1. Introducción
La Revolución de Septiembre de 1868, que sus protagonistas llamaron «La Gloriosa», significó el final de la monarquía de Isabel II. Se sucedieron después 6 años de gran inestabilidad, en los que hubo varios regímenes políticos. La característica común a todo el periodo fue la búsqueda de un nuevo orden político y social en el que tuvo un protagonismo fundamental la pequeña burguesía de las ciudades y el naciente movimiento obrero. Por ello, esta etapa se denomina Sexenio Democrático o Revolucionario.
El Sexenio Democrático fue la última etapa de la revolución liberal en España y representó un intento de ampliar el liberalismo e instaurar la democracia. Sin embargo, aquellos años estuvieron llenos de conflictos de diversa índole (políticos: con la aparición del federalismo, el levantamiento carlista, y la guerra de Cuba; sociales: con las reivindicaciones de las clases populares y los primeros pasos del movimiento obrero, dividido en dos tendencias: socialistas y anarquistas; y económicos: derivados de un contexto de crisis y de lucha entre los defensores del proteccionismo y los defensores del libre cambio).
La burguesía democrática no consiguió estabilizar un régimen político definido. La Regencia de Serrano, la monarquía de Amadeo I y la Primera República, no pudieron controlar los diversos conflictos que se les presentaron.
El Sexenio fracasó en su intento de modernización política del país, y se impuso de nuevo la monarquía que condujo al periodo de la Restauración de los Borbones en la persona de Alfonso XII, el hijo de Isabel II.
A nivel internacional, este periodo coincide con dos hechos muy importantes en Europa: por un lado, la unificación italiana y la creación del Reino de Italia, y por otro lado, la unificación alemana, y el nacimiento del II Reich alemán.
2. Las Causas de la Revolución de Septiembre
En el último periodo del reinado de Isabel II (1863-1868), se produjeron una serie de crisis económicas y políticas que mostraron, por una parte, las deficiencias del sistema liberal, y por otra, la debilidad de la economía capitalista de España.
2.1. Crisis Económicas
Fueron tres:
- Crisis financiera: Provocada por la bajada del valor de las acciones en bolsa debida a la crisis de los ferrocarriles españoles. La construcción de la red ferroviaria implicó una gran inversión de capitales en bolsa, pero al comenzar la explotación de las líneas, su rendimiento económico fue menor del esperado, lo que provocó el desplome del valor de las acciones. Los inversores reaccionaron con la exigencia de subvenciones estatales, que no pudieron hacerse efectivas.
La situación provocó la crisis de muchas entidades financieras, que cancelaron sus préstamos, y provocaron la alarma entre particulares y empresas. - Crisis industrial: En Cataluña, especialmente en la industria textil, se sufrieron las consecuencias de la Guerra de Secesión de EE. UU. entre 1861-1865. La industria catalana se abastecía del algodón americano, por lo que esta guerra provocó un descenso de la oferta de algodón, lo que significó el encarecimiento del mismo. Muchas pequeñas industrias algodoneras no pudieron afrontar el nuevo precio, lo que supuso el cierre y el aumento del paro en Cataluña.
- Crisis de subsistencia: En el año 1866 se inició una crisis de subsistencia, es decir, la falta de productos de primera necesidad. La causó una serie de malas cosechas que provocaron escasez de trigo, alimento básico de la población española. Inmediatamente los precios empezaron a subir; en tan solo dos años, el precio del trigo aumentó un 65% y en 1868 se dobló el precio de este cereal respecto al de 1865. Esto provocó la subida del coste del pan y de otros productos básicos para la alimentación. En el campo, el hambre condujo a un clima de fuerte violencia, y en las ciudades, la consecuencia fue una oleada de paro que provocó un descenso del nivel de vida de las clases trabajadoras.
2.2. Crisis Política
- El carácter autoritario de los gobiernos del Partido de la Unión Liberal y del Partido Moderado: que provocaron conflictos como la sublevación de los sargentos del Cuartel de San Gil.
- El Pacto de Ostende: Este fue un acuerdo del Partido Progresista y el Partido Demócrata firmado en 1866, en la ciudad belga de Ostende. Ambos partidos adquirieron el compromiso de llevar a cabo una revolución para terminar con el gobierno corrupto de Isabel II, y una vez triunfase la revolución, elegir unas Cortes Constituyentes por sufragio universal masculino que decidirían la nueva forma de gobierno de España, es decir, elegir entre república o monarquía.
- La muerte de O’Donnell y de Narváez: que provocaron la ausencia de liderazgo en los dos partidos que apoyaban a Isabel II (la Unión Liberal de O’Donnell y el Partido Moderado de Narváez). Los unionistas, muerto su líder, decidieron adherirse al Pacto de Ostende, poniendo sus mejores jefes militares para dirigir la revolución prevista.
3. La Revolución de Septiembre de 1868
El 19 de septiembre de 1868, la escuadra concentrada en la Bahía de Cádiz, al mando del brigadier Juan Bautista Topete, protagonizó un levantamiento militar contra el gobierno de Isabel II. El golpe había sido preparado entre el Partido Progresista, el Demócrata y el de la Unión Liberal.
Prim, líder del Partido Progresista, que se hallaba exiliado en Londres, y el general Serrano, líder de la Unión Liberal, que se hallaba desterrado en Canarias, regresaron a la península, y se reunieron con los sublevados. Rápidamente consiguieron el apoyo de la población gaditana tras la publicación de un manifiesto en el que se pedía a los ciudadanos que acudieran a las armas para defender la libertad, el orden, y la honradez, y terminaba con el lema: «¡Viva España con honra!».
En los días siguientes, con tres fragatas, Prim se sublevó sucesivamente en Málaga, Almería y Cartagena.
El gobierno de la reina Isabel quiso defender el trono con las armas, y envió desde Madrid un ejército para enfrentarse con los sublevados, que se reagrupaban en Andalucía al mando del general Serrano. El enfrentamiento tuvo lugar en la batalla del Puente de Alcolea, cerca de Córdoba, el día 28 de septiembre.
Los sublevados derrotaron al ejército real, y el gobierno no tuvo más remedio que dimitir. La reina, que se hallaba en San Sebastián de vacaciones, se exilió en Francia el 29 de septiembre, donde fue acogida por el emperador Napoleón III.
Además del pronunciamiento militar, y de los hechos bélicos, en la revolución tuvieron un gran protagonismo las revueltas populares, que dirigidas por el Partido Progresista, Demócratas y Republicanos, organizaron gobiernos locales en muchas ciudades llamadas Juntas Revolucionarias. En todas ellas, el programa se basaba en los siguientes puntos: más libertad, soberanía nacional, separación de la Iglesia y del Estado, supresión de las quintas, sufragio universal, abolición de los impuestos de consumo, elecciones a Cortes Constituyentes, reparto de la propiedad, y en alguna de ellas, proclamación de la república.
Para los líderes de la revolución, algunas propuestas de las Juntas Revolucionarias no eran aceptables puesto que pensaban que el único objetivo de la revolución había sido derrocar a Isabel II. En los primeros días de octubre, tras entrar en Madrid los sublevados, propusieron a la Junta Revolucionaria de la capital de España, el nombramiento de un gobierno provisional sin consultar a las demás juntas provinciales.