La Revolución de 1868: El Fin del Reinado de Isabel II
El último quinquenio del reinado de Isabel II se caracteriza por una difícil situación política, económica y social derivada de los siguientes factores:
- Gobiernos de corta duración de moderados y unionistas.
- Protestas sociales y disturbios contestadas con más represión (fusilamientos, como los ocurridos tras la sublevación de los sargentos del cuartel de San Gil en 1866, suspensión de las garantías constitucionales, medidas reaccionarias...).
- Crisis financiera de 1866 (provocará la crisis de subsistencias en 1868).
- Desprestigio de la corte por los escándalos de la reina y su camarilla.
- Muerte de los líderes que apoyaron a la reina (O’Donnell 1867 y Narváez 1868).
Todo ello provoca que en 1866 se firme el Pacto de Ostende entre progresistas (dirigidos por Prim) y demócratas. Los firmantes del Pacto aspiran al derrocamiento de Isabel II, el establecimiento del sufragio universal y la redacción de una nueva constitución. En 1867 se les unen los unionistas (Dulce, Topete y Serrano). La situación se encamina hacia la Revolución de 1868, que pondrá fin al reinado de Isabel II y establecerá un régimen democrático en España. El proceso tiene una doble vertiente:
- Pronunciamiento militar, que tiene lugar el 17 de septiembre en la Bahía de Cádiz. El almirante Topete subleva la Armada. Prim se pone al frente de la rebelión, a la que se unen Serrano y Dulce. Todos estos militares son liberales y monárquicos y representan los intereses de cambio de la burguesía “acomodada” con el actual orden social.
- Juntas revolucionarias que se constituyen en las principales ciudades en contra del gobierno y asumiendo el control local. En estas Juntas tiene una gran importancia los elementos del partido democrático. Representan los intereses de la pequeña burguesía.
El triunfo de esta revolución, conocida como “La Gloriosa”, pone fin al reinado de Isabel II, quien se exiliará a Francia, y abre el convulso periodo conocido como “Sexenio Democrático”.
El Gobierno Provisional y la Constitución de 1869
Para evitar el auge de las ideas republicanas en la Juntas, Prim impulsa la formación de un Gobierno Provisional, que convoca elecciones para la Asamblea Constituyente en enero de 1869, en las que triunfaron los monárquicos progresistas de Prim. Esta Asamblea redactará en pocos meses la Constitución de 1869.
Esta Constitución recoge una amplísima declaración de derechos individuales, la más extensa hasta entonces: libertad de imprenta, de enseñanza, de asociación (lo que permite la aparición de la AIT en España), a la libertad (abolición de la esclavitud)… etc. Dentro de la ideología liberal, se pretende establecer un marco apropiado para que se desenvuelva la libertad de los ciudadanos, evitándose situaciones de autoritarismo gubernamental, como las ocurridas en época de los gobiernos conservadores de Isabel II. Se aseguran expresamente las garantías judiciales de la población. Mención aparte merece el artículo 21, que por primera vez en España declara la libertad de culto (aunque no el laicismo estatal, pues el gobierno se compromete a mantener el culto católico). Hasta ahora todos los textos legales declaraban la religión católica como la oficial, y la hacían obligatoria para los ciudadanos.
Se establece la Soberanía Nacional. Este era uno de los elementos claves de la ideología liberal, y había sido defendida por los progresistas (antes exaltados y radicales) y los demócratas (frente a los conservadores partidarios de la soberanía compartida), pero salvo en la constitución del 12 este principio no había sido recogido en los textos constitucionales promulgados (Estatuto real, constituciones de 1837 y 45) en parte por las cesiones de los progresistas ante los moderados, en parte por el triunfo de los segundos. Asimismo, se establece el Sufragio Universal.
Se establece una clara división de poderes, uno de los hitos de la ideología liberal. La tarea legislativa se reserva en exclusiva al parlamento, relegando al rey y a los ministros la ejecutiva.
La forma del estado sigue siendo la monarquía. La “Gloriosa” había sido iniciada por militares unionistas y progresistas que habían logrado controlar los alzamientos populares y encauzarlos hacía sus intereses monarquizantes. Pero ni estos grupos, ni por supuesto los demócratas, querían a la familia de Isabel II en el trono, por tanto una de las primeras preocupaciones del nuevo gobierno fue buscar un candidato al trono.
