Introducción
El 18 de septiembre de 1868, la flota destinada en Cádiz al mando del almirante Topete inicia un pronunciamiento, de acuerdo con los generales Prim y Serrano, al grito de “¡Viva España con honra!”. Este hecho fue el resultado de la alianza entre progresistas y unionistas y contaba con la aprobación de los demócratas, y va dirigido no solo contra el gobierno, sino también contra la Reina. A Cádiz siguió el pronunciamiento de otras muchas guarniciones militares, dando lugar al triunfo de Alcolea sobre las tropas leales a Isabel II. El día 30 de septiembre, la Reina marcha al exilio y empiezan a salir de la clandestinidad las Juntas Revolucionarias que habían colaborado en la preparación del pronunciamiento. Se ha iniciado así una revolución en la que, por primera vez, las clases populares apoyan a la burguesía en sus objetivos políticos.
Desarrollo del tema
Los tres partidos políticos que intervienen en la Revolución de Septiembre ofrecen soluciones distintas al vacío de poder producido por la caída de la monarquía. Los unionistas, liderados por Serrano, son los menos interesados en los cambios, ya que representan los intereses de la gran propiedad agraria y de las fortunas coloniales. Los progresistas, liderados por Prim, serán los más numerosos e influyentes, apoyados por las clases medias, sectores del ejército e incluso algunos círculos financieros e industriales. Por último, los demócratas, con amplia base entre intelectuales, obreros y jornaleros agrícolas, sin jefatura única y pronto escindidos en dos corrientes: una minoritaria monárquica y una mayoritaria republicana federal.
Al margen de la revolución quedan los moderados, fieles a Isabel II, y los carlistas. El 8 de octubre de 1868 se constituye el Gobierno Provisional, compuesto por progresistas y unionistas y presidido por Serrano. Sus primeros decretos tienen como objetivo fijar principios democráticos. Se hizo una convocatoria a Cortes Constituyentes, en la que obtuvieron mayoría los diputados progresistas, seguidos de unionistas, republicanos federales y demócratas monárquicos. A partir de febrero de 1869, una Comisión de progresistas y demócratas, encabezada por Olózaga, redacta la Constitución de 1869, la primera democrática de nuestra historia constitucional, que por primera vez reconoce los derechos de reunión y asociación. Se declara que el régimen político será la monarquía democrática. Tras aprobarse el texto se inicia la Regencia de Serrano, en la que Prim es nombrado presidente de Gobierno y se encarga de buscar un Rey para España. Esta tarea se convirtió en un asunto de dimensiones internacionales y dio lugar a una situación de provisionalidad política que facilitó la oposición carlista, alfonsina y republicana. Las clases populares se decantan por la república, dando lugar a frecuentes insurrecciones reprimidas por el ejército.
Las Cortes eligen como Rey a Amadeo de Saboya, en noviembre de 1870. Pocos días antes de su llegada a España, Prim es asesinado, lo que auguraba un mal comienzo para la monarquía democrática. El reinado de Amadeo de Saboya se extiende desde enero de 1871 a febrero de 1873. Tras su abdicación, las Cortes proclaman la I República, que durará hasta diciembre de 1874, último camino viable para garantizar la estabilidad democrática tras el fracaso de la monarquía. De febrero de 1873 a enero de 1875, la I República tuvo cuatro presidentes distintos: el primero fue Figueras, que convocó elecciones a las Cortes Constituyentes, en las que ganaron los republicanos. Las nuevas cortes definieron al régimen como República Federal y eligieron a un nuevo presidente, Pi y Margall. Se redacta la Constitución de 1873, en la que España se articulaba en 15 estados federales, más Cuba y Puerto Rico. Esto dio lugar a un levantamiento cantonalista, cuyo fin es establecer la estructura federal del Estado de abajo a arriba, no desde las cortes o el Gobierno. El cantonalismo trajo como consecuencia la dimisión de Pi y Margall y es nombrado Salmerón como presidente. El cantonalismo fue reprimido por el ejército, al mando de los generales Martínez Campos y Pavía, quedando solo el cantón de Cartagena. Tras la dimisión de Salmerón, el cuarto presidente fue Castelar. El 3 de enero de 1874, el general Pavía da un golpe de Estado y se inicia el gobierno del general Serrano, dando un giro al régimen. En diciembre de 1874, el general Martínez Campos realiza un pronunciamiento en Sagunto, proclamando el fin de la República y el reconocimiento de Alfonso XII como Rey.