Apoyos y Detractores de Isabel II
Los carlistas, defensores de una monarquía absolutista, contaron con el apoyo de:
- Pequeños propietarios campesinos.
- Baja nobleza del norte de España.
- Sectores más conservadores de la Iglesia.
- Grupos de artesanos temerosos ante la desaparición de los gremios.
- Algunos oficiales del ejército.
Estos apoyos se concentraron principalmente en áreas rurales del País Vasco, Navarra, norte de Cataluña y la zona del Maestrazgo. Por otro lado, los isabelinos, partidarios de un régimen liberal, fueron respaldados por:
- La burguesía liberal.
- La mayor parte del ejército.
- La población de las grandes ciudades.
Tras las desamortizaciones, la nobleza también se inclinó hacia el bando isabelino.
El Concordato de 1851
Durante la Década Moderada, se restablecieron las relaciones con la Iglesia, que se habían roto durante la Guerra Carlista y la Revolución. Se frenó el proceso desamortizador y se devolvieron al clero regular las tierras que aún no habían sido vendidas. En 1851, el gobierno firmó el Concordato con Roma. Mediante este acuerdo:
- El Papa reconocía a Isabel II como reina legítima de España.
- La Santa Sede aceptaba el hecho consumado de la desamortización eclesiástica.
- Se ratificaba el Patronato Regio, es decir, el derecho del Estado a presentar candidatos a obispos para las sedes vacantes.
A cambio, el Estado se comprometía a financiar la Iglesia en España y a entregarle el control de la enseñanza y la censura.
El Motín de los Sargentos de la Granja (1836) y la Constitución de 1837
En agosto de 1836, tuvo lugar el «motín de los sargentos» en la Granja. Este suceso obligó a la regente María Cristina a restablecer la Constitución de 1812 y a entregar el gobierno a los progresistas. Estos llevaron a cabo la reforma agraria liberal, impulsada por Mendizábal, y promulgaron una nueva Constitución en 1837.
Características de la Constitución de 1837
- Redactada por Argüelles y Salustiano de Olózaga.
- De carácter versátil, buscaba conciliar las posturas de moderados y progresistas.
- En su preámbulo se sobreentendía la Soberanía Nacional.
- Establecía la colaboración de poderes, más que una separación estricta:
- Poder ejecutivo: la reina nombraba a sus ministros, responsables ante las Cortes.
- Poder legislativo: la reina tenía derecho de veto y las Cortes eran bicamerales (Congreso de los Diputados, elegido por sufragio censitario masculino directo (1/50.000 habitantes, cada 3 años) y Senado, nombrado por la reina (se renovaba 1/3 cada 3 años, y era necesario tener más de 40 años)).
- Poder judicial: residía en los tribunales.
- Breve declaración de derechos: libertad de imprenta (sujeta al juicio de los jurados), inviolabilidad del domicilio, Habeas Corpus, permisibilidad religiosa (presupuesto para el clero católico por la desamortización de Mendizábal).
- El rey (inviolable) convocaba, suspendía y disolvía las Cortes.
- Artículo 27: establecía la reunión automática de las Cortes si el rey no las convocaba en el plazo debido.
El Estatuto Real de 1834
El Estatuto Real de 1834 fue una Carta Otorgada concedida por la regente María Cristina para simular un gobierno representativo y contentar a los liberales. Sin embargo, no satisfizo a los progresistas y provocó la caída de Istúriz.
Características del Estatuto Real
- No era una constitución, ya que no había sido elaborada por representantes elegidos por el pueblo (Cortes Constituyentes).
- La regente lo otorgaba «graciosamente», delegando parte de su poder, pero conservando la mayor parte del mismo.
- Cortes bicamerales: Cámara de Próceres y Cámara de Procuradores. Solo tenían derecho de petición, ya que la regente tenía la iniciativa legislativa y el derecho de veto.
- No se regulaban los derechos ni libertades.
Las Guerras Carlistas
Los carlistas reivindicaban los derechos al trono del infante Carlos María Isidro, buscando instaurar una monarquía absolutista. Tras la muerte de Fernando VII, se produjo un conflicto sucesorio e ideológico entre carlistas e isabelinos, que desembocó en tres guerras a lo largo del siglo XIX.
Primera Guerra Carlista (1833-1840)
Fue la más larga e importante de las tres.
- Primera fase (1833-1835): los carlistas fracasaron en su intento de provocar una revuelta generalizada, pero se hicieron fuertes en el País Vasco y Navarra (Zumalacárregui), aunque no controlaron las capitales vascas ni Pamplona. También hubo partidas carlistas en Levante, norte de Cataluña y bajo Aragón (general Cabrera).
- Segunda fase (1836-1840): los isabelinos, liderados por el general Espartero, tomaron la iniciativa. Se puso fin al sitio carlista sobre Bilbao (1836), donde murió Zumalacárregui. Las expediciones carlistas hacia otras regiones, como la de Don Carlos hacia Madrid en 1837, fracasaron. Muchos carlistas, como el general Maroto, deseaban alcanzar la paz (transaccionistas). El Convenio de Vergara (1839), firmado entre Espartero y Maroto, supuso el final de la guerra en el País Vasco y Navarra, la incorporación de los militares carlistas al ejército isabelino y la promesa de tratar la cuestión foral en las Cortes. Los carlistas intransigentes contrarios al pacto, como Cabrera, mantuvieron las acciones armadas en el Maestrazgo. Espartero puso fin a la resistencia carlista con la toma de Morella (Castellón). Carlos María Isidro se exilió a Francia, destino de los últimos combatientes carlistas.
Segunda Guerra Carlista (1846-1849)
Se desarrolló en Cataluña, con el pretexto del fallido enlace entre Isabel II y el pretendiente carlista Carlos VI. Cabrera se exilió a Francia. Durante el Bienio Progresista, en 1855 y 1856, hubo nuevos intentos carlistas rápidamente sofocados. En 1860, se produjo un pronunciamiento militar carlista en San Carlos de la Rápita liderado por el Conde de Montemolín, Carlos Luis, quien, obligado a renunciar a sus derechos, se exilió a Francia, donde se retractó.
Tercera Guerra Carlista (1872-1876)
Durante el Sexenio Democrático, con la llegada de Amadeo I, se produjo una insurrección carlista liderada por Carlos María de Borbón, dando inicio a la Tercera Guerra Carlista, que finalizó con la Paz de Somorrostro en 1876.
El Bienio Progresista (1854-1856)
Este período se caracterizó por importantes medidas legislativas:
- La desamortización civil de Madoz, que implicó la venta de los bienes comunales de los ayuntamientos.
- La Ley General de Ferrocarriles, que estableció un sistema radial, incentivó las inversiones extranjeras y fue coetánea de la desamortización de Madoz.
- Se elaboró la Constitución de 1856, conocida como la Non-Nata, que ofrecía una declaración de derechos más amplia que la de 1845 e incluía límites al poder de la Corona y del Ejecutivo, pero no llegó a entrar en vigor.
Durante este tiempo, surgieron la Unión Liberal, creada por O’Donnell, y el Partido Demócrata. La inestabilidad política aumentó, con abundantes huelgas que reflejaban el nacimiento del movimiento obrero español. O’Donnell, como ministro de la Guerra, pactó con la Corona en contra del presidente Espartero y ocupó el poder.
El Final del Reinado de Isabel II
El período final del reinado de Isabel II estuvo marcado por la alternancia en el poder entre la Unión Liberal de O’Donnell (1857-1863) y el Partido Moderado de Narváez (1863-1868).