El Sexenio Democrático: La Revolución de 1868 y la Primera República Española

La Revolución de 1868 y el Sexenio Democrático

La Revolución de 1868, conocida como la Gloriosa, marcó el fin de la dinámica de enfrentamientos entre moderados y progresistas durante el reinado de Isabel II. Al grito de»¡Viva España con honra», triunfó sin derramamiento de sangre, formándose Juntas Revolucionarias lideradas por militares como Prim, Serrano y Topete. La fecha clave fue el 17 de septiembre, cuando estalló el levantamiento en Cádiz, extendiéndose luego a otras ciudades. El único enfrentamiento significativo fue la batalla de Alcolea, donde Serrano derrotó a los isabelinos.

La Constitución de 1869

Tras la caída de Isabel II, se formó un Gobierno provisional que incluía desde liberales moderados hasta republicanos posibilistas como Emilio Castelar. Serrano, al frente del Gobierno provisional, estableció el sufragio universal masculino, dirigió la elección de las Cortes Constituyentes en enero de 1869 y tomó medidas para la institucionalización del nuevo régimen.

En el debate constituyente surgieron diferencias sobre la forma de gobierno, entre monarquía y república. La Constitución de 1869, resultado del debate entre diputados monárquicos y republicanos, estableció una monarquía democrática con un rey con prerrogativas limitadas y una división efectiva de poderes, fortaleciendo las Cortes y garantizando la independencia judicial.

La Monarquía Democrática

Este período, conocido como el Sexenio Democrático, se caracterizó por la elaboración de una constitución democrática, reconocimiento de derechos sociales y políticos, y el establecimiento del sufragio universal masculino. La Constitución de 1869 sentó las bases para un sistema político más democrático en España.

  • Instauraba el sufragio universal y la capacidad de todo elector para ser candidato al Congreso.
  • El poder legislativo radicaba en un Parlamento bicameral, con un Congreso elegido por sistema proporcional y un Senado formado mediante sufragio universal indirecto con ciertas condiciones.
  • Reconocía por primera vez de modo expreso las libertades democráticas básicas (asociación, reunión, expresión) y, también por primera vez, había un reconocimiento de la libertad religiosa, aunque el Estado seguía comprometido a sufragar los gastos de culto y clero.

En la cuestión de la forma de régimen, la solución fue un nuevo concepto de monarquía: el de «monarquía democrática», aunque era muy numerosa entre los diputados la opción republicana. Había nueva constitución, pero

España era una monarquía sin rey; por ello, se instauró una regencia presidida por el general Serrano, mientras que Juan Prim fue nombrado jefe de Gobierno.

Amadeo de Saboya

Había nueva Constitución, pero España era una monarquía sin rey; por ello, se instauró una regencia presidida por el general Serrano, mientras que Juan Prim fue nombrado jefe de Gobierno. Estaba descartada la vuelta de la familia borbónica; pese a ello, Cánovas del Castillo comenzó a formar un partido «al-fonsino» para asegurar la defensa de los derechos del hijo de Isabel II.

Se valoraron diferentes propuestas de candidatos al trono español. Las principales fueron:

  • Los generales Serrano y Espartero, vetados por Prim.
  • Leopoldo de Hohenzollern, con la oposición de Napoleón III.
  • Alfonso de Borbón, hijo de Isabel II, vetado por progresistas y demócratas.
  • El duque de Montpensier, vetado por Napoleón III.
  • Amadeo de Saboya, apoyado por Prim y los demócratas.

Mientras tanto, durante el año 1869 se produjeron diversos problemas que amenazaban la estabilidad del nuevo régimen: comenzó la guerra de Cuba, tras el «grito de Yara», en demanda de autonomía política; se reorganizaron los carlistas, que promovían a su pretendiente don Carlos VII, nieto de Carlos María Isidro, como rey legítimo y, finalmente, se sucedieron los levantamientos y agitaciones republicanos en gran parte del país.

