La Década Moderada (1844-1854)
El general Espartero, regente desde 1840, renunció forzado por la falta de apoyo a su política y la derrota militar que le infringió el general Narváez en Torrejón de Ardoz en 1843. Espartero se exilió en Inglaterra. Los progresistas se negaban a la vuelta de María Cristina, y las Cortes decidieron adelantar la mayoría de edad de Isabel II, que contaba con apenas 13 años. Narváez se convirtió en el hombre fuerte del momento.
En la década moderada (1844-1854), la corona apoyó decididamente a los moderados. Narváez paralizó la desamortización de bienes eclesiásticos y devolvió a la Iglesia los no vendidos. Otro de sus objetivos fue evitar los desórdenes públicos.
- En 1844 se creó la Guardia Civil para luchar contra el bandolerismo y asegurar el orden público, especialmente en las zonas rurales.
- La ley de ayuntamientos de 1845 reforzó el poder central, reservando al gobierno el nombramiento de los alcaldes.
El gobierno acordó el matrimonio de la reina (a los 16 años) con su primo, Francisco de Asís. La boda fue una cuestión nacional e internacional que causó varios conflictos diplomáticos.
Narváez impulsó la redacción de una nueva constitución, aprobada en 1845. Era más moderada, no reconocía la soberanía nacional y proclamaba la unidad católica de España. La milicia nacional fue disuelta. Durante los años 1847-1850, Narváez se inclinó hacia la dictadura. En 1848, al igual que en toda Europa, se produjeron sublevaciones populares. La corrupción política caracterizó este periodo.
En 1851, sustituye a Narváez otro moderado, Bravo Murillo. Firmó el Concordato de 1851 con el Vaticano, que favorecía a la Iglesia, especialmente en materia educativa. Bravo Murillo impulsó el ferrocarril, la red de carreteras y la profesionalización del funcionariado. En 1852 decidió presentar el proyecto de una nueva constitución (que no entró en vigor) que prácticamente suponía la vuelta al Antiguo Régimen.
El Bienio Progresista (1854-1856)
Tras tres gobiernos moderados breves, caracterizados por la corrupción, en 1854 el general O’Donnell se subleva en Vicálvaro, Madrid (Vicalvarada). En el Manifiesto de Manzanares (redactado por Cánovas del Castillo), exigía cambios hacia el liberalismo:
- Régimen representativo
- Bajada de impuestos
- Nuevas leyes de imprenta y electoral
- Nueva milicia nacional
Al triunfar el pronunciamiento, Isabel II encarga a Espartero formar gobierno. Da así comienzo el bienio progresista (1854-1856). Espartero (progresista) y O’Donnell (creador de la Unión Liberal, que agrupaba a miembros del moderantismo y del progresismo) fueron los políticos principales. Se llevó a cabo una nueva desamortización de bienes eclesiásticos y municipales (Ley Madoz), que provocó la ruptura de relaciones con la Santa Sede y nuevos levantamientos carlistas. Una de las claves del fracaso del Bienio fue el permanente clima de inestabilidad social. La rivalidad entre Espartero y O’Donnell aumentó tras los motines del pan, provocados por el aumento del precio del trigo. Durante el bienio, no llegó a entrar en vigor la constitución de 1856, más democrática que las anteriores:
- Soberanía nacional
- Libertad de prensa
- Mayores restricciones al poder real
La Unión Liberal y el Fin del Reinado (1856-1868)
Entre 1856 y 1863, la Unión Liberal de O’Donnell fue el partido hegemónico. El mismo O’Donnell, que había favorecido el golpe de 1854, acabó con la tendencia progresista del gobierno y atrajo a bastantes moderados. O’Donnell contó con el apoyo de la reina, iniciándose el periodo de hegemonía de la Unión Liberal. Prim fue el principal líder del partido progresista; demócratas y carlistas se situaron fuera del sistema. Los demócratas eran casi todos republicanos y querían que se implantase el sufragio universal y se respetasen los derechos del hombre. Se restableció la constitución de 1845. En política exterior, durante el llamado gobierno largo (1858-1863) O’Donnell llevó a cabo guerras de prestigio (Marruecos, Conchinchina, México y Santo Domingo) que reportaron escasos beneficios a España. Durante un breve gobierno de Narváez, se aprobó la Ley de Educación de Claudio Moyano.
Los progresistas se sintieron defraudados con el régimen. Los moderados eran cada vez menos liberales. La reina se mostraba poco favorable al liberalismo y sólo contaba con el apoyo de Narváez. Numerosos levantamientos militares (de entre los cuales el de Prim fue el más importante) pusieron en peligro al régimen isabelino. En 1866, demócratas y progresistas llegaron al Pacto de Ostende. En él, se comprometían a derrocar a Isabel y a elegir una asamblea por sufragio universal masculino que decidiría la forma de gobierno. Al poco tiempo de morir Narváez, en 1868, estallaba la Revolución Gloriosa, que puso fin al reinado de Isabel II.