El Reinado de Isabel II: Auge y Caída de la Dinastía Borbónica en la España del Siglo XIX

Los Inicios del Reinado y la Hegemonía Moderada (1843-1854)

El reinado de Isabel II comenzó en 1843, cuando tenía tan solo 13 años. En 1846, se casó con su primo Francisco de Asís. Durante la mayor parte de su reinado, los liberales moderados controlaron los gobiernos y dominaron la escena política. La reina confió la formación de gobierno a los moderados, y jamás eligió a los progresistas. Estos últimos recurrieron a procedimientos violentos para alcanzar el poder.

Entre 1844 y 1854 gobernaron los moderados, en la llamada Década Moderada. Destaca la figura de Ramón María Narváez, cuya labor es el paradigma de la política centralizadora encaminada a la unificación del cuerpo nacional. Las actuaciones políticas más destacadas de los moderados fueron:

  • Supresión de la Milicia Nacional y creación de la Guardia Civil en 1844, para vigilar la propiedad y la prensa.
  • En 1845 se dio paso a un control preciso de la imprenta y de la prensa por parte del Gobierno.
  • Reorganización del Estado con un orden jurídico unitario, una administración centralizada y una Hacienda con impuestos únicos. Para ello:
    • Se promulgó una nueva Ley de Ayuntamientos que imponía el nombramiento de los alcaldes por el gobierno o por las autoridades, liquidando así los intentos progresistas de descentralización.
    • Se reformó el sistema fiscal, creando un sistema liberal eficaz. Los impuestos quedaron clasificados en impuestos directos e indirectos.
    • Se aprobó la Ley Electoral de 1846, que era de sufragio restringido.
    • Se crearon códigos para la eliminación de todos los fueros, leyes y costumbres excepcionales.
    • Se progresó en la centralización y organización administrativa, tomando como referencia la reforma territorial de Javier de Burgos que acabó con las múltiples divisiones territoriales. Se reguló la ordenación provincial y la administración local, se racionalizó la burocracia y se estructuró el funcionariado mediante un nivel de exigencias técnicas, jurídicas y administrativas.
  • Con el Concordato de 1851 se restauraron las relaciones con la Iglesia, reconociendo la religión católica como la única, prohibiéndose otros cultos, y se le entregó la enseñanza y el control de la censura.

La Constitución de 1845 y la Segunda Guerra Carlista

El funcionamiento político del estado liberal burgués español durante el reinado de Isabel II se desarrolló sobre la base de la Constitución de 1845, de carácter moderado. Las diferencias entre la Constitución de 1837 y la de 1845 eran la soberanía compartida de la Corona con las Cortes; la potestad de hacer las leyes residía en las Cortes con el Rey, la confesionalidad del Estado español (“la religión de la nación española es la religión católica”), los derechos individuales quedaron recortados, y se suprimió la Milicia Nacional.

La Segunda Guerra Carlista (1846-1849), también conocida como Guerra dels Matiners, tuvo como pretendiente a Carlos VI. La causa del resurgimiento del conflicto fue el fracaso de la boda entre Carlos VI e Isabel II. Hasta 1860 se repitieron levantamientos armados carlistas de poca trascendencia.

El Bienio Progresista (1854-1856) y el Movimiento Obrero

El favoritismo y la corrupción existentes provocaron reacciones y movimientos subversivos. La causa fue la reforma constitucional planteada por Bravo Murillo, que imponía un régimen ultraconservador al reducir las libertades y la participación política de los grupos populares. En el pronunciamiento, una facción del ejército encabezada por O’Donnell se pronunció en Vicálvaro, enfrentándose a las tropas del Gobierno. O’Donnell se retiró a Andalucía. En Manzanares se le unió el general Serrano y ambos lanzaron el Manifiesto de Manzanares con promesas progresistas. La reina Isabel II decidió entregar el poder a Espartero.

Cuando los insurgentes acceden al poder, abandonan los principios más revolucionarios. Se produce una escisión a la izquierda del partido, de la que surgirá el Partido Demócrata. Sus principios ideológicos, basados en el liberalismo democrático, son: soberanía popular, el rey reina pero no gobierna, Cortes unicamerales, sufragio universal y Estado laico.

En cuanto al movimiento obrero en España, sus orígenes se sitúan en 1840, en Cataluña, encabezado por Juan Muns, que promovió las primeras huelgas por mejoras salariales. Con el Bienio Progresista crecieron las esperanzas de reconocimiento y libertad de asociación. El carlismo volvió a dar señales de vida. De nuevo, Espartero presidió el gobierno durante el Bienio. Intentó restaurar el régimen progresista de 1837, por ejemplo, desarrolló la Ley de Ferrocarriles y de la Banca y denunció el Concordato de 1851.

La Crisis del Bienio y el Retorno de los Moderados

La crisis se produjo en julio de 1856. Ante la inestabilidad, O’Donnell dio un golpe de Estado contra la mayoría parlamentaria y desplazó del poder al general Espartero y al partido progresista. O’Donnell asumió la presidencia del Gobierno con respaldo de un nuevo partido, la Unión Liberal.

O’Donnell intentaba establecer un liberalismo “centrista”. Repuso la Constitución de 1845 con un Acta Adicional. La Unión Liberal fue breve. Retornó Narváez con la supresión del Acta Adicional, la interrupción de la desamortización y rodeándose de los “neocatólicos”.

Una nueva oportunidad para la Unión Liberal fue el periodo 1858-1863, años de expansión económica que coinciden con el imperialismo colonial. Aparece el general Prim, que a partir de 1863 empezó a conspirar para derribar a Isabel II y su camarilla en la corte.

En 1864 volvió al Gobierno Narváez, con una política conservadora y de represión de las libertades públicas.

El Final del Reinado y la Revolución de 1868

Al final del reinado de Isabel II actuaron factores como la imposibilidad del moderantismo de responder a las demandas sociales y de participación política de los ciudadanos, el descrédito de Isabel II, y el malestar social generado por una seria crisis financiera y de subsistencias en 1866. A ello se unieron dos acontecimientos:

  • La Noche de San Daniel.
  • Un nuevo pronunciamiento liberado por Prim: la sublevación de los sargentos del cuartel de San Gil.

La burguesía no apoyó a Isabel II. Posteriormente, Prim pactó una alianza con el Partido Demócrata en Ostende para establecer una nueva Constitución democrática.

Conclusión

En 1868 se produjo una sublevación triunfante que provocó la caída de la dinastía borbónica y la esperanza de un régimen democrático para España.

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