A fines de octubre de 1870 se logró solucionar la cuestión del rey en la persona de Amadeo de Saboya, duque de Aosta, que aceptó el trono tras obtener el consentimiento de las potencias europeas, y, por fin, las Cortes lo eligieron rey a mediados de noviembre. Pero su reinado fue efímero debido a diversos factores: su valedor, el general Prim, fue asesinado días antes de su llegada a

España; el acrecentamiento del conflicto militar en Cuba y frente a los carlis-tas; la hostilidad de la nobleza y la burguesía española que lo consideraban un advenedizo, miembro además de una familia real enemiga de la Iglesia, que había arrebatado en 1870 los Estados Pontificios al Papa. Por otra parte, las movilizaciones obreras y populares reclamaban el establecimiento de un régimen republicano y federal.

Después de repetidas elecciones generales y crisis de gobiernos que nada so-lucionaron, Amadeo abdicó en febrero de 1873. Inmediatamente, el Congreso y el Senado, constituidos en una sola Asamblea Nacional, dispusieron, de forma ordenada y pacífica, la proclamación de la República. Al fin había llegado esta porque la monarquía se había quedado sin posibilidades de actuación.

La Primera República Española

Durante la Primera República, Estanislao Figueras asumió la presidencia con el objetivo de convocar unas Cortes Constituyentes para redactar una nueva constitución. Sin embargo, se enfrentó a graves problemas, como la crisis financiera, la guerra carlista en el norte, el conflicto en Cuba y la falta de apoyo del ejército, más inclinado hacia el moderantismo.

A pesar de implementar algunas medidas democráticas, como la promulgación de una amnistía amplia y la abolición de la esclavitud en Puerto Rico, la República se vio sacudida por una sublevación popular conocida como la revolución cantonal. Esta revolución, que comenzó en Cartagena y se extendió por otras ciudades del sur y levante peninsular, reflejaba demandas regionales, políticas y sociales. Los federales intransigentes lideraron el movimiento, buscando descentralizar el poder y acabar con el centralismo.

Tras la victoria de los republicanos federales, surgieron discrepancias sobre la organización de la España federal. Los transigentes, liderados por Pi i Margall, abogaban por construir una República federal desde arriba, mientras que los intransigentes defendían comenzar desde abajo. Ante la falta de consenso, Pi i Margall dimitió y fue sucedido por Salmerón, quien no logró estabilizar la situación. Finalmente, Emilio Castelar asumió la presidencia con el objetivo de restaurar el orden, pero su mandato fue interrumpido por un golpe de Estado liderado por el general Pavía, que disolvió las Cortes Constituyentes y puso fin a la Primera República.

Medidas Económicas y Sociales

En el ámbito económico, se llevaron a cabo reformas importantes durante este período. Destacó la creación de la peseta como nueva unidad monetaria en 1868, así como reformas fiscales y financieras para abordar la crisis económica y la deuda pública. Sin embargo, algunas medidas enfrentaron resistencia y obstáculos, lo que limitó su efectividad.

Durante el Sexenio Democrático, se implementaron medidas progresistas para abrir la economía española a los mercados exteriores. La Ley Arancelaria de 1869 redujo los impuestos aduaneros para fomentar la importación de bienes de equipo y la exportación de alimentos y materias primas, con el objetivo de mejorar la competitividad de la industria española. Además, la Ley de Sociedades Anónimas y la Ley de Minas de 1871 buscaban atraer inversiones extranjeras y capitales para financiar el crecimiento económico, facilitando así la exportación de minerales en las décadas siguientes.

En cuanto al movimiento obrero, durante este período surgieron dos corrientes principales: el anarquismo y el socialismo. La influencia anarquista se fortaleció con la creación de la sección española de la AIT en 1870, especialmente en regiones como Madrid y Barcelona. Por otro lado, el socialismo, inspirado en las ideas de Marx, tuvo seguidores principalmente en

Madrid y algunas regiones mineras e industriales.

Sin embargo, el proyecto democrático de 1868 enfrentó numerosas dificultades, incluida la debilidad de las fuerzas políticas democráticas, la oposición del carlismo y la falta de apoyo de la burguesía, que favorecía el moderantismo y el liberalismo censitario. Además, las demandas de las clases populares, como trabajo, salarios y derechos sociales, no se satisfacían adecuadamente. A esto se sumaron los desafíos exteriores, como los movimientos independentistas en las colonias, que sobrepasaban la capacidad de respuesta de España. En última instancia, el fracaso del proyecto democrático se debió al retraso social y económico del país en ese momento.

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