El Reinado de Isabel II: Liberalismo, Carlismo y la Cuestión Foral en España (1833-1868)

El Reinado de Isabel II (1833-1868): Desmantelamiento del Antiguo Régimen y Construcción del Estado Liberal

El reinado de Isabel II supuso el desmantelamiento del Antiguo Régimen y la paulatina instalación del Estado liberal en España. En este complejo proceso, la principal oposición provino del Carlismo, un movimiento contrarrevolucionario que desencadenó tres guerras civiles a lo largo del siglo XIX.

Durante este periodo, aumentó significativamente la intervención activa de los militares en la vida política, a menudo actuando como árbitros o líderes de las distintas facciones liberales.

Conflicto Dinástico y Político: Isabelinos frente a Carlistas

El origen inmediato del conflicto fue la cuestión sucesoria. Fernando VII, ante la falta de un heredero varón, abolió la Ley Sálica (que impedía reinar a las mujeres si había herederos varones en la línea principal o lateral) mediante la Pragmática Sanción, para que tras su muerte heredase el trono su hija Isabel. Los partidarios de su hermano, el infante Carlos María Isidro, conocidos como carlistas, pretendían que siguiera en pie la Ley Sálica, ya que de esta manera el infante podría acceder al trono.

Carlos María Isidro no aceptó la Pragmática Sanción. Para hacer frente a la amenaza carlista, Fernando VII y, tras su muerte, la regente María Cristina de Borbón, buscaron el apoyo de los liberales (inicialmente los más moderados). Se nombró jefe de gobierno a uno de ellos, Cea Bermúdez.

En 1833 murió Fernando VII y asumió la regencia María Cristina en nombre de la niña Isabel II. Una de las primeras medidas del gobierno de Cea Bermúdez fue depurar el ejército de elementos carlistas.

El levantamiento carlista se inició formalmente a partir del Manifiesto de Abrantes (octubre de 1833), emitido desde Portugal, en el que Carlos María Isidro reclamaba el trono como Carlos V.

La Oposición al Liberalismo: Carlismo y Guerra Civil

El Carlismo: Ideología y Apoyos

El Carlismo fue mucho más que una simple disputa dinástica; se convirtió en un movimiento político y social que aglutinó a los defensores del Antiguo Régimen frente a la revolución liberal, derivando en una cruenta guerra civil.

Programa Político Carlista:
  • Defensa de la monarquía absoluta legitimista y de origen divino («Dios, Patria, Rey»).
  • Mantenimiento de la sociedad estamental y los privilegios tradicionales.
  • Férreo tradicionalismo religioso y defensa de los intereses de la Iglesia Católica frente a las reformas liberales (como la desamortización).
  • Mantenimiento de los fueros y privilegios territoriales tradicionales, especialmente en el País Vasco, Navarra y los territorios de la antigua Corona de Aragón.
Implantación Territorial y Social:
  • Territorialmente, el carlismo arraigó principalmente en áreas rurales del País Vasco, Navarra, el interior de Cataluña y el Maestrazgo (entre Aragón, Cataluña y Valencia).
  • Socialmente, el carlismo se apoyó en sectores de la baja nobleza rural, gran parte del bajo clero, mandos intermedios del ejército y una parte significativa del campesinado (afectado por las reformas liberales y apegado a las tradiciones).

Dentro de las zonas de predominio carlista, los liberales (también llamados isabelinos o cristinos durante la regencia) controlaban las principales ciudades como Bilbao, San Sebastián, Vitoria o Pamplona.

El bando liberal o isabelino fue apoyado por la alta nobleza, la jerarquía eclesiástica (aunque con excepciones), la burguesía, los intelectuales, casi todos los altos mandos del ejército y las clases medias urbanas.

La Primera Guerra Carlista (1833-1839)

El mismo día de la muerte de Fernando VII (29 de septiembre de 1833) se formaron las primeras partidas guerrilleras carlistas. La guerra se puede dividir en tres etapas principales:

  • Primera etapa (1833-1835): Consolidación del control carlista en el ámbito rural de sus zonas de influencia (País Vasco, Navarra, etc.), pero fracaso en la toma de ciudades importantes. Destaca el general carlista Tomás de Zumalacárregui, que transformó las partidas dispersas en un ejército regular. Logró consolidar el control del ámbito rural pero fracasó y murió en su intento de tomar Bilbao (1835).
  • Segunda etapa (1835-1837): Caracterizada por las expediciones carlistas fuera de su territorio base, buscando extender la sublevación y obtener recursos. La más famosa fue la Expedición Real (1837), encabezada por el propio infante Carlos, que llegó a las puertas de Madrid pero no llegó a tomar la ciudad. En el bando liberal, surge la figura del general Baldomero Espartero, quien consiguió un gran prestigio al levantar el segundo sitio carlista de Bilbao (Batalla de Luchana, 1836).
  • Tercera etapa (1837-1839/1840): El agotamiento y la imposibilidad de una victoria militar clara dividieron a los carlistas:
    • Transaccionistas: Partidarios de negociar una paz honrosa, liderados por el general Rafael Maroto.
    • Intransigentes o Apostólicos: Partidarios de seguir la guerra hasta el final, desconfiando de Maroto.
    Tras la victoria liberal de Luchana y el creciente poder de Espartero, el general Maroto (carlista) y Espartero (liberal) firmaron la paz mediante el Convenio de Vergara (o Abrazo de Vergara) en agosto de 1839.

El Convenio de Vergara establecía que los carlistas depondrían las armas y se reintegrarían a la vida civil. A cambio, Espartero se comprometía a recomendar al gobierno la conservación de los fueros vasco-navarros (en la medida compatible con la Constitución) y a permitir la integración en el ejército nacional de los oficiales carlistas que lo quisiesen, manteniendo su graduación y sueldo (aunque en la práctica se les apartó de los mandos efectivos).

Los intransigentes, liderados por el general Ramón Cabrera, no aceptaron esta paz y continuaron la lucha en el Maestrazgo hasta la caída de su último bastión, Morella, en mayo de 1840.

Apoyos Internacionales:
  • Los carlistas recibieron el apoyo (más moral y diplomático que efectivo) de las potencias absolutistas como Prusia, Austria y Rusia.
  • El bando liberal contó con el apoyo de la Cuádruple Alianza (1834), firmada con Portugal, Inglaterra y Francia, que proporcionaron ayuda financiera, militar (Legión Auxiliar Británica, Legión Extranjera Francesa) y diplomática.
Consecuencias de la Primera Guerra Carlista:
  • Elevadas pérdidas humanas y materiales.
  • Un enorme endeudamiento del Estado liberal, que contribuyó a la necesidad de recursos extraordinarios como los generados a través de la Desamortización de Mendizábal (1836).
  • El protagonismo creciente de los militares en la política española.
  • A pesar de la derrota militar, el Carlismo no desapareció y continuó vigente como fuerza política y social, dando lugar a dos conflictos más: la Segunda Guerra Carlista (o Guerra dels Matiners, 1846-1849) y la Tercera Guerra Carlista (1872-1876).

La Cuestión Foral

La defensa de los fueros fue un componente importante del ideario carlista y un factor clave en su arraigo territorial.

  • Para los carlistas: Aparte de sus reivindicaciones dinásticas y absolutistas, añadieron la defensa de los fueros. Esto suponía el mantenimiento íntegro de los regímenes forales en Navarra y las Provincias Vascongadas (Álava, Guipúzcoa y Vizcaya), y la aspiración a recuperar los perdidos en Cataluña, Aragón y Valencia tras los Decretos de Nueva Planta a principios del siglo XVIII. Los fueros implicaban principalmente privilegios fiscales (menor carga tributaria, sistemas propios de recaudación), exenciones o particularidades militares (no obligación de servicio militar fuera del territorio o quintas limitadas) y el mantenimiento de instituciones y leyes propias (Juntas Generales, Diputaciones Forales, derecho civil particular). La defensa de la cuestión foral dio un gran apoyo popular al carlismo en estos territorios.
  • Para los liberales: El modelo de Estado liberal era inherentemente centralista y uniformizador, contrario por principio a los particularismos forales que rompían la igualdad jurídica y fiscal de todos los españoles. Sin embargo, la necesidad de poner fin a la guerra y atraerse a los sectores carlistas más moderados llevó a compromisos. Tras la Primera Guerra Carlista, y a pesar de la ambigüedad del Convenio de Vergara, los gobiernos liberales moderados mantuvieron parte de los fueros vasco-navarros (especialmente los fiscales y administrativos), aunque adaptándolos al nuevo marco constitucional.

Finalmente, en 1876, tras la derrota definitiva en la Tercera Guerra Carlista, se abolieron los fueros vascos en sus aspectos políticos y militares, aunque poco después, en 1878, se establecieron los Conciertos Económicos para el País Vasco y Navarra, un sistema fiscal particular que ha perdurado hasta la actualidad.

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