Ante la ausencia de un rey, y dado el rechazo frontal a la vuelta de la familia Borbón al trono, se nombre regente al General Serrano, quien, entre otras cosas, y junto a Prim, el Jefe de Gobierno, deberá encargarse de buscar un nuevo rey para España.
El Reinado de Amadeo I (1871-1873)
Esta búsqueda no fue tarea fácil. Algunas casas reales europeas rechazaron el ofrecimiento para alguno de sus miembros, dada la inestable situación de España; en otros casos, determinadas potencias europeas se oponían a personajes de potencias rivales llegaron al puesto (por ejemplo, la oposición francesa a un príncipe alemán fue la excusa tomada por Bismarck par iniciar la guerra franco-prusiana de 1870). Se llegó a pensar en personajes como el Duque de Montpensier, cuñado de Isabel II, o el General Espartero. Finalmente, el elegido, gracias básicamente a las gestiones personales de Prim, fue Amadeo de Saboya, hijo del rey de la recién unificada Italia. Pertenecía a una casa real considerada liberal, era católico y no causaba problemas internacionales. Parecía, por tanto, un candidato idóneo, pero tampoco despertaba grandes pasiones, como demuestra el hecho de que sólo dos tercios de los diputados españoles votaran a favor de su entronización el 16 de noviembre de 1870.
El nuevo monarca llega a Cartagena el 30 de diciembre de 1870. Su gran valedor, el General Prim, ha muerto en un atentado aún no suficientemente aclarado tres días antes. El cuadro de Gisbert que nos sirve de referencia presenta precisamente al recién llegado monarca ante el cadáver de su valedor.
El reinado de Amadeo I iba a durar dos años, desde enero de 1871 a febrero de 1873, momento en que abdicó. Los principales problemas a los que tuvo que hacer frente durante su corto reinado fueron:
- La manifiesta falta de apoyos. Los monárquicos, tanto isabelinos como carlistas, le consideran un intruso. Los republicanos, un inconveniente para instaurar la República como forma de gobierno.
- Inicio de la III Guerra Carlista como prueba de ese descontento. Afectará al País Vasco, Navarra, Cataluña y el Maestrazgo, y durará hasta 1876.
- La inestabilidad política derivada de la disgregación de la coalición gubernamental. A la muerte de Prim se había producido una escisión en el Partido Progresista, dividido desde entonces en los Progresistas de Sagasta y los Radicales de Ruiz Zorrilla. En dos años de reinado se sucedieron tres procesos electorales y seis gobiernos.
- Problemas sociales, como los derivados de la persecución gubernamental a los partidarios de la Asociación Internacional del Trabajo (AIT), cuya ilegalización llegó a votarse en las Cortes.
- Problemas con las colonias americanas. Hubo un intento de abolir la esclavitud en Cuba y Puerto Rico, buscando propiciar la paz con esta zona, pero la medida fue boicoteada por la presión de los hacendados y la nobleza, respaldados por Cánovas del Castillo y los alfonsinos (partidarios de la restauración de los Borbones en el trono español en la figura de Alfonso XII, hijo de Isabel II). Sólo se logró la abolición en Puerto Rico, donde el número de esclavos era mucho menos.
Ante los continuos desórdenes y el escaso apoyo popular y político, Amadeo abdica el 11 de febrero de 1873. El parlamento proclama entonces la República.
La Primera República (1873-1874)
La I República Española, como consecuencia de todo lo anterior, nace marcada por una serie de problemas y una profunda inestabilidad, lo que finalmente derivará en su fracaso:
- La existencia de dos guerras, la de Cuba y la carlista.
- Escaso apoyo popular. Los conservadores consideraban a la República un régimen revolucionario; los monárquicos alfonsinos cada vez catalizaban más apoyos de las clases medias; los carlistas recrudecieron la lucha en el norte peninsular.
- Casi nulo apoyo internacional. Sólo Estados Unidos y Suiza reconocieron al nuevo régimen.
- División de los republicanos entre federalistas (partidarios del Estado Federal) y unionistas (partidarios del Estado Centralista), por una parte, y entre moderados (defensores de que la República trajese al país democracia, derechos individuales y mejoras económicas) y exaltados (partidarios de llevar a cabo una auténtica revolución, con reparto de tierras incluido) por otra.
