La Gloriosa Revolución de 1868
Los últimos años del reinado de Isabel II estuvieron presididos por los gobiernos de O’Donnell y Narváez, que se turnaron en el poder durante 12 años. Progresistas y demócratas acabarían derribando el poder moderado y el trono de Isabel II en 1868.
La Revolución de 1868, conocida como «La Gloriosa», estalló con una sublevación militar en Cádiz que contó con el apoyo de muchas ciudades españolas. Los revolucionarios se impusieron rápidamente y apenas encontraron resistencia. El resultado fue el derrocamiento de la reina Isabel II y su huida a Francia.
Factores que explican el triunfo de la revolución:
- Crisis del sistema político: El sistema político existente era considerado corrupto e inmoral. El gobierno moderado demostró su incapacidad para resolver los problemas del país.
- Depresión económica: La depresión económica tuvo un fuerte impacto en España, con el hundimiento de la bolsa, malas cosechas por la sequía y hambrunas generalizadas.
- Impopularidad de la reina: La creciente impopularidad de la reina y su obstinación por mantener a los moderados en el poder.
Esta revolución careció de un contenido social y económico profundo, ya que los objetivos del frente revolucionario se centraron en la implantación del sufragio universal y el derrocamiento de Isabel II. Las tres fuerzas políticas que participaron en la coalición revolucionaria fueron el Partido Liberal Progresista, el Partido Demócrata y la Unión Liberal, dirigida por el general Francisco Serrano. El cerebro de la revolución fue Juan Prim, un militar liberal.
El Gobierno Provisional y la Constitución de 1869
En 1868 se constituyó un gobierno provisional, presidido por Serrano y con destacados progresistas al frente de varios ministerios. Este gobierno convocó elecciones a Cortes Constituyentes por sufragio universal masculino, en las que vencieron los progresistas.
En las sesiones de las Cortes Constituyentes se escucharon, por primera vez, opiniones muy extremistas. El republicano Estanislao Figueras declaró la guerra a Dios, a los reyes y a la tuberculosis, mientras que José María Orense reclamó la supresión de todas las prisiones.
La Constitución de 1869 fue promulgada con importantes novedades:
- Soberanía nacional
- Libertad de cultos religiosos
- Libertad de enseñanza
- Derechos de reunión y asociación
- Juicios por tribunales populares para algunos delitos.
El general Serrano fue elegido regente y el general Prim pasó a desempeñar la jefatura del gobierno.
La Búsqueda de un Nuevo Monarca y el Reinado de Amadeo I
La búsqueda de un nuevo monarca para España fue la primera tarea del gobierno. Entre los candidatos se encontraban:
- Fernando de Coburgo (portugués): Rechazó el ofrecimiento.
- Duque de Montpensier (hijo de Luis Felipe de Orleans): Casado con la hermana de Isabel II, pero sus posibilidades quedaron descartadas tras matar a Enrique de Borbón en un duelo.
Finalmente, Amadeo de Saboya fue elegido rey. Su reinado (1871-1873) fracasó debido al aumento de los desórdenes y conflictos sociales, la agudización de los enfrentamientos políticos y la falta de apoyo popular.
El día de la llegada de Amadeo a España, murió Prim, víctima de un atentado. Prim desempeñaba un papel esencial en el nuevo sistema político, por lo que la monarquía amadeísta nació debilitada.
La ruptura de la coalición entre los partidos que habían participado en la Gloriosa fue otro factor de inestabilidad. Los enfrentamientos entre demócratas, unionistas y progresistas se intensificaron. Durante los dos años de reinado se sucedieron constantes cambios gubernamentales y se celebraron tres elecciones generales.
La situación en las grandes ciudades, con el incremento de las huelgas, provocó el desasosiego de los sectores sociales más adinerados.
Durante el reinado de Amadeo I se tomaron medidas como la creación de la peseta como nueva unidad monetaria, la nueva Ley de Minas y otras medidas anticlericales, como la supresión de las facultades de Teología en las universidades y la incautación de bienes eclesiásticos.
El falseamiento de las elecciones desvirtuó los principios democráticos del sistema político. El rey Amadeo I nunca logró ganarse el afecto de los españoles y tuvo en su contra a carlistas, republicanos, alfonsinos (partidarios de la dinastía borbónica), internacionalistas revolucionarios y el clero católico.
Los carlistas resurjieron con fuerza, al unirse a ellos muchos ultraconservadores católicos, asustados por el curso de la revolución. El Vaticano rompió relaciones con el gobierno español.
Los republicanos estaban a favor de reformas políticas, sociales y económicas. El anticlericalismo era otra de sus señas de identidad.