extendió por la Alpujarra. (En época de Felipe III se decretó la expulsión de los moriscos). Una vez sofocada la rebelión, los moriscos de Granada fueron dispersados hacia otros lugares de la corona de Castilla para evitar otra rebelión y para evitar cualquier intento de unión entre ellos.
Otro de los grandes problemas que tuvo que afrontar el rey en el interior fue la revuelta de Aragón o el caso de Antonio Pérez. Antonio Pérez se vio envuelto en un complot político y acusado de traición y asesinato. Fue arrestado por el asesinato de Juan de Escobedo y por abusar de la confianza real al conspirar contra el rey. Huyó a Aragón y reclamó la protección del Justicia Mayor de Aragón, Juan Lanuza. Este se negó a entregarlo a Felipe II. Felipe II acusó de herejía a Antonio Pérez ante la Inquisición, único tribunal común a todos los reinos. Pero el Justicia, apoyado por las autoridades de Zaragoza, se negó a entregarlo. Felipe II, violando los fueros de Aragón, envió un ejército que puso fin a la sublevación, ajustició a Juan Lanuza, el Justicia Mayor de Aragón, y procedió a la restricción parcial de los fueros aragoneses. Antonio Pérez huyó al extranjero. Pérez consiguió huir a Francia, pasando antes por Inglaterra. Una vez en territorio galo, Antonio Pérez recibió el apoyo de Enrique IV, al poner en manos de este atractivos proyectos desestabilizadores para España. El fracaso de los intentos de invasión francesa motivó el traslado de Pérez a Inglaterra, donde también contó con importantes ayudas, ofreciendo interesante información que sirvió para el ataque inglés a Cádiz en 1596.
Uno de los problemas más dolorosos para el monarca fue la actitud de su hijo, el heredero al trono. El príncipe Carlos nació en 1545, hijo de su primera esposa, María de Portugal. Caracterizado por su desequilibrio mental, de muy posible origen genético. Fue educado en la Universidad de Alcalá de Henares, junto al hermanastro del rey, Don Juan de Austria. Conspiró con los rebeldes contra su padre. Tras asombrosos escándalos relacionados con esto, como el intento de acuchillar en público al Duque de Alba, fue detenido por su propio padre, procesado y encerrado en sus aposentos. Fue trasladado al castillo de Arévalo, donde murió de inanición y en total delirio en 1568.
Por último, cabe mencionar las reformas administrativas que realizó y que vienen a completar las ya iniciadas por su padre. Su padre, Carlos I, había gobernado como un emperador, y como tal, España, y principalmente Castilla, había sido fuente de recursos militares y económicos para unas guerras lejanas. Felipe II, como su padre, fue un rey absolutista, continuó con las instituciones heredadas de Carlos I, y con la misma estructura de su imperio y autonomía de sus componentes. Pero gobernó como un rey nacional, España, y especialmente Castilla, eran ahora el centro del imperio, con su administración localizada en Madrid. Felipe II no visitó apenas sus territorios de fuera de la península y los administró a través de oficiales y virreyes, quizá porque temía caer en el error de su padre, Carlos I, ausente de España durante los años de las rebeliones comuneras. A diferencia de su padre, Felipe II se sentía profundamente español. Convirtió a España en el primer reino moderno. Innovaciones militares. Destinó gran cantidad de dinero para mejorar la red de espionaje. El comercio con las colonias españolas estaba controlado. Felipe II se comunicaba casi diariamente con sus embajadores, virreyes y oficiales repartidos por el imperio mediante un sistema de mensajeros. El gobierno mediante consejos, instaurado por su padre, seguía siendo la columna vertebral de su manera de dirigir el estado. El más importante era el Consejo de Estado, del cual el rey era el presidente. Durante su reinado, la hacienda real se declaró en bancarrota tres veces.
Política Exterior
Hereda también los enemigos de su padre.
La enemistad con Francia. Mantuvo guerra con Francia, por el apoyo francés a los rebeldes flamencos, obteniendo grandes victorias. El primer episodio bélico fue la batalla y victoria de San Quintín en 1557. Esto supuso el triunfo definitivo de España sobre Francia, y la renuncia de esta a los territorios italianos. Por este tratado, Francia reconoció la supremacía hispánica. Participó en la crisis interna que sufrió Francia debido a la guerra de religión que enfrentaron a hugonotes y a los católicos, a los que apoyó Felipe II.
Lucha con los turcos. Turquía, que ya había sido contrincante de Carlos I de España, se vuelve a enfrentar al imperio español. El rey español, Felipe II, se alió con Venecia y con el Papa en la Santa Liga contra los turcos, que habían reconquistado Túnez y Chipre, y habían puesto sitio a Malta. Además, los barcos turcos y los piratas berberiscos atacaban a los barcos en todo el Mediterráneo y saqueaban las costas de los países cristianos. La consecuencia de estos enfrentamientos fue el reparto del Mediterráneo entre el Imperio Turco y España.
Lucha en los Países Bajos. Las causas fueron las aspiraciones de la nobleza del país y las apetencias de Francia e Inglaterra. En los Países Bajos, los intereses entre la nobleza de Flandes, agrupada en la Unión, y la burguesía del norte protestante desencadenó una larga guerra contra España. El apoyo de Inglaterra a los rebeldes del norte fue decisivo. Felipe II nunca aceptó la libertad de cultos y se decidió a combatir la herejía. Pero los rebeldes lo entendieron también como una lucha política, por la independencia. Felipe II acabó designando a su hija Isabel Clara Eugenia, gobernadora con derecho a sucesión. Pero al no tener hijos, los Países Bajos revirtieron a la corona española de nuevo y se reabrió el conflicto.
Lucha con Inglaterra. Luchó contra la corona inglesa por motivos religiosos, por el apoyo que ofrecían a los rebeldes flamencos y por los problemas que suponían los corsarios ingleses que robaban la mercancía americana a los galeones españoles en la zona del Caribe. Los principales escenarios de los combates serían el Atlántico y el Caribe. Empezó la lucha con Isabel I para defender los intereses de María Estuardo. La ejecución de María Estuardo le decidió a enviar a la Armada Invencible, la cual fracasó. El fracaso posibilitó una mayor libertad al comercio inglés y holandés, un mayor número de ataques a los puertos. A partir de estos hechos y hasta el final de la guerra, España e Inglaterra consiguieron victorias a la par en los combates navales librados por ambos reinos, tanto en la mar como en tierra. La situación se equilibró cuando Felipe III firmó el Tratado de Londres con Jacobo I, sucesor de Isabel I.
Conclusión
La vida de los españoles del tiempo era dura: la población soportaba una inflación brutal, la carga fiscal, tanto en productores como en consumidores, era excesiva. Debido a la inflación y la carga fiscal, cada vez existían menos negocios, mercaderes y empresarios dejaban sus negocios en cuanto podían adquirir un título nobiliario. En las últimas cortes, los diputados protestaron efusivamente ante otra demanda de más dinero por parte del rey, urgiendo por una retirada de los ejércitos de Flandes, buscar la paz con Francia e Inglaterra y concentrar su formidable poder militar y marítimo en la defensa de España y su imperio. El imperio fue acumulando graves problemas internos y externos, a partir de la muerte de Felipe II, que llevaron a la desaparición de su hegemonía en Europa, consumada al morir el último monarca de la casa de Austria, Carlos II.