El reinado de Fernando VII
Introducción
Tras la Guerra de Independencia, el enfrentamiento ideológico entre el liberalismo y el absolutismo se convirtió durante el reinado de Fernando VII (1814-1833) en una violenta lucha armada por el poder. El rey Fernando se negó a aceptar el sistema político constitucional creado por las Cortes de Cádiz y rechazó todas las reformas aprobadas por los liberales, para así conservar el Antiguo Régimen.
Desarrollo
Los casi 30 años de reinado fernandino no fueron uniformes y se sucedieron tres etapas: el Sexenio Absolutista, hasta 1820; el Trienio Liberal, hasta 1823; y la Década Ominosa, hasta 1833.
El Sexenio Absolutista (1814-1820)
Gracias al Tratado de Valencay (1813), Fernando VII pudo regresar a España. Tras su llegada, un grupo de diputados serviles de las Cortes de Cádiz, partidarios del absolutismo, redactaron en 1814 el Manifiesto de los Persas, reclamando la vuelta inmediata al Antiguo Régimen. Con el apoyo de buena parte del Ejército, de casi todo el clero y de gran parte de la población campesina, apegada a la tradición, el rey firmó un decreto en Valencia en 1814 que restauró el poder absoluto del monarca y abolió toda la legislación de las Cortes de Cádiz.
La política aplicada por Fernando VII consistió en una vuelta al pasado restaurando la Inquisición, los antiguos consejos, la Mesta o el régimen señorial, entre otros. Además, el rey puso en marcha una dura represión política que persiguió a los líderes de la revolución liberal, con penas de cárcel, destierro o muerte. En el ámbito diplomático, España se incorporó a la Santa Alianza en el año 1816.
Los continuos cambios de gobierno conllevaron una gran inestabilidad y la política estuvo marcada por la camarilla que rodeaba al rey. Comenzaron entonces las guerras por la independencia en las colonias de América. En esta situación, el déficit estatal aumentó y los ingresos de Hacienda disminuyeron, llevando al país en 1818 a una bancarrota que obligó a Hacienda a adoptar medidas liberales.
Por otro lado, continuó la acción de los liberales, que se pronunciaron militarmente en varias ocasiones y, en 1820, triunfó el levantamiento dirigido por el coronel Rafael del Riego en Cabezas de San Juan. La revolución se extendió por España, por lo que Fernando VII tuvo que jurar la Constitución.
El Trienio Liberal (1820-1823)
Tras el pronunciamiento de Riego, Fernando VII se vio obligado a jurar la Constitución de 1812. Formó un gobierno integrado por liberales y se inició una labor legislativa que recuperaba muchos decretos de las Cortes de Cádiz. El monarca no era partidario del nuevo Gobierno y ejerció su derecho a veto suspensivo a las leyes con frecuencia y conspiró cuanto pudo para derribar el sistema constitucional.
Fue un periodo de reformas políticas y económicas basadas en las normas de las Cortes de Cádiz. Ese espíritu encontró como vehículos de expresión la prensa y las sociedades patrióticas. Paralelamente, el movimiento liberal se dividió en dos tendencias:
- Los liberales moderados, que deseaban un compromiso entre las antiguas clases dominantes y el rey, para que aceptaran las reformas.
- Los liberales exaltados, que querían volver a la Constitución de 1812 y planteaban reformas radicales.
Entre las medidas de los gobiernos moderados destacó la ley de supresión de órdenes monacales y además se prohibió a la Iglesia la adquisición de bienes inmuebles.
Otras reformas, como la abolición de los gremios, la desamortización de la Iglesia y la supresión del mayorazgo iban dirigidas a dinamizar la economía, sanear la Hacienda y acabar con las Instituciones del Antiguo Régimen.
El reinado de Isabel II
Introducción
Tras la muerte de Fernando VII desapareció el absolutismo monárquico y se inició un proceso de cambio político hacia un sistema de carácter liberal. Este tránsito hacia el liberalismo, amenazado por los carlistas, se produjo durante el reinado de Isabel II (1833-1868). Durante este periodo se configuró una monarquía constitucional y se estructuró una nueva sociedad de clases. Además, los liberales se dividieron en moderados y progresistas.
Desarrollo
Durante la minoría de edad de la reina, actuaron como regente su madre, María Cristina, y el general Espartero.
La Regencia de María Cristina (1833-1840)
Fue una etapa fundamental en la implantación del liberalismo en la que se llevó a cabo la división provincial en 1833; la desamortización eclesiástica, iniciada en 1836 por Mendizábal; la abolición de instituciones del Antiguo Régimen; y la supresión del mayorazgo.
Sistema de partidos
Los liberales se dividieron en dos grupos diferenciados, que alternaron en el gobierno durante el reinado de Isabel II en un clima de inestabilidad política.
- El partido moderado, cuyo líder era el general Narváez, partidario de la soberanía compartida entre el rey y las Cortes, así como de dotar al monarca de amplios poderes y de limitar los derechos de los ciudadanos.
- El partido progresista, cuyo líder era el general Espartero, que propugnaba la soberanía nacional representada en las Cortes, limitando el poder del rey.
La obra legislativa
En 1834 se promulgó el Estatuto Real, que representaba una solución de compromiso entre el absolutismo y el liberalismo. No era una constitución, sino una carta otorgada y pretendía reformar las Cortes del Antiguo Régimen. Su vigencia fue breve, ya que un pronunciamiento progresista obligó a la regente a proclamar la Constitución de Cádiz y a nombrar un nuevo gobierno en 1836. En 1837 se redactó un nuevo texto constitucional, aceptado por progresistas y moderados, que estableció un régimen parlamentario similar al francés.
El Carlismo
El movimiento carlista apoyaba las pretensiones al trono de Carlos María Isidro, en contra de la línea sucesoria de Isabel II; y defendía la tradición del Antiguo Régimen.
Los primeros levantamientos carlistas ocurrieron a los pocos días de morir Fernando VII, desencadenando la primera guerra carlista (1833-1839), que contó con una primera fase, en la que la iniciativa quedó en manos de los carlistas; una segunda fase, en la que el conflicto se extendió nacionalmente; y una tercera fase, en la que se produjo una ofensiva isabelina que provocó el repliegue de las fuerzas carlistas. Esto provocó una división interna en este bando entre los intransigentes y los moderados, liderados por el general Maroto, partidarios de llegar a la paz con el enemigo. Las negociaciones entre Maroto y Espartero culminaron en el Convenio de Vergara (1839), que marcó el fin de la guerra en el norte. Sin embargo, la acción de los carlistas se reactivaría de forma discontinua a lo largo del siglo XIX.
La Regencia de Espartero (1840-1843)
Tras la renuncia de María Cristina en 1840, Espartero fue nombrado regente. Este general, líder de la corriente progresista, gobernó de forma autoritaria. Exigió ser regente único, organizó un poder de tipo populista cuya base social eran las clases medias y los ayacuchos (militares que lucharon con él en la guerra de las colonias americanas) y basó su poder en su influencia sobre el ejército y la Milicia Nacional.
En 1842 comenzó la crisis de su regencia. En Barcelona se produjeron manifestaciones y Espartero ordenó bombardear la ciudad. Este incidente redujo los apoyos del regente y en 1843 disolvió las Cortes mientras la rebelión se extendía por España. Esta situación obligó a adelantar la mayoría de edad de la reina, con tan solo 13 años.