El Reinado de Isabel II: Oposición al Liberalismo, Carlismo y la Guerra Civil. La Cuestión Foral
Los últimos años del absolutismo en España, bajo el reinado de Fernando VII, estuvieron marcados por una profunda crisis económica y un creciente descontento social. Las ideas liberales comenzaron a resurgir, mientras que los absolutistas, opuestos al rey, apoyaban a su hermano, Don Carlos.
El nacimiento de Isabel, hija de Fernando VII y María Cristina de Borbón, llevó a la promulgación de la Pragmática Sanción, que abolía la Ley Sálica para asegurar el reinado de Isabel tras la muerte de su padre. Esta medida generó agitación entre los carlistas, quienes la consideraban antitradicional y defendían los derechos al trono de Don Carlos.
La Constitución del Estado Liberal
Durante el reinado de Isabel II, se estableció el estado liberal, poniendo fin al modelo absolutista y reemplazando el sistema económico y social del Antiguo Régimen por un sistema capitalista moderno.
El Carlismo y las Guerras Carlistas
Tras la muerte de Fernando VII, Don Carlos, desde Portugal, reclamó el trono en el Manifiesto de Abrantes. Fue proclamado rey en varias ciudades, incluyendo Bilbao, y surgieron partidos carlistas. El carlismo se caracterizó por un fuerte contenido ideológico y de clase, con apoyo de la nobleza, miembros ultraconservadores de la Administración y el Ejército, el bajo clero y parte del campesinado. Triunfó en zonas rurales del norte (País Vasco, Cataluña) y en el Maestrazgo aragonés y valenciano, debido a la defensa de los fueros por parte de Don Carlos. Estos fueros, privilegios medievales que los Borbones habían mantenido tras la Guerra de Sucesión, eran defendidos por los absolutistas y rechazados por los liberales.
La Primera Guerra Carlista (1836-1839)
El bando carlista se enfrentó al bando «cristiano», que apoyaba a la regente María Cristina y contaba con el respaldo de sectores moderados y reformistas del absolutismo, liberales, generales, funcionarios y el alto clero. Desde 1834, el bando cristiano recibió apoyo diplomático y militar de Portugal, Inglaterra y Francia (Cuádruple Alianza), mientras que los carlistas obtuvieron la simpatía de Austria, Prusia y Rusia. A pesar de los éxitos iniciales, los carlistas fracasaron en tomar Bilbao en 1835 y Madrid en 1837. El agotamiento llevó al general carlista Maroto a negociar con el general Espartero, del bando cristiano, lo que culminó en el «Abrazo de Vergara» en 1839. Navarra renunció a su condición de reino a cambio de una promesa de autonomía, concretada en una ley de 1841. La guerra dejó un saldo de decenas de miles de muertos y un país económicamente devastado.
La Segunda Guerra Carlista (1846-1849)
El carlismo persistió tras el exilio de Don Carlos, quien transmitió sus derechos a su hijo, Carlos VI. La segunda guerra carlista, también conocida como «Guerra dels Matiners», se inició en el Pirineo catalán y mantuvo en jaque al ejército gubernamental. Sin embargo, los carlistas no lograron extenderse más allá de Cataluña y fueron derrotados.
La Tercera Guerra Carlista (1872-1876)
Tras la caída de Isabel II y la llegada de Amadeo de Saboya, Carlos VII reactivó el carlismo, dando inicio a la tercera guerra. La proclamación de la I República llevó a muchos monárquicos a unirse al bando carlista, lo que contribuyó a su expansión por la meseta norte. Con la restauración de la monarquía bajo Alfonso XII, las tropas gubernamentales derrotaron definitivamente a los carlistas.
El Legado del Carlismo
A pesar de su derrota militar, el carlismo mantuvo cierta influencia en la ultraderecha española, como se evidenció en la sublevación de 1936 al comienzo de la Guerra Civil.