- El surgimiento del problema del Cantonalismo (el intento de construir el Estado “desde abajo”).
La República fue proclamada en una reunión conjunta de las dos cámaras el 11 de febrero de 1873. Ese mismo día es nombrado Presidente Estanislao Figueras, sin seguirse el procedimiento habitual, que habría obligado a convocar Cortes Constituyentes. Pi i Margall será el Ministro de la Gobernación de este primer gobierno, donde hay mayoría de radicales. Tras unos convulsos primeros meses, donde se producen incluso dos intentos de golpe de estado, en mayo se celebran elecciones y ganan los federalistas.
Pi i Margall es elegido nuevo presidente el 11 de junio. Intentará centrar su labor de gobierno en la redacción de una nueva Constitución, el proyecto de 1873, de tipo federal. Sin embargo, se multiplicaron los problemas. Hubo ocupaciones de tierras en Andalucía, una huelga general en Alcoy, y, sobre todo, estalló el problema del cantonalismo. Varias ciudades se proclaman cantones soberanos en Andalucía y Levante (Cartagena fue el primer sitio y el más importante). Pi i Margall dimite al no querer usar la violencia.
Para sustituir a Pi i Margall, Nicolás Salmerón es elegido presidente en julio y autoriza la represión militar contra el cantonalismo, lo que supone un giro a la derecha de la República y otorga un mayor protagonismo a los militares. Salmerón dimitirá en septiembre por no querer firmar unas penas de muerte sobre líderes cantonalistas.
Su sucesor, Emilio Castelar, centrará su labor en el reestablecimiento del orden en el país. Para ello, adoptará una serie de medidas que acentuaban el giro autoritario ya iniciado por su antecesor:
- Con apoyo del ejército, obtuvo de las Cortes poderes extraordinarios, tras lo cual suspendió sus sesiones durante tres meses.
- Se reforzó aún más el poder militar para hacer frente al cantonalismo y a la guerra carlista.
- Se suspendieron diversos derechos constitucionales y se realizó un alistamiento masivo.
- Se persiguió cualquier intento federalista.
A inicios de 1874 Castelar dimite ante la falta de apoyo de las Cortes. El 3 de enero de 1874, mientras se estaba votando un nuevo gobierno, el ejército ocupó los puntos clave de Madrid, y el general Pavía, capitán general de Madrid, entró con las tropas en el congreso, disolvió la Asamblea y anunció la constitución de un gobierno militar dirigido por el general Serrano. Con este golpe de estado acabó la corta y azarosa vida de la primera República.
De la I República a la Restauración
Tras el golpe de Estado de Pavía y la disolución de las Cortes, se instaura un gobierno provisional dirigido por Serrano. Teóricamente seguía vigente la República, pero había constitución en vigor (la de 1869 estaba suspendida y la de 1873 no llegó a aprobarse), y las cortes quedaron suspendidas indefinidamente. Por todo ello, en la práctica, el gobierno de Serrano fue una dictadura que centró su labor de gobierno en el reestablecimiento del orden.
La oposición republicana fue anulada, y se declararon ilegales las organizaciones obreras, buscando acabar con cualquier veleidad revolucionaria. Nuevas movilizaciones del ejército detuvieron el avance de las fuerzas carlistas en el norte, al tiempo que se atacaba duramente a los restos del movimiento cantonalista (Cartagena cae en enero de 1874).
Al tiempo, Antonio Cánovas del Castillo, quien no había participado en los últimos gobiernos de la República, está aglutinando en torno suyo a los partidarios del regreso de los Borbones, cada vez más numerosos entre el ejército y las clases medias.
El 1 de diciembre, el príncipe Alfonso, siguiendo los consejos de Cánovas, firma el Manifiesto de Sandhurst, en el que se compromete a establecer una monarquía constitucional y a mantener en vigor algunos de los cambios habidos en el Sexenio. Se prepara así una vuelta pacífica de la monarquía. Sin embargo, los acontecimientos se precipitan cuando, el 29 de diciembre de 1874, el general Arsenio Martínez Campos se subleva en Sagunto pidiendo la vuelta de la monarquía. El gobierno, con un Serrano ya muy debilitado, no opuso resistencia, y dimitió; se formó un gabinete de regencia el día 31 e inmediatamente se proclamó a Alfonso XII como rey de España, dando comienzo el nuevo periodo histórico conocido como la Restauración.