El Reinado de Isabel II: Transformaciones Políticas y Guerras Carlistas (1833-1876)

Transición del absolutismo a la monarquía constitucional y parlamentaria.
Evolución del régimen señorial a la propiedad privada y la libertad de industria y comercio.
Paso de la sociedad estamental al triunfo de la burguesía.
Entre 1833 y 1843 se produce la desaparición del Antiguo Régimen.

Presencia constante del carlismo.
Excesivo protagonismo de la regente María Cristina y, posteriormente, de su hija Isabel II. Las camarillas que se forman alrededor de la corte son grupos de poder que presionan y buscan el favor real.
El papel del ejército fue fundamental. Los militares más destacados se convirtieron en líderes políticos liberales (espadones), como Espartero (progresista) o Narváez y O’Donnell (moderados).
Dentro del liberalismo surgieron dos tendencias:
- Moderados: ocuparon el gobierno durante la mayor parte del reinado.
- Progresistas: necesitaron la ayuda de militares para llegar al poder.
A lo largo del reinado de Isabel II hubo varias constituciones, lo que refleja la inestabilidad de la etapa:
- Estatuto Real de 1834 (Carta otorgada).
- Constitución de 1837.
- Constitución de 1845.
- Constitución non nata de 1856.
La corrupción electoral fue generalizada. El partido que convocaba las elecciones era siempre el que las ganaba. Los moderados estuvieron en el poder la mayor parte del tiempo. Ante la imposibilidad de ganar las elecciones, los progresistas muchas veces se retraían.
Los progresistas recurrieron a las revueltas y pronunciamientos para llegar al poder, uniéndose a los militares. En estas revueltas se creaban Juntas que, una vez conseguido el poder, se disolvían.

El carlismo fue un fenómeno presente a lo largo de todo el siglo XIX. Hubo tres guerras carlistas:

La Primera Guerra Carlista dividió a la sociedad española en dos tendencias: absolutistas y liberales.

Defendían la candidatura al trono de Carlos María Isidro.
Sus principios eran «Dios, Patria, Fueros y Rey».
Defendían el absolutismo y el Antiguo Régimen, y eran antiliberales.
Defendían los fueros.
El carlismo fue apoyado por el clero, la baja nobleza y campesinos.
Se extendió por zonas rurales del País Vasco, Navarra, Aragón y Cataluña.
Por otro lado, los liberales (isabelinos) apoyaron a Isabel II como reina y a María Cristina como regente. Defendían el liberalismo frente al absolutismo y el centralismo frente al foralismo de los carlistas. El ejército, la burguesía y la población urbana fueron las bases sociales de estos liberales.