Enfrentamiento entre Absolutistas y Liberales
El reinado de Fernando VII estuvo marcado por el enfrentamiento entre los liberales, que habían logrado un cambio revolucionario por medio de la Constitución de 1812, y los absolutistas, que se resistían a ese cambio. El propio rey era partidario del absolutismo y solo por la fuerza había admitido la constitución, que derogó en cuanto pudo. Las tensiones entre ambos bandos fueron en aumento a lo largo del reinado, así como la represión y los episodios violentos.
División dentro del Absolutismo
Durante la década de los 20 se evidenció también la división dentro del absolutismo. Los sectores más reaccionarios o realistas se oponían a las reformas que, tímidamente, estaban llevando a cabo los diferentes gobiernos de Fernando VII. La oposición se concretó en la creación de partidas realistas que protagonizaron conflictos como la Guerra dels Malcontents en Cataluña (1827).
La Cuestión Sucesoria y la Pragmática Sanción
Esta división se acentuó con la cuestión sucesoria. Los realistas aspiraban a que su candidato, Carlos María Isidro, llegase al trono en ausencia de descendencia de su hermano, el rey Fernando VII. En 1830, el rey tuvo una hija, Isabel, fruto de la unión con María Cristina, que garantizaba la continuidad de la dinastía. Sin embargo, el hecho de que fuera niña suscitó un debate entre los partidarios de aplicar la Ley de Sucesión Fundamental (vigente desde 1712), que impedía el acceso de las mujeres al trono si había herederos varones, y los que defendían su abolición.
El rey, en último término, aprobó la Pragmática Sanción en marzo de 1830, que permitía heredar el trono a su hija. Este conflicto legal escondía otro de tipo político mucho más complejo.
El Carlismo y la Primera Guerra Carlista (1833-1840)
La aplicación de la Ley de Sucesión Fundamental implicaba que el trono fuese ocupado por el príncipe Carlos María Isidro, máximo representante del absolutismo más conservador. En torno a este personaje se unieron los sectores más perjudicados por la caída del Antiguo Régimen, integrando el bando llamado carlista.
En cambio, los sectores más aperturistas del absolutismo y los liberales veían una esperanza de cambio en la futura reina Isabel. A pesar de los intentos de los carlistas de influir en la voluntad del rey, la Pragmática Sanción se mantuvo y, a su muerte en 1833, su esposa María Cristina ocupó la regencia. Inmediatamente, Carlos reclamó sus derechos y los carlistas se sublevaron. Comenzaba la primera guerra Carlista, una auténtica guerra civil en la que se dirimía el modelo de sociedad: la continuidad del antiguo régimen o la implantación del liberalismo.
El Bando Cristino y el Triunfo del Liberalismo
El bando cristino, es decir, los partidarios de la regente María Cristina y su hija Isabel, estaba formado por los sectores más moderados del absolutismo, los liberales, gran parte del ejército, los altos funcionarios y la jerarquía de la Iglesia, las clases medias y la burguesía, entre otros.
Los carlistas lograron importantes triunfos al comienzo de la guerra, pero el fracaso en la conquista de Bilbao y Madrid fueron mermando su capacidad militar. El agotamiento les llevó a firmar la rendición en el llamado Abrazo de Vergara (1839). El carlismo seguiría activo a lo largo del siglo XIX, aunque en ningún caso pudo impedir el triunfo de la revolución liberal.